viernes, 26 de julio de 2013

Carta del Presidente Perón al General Prats


Buenos Aires, 20 de noviembre de 1973

Señor Gral. Don Carlos Prats, Mi estimado amigo: He recibido su grata carta en momentos de hacerme cargo de la presidencia. Con viva y sincera emoción le agradezco sus cálidas felicitaciones y sus buenos deseos de éxito en mi difícil misión. Le ruego me perdone el haber demorado en contestarle, asuntos impostergables me lo impidieron. Hoy con sumo placer me dispongo a reanudar nuestro diálogo. Tiene usted toda la razón cuando afirma que la historia habrá de ofrecernos más de una sorpresa como la de Chile. Una de las causas de la derrota de una revolución radica en que muchas veces los revolucionarios creen que puede realizarse incruentamente. ¡Craso error! Los ejemplos de México, Argentina, Santo Domingo, Bolivia y últimamente Chile demuestran lo contrario. En todos los países mencionados la reacción demostró a los revolucionarios lo caro que debieron pagar por su humanitarismo. El Presidente Allende me escribía que permanentemente sentía como un contacto físico los tentáculos del imperialismo, que día a día iban paralizando con mayor brutalidad el cuerpo ya enfermizo de la economía nacional, amenazando con asfixiarlo. Esto es corriente en América Latina. Usted me decía que el destino de un país, como o confirma lo sucedido en Chile, en mucho depende de la coordinación y unidad de las diferentes organizaciones y partidos distantes entre sí por sus idearios políticos. Nada más cierto. Desgraciadamente constatamos en América latina, aunque parezca anacrónico, una abundancia de dirigentes empeñados en un mismo objetivo, que no atinan a ponerse de acuerdo para lograrlo, entran en conflicto entre sí, se pelean, siembran la desunión y la discordia debilitando a sus países en beneficio del imperialismo. Es una pena el que tales dirigentes no quieran o no puedan comprender el carácter popular de la revolución y se dediquen a acciones que perjudican a la misma, provocando al pueblo a manifestaciones que acarrean desórdenes e incidentes sangrientos.
Estoy plenamente de acuerdo con usted que tanto en Chile como en la Argentina no podrá detenerse el movimiento revolucionario si las masas presionan con firmeza y decisión para que asi sea. Se observa algo semejante en otros países del continente, lo que atestiguan numerosas declaraciones de dirigentes políticos y sindicales y los comunicados de los acontecimientos que a diario suceden. En las circunstancias actuales esto no es suficiente, todos sabemos que la lucha depende en mucho de las posibilidades materiales y financieras del movimiento revolucionario y del apoyo moral del exterior. Basta recordar que en 1969 nos dedicamos a la tarea de constituir un fuerte movimiento de solidaridad con la revolución boliviana. Hoy vemos la necesidad de unificar las fuerzas revolucionarias, especialmente las latinoamericanas, en un potente movimiento de solidaridad con la lucha del pueblo chileno, movimiento, que a no dudarlo, aportará una contribución importante al triunfo definitivo de las fuerzas populares en ese país. Comparto su juicio de que el destino de un país dependerá principalmente de las relaciones del gobierno con las Fuerzas Armadas, en una palabra de la tendencia que predomine dentro de éstas. Es muy justo lo que usted menciona sobre el proyectado plan de los Estados Unidos de modificar el estatuto de la OEA. Si los altos mandos de las Fuerzas Arma-das latinoamericanas lo apoyan, tendremos que afrontar duras pruebas, ya que estas modificaciones tienden a la formación de bloques militares en América latina. Traerían como consecuencia la desunión y permitirían a los yanquis instaurar en el hemisferio su anhela-do teatro de títeres políticos. Si llegara a suceder, ni imaginarlo quiero. América latina se atrasaría un siglo en el camino de su desarrollo económico y su progreso social. Esta perspectiva debe impulsarnos a poner al descubrimiento los pérfidos planes de los Estados Unidos, sus intenciones inconfesables de "pentagonizarnos", de convertir nuestros territorios en polígonos destinados a probar armas, en plazas de armas que servirían a sus fines estratégicos. Es indudable que el verdadero contenido de la política norteamericana en América Latina debe ser analizado a la luz de los fines globales de su gigantesca maquinaria bélica. En realidad todos los planes de ayuda a nuestros países, la política de exportaciones, el sis-tema de financiación del desarrollo industrial están sometidos a los intereses de los planes estratégicos del Pentágono. Esto explica el gran interés del Pentágono en el perfecciona-miento de nuestro sistema de comunicaciones, en la adquisición de materias primas estratégicas, en el desarrollo acelerado de ciertas industrias, etc.
Reconozcamos que una de las causas principales de los duros reveses sufridos por las fuerzas democráticas de América latina reside en no apreciar debidamente el rol de los Estados Unidos, responsables de la mayoría de los golpes de Estado. Sus manos están manchadas con la sangre de miles y miles de latinoamericanos caídos en la lucha por la libertad y la independencia. No hay un sólo país latinoamericano que no haya sufrido la intromisión descarada de los monopolios norteamericanos, verdaderos ejecutores de la política exterior de su país. Se equivocan los que afirman que respecto a Estados Unidos estamos viviendo un período de calma. Y qué calma es ésta cuando están realizando toda clase de actividades secretas, soborno de políticos y funcionarios gubernamentales, asesinatos políticos, actos de sabotaje, fomento del mercado negro y penetración en todas las esferas de la vida política, económica y social. Sobre nuestros países vuelan los aviones militares norteamericanos, mientras nuestro suelo permanece en poder de sus monopolios, con bases militares. Y a esto se añaden centenas de establecimientos menores, como estaciones meteorológicas, o sismológicas, capaces de convertirse en centros de terrorismo y agresión.
No estamos suficientemente bien informados de las actividades del imperialismo en el derrocamiento de los regímenes democráticos de Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y otros países. Pero poseo informes detallados de la actual arremetida del imperialismo americano en la Argentina. Los yanquis se preparan para un "nuevo diálogo después de Perón". Claramente les decimos que les espera el fracaso. La Nación entera se pondrá de pie. Todos los argentinos se levantarán en defensa de la soberanía nacional. Todos los pueblos hermanos de América nos apoyarán.

Un gran abrazo.

Juan Domingo Perón

lunes, 15 de julio de 2013

Con todos y para el bien de todos

por José Martí 

Cubanos:

Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella. Y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que ¡no a deshora por cierto! acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación; ahora, puestos los ojos más arriba de nuestras cabezas y el corazón entero sacado de mí mismo, no daré gracias egoístas a los que creen ver en mí las virtudes que de mí y de cada cubano desean; ni al cordial Carbonell, ni al bravo Rivero, daré gracias por la hospitalidad magnífica de sus palabras, y el fuego de su cariño generoso; sino que todas las gracias de mi alma les daré, y en ellos a cuantos tienen aquí las manos puestas a la faena de fundar, por este pueblo de amor que han levantado cara a cara del dueño codicioso que nos acecha y nos divide; por este pueblo de virtud, en donde se aprueba la fuerza libre de nuestra patria trabajadora; por este pueblo culto, con la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan, y truenos de Mirabeau junto a artes de Roland, que es respuesta de sobra a los desdeñosos de este mundo; por este templo orlado de héroes, y alzado sobre corazones. Yo abrazo a todos los que saben amar. Yo traigo la estrella, y traigo la paloma, en mi corazón.
No nos reúne aquí, de puro esfuerzo y como a regañadientes, el respeto periódico a una idea de que no se puede abjurar sin deshonor; ni la respuesta siempre pronta, y a veces demasiado pronta, de los corazones patrios a un solicitante de fama, o a un alocado de poder, o a un héroe que no corona el ansia inoportuna de morir con el heroísmo superior de reprimirla, o a un menesteroso que bajo la capa de la patria anda sacando la mano limosnera. Ni el que viene se afeará jamás con la lisonja, ni es este noble pueblo que lo reciba pueblo de gente servil y llevadiza. Se me hincha el pecho de orgullo, y amo aún más a mi patria desde ahora, y creo aún más desde ahora en su porvenir ordenado y sereno, en el porvenir, redimido del peligro grave de seguir a ciegas, en nombre de la libertad, a los que se valen del anhelo de ella para desviarla en beneficio propio; creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobreculta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, -y a un cubano que se las respeta.

martes, 9 de julio de 2013

Antecedentes y desarrollo de la acción clasista


por José Carlos Mariátegui

Las primeras manifestaciones de propaganda ideológica revolucionaria son en el Perú las que suscita, a principios del siglo actual, el pensamiento radical de González Prada. Poco después de que González Prada se separa denitivamente de la política, fracasado el a mento clel Partido Radical, aparecen los primeros grupos libertarios. Algunos obreros, que se interesan por estas ideas entran en contacto con González Prada, a quien su decepción de lucha política empuja a una posición anárquica. Se constituyen pequeñas agrupaciones libertarias que se limitan a iniciar la propaganda de sus ideas, sin proponerse por el momento ninguna otra acción. González Prada colabora, con pseudónimo o sin firma en eventuales hojas acrátas: "Los Parias", "El Hambriento". Algunos radicales y masones, amigos de Gonzáles Prada, simpatizan con esta propaganda, sin comprometerse de frente en ella. Aparecen otras hojas efímeras: "Simiente Roja", etc. La única que llega a adquirir permanencia es "La Protesta" que da su nombre al primer grupo anárquico de acción persistente.

La Federación de Panaderos "Estrella del Perú", se presenta como el primer gremio en el cual influyen las ideas revolucionarias. Es en una actuación de los panaderos donde González Prada pronuncia, el 1o de Mayo de 1905, Su discurso sobre los Intelectuales y el Proletariado, reproducido en el No. 8 de "Labor".

El movimiento billinghurista obtiene la adhesión de de algunos elementos participantes en estas escaramuzas ideológicas; el más importante de ellos es un ex-libertario, Carlos del Barzo, artesano que más tarde interviene en el intento de organización de un Partido Socialista y que figura alguna vez como candidato obrero a una diputación por Lima. El billinghurismo tuvo su lado, asimismo, al líder de las huelgas portuarias de esa época, Fernando Vera; pero, al asimilárselo, hizo de él un "capitulero". Bajo el gobierno de Billinghurst el mutualismo amarillo, al servicio de todos los gobiernos se prestó a una actitud de cordialidad con los obreros chilenos. Una comisión de estas sociedades obreras, asupiciada por el gobierno, visitó Chile, donde se cambiaron entre representantes mas o menos falsos de uno y otro proletariado palabras de reonciliación y amistad. El grupo anárquico del Perú que trabajaba entonces por dar vida a una Federación Regional Obrera Peruana, envió a Chile, desconociendo a la delegacion oficial, visada por el billinghurismo, al obrero Otazú, que en el país del Sur fue recibido por trabajadores de la misma filiación. Se puede decir, pues, que las primeras manifestaciones de internacionalismo de los peruanos corresponde a este tiempo. Y hay que tener siempre en cuenta, en el primer caso, su carácter de manifestaciones conectadas con la política de la cancillería, en tratos con la de Chile para arreglar la custión de Tacna y Arica.

Derribado Billinghurst, contra el gobierno Militar de Benavides, González Prada publica un semanario: "La Lucha"; y Carlos del Barzo, "El Motín"; pero ambos periódicos representan sólo una protesta contra el régimen militar, una requisitoria contra sus abusos. Por la filiación ideológica de sus directores, cabe sin embargo relacionarloS con el movimiento social. Del Barzo sufre prisión y deportación; y González Prada un juicio de imprenta.

Bajo el gobierno de Pardo, los efectos de la guerra europea en la situación económica influyen en la agitación social y en el orientamiento ideológico. Un grupo sindicalista predomina sobre los ácratas en la labor entre las masas. Barzo dirige algunas huelgas de zapateros y orgniza el sindicato de trabajadores de esta industria en la capital. La propaganda anarco-sindicalista penetra en la campiña de Huacho, produciendo una agitación sangrientamente reprimida por las autoridades de Pardo. La lucha por las 8 horas en 1918 consiente a los anarco-sindicalistas llevar su propaganda a las masas en forma intensa. El gremio textil, animador la lucha, adquiere un rol influyente en la acción clasista. Son ya varios los estudiantes que han entrado en relación con los grupos obreros avánzados. Frente a la lucha por las 8 horas se produce una declaración oficial de la Federación de Estudiantes de simpatía con las reividicaciones obreras. La masa de los estudiantes no tenía la menor idea del alcance de estas revindicaciones y creía que el rol de los universitarios era el de orientar y dirigir a los obreros.

En este tiempo, se inicia en la redacción del diarió oposicionista, "El Tiempo", muy popular entonces, un esfuerzo por dar vida a un grupo de propaganda y concentración socialistas. La dirección del periódico, ligada a los grupos políticos de oposición, es extraña a este esfuerzo, que representa exciusivamente el orientamiento hacia el socialismo de algunos jóvenes escritores, ajenos a la política, que tienden a imprimir a las campañas del diario un carácter social. Estos escritores son César Falcón, José Carlos Mariáteguí, Humberto del Aguila y algún otro que, unidos a otros jóvenes intelectuales afines, publican a mediados de 1918 una revista de combate: "Nuestra Epoca". Un artículo anti-armamentista de Mariátegui provoca una violenta protesta de los oficia1es del ejército que en numeroso grupo, invaden la redacción de "El Tiempo" donde trabaja el articulista para agredirlo. "Nuestra Epoca" no trae un programa socialista; pero aparece como un esfuerzo ideológico y propagandístico en este sentido. A los dos números, cesa de publicarse, desaprobada por la empresa periodística a la que prestan sus servicios sus principales redactores; pero éstos prosiguen en sus gestiones por crear un Comité de Propaganda Socialista. Se une a ellos otro redactor De "El Tiempo", Luis Ulloa procedente del antiguo partido radical, quien con motivo de sus campañas periodísticas contra los "hambreadores del pueblo" se relaciona con los sindicalistas. Se constituye el Comité con la adhesión de Del Barzo y algunos obreros próximos a él y de los Dos grupos de estudiantes, (ya profesionales al- nos) que ha tomado parte hasta entonces en agitación obrera. El grupo tiende a asimilarse todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo gonzalez-pradista y se conservan fuera de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo componen, dirigida por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del grupo en partido; la otra parte, en la que se cuentan precisamente los iniciadores de su fundación, sostienen que debe ser mantenido como Comité de Propaganda y Organización Socialistas, mientras su presencia no tenga arraigo en las masas. El periodo no es propio para la organización socialista; algunos de los elementos del comité redactan un periódico: "Germinal", que adhiere al movimiento leguiísta; Mariátegui, Falcón y sus compañeros se separan, finalmente, del grupo que acuerda su aparición corno partido el l° de Mayo de 1919.

Al mismo tiempo que estas gestiones, algunos elementos procedentes del billinghurismo y otros, por cuenta de un ex-demócrata, presunto candidato a la presidencia de la república, efectúan otras por crear un Partido Obrero. Propuesta al comité socialista la fusión de ambos grupos, la rechaza. El acto inaugural del Partido es fijado para el 1° de Mayo de 1918; pero ni reunida una asamblea popular, convocada por los promotores de este partido en un teatro de la capital, Gutarra orador sindicalista denuncia la trastienda política y eleccionaria de sus gestiones y saca a la multitud a la calle en son de demostración clasista.

La tentativa del partido socialista fracasa porque a la manifestación del l° de Mayo de 1919 sigue la gran huelga general del mismo mes. (Véase "El Movimiento Obrero en 1919" por Ricardo Martínez de la Torre) en la que los dirigentes de ese grupo evitan toda acción, abandonando a las masas y, tomando, más bien, una actitud contraria a su acción revolucionaria. Ausente Luis Ulloa del país y muerto Carlos del Barzo, el comité del partido se disuelve sin dejar huella alguna de su actividad en la conciencia obrera.

El movimiento estudiantil de la reforma universitaria acerca, en la misma forma que en otros países latinoamericanos, la vanguardia es tudiantil al proletariado. El Primer Congreso de Estudiantes del Cuzco, celebrado en 1919, acuerda la creación de las universidades populares; y en 1921 el grupo de vanguardia de este congreso, encabezado por Haya de la Torre, funda la Universidad Popular González Prada en Lima y Vitarte. El Congreso Obrero de Lima aprueba un voto de abesióñ a la obra de cultura popular de estas universidades. Pero los obreros no confían mucho en la perseverancia de los estudiantes; y para no suscitar ningún recelo, las universidades populares se abstienen de todo trabajo dc orientación ideológica del proletariado. De otro lado, la mayoría de los estudiantes de las U.P. carece de esta orientación; en lo tocante a la cuestión social va a aprender, más bien que a enseñar, al lado del proletariado. Un cambio se inicia con la acción del 23 de Mayo, dirigida y animada por la U. P. con el concurso de los obreros organizados. Mariátegui regresa en este tiempo de Europa con el propósitode trabajar por la organización de un partido de clase. Las U.P. que están en su apogeo, con motivo de Jas jornadas del 23 de Mayo, le ofrecen su tribuna y él la acepta. Desarrolla un curso de conferencias sobre la crisis mundial, en la que explica el carácter revolucionario de esta crisis. Los anarquistas se muestran hostiles a esta propaganda, sóbre todo por la defensa de la revolución rusa a que en parte se contrae; pero Mariátegui obtiene la solidaridad de la U.P. y de sus adherentes más entusiastas de las organizaciones obreras. Como órgano de la juventud libre, pero más exactamente de las U.P. comienza a publicarse en abril de 1923 "Claridad". Su orientación es "clartista"; corresponde, sobre todo, al espíritu de lá agitación estudiantil. Deportado Haya de la Torre, con ocasión del Descubrimiento de una cónspiración de los partidarios de don Germán Leguía y Martínez, que sirve de pretexto para castigar su acción del 23 de Mayo acusándole falsamente de relación con políticos del viejo régimen, en los días en que se cajeaba el N° 4 de "Claridad", Mariátegui asume su dirección. El N° 5 señala el principio de un franco orientamiento doctrinario en el que "Claridad" abandona el tono estudiantil. Desde ese número, "Claridad" aparece como órgano de la Federación Obrera Local. Perseguida por la policía, el proletariadó organizado ha querido ampararla con su solidaridad formal. Mariátegui inicia la organización de una sociedad editora obrera para la publicación de la revista, y con vistas a la de un diario; pero en este tiempo se enferma gravemente y escapa a la muerte a costa de la amputación de la pierna derecha.

De fines de 1924 a principios de 1925 la represión de la vanguardia estudiantil se acentúa. Son deportados los más activos de los elementos de la U.P. y la Federación de Estudiantes: Herrera, Bustamante, Rabines, Hurwitz, Terreros, Lecaros, Seoane, Heysen, Cornejo, Pavletich, etc. También se deporta al secretario de la Federación Obrera Local Arcelles y a dos de los dirigentes de la organización indígena. Las actividades de la U.P. son, sin embargo, mantenidas por un grupo animoso y perseverante. Empieza, en este periodo, a discutirse la fundación del Apra, a instancias de su iniciador Haya de al Torre, que desde Europa se dirige en este sentido a los elementos de vanguardia del Perú. Estos elementos aceptan, en principio, el Apra, que hasta por su título se presenta como una alianza o frente único.

En setiembre de 1926, como órgano de este movimiento, como tribuna de "definición ideológica", aparece "Amauta". La Federación Obrera Local convoca a un segundo Congreso Obrero. Mariátegui, director de "Amauta", en una carta a este congreso, que carece de un trabajo serio de preparación, advierte la inoportunidad de un debate de tendencias doctrinarias, proponiendo la organización de los trabajadores con un programa de "unidad proletaria", la constitución de una central nacional basada en el principio de "lucha de clases". Pero las tendencias llevan al Congreso sus puntos de vista, empeñándose una discusión desordenada sobre la doctrina clasista a la que debía adherir el proletariado organizado. Es este el instante que el Ministro de Gobierno de entonces, interesado en aumentar su importancia política, amenazada por las rivalidades de círculos, con una actuación sensacional, escoge para una represión en gran estilo. En la noche del 5 de junio, se sorprende aparatosamente una reunión de la sociedad editora obrera "Claridad", a la que se había citado como de ordinario por los periódicos. La misma noche se apresa en sus domicilios a los más conocidos y activos militantes de las organizaciones obreras y algunos intelectuales y universitarios. Una información oficial anuncia, en todos los diarios, la detención de todas estas personas en una reunión, presentada como clandestina. El Ministro de Gobierno Manchego Muñoz afirma, sin empacho, que ha descubierto nada menos que un complot comunista. El órgano civilista "El Comercio", reducido al silencio desde los primeros tiempos del gobierno leguiísta, y conocido por sus vinculaciones con la plutocracia del antiguo régimen, aprueba editorialmente esta represión así como las medidas que le siguen: clausura de "Amauta", cierre de los talleres de la Editorial Minerva donde se imprimía por cuenta panicular de sus redactores-editores, detención de José Carlos Mariátegui a quien, dadas sus condiciones de salud, se aloja en el Hospital Militar de San Bartolomé. Cerca de 50 militantes fueron llevados a la isla de San Lorenzo; muchos más sufrieron breve detención en los calabozos de la policía; otros, perseguidos, tuvieron que ocultarse. La policía notificó a los que quedaban en libertad que la Federación Obrera Local, la Federación Textil y otras organizaciones del mismo carácter, debían ser consideradas disueltas y que toda actividad sindicalista estaba severamente prohibida. No dejaron de manifestar su aplauso a estas medidas, igual que "El Comercio", que no tuvo reparo en complacerse expresamente de la supresión de "Amauta", los elementos mutualistas amarillos, incondicionalmente a órdenes de éste como de todos los gobiernos, así como un sedicente y flamante "partido laborista", fundado por algunos empleados cesantes y arribistas, con la cooperación de unos pocos artesanos. Pero era tan desproporcionada, respecto de los vaguísimos e individuales papeles que pretendía documentarla, la especie de la "conspiración comunista para destruir el orden social", que poco a poco, no obstante estar cerrados los periódicos a toda información imparcial, se desvaneció la impresión que en los primeros instantes produjera. Solo encontró acogida en la prensa una breve carta dirigida por Mariátegui desde el Hospital Militar desmintiendo rotunda y precisamente, en todas sus partes, la invención policial.

Dos profesores de la U.P. Carlos M. Cox y Manuel Vásquez Díaz fueron deportados al norte. En la misma dilección habían sido embarcados antes Magda Portal y Serafín Delmar. Y cuatro meses más tarde, cuando no quedaba en el público, vestigio de recuerdo del complot, se puso en libertad a los presos de Sañ Lorenzo. En diciembre de 1927, reapareció "Amauta", que de otro modo "abría reanudado su publicación en Buenos Aires.

La represión de junio entre otros efectos tiene el de promover una revisión de métodos y conceptos y una eliminación de los elementos débiles y desorientados, en el movimiento social. De un lado se acentúa en el Perú la tendencia a una organización, exenta de los residuos anarcosindicales, purgada de "bohemia subversiva de otro lado aparece clara la desviación aprista. Uno de los grupos de deportados peruanos, el de México, propugna la constitución de un Partido Nacionalista Libertador; Haya define al Apra como el Kuo Min Tang latinoamericano. Se produce una discusión en la que se afirma definitivamente la tendencia socialista doctrinaria adversa a toda fórmula de populismo demagógico e inconcluyente y de caudillaje personalista. Los documentos adjuntos ilustran los términos y resultados de este debate, a partir del cual el movimiento izquierdista peruano entra en una etapa de definitiva orientación. "Amauta", en su N° 17, el de su segundo aniversario, declara cumplido el proceso de "definición ideológica", afirmándose categóricamente, marxista. En noviembre de l918, aparece "Labor" como periódico de extensión de la obra de "Amauta", para convertirse gradualmente en órgano de la reorganización sindical.

miércoles, 3 de julio de 2013

UN PLAGIO PERNICIOSO

por Luis Alberto de Herrera

Compárese aquella prudencia preventiva con la temeridad sudamericana idéntico caso.
Mientras la colonia británica, familiarizada con las instituciones libres, se afana en restringir el radio democrático, al extremo de que algún autor se pregunta a qué capítulo de su legislación lo confina, la colonia española, ajena en absoluto al aprendizaje de la independencia, sólo acierta a vestirse con las más avanzadas teorías, sin detenerse a meditar sobre la oportunidad de esa improcedente indumentaria.
¡En proporción a la arrogancia del ímpetu ha sido la caída!
Pero tan purgado desvarío tiene la triste explicación que prestan a todas las catástrofes sus mismos antecedentes. América del Sur no estaba preparada para el desposorio republicano —nadie lo ignora— cuando el destino lo quiso así. El imperio de sucesos exteriores precipitó el desprendimiento de España. En la primera jornada de lucha, a brazo partido, heroica, se disimularon, con abundante contingente de sacrificios, las imperfecciones políticas del medio social. Pero el día en que fue sellada la independencia, en la segunda jornada, adquirieron aquellas imperfecciones, que eran fundamentales, su natural transparencia.
Después de combatir había que organizar, que dirigir, que pensar. ¿Concebible coronar la luminosa tarea sin levadura de pueblo? Porque el pueblo efectivo, hábil, capaz de derechos y de deberes republicanos, era una metáfora en nuestro continente.
¡Suprema injusticia fuera procesar por sus derrotas a nuestras muche­dumbres turbulentas!
Lo extraordinario hubiera sido que de su seno, oscuro y amorfo, brotara en seguida la luz.
Todavía bajo el ardor de la dura brega, rencorosos para el pasado ibérico que, negativo de la vida, no había labrado hondos amores, nuestros padres se entregaron ciegos, seducidos, deslumbrados, a los dogmas delirantes de la Revolución Francesa.
"Tener siempre en el pensamiento las santas escrituras de los apóstoles franceses fue en las primeras décadas de nuestra revolución, la preocupación de los raros técnicos y especialistas de derecho que las conocían por lecturas de ocasión. Aspiraban entonces a legislar sin violar los principios del Pacto Social, para erigir con él barreras insalva­bles al analfabetismo nacional, a la incapacidad del indígena y del mestizo para el gobierno representativo y a la barbarie de Quiroga o de !barra y a la gauchocracia de Bustos y López. ¿Qué pensar de la eficacia de estos finos instrumentos y delicadas mallas soñados por Montesquieu o Rousseau, meditando en el silencio del bosque sagrado, para trasladar­los a Sudamérica y domeñar con ellos la bestia anárquica?” [1]
En el ingenuo entusiasmo de la hora ellos olvidaban que no basta decirse libres para serlo, como no basta, para adquirir derechos, flamear una bandera.
Algunos patriotas eminentes propiciaron la conveniencia de una transición suave, utilizando el intermedio de la forma monárquica; pero estos sabios consejos se perdieron en el tumulto clamoroso.
Vale la pena mencionar que, a pesar de la renegación de la herencia española, ese repudio no pudo sancionarse en la práctica del gobierno, pues las costumbres, las ideas generales, las tradiciones, la creencia religiosa, los prejuicios de raza, el analfabetismo, las pasiones desorde­nadas quedaron en pío, más poderosos en su arraigo étnico que la soberbia de le nublo de airados decretos. Se asistió, entonces, al injerto de fórmulas exóticas en el árbol secular, con la agravante de abrigar los ensayistas la convicción, muy sincera, de cumplir un cometido redentor.
De dos elementos sociales mutilados se hizo un todo, llamado al mas irremisible desastre. Porque el gobierno de los pueblos no es una ciencia exacta; su éxito no se abona, como en geometría, con una democracia dibujada sobre la pizarra; por el contrario, sus formulas, después de demostradas, exigen la sanción efectiva de la practica.
Esa práctica confirmatoria no pudo existir en Sudamérica porque su revolución no modifico en esencia a la unidad hombre; atacó la forma y no el fondo de las cosas. Libres, continuamos siendo colonos, pues no es tan fácil como se quisiera defenderse del medio y de sus influencias complejas. Suele verse a los autores de nuestra raza, después de procesar las incurables aberraciones de la dominación española y de exhibir a las poblaciones de América vegetando en el desconocimiento de las más elementales regalías públicas, aceptar un cambio radical de decoraciones a partir de la independencia, concediendo ellos gestos de soberanía avanzada a las masas informes, en su mayor parte compuestas de mestizos, que iniciaron, atónitas, sin saber cómo, un nuevo capitulo de su historia.
No; no hay benevolencia de criterio capaz de convencer de esa maravillosa transición del férreo pupilaje a la libertad consciente. La vida de los organismos se desenvuelve como un efecto lógico, sin ángulos rectos, coordinándose los sucesos unos a otros, para engendrar nuevos sucesos, todos solidarios, ligados entre sí, al igual de los puntos de una trayectoria.
Estéril empeño, pues, gastar dialéctica en la probanza de fulminantes capacidades cívicas que no eran posibles. Las cosechas se encargan de hacer el elogio de la semilla y ahí están de pie en el recuerdo continental los desastres del régimen democrático entre nosotros, ratificados todos los días por nuevas tristezas.
Claro está que a tan doloroso testimonio se contesta con socorro imaginativo y casi bendiciendo tales naufragios, por aquello de que el huracán destruye para fecundar.
Víctimas de las declamaciones de 1789, todavía continuamos atados a su espíritu de sofisma y rebeldes a las más claras evidencias.
Ya, entre las luces de la aurora, Bolívar y San Martín, los dos grandes libertadores, afianzados por las más eminentes cabezas de la época, desesperaron de la aptitud libre de las sociedades por ellos redimidas. ¿Acaso habrían "arado en el mar'"! [2]
No es cierto que las generaciones siguientes hayan levantado la lápida de ese descreimiento. Las instituciones republicanas no son en Sudamérica lo que se jura que sean. En los orígenes surge más desnuda la ficción.
Para contener el desorden popular que se bosquejaba, los organizado­res de 1810 pensaron en el freno regulador de un poder fuerte y constitucional, siendo asunto secundario que ese poder llevara el nombre de monarquía; pero el calor de la reyerta y la ideología, ya en auge, inutilizaron esa fórmula de salvación común levantando, ante el alma ingenua de los pueblos, el fantasma del absolutismo de Fernando VII, cuando sólo se quería el ensayo de un sistema de moderación liberal.
Desautorizado por la calumnia este recurso prudente, preliminar de una república verdadera, quedó el campo por las irreflexiones líricas. Entonces, como lo hemos dicho, se quiso y se consumó el traslado íntegro, a nuestros territorios desolados, de los dogmas resplandecientes de la Revolución Francesa, olvidando que esas adaptaciones violentas nunca reemplazarán a las fuerzas fecundas de la naturaleza, sabia y coronada trabajadora dentro de cada clima moral.
Fue ese el peor ejemplo que pudieron elegir las colonias españolas. [3]
Para abonarlo así dejamos correr la pluma; porque todos nuestros defectos orgánicos, en vez de encontrar correctivo, recibieron estímulo y mi ampliación de los mismos defectos imperantes en Francia y empeorados, | intensidad, por su prestigio europeo.
Pero es del caso observar que, a no ser un mando inconmovible y de hierro, ninguna teoría constitucional era capaz de apartar a los sudamericanos del abismo, cautivos ellos de su ineptitud democrática.
Ni la sabiduría concreta de las leyes sajonas habría conjurado el peligro. Bien lo abona así el quebranto político de Colombia, Venezuela, México y Argentina, organizados bajo la forma federal.
"Los habitantes de México, queriendo restablecer el sistema federativo , tomaron por modelo y copiaron, casi enteramente, la Constitución federal de los angloamericanos, sus vecinos. Pero, al transportar la letra de  la ley, ellos no pudieron transportar, al mismo tiempo, el espíritu que la vivificaba. Se les vio, pues, tropezar repetidamente en los rodajes de su doble  gobierno. La soberanía de los Estados y la de la Unión, saliendo del i aculo que la Constitución les había trazado, chocaron de continuo la una con la otra. Actualmente todavía México es llevado, sin cesar, de la anarquía al despotismo militar y del despotismo militar a la anarquía". [4]
Muy poderoso este comentario, porque es ingenuo crear leyes sin contar con hombres capaces de comprenderlas y cumplirlas.
"¿No dividimos, desde los primeros estatutos, nuestros gobiernos, en las tres ramas clásicas? ¿Y acaso por eso alteramos el uti possidetis del poder personal y sórdido del mandatario colonial, que en su integridad se trasfiere al caudillo? ¿No nos decretamos el sistema representativo y el sufragio universal? ¿Y acaso por eso se improvisaron capacidades que el país no pudo crear, entre otras causas, porque ellas no encontraban elementos en su constitución hereditaria? ¿No dictamos leyes para asegurar la responsabilidad de los funcionarios conculcadores? ¿Y acaso por eso se reforzaron los frenos que jamás sirvieron para contener los abusos extorsiones de los gobernadores de Indias? ¿Existe, por ventura, alguna ley que sea capaz de salvarnos de nosotros mismos?" [5]
Por eso sería exagerado optimismo suponer que la imitación apasio­nada de las instituciones norteamericanas pudo salvarnos de todas las caídas sufridas, resultando exagerado pesimismo la opinión contraria, según la cual, a no mediar el plagio de las ideas francesas, navegaríamos ya en mar manso, de derecho.
Ninguna de esas elecciones poseía el secreto de la enfermedad mortal o de su curación. En la propia carne estaba la decisión del problema. Pero, de cualquier modo, no puede dudarse que el entregamiento a los dogmas demagógicos de 1789 aumentó nuestros males orgánicos; siendo también cierto que la aproximación al precioso concepto republicano de Estados Unidos habría atemperado el fuego de nuestros errores.
Caracterizan a nuestra raza, la arrogancia en el extravío; la preconiza­ción permanente de la libertad, desmentida por los hechos; el sofisma esgrimido con habilidad en todas las encrucijadas del deber, para rehuir­lo; la poesía del desinterés decorando a la prosa interesada; arrestos de equidad, sin perjuicio de medirla siempre con metro de vencedor; protestas de respeto a la ley, pero sin disciplina para acatarla cuando ella decide en contra; una fiebre declamatoria que descompone las mejores iniciativas, invasora, además, del terreno privado; la malaria politiquera, en pleno desarrollo, adueñada de todos los ánimos y haciendo costumbre de las murmuraciones de barrio; el hábito heredado de la desobediencia en lo trivial y en lo solemne; el encarnizamiento en las pasiones; la ignorancia de las virtudes tolerantes, aunque vivamos en su incienso; el espíritu leguleyo, que tranquiliza al despotismo siempre que
encuentre ¡ y la encuentra! nueva fórmula literaria de justificación; y, culminando esas flaquezas, la peor de todas, o sea lo que consiste en cerrar los ojos a ese índice adverso y creerse, por ende, en el soberano ejercicio de las calidades que le faltan.
A la Revolución Francesa debemos el afianzamiento de esas deficiencias sociales y a Francia contemporánea la continuación de tan pernicio­sos extravíos.
Todos nuestros tiranuelos y todas nuestras calamidades políticas organizadas, han encontrado en aquella fuente de inagotable declama­ción sobre el derecho, la libertad, la soberanía, la realeza, el pueblo reivindicados, la salud social, el sufragio universal, etc., formidable escudo defensivo para sus atentados.
Los jacobinos de allende el océano, la ínfima minoría del país, se apoderaron, como de bien propio, de la cosa pública; ellos se dijeron redentores y mataron para redimir. Cada comuna de Francia tuvo su guillotina, su delegado sangriento, con facultades extraordinarias; su dueño de vidas y haciendas. Exterminar al adversario, decían, era obra santa, pues él encarnaba el error y, ¿acaso el error no debe extirparse? Su credo fue el terrorismo, el crimen político justificado, ¡qué decimos? glorificado, que tan nutridos discípulos recogería en el mundo nuevo.
Nuestros jacobinos de la primera época no les van en zaga a sus maestros, los del extranjero. También ellos se juzgaron siempre instru­mentos de una misión providencial, llamados a ser salvadores de pueblos. Evocando esc lema, proclamándose rehabilitadores del derecho, ellos hicieron vilipendio de las naciones y las gobernaron como grandes estancias, "parando rodeo" a los vecindarios despavoridos. Nunca faltó a su lado una hoja periódica que repitiera, con cargada fraseología, el estribillo clásico del jacobinismo francés. Como éste, también tuvieron ellos sus "'sociedades restauradoras", su "guerra a muerte a los emigra­dos" , sus apelaciones al pueblo para "salvar a la patria en peligro", sus Dantones para contestar, con la cabeza de un rey, al reto de Europa.
También América del Sur ha derramado torrentes de sangre en homenaje al Contrato Social que, si en manos de los espíritus sensatos fue palanca ocasional de reparación humana, explotado por la plebe dictado­ra, en el seno de una nación, sirvió de pretexto a los más feroces atentados que registra la historia moderna.
Véase cómo aprecia Taine a los demagogos de esa adulterada doctrina de la soberanía del pueblo tan mal practicada por los latinos:
"Que un especulativo, en su gabinete, haya fabricado esa teoría, se comprende: el papel todo lo tolera y los hombres abstractos, los simula­cros vacíos, las marionetas filosóficas que aquél inventa se prestan a toda combinación. Que un maniático, en su cueva, adopte y predique esta teoría, también se explica: él tiene la obsesión de los fantasmas, él vive fuera del mundo rea- y, por tanto, en esta democracia incesantemente sublevada él es el eterno denunciador, el provocador de toda revuelta, el instigador de todo crimen, que, bajo el nombre de 'amigo del pueblo', se convierte en arbitro de toda vida y en verdadero soberano. Que un pueblo, abrumado de impuestos, miserable, hambriento, endoctrinado por declamadores y sofistas, haya aclamado y practicado esta teoría, esto todavía se comprende: en el extremo sufrimiento se hace arma de todo y, para el oprimido, una doctrina es verdadera cuando ella le ayuda a sacudir ¡a opresión. Pero que políticos, legisladores, hombres de Estado, minis­tros y jefes de gobierno, se hayan solidarizado con esta teoría, que ellos la hayan abrazado más estrechamente a medida que ella se hacía más destructiva, que todos los días, durante tres años, ellos hayan visto desplomarse al orden social bajo sus golpes, pieza a pieza, y no hayan jamás reconocido en ella al instrumento de tantas ruinas; que bajo las claridades de la más desastrosa experiencia, en vez de confesar sus perjuicios, ellos hayan glorificado sus beneficios; que muchos de entre ellos, todo un partido, una asamblea casi entera, la hayan venerado como un dogma y la hayan aplicado hasta el fin con el entusiasmo y la pasión de la fe; que, empujados por ella a un corredor estrecho, cada vez más estrecho, ellos hayan marchado siempre hacia adelante, aplastándose los unos a los otros; que llegados al fin, al templo imaginario de libertad pretendida, ellos se hayan encontrado en un matadero; que en el recinto de esta carnicería nacional ellos hayan sido, por turnos, verdugos y víctimas; que, bajo sus máximas de libertad universal y perfecta, ellos hayan instalado un despotismo digno del Dahomcy, un tribunal semejan­te al de la Inquisición, hecatombes humanas parecidas a las del antiguo México; que, en medio de sus prisiones y sus cadalsos, ellos no hayan jamás cesado de creer en su buen derecho, en su humanidad, en su virtud, y que, en su caída, ellos se hayan considerado como mártires; esto, ciertamente, es extraño: tal aberración de espíritu y tal exceso de orgullo no se encuentran y, para producirlo, se ha necesitado un conjunto de circunstancias que sólo una vez se han reunido".[6]
Esta soberbia y autorizada referencia condensa, de manera admirable, el juicio que comparten los pensamientos elevados.
Difundir en América esa página de proceso vale hacer obra buena, porque, invocando esa misma explotada soberanía del pueblo, han sido tiranizadas, una y diez veces, todas y cada una de sus fracciones terri­toriales, con excepción de Chile y Brasil, salvados del derrumbamiento, aquél, por su organización aristocrática, y, éste, por el amparo que le prestara la monarquía constitucional.

capitulo III de LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y SUDAMERICA  

NOTAS

1. AYARRAGARAY -La Anarquía Argentina
2. MITRE – Historia de San Martín. “Las ideas políticas de Pueyrredón, en cuanto a forma de gobierno, que siempre habían tenido un tinte aristocrático, eran entonces acentuadamente monárquicas – como las de mayor parte de los notables contemporáneos -, aun cuando pensase, como San Martín, que era un medio y no un fin”
3. SUMNER MAINE – Popular Government. “Las Colonias españolas en Norte, Centro y Sudamérica se rebelaron y fundaron republicas en las cuales los crímenes y Los desordenes de la Republica Francesa fueron repetidos en caricatura. Las republicas latinoamericanas fueron, con respecto a la francesa, lo que Hébert y Anacarsis Clootz habían sido con respecto a Saltón y a Robespierre”.
4. TOCQUEVILLE. — De la Démocratie en Amérique.
5. AYARRAGARAY. —La Anarquía Argentina.
6. TÁINE. — La Révolution