viernes, 4 de diciembre de 2009

Discurso a los trabajadores del cobre


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Por Salvador Allende
Amigo y presidente de la Confederación del Cobre, diputado Héctor Olivares Solís: compañero Vladimir Chávez, intendente de la provincia; estimados amigos y colaboradores; ministros de Estado, Orlando Cantuarias, de Minería, y José Oyarce, de Trabajo y Previsión Social; compañeros subsecretarios del Ministerio de Minería y del Trabajo, Hernán Soto y Julio Benítez; parlamentarios del pueblo; alcaldes y regidores, señor comandante de la guarnición de Rancagua; señor prefecto de esta ciudad; estimado colaborador edecán naval, comandante Arturo Araya; trabajadores del cobre:
Quiero referirme ahora a la iniciativa más trascendente y más importante de este Gobierno: al proyecto de reforma constitucional destinado a nacionalizar, sin apellidos, el cobre. Cuando planteamos en la campaña presidencial que Chile debería recuperar las riquezas fundamentales que están en manos del capital foráneo, señalamos muy claramente que los países dependientes o en vías de desarrollo no podrían jamás elevar sus condiciones materiales de existencia para sus pueblos y abrir horizontes más amplios, desde el punto de vista intelectual y espiritual, si acaso Chile no recuperaba esas riquezas, si nosotros no aprovechábamos el excedente que produce nuestra economía, si no planificábamos el desarrollo económico y utilizábamos los recursos que hoy día se van de nuestra patria, más allá de la frontera; van a fortalecer grandes empresas, fabulosas empresas que vuelcan sus capitales en los países poco desarrollados porque les rinden más intereses. Dije ante el pueblo, para que el pueblo lo aprendiera y no lo olvidara, que Chile, como tantos países de América Latina, era un país potencialmente rico y que, sin embargo, hoy somos un país pobre.
Destaqué que somos un país que no anda con la mano tendida, pidiendo unos cuantos millones de dólares, mientras salen de nuestras fronteras enormes cantidades; que siendo un país en vías de desarrollo, éramos un país exportador de capitales, y, sin embargo, andamos buscando capitales; señalé que en 50 añoso más han salido de Chile 9.800 millones de dólares, que representan el valor del capital social de la patria, acumulado a lo largo de toda su existencia; di a conocer lo que representaba el cobre para Chile como riqueza fundamental. Por eso, en las campañas y en las luchas electorales pusimos acento para que el pueblo comprendiera la importancia que tiene el que Chile sea dueño de sus riquezas esenciales; al mismo tiempo señalamos la importancia de una profunda y honda reforma agraria para el desarrollo económico nacional. Nos movió y nos mueve el defender a Chile, el poder impulsar el desarrollo económico de la patria, el poder elevar el nivel de vida de los chilenos.
Queremos otros recursos y el excedente de nuestra economía para hacer de Chile un país industrial, para crear los complejos agrarios e industriales, para trazar los caminos, para que los barcos lleven la bandera de Chile a todos los mares, para que las usinas, con el humo de sus chimeneas, opaquen la claridad de nuestro cielo. Queremos esos excedentes económicos para dar trabajo y dignificar la vida del hombre y la mujer chilena.
Creemos que los pueblos sólo progresan trabajando más y produciendo más; pero hemos agregado que es muy distinto trabajar para una minoría ávida de riquezas, de privilegios y granjerías, a trabajar para Chile y trabajar para los chilenos. Qué satisfacción tengo yo ahora al hablar aquí, como compañero Presidente, y oír el resumen de las conclusiones de los trabajadores del cobre. Gracias, compañero Héctor Olivares, en usted personalizo el apoyo, la comprensión, el espíritu de lealtad a Chile que tienen los heroicos trabajadores del metal rojo.
Ellos saben que tienen que producir más, que tienen que trabajar más y yo sé que lo van a hacer. Igual respuesta he recibido en el carbón cuando fuimos a decirles a los trabajadores que allí, y por primera vez, ellos iban a intervenir en el proceso de la producción; que las minas de Lota-Schwager eran de los chilenos; que habíamos adquirido las minas; cuando les dijimos que el Estado de Chile, representante de ellos, era el dueño de esas minas. Yo vi en el rostro curtido de viejos mineros rodar las lágrimas de emoción. Tantas veces, tantas veces les habían hecho esta promesa, y se cumplirá ahora porque hay un Gobierno de ustedes, un Gobierno Popular. Y les dije a los compañeros del carbón: «Ustedes producen 3.600 toneladas diarias de carbón; a ese nivel no podemos seguir; ustedes tienen que producir 4.500 0 4.700 toneladas diarias. Yo les pido por Chile y les pido por el pueblo que cumplan esa tarea». Los compañeros del carbón prometieron hacerlo y en el primer mes en que el gerente es un minero, un compañero que trabajaba como barretero del carbón, la producción ya ha mejorado ostensiblemente.
Voy a ir al salitre el 20 de este mes. Pocos países han vivido el drama de Chile frente a la oligarquía, coludida con los intereses foráneos, ante una riqueza tan importante para la patria, riqueza que significó vida, hambre, sacrificios heroicos de vidas chilenas, en la guerra y en la paz. Sin embargo, ahí está el salitre, ese emporio de riqueza, demostrando la inepcia e incapacidad de los grupos diri-gentes y la tolerancia culpable de los gobiernos que permitieron el latrocinio que se hizo contra Chile y el interés nacional. Baste decirles a ustedes, pueblo de Machalí, que la compañía minera de Chile Sociedad Química y Minera de Chile, producto del fracaso de la Anglo-Lautaro, empresa que ha explotado Pedro de Valdivia y María Elena, y frente al fracaso de Victoria, ha perdido el año antepasado 7 millones de dólares y el año pasado 11 millones de dólares. Pues bien, compañeros, sepan ustedes que nueve u once directores de esas compañías ganaban, hasta julio del año pasado, en total, cerca de 700.000 dólares; que un solo funcionario ganaba 65.000 dólares al año, mientras los trabajadores salitreros tenían un salario de doce escudos y cuarenta centésimos; y este señor, a quien le puso término en su trabajo el propio Gobierno de Frei, este señor ha demandado a la empresa, vale decir, al Estado chileno, por una suma cercana a los 3.000 millones de pesos, y, según me han dicho, tiene todavía estudiada una posible demanda de 2.000 millones de pesos más. Son insaciables e implacables. Ese tipo de chileno no lo considero patriota y no soy el Presidente de esa jauría de chilenos. Por eso es que el pueblo debe entender estas cosas, debe comprender que sólo será posible que Chile avance si rompe el retraso, la miseria y la incultura; sólo así será posible que el niño tenga el alimento necesario, que es más, desde luego, que el medio litro de leche que le hemos dado. Que la juventud tenga vestuario, posea un oficio, una carrera, y se prepare para trabajar. Que la mujer chilena se incorpore al esfuerzo común y colectivo y emplee su capacidad en igualdad de condiciones con el hombre. Que el adulto, hombre o mujer, tenga perspectivas de trabajo para ganarse la vida con dignidad y tenga derecho a la vivienda, a la salud y al descanso. Que el anciano, al término de su vida, no deba tender la mano en actitud mendicante.
Todo esto será posible cuando desarrollemos con esfuerzo, sacrificio y heroísmo en el trabajo una nueva economía, una nueva mentalidad, un nuevo espíritu, una nueva conciencia, que en efecto tienen que ofrecerla los campesinos y obreros chilenos.
Por eso tenemos que entenderlo y que nuestra palabra se oiga más allá de las fronteras de Chile. No nacionalizaremos el cobre ahora, mañana el hierro, las riquezas fundamentales después por un espíritu revanchista. Lo hacemos, no con un criterio de injusticia, lo hacemos por una necesidad esencial y vital para Chile y su destino.
Y tenemos derecho a hacerlo, porque de ello depende el futuro de la patria. Esta es la gran diferencia que hay cuando el pueblo es Gobierno, y cuando ha sido Gobierno la oligarquía y los grupos minoritarios, que entregaron la riqueza fundamental de nuestro suelo. Por eso he dicho y recalco: no adoptamos un camino de provocación para aquellos que invirtieron el dinero hace tiempo en Chile; no queremos el camino de la apropiación indebida ni de la usurpación; pero tampoco queremos el privilegio y la granjería. Queremos se dicte en un país independiente y soberano, dentro del marco jurídico de la propia democracia burguesa y con apoyo de los sectores demócratacristianos, queremos dictar una ley que permita a Chile, repito, dentro de los cauces legales, hacer que el cobre, como barricada, como bandera de combate de la Unidad Popular, sea auténticamente nacionalizado y sea el cobre de Chile y los chilenos. Eso no puede considerarse un atentado o una actitud artera contra otro país. Categóricamente no puede ser considerado una agresión a Estados Unidos. El Gobierno norteamericano y los sectores directivos de la población norteamericana deben comprender la angustia de nuestro pueblo y la necesidad que tenemos de planificar nuestra, economía y aprovechar para Chile los recursos. Y lo vamos a hacer, repito, no por una actitud de intransigencia o sectarismo. Lo vamos a hacer dentro de las normas de Chile y dentro de las normas jurídicas que un Congreso, en el cual no tenemos mayoría, va a acordar por el esfuerzo nuestro y la colaboración de ellos.
Por ello la actitud de Chile debe merecer respeto. Nosotros queremos evitar que haya represión contra Chile; queremos evitar que se nos cierren las fuentes del crédito; queremos evitar que se tomen medidas de represalia; queremos evitar que se pongan cortapisas al desarrollo técnico de nuestras Fuerzas Armadas; queremos evitar que se nos nieguen la colaboración técnica y el progreso científico; queremos evitar esas cosas, pero no al precio de la indignidad. Lo vamos a evitar sobre la base del derecho de un pueblo a conquistar su libertad económica y a conquistar su derecho a la vida.
Por eso es que creo que ya está madura una conciencia nacional; lo prueba la presencia multitudinaria de ustedes y lo prueban las conclusiones de este Consultivo Extraordinario, que será el aporte más serio a la dura tarea que tenemos por delante. Sin embargo, quiero y es mi obligación destacar aquí que si hay dificultades que puedan apuntar en el campo internacional, y si las hay también en el campo nacional frente a sectores que no comprenden cuál es la esencia patriótica de nuestra actitud, también hay dificultades que nacen dentro de los propios trabajadores del cobre. Allí hay un letrero que dice: «Compañero Presidente, termine con la aristocracia obrera». He sido muy claro en decirle al pueblo lo que pienso. Chile vive dos flagelos brutales: el de la inflación, por una parte, y el de la cesantía, por otra. ¿Cómo detener la inflación? ¿Cómo impedir que los que viven de un sueldo y un salario tengan el drama de todos los días de las alzas de precios y la disminución de los sueldos y salarios? Lo he dicho tantas veces; los precios suben por los ascensores mientras los sueldos suben por las escaleras en un proceso inflacionista. Nunca los sueldos o los salarios van a alcanzar el alza de precios.
Hay que detener la inflación, que tiene causas externas e internas que, lógicamente, golpean con más fuerza a los pensionados o montepiadas, a quienes poseen ingresos rígidos en sus sueldos o salarios. Por eso, por primera vez en esta historia hemos puesto cortapisas a los que tienen excedentes, a los que reciben altos ingresos.
Dijimos que nadie debía ganar en Chile más de 20 sueldos vitales al mes y les parece poco! ¿Y cuánto es ahora, a pesar de nuestro esfuerzo, el salario medio industrial?: 600.000 pesos al mes. Es decir, hay gente fue gana 35 veces más de lo que gana un obrero que tiene un salario de 600.000 pesos al mes. El que gana 17 millones tiene 35 veces más poder de compra. Eso es una injusticia. Hay países en el mundo donde la relación es de 1 a 4 y de 1 a 7. Antes en Chile era mucho más grande la distancia y hemos tenido que reducirla. De la misma manera hemos dicho que no puede haber ningún chileno que en Chile gane dólares, que no puede haber ningún chileno descarado o cínico que ganando dólares los vende en el mercado negro causando un perjuicio para Chile y los chilenos. Esto es lo que hemos dicho y es el motivo por el cual el pueblo comprende nuestra política. Por eso en la Ley de Reajustes elevamos de 12 a 20 escudos al día el salario mínimo industrial, vale decir, en el 67 por 100; elevamos la pensión de los obreros campesinos en un 100 % ; en un 64 % las asignaciones familiares de los empleados públicos y en un 35 % la asignación familiar de los empleados particulares. Sin embargo, existen la distancia y la diferencia, que el próximo año trataremos de reducir mucho más. Los empleados particulares tienen una asignación familiar, por cada carga, de 160.000 pesos al mes; 112.000 los empleados públicos, Fuerzas Armadas y Carabineros, y 90.000 pesos al mes los obreros y campesinos. A pesar, repito, que elevamos en un 100 % la asignación familiar de obreros y campesinos, porque la distancia era mucho mayor. De igual manera las pensiones y montepíos se han elevado en un porcentaje mucho más alto para los obreros, para sus viudas, para los campesinos y las mujeres de los trabajadores del agro. Y, sin embargo, hay diferencias fundamentales. En este país, mientras la pensión media del obrero imponente de la Ley 10.383 debe estar bordeando los 320.000 pesos mensuales, hay funcionarios que tienen jubilaciones de 25, 30, 40 0 50 millones de pesos al mes. Con esto también vamos a terminar en forma oportuna, compañeros. Por eso es que los obreros del cobre tienen que entender sus responsabilidades. Ser obrero del cobre, dentro del régimen vigente, es un privilegio. La organización de los trabajadores del cobre permite ejercer una presión mucho más fuerte que todo el resto de las organizaciones de trabajadores de Chile. Una huelga del cobre no podría durar más allá de 10, 12 0 15 días. Si durara 1, 2 0 3 meses, sería una catástrofe para la economía nacional. Hay huelgas de otros gremios que duran 90, 120 o más días. Una huelga en una fábrica de helados, de botones o de hilos no tiene mayor importancia para la economía nacional. Pero las huelgas del cobre, del acero, de la electricidad o del carbón pesan sobre la economía. Y se hiere a Chile y a todos los chilenos si acaso esa huelga perdura por largo tiempo.
Por eso nosotros hemos dicho que tenemos que apelar a la conciencia y a la responsabilidad, al sentido solidario de los trabajadores del cobre; ellos no pueden ejercer la presión que hacen a través de sus organizaciones sindicales, porque ellos, antes que obreros del cobre, son chilenos y además deben tener conciencia de clase y saber que otros trabajadores tienen ingresos mucho más bajos. Por eso hemos visto con satisfacción que se ha logrado un arreglo con los trabajadores del cobre sin ir a la huelga. Aunque ha sido más alto el reajuste general, que alcanza a un 35 por 100 para los sectores públicos, agradecemos esta actitud de los trabajadores del cobre. Hay, sin embargo, un sector de estos trabajadores que no quiere entender. Y yo tengo la obligación de plantear las cosas con claridad. Me refiero a los supervisores, que están en el rol oro. Quiero que ustedes, que Chile entero vea cómo hemos procedido y cuál ha sido la respuesta de esta gente que trabaja en el cobre.
Saben ustedes que existen supervisores pagados en escudos y pagados en dólares; los pagados en dólares son más o menos 1.500 y los pagados en escudos son más o menos 2.000. De los primeros, sólo un 30 por 100 desempeñan funciones técnicas propiamente tales. Hay funcionarios administrativos, hay secretarias, hay médicos que están en rol oro. Yo soy médico, pero no tengo un sentido gremíalista que me obligue a callar la verdad sobre los médicos que, por ejemplo, obtuvieron un 32 por 100 de aumento en sus sueldos en oro, vale decir, en dólares, el año pasado. Pues bien, qué sucede? Sucede, compañeros trabajadores del cobre, ciudadanos de Chile, que hasta ahora no hemos podido llegar a un acuerdo con los supervisores del rol oro. Este problema se empezó a crear cuando, por determinación de quien habla, se suprimió en Chile la posibilidad de que pudieran ganar en dólares. Pues bien, de inmediato entonces designamos una comisión en la que está el ministro de Economía, el presidente del Banco Central, el presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre y el fiscal de la Corporación del Cobre. Designamos esta comisión para entenderse con los supervisores, aunque, indiscutiblemente, no habría habido conflicto de ninguna especie si los supervisor lo hubieran respetado la ley vigente; vale decir, si hubieran liquidado sus ingresos en dólares de acuerda con las disposiciones legales, si hubieran liquidado sus dólares a 14,33 escudos.
Sin embargo, ya en 1969 quedó comprobado el hecho de que muchos empleados, técnicos y supervisores del cobre no liquidaban sus ingresos en dólares en el Banco Central, y el Gobierno de Frei, inclusive, siguió en el juzgado de Calama un juicio contra ellos. No obstante, frente a la amenaza de una huelga, no se siguió actuando. Se transó con ellos y entonces quedó en claro que un grupo de chilenos tenía el derecho a liquidar sus ingresos en moneda extranjera, no de acuerdo con las leyes vigentes y el interés de Chile, sino de acuerdo con sus propios y personales intereses. Si esto ocurrió en el Gobierno de Frei, no va a ocurrir en el Gobierno de ustedes, compañeros.
Ellos han amenazado con huelgas, y yo les digo a los supervisores que tienen una obligación con su propia conciencia y con Chile. No pueden abusar de la situación que implica el hecho que los técnicos tengan alta responsabilidad en la producción y productividad de la empresa. Les pido, como chileno, porque la mayoría son chilenos -hay tan sólo 80 extranjeros-, que piensen que hay millones de chilenos que ganan mucho menos, pero mucho menos que ellos: y son profesionales, empleados y obreros. Para qué decir los maestros; para qué decir los campesinos; los propios altos jefes de las Fuerzas Armadas y Carabineros, en el grado más alto de su carrera profesional, ganan mucho menos.
Que no alteren las cosas, que no estiren la cuerda, que no nos amenacen con huelgas, porque si van a la huelga les vamos a aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado. Y yo apelo a los supervisores que no están en ese predicamento, apelo a los obreros y empleados del cobre; apela a mis compañeros del metal rojo. Ellos tienen que estar vigilantes, ellos tienen que estar en pie de guerra. Si los supervisores van a la huelga, no se pararán las minas; las minas seguirán trabajando.
Yo sé que éste es el único lenguaje que cabe, o sea, el de un compañero de ustedes que ejerce la tarea de Presidente de Chile. Son ustedes junto con nosotros los que tienen la responsabilidad de sacar a Chile del marasmo y del retraso en que vive. Si acaso un sector de trabajadores piensa que la lucha del pueblo está destinada a servir nuevos privilegios, se equivoca. ¿Con qué derecho podrían los trabajadores pedir que pusiéramos atajo a los banqueros, a los terratenientes, a los que especulan con la moneda, si hay obreros y empleados que hacen lo mismo? Ser revolucionario implica una nueva moral. Ser revolucionario representa una conciencia honesta.
Por eso a mí no me gustan los que hablan a cada rato de la revolución y son incapaces de medir el alto y profundo sentido moral que tienen estas palabras. Alguien dijo, y con razón, escribiendo en las murallas de París, y lo he repetido porque es importante no olvidarlo: “La revolución comienza en las personas antes que en las cosas”. Eso es lo que deben tener ustedes, trabajadores del cobre: conciencia de ello, conciencia de que el cobre, riqueza que se da a los chilenos, hay que defenderlo trabajando más, produciendo más. Conciencia de que nacionalizar el cobre va a crear contra Chile resistencias que tenemos que vencer, vencer con esfuerzo, con sacrificio.
Por eso, compañeros, empleados y obreros del cobre, técnicos del cobre, yo apelo al sentido nacional de ustedes. Yo los llamo a cumplir con la patria. Yo les exijo, en nombre de Chile y de la patria, el sacrificio que ustedes deben entregar contra el privilegio; el esfuerzo de todos contra la granjería. Es el tribunal de la nueva actitud contra Chile y la historia. Yo tengo fe en ustedes, compañeros del cobre, que entenderán mi lenguaje, que es el lenguaje del compañero Presidente.

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