lunes, 31 de diciembre de 2012

SOBERANÍA DEL ESTADO

por Jaime María de Mahieu

48. El Estado, soberano de facto

De nuestro análisis anterior sobresale que el poder político que el Estado ejerce no abarca los poderes especializados cuyos titulares son naturalmente, en los distintos grados de la jerarquía social, las autoridades particulares de los grupos y federaciones. Pero no por eso constituye lisa y llanamente un poder más.
Por una parte, en efecto, el Estado domina, merced al poder que le corresponde en exclusividad como grupo funcional y que procede, por tanto, de su poderío orgánico, a las fuerzas constitutivas cuya síntesis realiza. Impone sus decisiones a cada una de ellas, así como a su eventual coalición. Dicho con otras palabras, es soberano en el orden interno. Por otra parte dispone del poderío que va creando por su acción dialéctica y que procede del organismo social entero.
Ahora bien: disponer de un poderío es poseer ipso facto el poder correspondiente. Al Estado, en efecto, corresponde dirigir a la Comunidad en su confrontación con el medio que la rodea, vale decir, imponer su propia afirmación a las Comunidades rivales que ejercen sobre ella una presión constante, sin que, por falta del órgano indispensable, los antagonismos así suscitados se superen nunca. El Estado, por tanto, también es soberano en el orden externo. En ambos casos su poder sólo está limitado por el poderío de que dispone y por las exigencias de su función, que le impiden usar tal poderío (salvo, desde luego, por falta de visión política) en contra de los intereses de la Comunidad.
Captamos aquí el error panjurista común de la mayor parte de los autores de tratados políticos. La soberanía de ninguna manera, una atribución dada al órgano comunitario en nombre de un principio o, peor aún, de una teoría, sino por el contrario, un atributo esencial del Estado. Es perfectamente legítimo, por cierto, estudiar su origen, pero no antes de haber comprobado su existencia y su naturaleza.
Ahora bien: acabamos de ver que, en sus dos aspectos complementarios, la soberanía es inseparable de la función de síntesis que corresponde necesariamente al Estado. Este es, por tanto, soberano de facto, soberano por naturaleza, puesto que no puede perder su función sin desaparecer.
¿Se nos objetará que la soberanía está ligada al poderío, y no al poder que sólo es su expresión, y que por consiguiente, si bien el Estado es en efecto soberano en sí en el orden interno, no lo es en el orden externo sino por delegación de la Comunidad? Sería olvidar dos cosas. En primer lugar, que el poderío comunitario no existe sino por Estado. Sin éste sólo habría poderíos antagónicos que se anularían en el caos. En segundo lugar, que el Estado nunca es otra cosa que el delegado de la Comunidad, no dentro de algún proceso temporal que supondría una preexistencia separada del órgano y del organismo, sino en cuanto es el resultado de una especialización interna del conjunto unitario de que forma parte como instrumento de unificación y afirmación.
El poderío organísmico de la Comunidad no es concebible sino en el Estado, que tiene por función crearlo y proyectarlo, pero el poderío orgánico del Estado sólo es concebible dentro de la Comunidad, puesto que es de naturaleza funcional. Si bien es legítimo, por tanto, distinguir, como lo hemos hecho, el poder que realiza la síntesis y el que emana de dicha síntesis, no es posible separar de ellos la soberanía, que en ambos casos es comunitaria y en ambos casos reside en el Estado.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

La invasión de la American Federation of Labor


por Pedro Albizu Campos

¿Quién es Santiago Iglesias Pantín?

Con las tropas invasoras norteamericanas en el 98, llegaron organizadores de la American Federation of Labor, con el mismo propósito del General Miles de ayudarnos a adquirir “libertades” yankis. Se establecieron gremios de oficios y pronto empezaron a surgir huelgas a granel. El obrero nuestro aprendió la lección de odiar al patrono, y éste a desconfiar de aquél. Surgió el primer cisma social que se conoce en la historia de Puerto Rico y que dio al traste con la organización económica que existía en tiempo de España y bajo cuya égida la población puertorriqueña era feliz, y nunca supo lo que era el azote del hambre y de la miseria que ahora impera.
Más tarde se destruyeron las uniones de oficios y se levantó un partido político en su lugar que ha llevado el nombre de Socialista, pero que es todo menos socialista. Han sostenido sin embargo en pie el esqueleto de la American Federation of Labor de Puerto Rico, creada a raíz de la invasión. A pesar de la enemistad profunda que siente el gobierno imperial norteamericano hacia todo lo que lleve el nombre de socialista, en Washington se ha visto con buenos ojos la creación de un partido con ese nombre en Puerto Rico, ya que por ese medio se crea una división más entre nosotros. Aunque se ha simulado cierta oposición a su crecimiento, lo cierto es que Washington ve con beneplácito su incondicionalismo nunca desmentido.

El organizador de la American Federation of Labor en Puerto Rico, ha sido Santiago Iglesias Pantín, de origen español, que vino a Puerto Rico pocos años después de la invasión norteamericana, y ostentando con gran orgullo la ciudadanía adquirida por naturalización en Norte América, y convertido en apóstol de todo lo yanki. Queremos decir bien claro que Santiago Iglesias no es puertorriqueño y que al pueblo de Puerto Rico no se le debe acusar por los actos que actualmente está realizando este hombre en Ibero América en su carácter de Secretario General Español de la American Federation of Labor. Con la bandera americana en la mano y apoyado con el dinero de la American Federation of Labor, y señalando males económicos creados por las corporaciones norteamericanas en Puerto Rico, consiguió levantar este partido pseudo socialista, a base de odio del puertorriqueño, contra el puertorriqueño y haciendo creer a las multitudes incautas que la bandera yanki es símbolo de redención para nuestro pueblo.

Ha contribuido eficazmente a la obra de desorientación colectiva necesaria a la demolición de nuestra personalidad para facilitar el establecimiento aquí de los intereses económicos, culturales y políticos de Estados Unidos.

Sobre Puerto Rico pesa una carga enorme: la ciudadanía yanqui impuesta a este pueblo en el 1917 con el propósito de movilizarnos para defender en los campos de Francia los intereses de Norte América. La alternativa que se le ofreció dentro de la ley que imponía esa ciudadanía a este país, era perder todos los derechos políticos en su propia patria y por tanto, no hubiera sido posible ninguna lucha para la reivindicación de nuestros derechos a menos que no hubiera sido por medio de la revolución armada. El apóstol De Diego así lo indicó en memorable discurso pronunciado en el 1917 en la legislatura colonial, y su consejo fue que siguiésemos luchando bajo la nueva imposición. Disentimos de aquel consejo del prócer porque era preferible cualquiera alternativa a tener que pasar por la condición dolorosa de aparecer como renegados de nuestra propia personalidad y confundibles con aquellos hombres oriundos de nuestra raza que voluntariamente han aceptado la ciudadanía norteamericana y se han convertido en renegados que sirven actualmente de puente a la penetración política y económica de Estados Unidos en Hispano América.

Santiago Iglesias es uno de estos renegados.

Su contribución al desbarajuste y desorganización de nuestra patria le ha servido de credencial para ser nombrado secretario general de la American Federation of Labor, para llevar a cabo en Ibero América la misma obra que ha realizado en Puerto Rico. En Méjico se presenta como socialista. Con esa misma representación se hace simpático a los grandes movimientos reivindicatorios populares de la actualidad, pero en Estados Unidos ni siquiera traduce la palabra socialista por el término correspondiente inglés “socialist”, sino que traduce el nombre de partido Socialista de Puerto Rico en Estados Unidos por el término norteamericano “Labor Party”, que quiere decir, partido del trabajo. Aquí es radical, en Estados Unidos, conservador, en ambas partes más norteamericano que Jorge Washington. Preguntado ante el Congreso de Estados Unidos por el nombre de su partido en Puerto Rico ha dicho que se trata solamente de una organización obrera dentro de la American Federation of Labor. Eso ha sido sancionado en Washington.

Este hombre está realizando una obra de duplicidad que debe ser desenmascarada a tiempo. En Puerto Rico donde existe el verdadero campo para manifestarse los hombres que aspiran a un régimen de libertad y justicia, este hombre que pretende ir a redimir a las clases obreras de Hispano-América, ha sido el porta-estandarte más conspicuo de la bandera norteamericana, a cuya sombra se extingue de miseria y de enfermedad un pueblo civilizado como Puerto Rico, ya que aquí es símbolo de la explotación más vergonzosa de la historia.
Dentro de la American Federation of Labor ha gozado siempre de una posición privilegiada. Todos los observadores de la vida política norteamericana saben que esta institución es sumamente conservadora y afiliada a los grandes intereses corporativos de aquella nación. El trabajador norteamericano rechaza sus pretensiones para redimirlo. Y esa es la institución capitaneada por Santiago Iglesias que pretende redimir a los obreros de Ibero América.

Sea cual fuere la condición en que se hallaren las masas obreras de la América Ibérica, su redención no ha de venir de una institución imperialista como es la American Federation of Labor. A todas las naciones de la raza irán sus organizaciones a desorganizar a esos países como han hecho con Puerto Rico, sembrando en ellos un cisma social con el objeto de hacerlos presa fácil del imperialismo norteamericano.

La American Federation of Labor tiene en los labios el vocabulario meloso del imperialismo washingtoniano: “Tenemos que intervenir en Sud-América por razones de humanidad, en interés de la democracia, de la justicia y del derecho, etc.”.

Escritores como Fabra Rivas, creen en la buena fe de Santiago Iglesias. A los hombres que estén en esa misma actitud los invitamos a hacer un estudio de la obra nefasta de Santiago Iglesias en Puerto Rico.

Todo lo que venga de Norte América hay que seleccionarlo después de muy serio análisis. Tienen sus cosas buenas los yankis, pero esas se las reservan para ellos. Su presencia en Puerto Rico y en Ibero América indica sin duda un plan perverso para destruir lo nativo y suplantarlo con lo suyo. Tenemos que defendernos y no podemos tolerar la propaganda de insidia que quiere realizar en nuestra América la American Federation of Labor, por conducto de sus agentes como Santiago Iglesias Pantín; y para que ningún escritor hispánico le eche encima a Puerto Rico la responsabilidad de que uno de sus hijos sea el propagandista de ideas tan insidiosas y perversas, queremos hacer claro que Santiago Iglesias Pantín es español, de Galicia, un renegado de la raza, que voluntariamente se hizo ciudadano de Estados Unidos, en Estados Unidos, y que de lo único que se vanagloria es de su ciudadanía norteamericana.

Ese es el secretario español de la American Federation of Labor para la obra que se propone realizar en Sud América.


fuente:PuertoRicoEntreSiglos

lunes, 17 de diciembre de 2012

Discurso sobre minas


Simón Bolívar,
Libertador Presidente de la República de Colombia, Etc., Etc., Etc.
Considerando:
1º Que la minería ha estado abandonada en Colombia, sin embargo de que es una de las principales fuentes de la riqueza publica;
2º Que para fomentarla es preciso derogar algunas antiguas disposiciones, que han sido origen fecundo de pleitos y disensiones entre los mineros;
3º Que debe asegurarse la propiedad de las minas contra cualquier ataque y contra la facilidad de turbarla o perderla;
4º En fin, que conviene promover los conocimientos científicos de la minería y de la mecánica, como también difundir el espíritu de asociación y de empresa, para que la minería lleque al alto grado de perfección que se necesita para la prosperidad del estado;

Decreto
Capítulo 1.º

De los descubrimientos, títulos y deserción de minas
Art. 1º Conforme a las leyes, las minas de cualquiera clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y con las demás que contiene este decreto.
Art. 2º Por el título de propiedad de cada mina de metales y piedras preciosas, se satisfarán los derechos de arancel, y además se consignarán previamente en la respectiva tesorería de la provincia, treinta pesos. Estos servirán para formar un fondo con que pagar el establecimiento de una cátedra de minería y mecánica, que se hará en cada provincia minera en que sea posible; ningún ministro tesorero gastará este fondo, pena de reponerlo a su costa.
Art. 3º Cada mina o pertenencia de veta tendrá seiscientas varas, que se medirán conforme a las reglas establecidas en las ordenanzas; dichas reglas se reimprimirán a continuación de este decreto.
Art. 4º A los descubridores de un cerro mineral, absolutamente nuevo, en que no haya ninguna mina ni cata abierta, se les concederá en la veta principal que más les agrade hasta tres pertenencias continuas o interrumpidas; y si hubieren descubierto más vetas, podrán tener una pertenencia en cada veta, determinando y señalando dichas pertenencias dentro del término de veinte días después del descubrimiento.
Art. 5º El descubridor de veta nueva en cerro conocido, y en otras partes trabajado, podrá obtener en ella dos pertenencias continuas o interrumpidas por otras minas, designándolas en el término prescrito de veinte días.
Art. 6º El que pidiere mina nueva en veta conocida, y en otros trechos labrada, no se deberá tener por descubridor.
Art. 7º Los restauradores de antiguos minerales, descuidados y abandonados, tendrán el mismo privilegio que los descubridores, eligiendo y gozando tres pertenencias en la veta principal, y otra en cada una de las demás; y tanto los primeros como los segundos deberán ser especialmente premiados y atendidos con preferencia de igualdad de circunstancias, y en todo lo que hubiere lugar.
Art. 8º En las minas de veta, hasta ahora abiertas y labradas, se guardarán las medidas de sus registros conforme a las reglas vigentes; mas podrán ampliarse hasta las prescritas en el presente decreto, en las que pudieren hacerse sin perjuicio de tercero.
Art. 9º Siempre que alguna mina o minas de veta se laboreen por una asociación, que deba emprender grandes trabajos, y que por las circunstancias particulares de la mina necesite mayor extensión, y otras pertenencias a más de las prescritas anteriormente, podrá adquirirlas por compra donde las haya de propiedad particular. También podra ocurrir por los conductos respectivos, y con los documentos bastantes al gobierno supremo, quien concederá a la sociedad las minas o pertenencias que necesite, según la extensión de sus trabajos; en tal caso deberá ésta consignar la cantidad correspondiente al número de vetas o pertenencias que se le concedan, a más de las que expresan los artículos anteriores, la que se aplicará para los fines que indica el articulo 2º. La misma concesión de varias pertenencias se podrá hacer al que pretendiere la habilitación de muchas minas inundadas o ruinosas.
Art. 10º Las disposiciones de los artículos anteriores, sobre medidas y pertenencias de minas de vetas, no se extienden a las minas de lavaderos de oro corrido. La extensión de éstas ha sido siempre y será las que les asignen sus títulos de registros, que tienen ordinariamente la cláusula, que no sean de inmensidad; y no se entenderá serlo cualquiera extensión de minas de oro corrido que los dueños hayan colgado o ahondado, de cuya propiedad jamás se les podrá privar.
Art. 11º Si alguno denunciare demasías, en términos de minas ocupadas, sólo podrán concedérsele, en caso de que no las quieran para sí los que las tenían comprendidas en sus registros o el dueño o dueños de las minas vecinas; pero si éstos, después de haber ahondado un pozo de diez varas, no las ocuparen en sus labores en el termino de un año, se adjudicarán al denunciante, previas las respectivas formalidades.
Art. 12º El que se introdujere en los linderos de mina aje bajo el pretexto de nuevos descubrimientos o desamparo antes de tiempo asignado por la ley, corte aguas, establezca labores o de cualquiera otro modo perturbe la pacífica posesión del propietario, deberá satisfacer todos los perjuicios que cause, y además incurrirá en la multa de diez hasta doscientos pesos, aplicados para los objetos que indica el artículo 2º.
Art. 13º Cualquiera que denunciare mina nueva, deberá hacerlo ante el gobernador de la provincia, expresando todas las señales del sitio, cerro o veta, y presentando muestras de los metales o piedras preciosas de la mina: inmediatamente se mandarán fijar carteles en los lugares públicos de la parroquia a que corresponda el territorio de la mina, indicando el denuncio hecho, los que permanecerán fijados por lo menos tres semanas. Dentro de los noventa días siguientes, el denunciante ha de tener hecho en la veta o vetas de su registro, un pozo de vara y media de ancho o diámetro en la boca, y diez varas de hondo o profundidad. Luego que esto se haya verificado, dará aviso al juez político del cantón, para que por sí, o por persona de su confianza, pase a recopocer la veta o vetas, su rumbo, dirección y demás circunstancias, cuya diligencia se practicará con escribano o testigos. Hallando que el denunciante ha cumplido con los requisitos expresados, el juez comisionado le dará inmediatamente posesión, con citación de los colindantes, si los hubiere, midiendo las pertenencias o fijando las estacas o mojones. En el título que ha de expedir el intendente respectivo, se insertarán todas estas diligencias.
Parágrafo único. Los gobernadores de las provincias, remitirán cada seis meses al Ministerio del Interior las muestras de los nuevos descubrimientos de minas, con sus respectivos letreros, que indiquen la mina a que corresponda cada muestra, las que se colocarán en el Museo Nacional. Excitaran también a los dueños de antiguas minas de veta, oro corrido, otros metales y piedras preciosas, a que les remitan muestras de sus minas, para ponerlas igualmente en el Museo Nacional, procurando cada gobernador recoger dentro de un año las muestras de todas las minas de su provincia.
Art. 14º Si durante los expresados noventa días, ocurriere alguno pretendiendo tener derecho a aquel descubrimiento, se le oirá en justicia brevemente, y se adjudicará al que mejor probare su intención; pero si ocurriere después no será oído.
Art. 15º Cuando se denunciare una mina de oro corrido, se hará el denuncio ante el gobernador de la provincia, presentando por lo menos veinticuatro granos del oro. En el pedimento se ha de expresar la situación individual de la mina, los linderos de la extensión que se solicita, cuántas varas cuadradas puede tener de superficie o cuántas de largo y ancho. Igualmente se expresará si la mina es antigua o de nuevo descubrimiento. En el ultimo caso, el gobernador dirigirá la solicitud al prefecto respectivo, con su informe, en que exprese si halla o no inconveniente para que se expida el título.
Art. 16º Si la mina denunciada fuere antigua, y que se pida como desierta, el gobernador de la provincia mandará practicar inmediatamente las publicaciones y demás diligencias que expresan los artículos 20º y 21º: concluidas, si no resultare contradicción, dirigirá el expediente al prefecto para que expida el titulo; de lo contrario, sustanciará y decidirá el punto en cuestión con arreglo a las leyes.
Art. 17º Siempre que una mina de oro corrido se haya denunciado como nueva, expedido el título, y para dar la posesión, deberán ser citados los dueños de minas colindantes si las hubiere: ellos o cualesquiera otros que se consideren con derecho podrán oponerse a la posesión en los veinte días siguientes; si manifestaren tener derecho legítimo a ella se les dará; pasados los veinte días solamente serán oídos sobre la propiedad con arreglo a las leyes. Si no hubiere contradicción, los denunciantes quedarán en legitima posesión de la mina.
Art. 18º Si se ofreciere cuestión sobre quien ha sido primer descubridor de una mina o veta, se tendrá por tal el que probare que primero halló metal en ella aunque otros la hayan cateado antes; y en caso de duda se tendrá por descubridor el que primero hubiere registrado.
Art. 19º Ninguna mina, sea de la clase que fuere, podrá denunciarse como desierta o despoblada hasta pasado un año continuo que se haya dejado de trabajar.
Art. 20º El que denunciare una mina como desierta o despoblada, se le admitirá el denuncio, con tal que exprese la ubicación individual de la mina, su ultimo poseedor, si hubiere noticia de él, y los de las minas vecinas si estuvieren ocupadas, los que serán legítimamente citados; si dentro de veinte días no comparecieren se pregonará el denuncio, en los tres domingos siguientes, y no habiendo contradicción se notificará al denunciante que dentro de sesenta días tenga limpia y habilitada alguna labor por lo menos de diez varas a plomo de profundidad, y dentro de los respaldos de la veta. Hecho, el juez político por sí, o por persona de su confianza, hará el reconocimiento de que habla el artículo 13º: medirá las minas o pertenencias, fijará las estacas, y dará posesión al denunciante, aunque haya contradicción, que no será oída cuando no la haya habido dentro de los términos anteriormente prescritos; mas si durante ellos se hubiere instaurado, se oirán las partes en justicia.
Parágrafo único. Si la mina denunciada fuere de oro corrido, se deberán hacer dentro de los sesenta días algunos trabajos, que indiquen irse a emprender su laborío.
Art. 21º Si el anterior dueño de la mina compareciere a contradecir el denuncio pasado el término de los pregones, y cuando ya el denunciante se halle gozando de los sesenta días para habilitar el pozo de diez varas, o hacer los otros trabajos, no se le oirá en cuanto a la posesión, sino en la causa de propiedad; y si venciere en ella, satisfará al denunciante los costos que hubiere hecho en la mina, salvo que resulte haber procedido de mala fe, porque entonces deberá perderlos.
Art. 22º Por causa justa debidamente comprobada, podrá ampliar el gobernador de la provincia el término de los sesenta días, concedido para abrir el pozo en las vetas y hacer los demás trabajos en las minas de oro corrido, extendiendolo hasta donde sea suficiente y no más; entendiéndose que no por esto se ha de admitir contradicción del denuncio, mas que en los sesenta días del termino ordinario.

Capitulo 2º
De los jueces y juicios de minas

Art. 23º Los gobernadores serán jueces de minas en toda su provincia, y en cada cantón o circuito, los jueces políticos o corregidores, o los que hagan sus veces.
Parágrafo único. Los gobernadores no conocerán en primera instancia de las causas de menor cuantía.
Art. 24º Si alguna parroquia o asiento de minas tuviere tal importancia que necesite un juez, lo nombrará el gobierno, por un término que no exceda de tres años.
Art. 25º Los jueces de minas conocerán exclusivamente en los juicios que se promuevan:
1º Sobre descubrimientos, denuncios, pertenencias, medidas, desagües y deserciones de minas.
2º De todo lo que se hiciere en perjuicio de su laborío y contraviniendo a las ordenanzas.
3º De lo relativo a avíos de minas, rescates de metales en piedras, o de plata y oro, cobre, fierro, plomo y otras sustancias minerales, maquilas y demás cosas de esta naturaleza.
Art. 26º En todas las causas expresadas procederán los jueces de minas breve y sumariamente, verdad sabida y buena fe guardada, sin que anule los procesos la omisión de algunas formalidades no esenciales; en estas causas no habrá fuero alguno.
Art. 27º Los jueces no admitirán petición por escrito en cualquiera demanda, sin que ante todas cosas hagan comparecer a las partes o sus apoderados, para que oyéndolas verbalmente sus acciones y excepciones, procuren atajar entre ellas con la mayor prontitud el pleito y diferencia que tuvieren: en caso de no conseguirlo darán curso a la demanda.
Art. 28º Cualesquiera demandas sobre minas se decidirán verbalmente, siempre que su valor no exceda de doscientos pesos, lo que se verificará aun cuando las partes quieran ponerlas por escrito.
Art. 29º Las causas de posesión y propiedad se han de tratar juntas; pero restituyendo ante todas cosas al que haya sido violentamente despojado, sin que se tenga por tal aquel a quien se le hubiere quitado la posesión por auto o sentencia de juez aunque se acuse de inicua.
Art. 30º Para conocer la verdad, los jueces podrán mandar examinar de oficio, tanto en primera como en segunda instancia, los testigos que juzguen necesarios, y practicar las demás diligencias que estimen convenientes.
Art. 31º En las causas que no excedan de cien pesos, de las expresadas en el articulo 25º no habrá apelación, y se ejecutara la sentencia de primera instancia. Tampoco se podrá apelar de ningún auto interlocutorio si no contiene gravamen irreparable.
Art. 32º Las apelaciones de las sentencias definitivas no exceptuadas y de los autos interlocutorios se concederán según su cuantía, para los respectivos juzgados y tribunales, que las decidirán breve y sumariamente, verdad sabida y buena fe guardada, sin admitir nuevos términos para dilatorias ni probanzas. La ejecución de las sentencias también se hará breve y sumariamente.
Art. 33º De todas las demás causas civiles que ocurran sobre minas y entre mineros, no expresadas en el articulo 25º, conocerán los jueces de minas, a prevención con los demás jueces del domicilio del reo. Cuando conozcan en ellas los jueces de minas se interpondrán las apelaciones de menor cuantía para ante el gobernador de la provincia, quien las decidirá conforme a las leyes y decretos que arreglan estos juicios.
Art. 34º Los jueces de minas conocerán exclusivamente:
lº -De las causas criminales, de hurtos de metales en piedra, plata u oro, plomo, herramientas y demás cosas pertenecientes a las minas y beneficio de sus metales;
2º -De los delitos cometidos en las mismas minas o haciendas de beneficio; así de un operario contra otro, como por falta de subordinación a los sirvientes que los mandan, o de unos y otros a los amos y dueños de las minas;
4º -En fin, de cualesquiera otras causas que se versen sobre el buen orden y completo arreglo de las minas.
Art. 35º En los casos del artículo anterior los jueces de minas decidirán breve y sumariamente, verdad sabida y buena fe guardada, aquellas causas criminales de menor entidad, y con las facultades de jefes de policía, aplicaran las penas establecidas por los reglamentos de la materia: mas aquellos en que por su gravedad deba imponerse la pena ordinaria a que no alcancen las facultades de la policía, se seguirán y sentenciarán conforme a las leyes comunes.
Art. 36º Los gobernadores de las provincias quedan facultados para conceder a los directores de asientos o sociedades de minas, o a alguno de los empleados en ellas, las atribuciones de jueces pedaneos o alcaldes parroquiales, las que deberán ejercer únicamente sobre los empleados y trabajadores de las minas. Esta concesión la hará en aquellos asientos o minas en que lo juzgue conveniente, según todas las circunstancias locales para el mejor arreglo y fomento de las minas, adelantamiento de los trabajos y sumisión de los mineros a sus respectivos superiores.
Art. 37º Se encarga a los prefectos y gobernadores de las provincias, que en todo lo que dependa de su autoridad auxilien y promuevan las empresas de descubrimientos y laborío de las minas, y la perfección de sus trabajos, procurando igualmente cortar los pleitos y desavenencias entre los mineros. Observarán también con la mayor escrupulosidad mi decreto de 24 de diciembre último, por el cual concedí a los mineros y demás empleados de las minas exención del servicio militar.
Art. 38º Mientras se forma una ordenanza propia para las minas y mineros de Colombia, se observará provisionalmente la ordenanza de minas de Nueva España, dada en 22 de mayo de 1803, exceptuando todo lo que trata del tribunal de minería y jueces diputados de minas, y lo que sea contrario a las leyes y decretos vigentes. Tampoco se observará en todo lo que se halle reformada por el presente decreto.
El ministro secretario en el despacho del interior queda encargado de la ejecución de este decreto.

Dado en Quito, a 24 de octubre de 1829.

Simón Bolívar
Por Su Excelencia,

El Secretario General,
José Domingo Espinar

miércoles, 12 de diciembre de 2012

LOS JUDÍOS EN LA ARGENTINA


por Norberto Ceresole

EL factor histórico: España y los judíos

Mucho tiempo ha transcurrido desde los comienzos de la formación de la Gran España Americana-Mediterránea (o Atlántico-Árabe) que es diseñada por los Reyes Católicos –en especial por Isabel, cabeza del Estado del Reino de Castilla-, hasta la Pequeña España post-OTAN, hasta esta España desgarrada de nuestros días. Sin embargo, existe una posibilidad y una necesidad cada vez más imperiosa de relacionar ambas etapas históricas, porque la crisis contemporánea es cada vez más intensa, y la búsqueda de identidad, es decir, de ubicación en el mundo, cada vez más acuciante.
Abarcar un tan largo período de tiempo en una exposición forzosamente limitada nos obligará a realizar síntesis drásticas en el análisis histórico y en la exposición de teorías políticas. Hubiese querido, por ejemplo, explorar y explotar con mayor dedicación los excelentes dos volúmenes del eminente antropólogo español Don Julio Caro Baroja, Los Judíos en la España Moderna y Contemporánea. O sacar más provecho al magnífico trabajo del investigador argentino Federico Rivanera Carlés: Los conversos ¿Víctimas o victimarios de España? Esos cortes involuntarios provocarán en la mayoría de los casos deformaciones parecidas a las que impone la geometría a la cartografía: las proyecciones de una esfera sobre un plano produce siempre alteraciones en la representación de los espacios.
No pretendo ocultar que muchas de mis ideas están orientadas a los lectores católicos que ven con creciente preocupación como el catolicismo institucional se subordina progresivamente a la confluencia judío-evangélica (protestante), que es la ideología imperial de la potencia hegemónica. Hasta ahora en Europa y en Iberoamérica se ha subestimado a ese mundo católico, o se ha presupuesto, según las orientaciones ideológicas de la postmodernidad, que el mismo forma parte automática de lo que el iluminismo llamó "reacción".
Sin embargo el católico no institucional es un "revolucionario natural", porque su conciencia es una conciencia desgarrada. "Desde esa conciencia desgarrada, desde ese mundo pre-revolucionario puede surgir ahora una cultura resistente ante esta victoria provisional del neoliberalismo. La Teología y la Profecía católicas visionaron la nueva forma que hoy adopta, provisionalmente, la historia: su forma homogénea universal. Es el tiempo del Anticristo: 'El Anticristo usurpará simplemente este ideal de unidad del género humano en la institución perversa del Imperio Universal...'".(1)
Bajo esta perspectiva establecimos una relación entre la Inquisición de 1478 (entendida como continuidad lógica e institucional de la expulsión de 1492) y el "Holocausto" (Alemania, 1941-45), entendido este último como una verdadera expulsión.
La relación entre Inquisición y expulsión fue incluida, una vez más, recientemente, en la historia negra de España. La Inquisición fue definida y aceptada como el antecedente "ideológico" del "Holocausto", es decir de un Mito. De allí la necesidad de relacionar este Capítulo 5 con el 7, referido específicamente al "mito del Holocausto".
Nuestra definición es muy otra: una falsa imagen -la historia negra de España- es la apoyatura de un Mito cinco siglos después. Estamos pues no ante la historia, sino ante una teología de la historia. Las imágenes ocupan el lugar de los procesos reales, y la ciencia es reemplazada por la mitología. Imagen negra y Mito están en el subsuelo cultural de la destrucción de Europa. De una destrucción aceptada con tal de producir reconocimiento de cara a la perversa institución del Imperio Universal que se pretende edificar en base a la "ideología" judeo-cristiana.
Este libro no pretende, por supuesto, justificar ni mucho menos glorificar dos hechos moralmente reprobables, como lo son la expulsión de un grupo humano (España, 1492), y un genocidio de los tantos ocurridos en la historia de los hombres (Alemania, 1941-45). Pretende ser una réplica racional y una crítica radical a dos mitos construidos a posteriori de los hechos, y que en ambos casos son deformadores (constituyen interpretaciones deformadas) de esos hechos. Hablaremos, por lo tanto, de ideologías, y no de realidades. Esos mitos fueron construidos a partir de intereses políticos, mucho después de haber ocurrido los hechos a los que se refieren, y por lo tanto constituyen deformaciones específicas de la realidad. Son interpretaciones ideológicas de ambos procesos históricos, y no el proceso histórico propiamente dicho. En todo caso ello es lo que trataremos de demostrar en este trabajo.
Tanto la "Historia Negra de España" como el "Mito del Holocausto" tienen muy poco que ver, en tanto construcciones ideológicas ex post factum, con las respectivas realidades que intentan representar o expresar en términos simbólicos ambas interpretaciones historiográficas. Estamos hablando de mitos y no de realidades. Ambos mitos constituyen, en un sentido estricto del concepto, sacralizaciones, esto es, situaciones reales sacadas de contexto y llevadas al absoluto. Los hechos reales que ambos mitos pretenden representar, son moralmente condenables, pero dado que ocurrieron en un tiempo histórico y no sobrenatural, son explicables a partir de la utilización de los elementos elaborados por las ciencias sociales y, más específicamente, por la ciencia histórica. Son explicables, y no "justificables", a partir del análisis histórico racional.
Rechazamos la Historia Negra de España en tanto y en cuanto constituye la sacralización negativa de la historia de España. Rechazamos el Mito del Holocausto en tanto y en cuanto constituye la sacralización negativa de la historia contemporánea de Alemania. "Negamos" las sacralizaciones construidas para satisfacer fines eminentemente políticos generados mucho después de producidos los hechos.
Como sostiene el historiador alemán profesor Ernst Nolte, el pensamiento científico no puede callar por más tiempo. No existe el "crimen único" ni el "mal absoluto", como pretenden los mitófilos de cualquier signo. El principio más elemental de la ciencia sostiene que todos los fenómenos humanos guardan relación con otros fenómenos humanos. Todos ellos deben comprenderse a partir de esas relaciones. El principio más elemental de la ciencia sostiene que en el estudio de esas relaciones deben excluirse todas las reacciones emocionales, incluidas las religiosas, por muy legítimas o poderosas que ellas sean. "El pensamiento científico sostiene que el acto más inhumano es siempre 'humano' en el sentido antropológico; que el 'absoluto' de postulados y máximas morales, como por ejemplo: 'no matarás', no es tocado por la determinación histórica, en el sentido que desde los principios de la historia hasta el presente la matanza de hombres por hombres, la explotación de hombres por hombres, han sido realidades permanentes; que el historiador no debe ser un mero moralista... El absoluto, o sencillamente lo singular en la historia sería un 'numinosum', al que sólo debería uno acercarse en actitud religiosa, pero no con criterios científicos" (Sobre Ernst Nolte: ver pags. 360 y ss.).
La tarea del pensador es analizar las conexiones de los procesos históricos y sociales. Debe preservarse de las críticas de los que quieren confrontar el "mal absoluto" en nombre del "bien absoluto". "Sólo el análisis mismo y no profesiones de fe y aserciones prematuras logrará acercamientos progresivos a la realidad histórica" (Nolte).
Desde posiciones de poder en otros tiempos inimaginables, algunos hoy proceden de forma inmoral, y creen poder colocarse, sin más ni más, en la antítesis de la ciencia, ya sólo quieren admitir a determinados grupos humanos entre un sinnúmero de víctimas. Ello es así porque están convencidos de la existencia de una desigualdad esencial entre los seres humanos, a pesar de que ellos -"los elegidos"- son tan culpables como aquellos a los que acusan. "Se sobreentiende que no deben negarse las diferencias, porque en ella radica la esencia de la realidad. Sin embargo, el pensamiento histórico debe oponerse a la tendencia del pensamiento puramente ideológico y emocional, orientado a afianzar esas diferencias... La pretendida neutralidad del pensamiento histórico no puede ser de carácter divino y por ende estar a salvo de cualquier error... El pensamiento histórico debe estar dispuesto a revisarse, siempre y cuando se presenten buenas razones y no sólo voces de indignación renuentes a aceptar que es preciso explicarlo todo en la medida de lo posible, pero que no todo lo explicado es comprensible y no todo lo comprensible se justifica. Por otra parte es imposible renunciar a la propia existencia, y sólo de ella resulta una toma de partido directa y concreta" (Nolte).
Nuestro análisis sobre dos procesos concretos de expulsión de grupos humanos (España, Siglo XV; Alemania, Siglo XX) se fundamenta en el hecho absolutamente verificable de que el grupo social expulsador, plenamente mayoritario, era consciente de que a partir de la expulsión estaba preservando su "propia existencia". Esa mayoría social percibía al grupo expulsado como a un peligro muy grande para la continuidad de su propia existencia.
Esta es nuestra explicación relacional entre grupos humanos antagónicos, que trataremos de hacer comprensible, pero en ningún caso "justificadora". Es curioso que los mismos grupos humanos que pretenden negar por decreto lo que es un derecho natural de la vida misma, y no sólo del pensamiento científico, esto es, el ejercicio de la capacidad humana para revisar su propia historia, asumiendo la libertad y la responsabilidad de afirmar o de negar interpretaciones históricas controvertidas (situaciones humanas y no divinas, siempre relativas y nunca absolutas); es curioso que esos mismos grupos humanos ejerzan el poder político, en este mismo tiempo histórico contemporáneo, negando a "los otros" el derecho a la existencia. Eliminando a "los otros", torturándolos y masacrándolos. Como es el caso del simbólico y sacrosanto Estado de Israel, en cuyo nombre se construyeron los mitos criticados en este trabajo.
Contra la "distorsión de nuestro ser histórico" (Heidegger)
La grandeza de España nace con toda precisión en el año 1492. Con la misma exactitud es posible determinar las causas de esta grandeza. El Estado logra consolidar, en términos reales, es decir, en los niveles de la política práctica, y por primera vez en la historia europea, el concepto de homogeneidad nacional.
En 1492 España emerge como un Estado-nación central -en el sentido contemporáneo del concepto- ya que logra superar las principales discontinuidades que habrían prevalecido hasta ese momento, que fueron básicamente tres:
*Las discontinuidades político-geográficas;
*Las discontinuidades sociales y,
*Las discontinuidades culturales.
Discontinuidades geopolíticas
Las discontinuidades político-geográficas estaban constituidas por la existencia de Estados soberanos independientes: el reino de Granada, que fue la expresión última de la antigua y poderosa cultura política de la España Musulmana, Navarra y Vizcaya, Galicia y Valencia, entre otros fueros no totalmente homogeneizados.
Respecto al Reino de Granada hay que destacar la voluntad integradora prevaleciente en la Gran España de 1492. "La minoría musulmana fue incrementada con la conquista del reino de Granada con todos los vencidos que no quisieron emigrar. La capitulación otorgada a los granadinos era muy generosa: podían seguir practicando libre y públicamente su religión, como también sus costumbres tradicionales, y el primer arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, confesor y hombre de confianza de la reina Isabel, puso en práctica un programa de atracción y de evangelización por métodos suaves. Estimaba muy alto la calidad moral de los vencidos y se le atribuye la frase: 'Hermanos, tomad de nuestra fe y dadnos de vuestras costumbres'".(2)

viernes, 7 de diciembre de 2012

Plan para expulsar a los portugueses


por José Artigas

"Todo parece indicarnos que ya es tiempo. Puedo dirigirme sin tocar un solo arroyo."
"Soy de parecer se dé principio a nuestras operaciones. Asegurar el Uruguay debe ser nuestro primer cuidado; sin él nada pueden los portugueses y con él nunca podrán dejar de ser muy limitados nuestros proyectos; pienso abrir la campaña por la ocupación de los Pueblos de Misiones, las tropas de Corrientes marcharán sobre aquellos puntos y yo con todo el Ejército lo verificaré hasta situarme en Santa Tecla que debemos considerar como centro de la campaña desde donde puedo dirigirme indistintamente a donde guste y sostengo al mismo tiempo las operaciones de los correntinos. Quitaremos para siempre a los portugueses la esperanza de poseer el Uruguay".
"Mientras, o mueve el portugués su campo sobre nosotros, o en retirada para sus territorios o permanece en Maldonado. Si tienen la arrogancia de esperarme en Maldonado yo los reduciré al estado de estrechez más capaz de destruirlos o tomar el recurso de embarcarse; desearía mucho se ocupasen ellos de este pensamiento; pero me parece adoptarán retirarse a su frontera por ser más natural acudir a aquella necesidad y no mantenerse en un territorio extranjero mientras los enemigos hacen la guerra en el suyo; el todo consiste en el movimiento sobre los Pueblos Orientales de las Misiones."
"La Provincia de Paraguay entrará, sin duda, en la combinación de aquellos puntos, también llamándoles la atención por otros mientras yo con todas las fuerzas, aprovecho cuando se presenten las circunstancias que tendré cuidado de hacer mudar y completar según me sea más conveniente."
"Todo esto es bajo el concepto que usted quiera sean atacados los portugueses porque de otro modo, si sólo aspira a que se retiren, yo marcharé luego sobre Montevideo que al momento abrirá sus Puertas y no será menester la sangre para levantar en medio de ella el Pabellón sagrado. Tal es el proyecto, en el que no hallo la menor dificultad, según mis conocimientos en la campaña y en la táctica particular a que sus diferentes situaciones obligan."

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El Socialismo Chileno


por Salvador Allende

Soy socialista; y debo declarar, como ya lo hizo el Honorable señor Rettig, que jamás nosotros, ni siquiera en los momentos más apasionados de nuestros debates, hemos desconocido que, en el proceso y en la evolución social de Chile, intervinieron diversas fuerzas y partidos de los cuales nos separa una gran distancia en la concepción de los hechos económicos y sociales, pero que reconocemos que trabajaron por engrandecer la patria. Negar que los llamados "viejos partidos", en su época y hora, contribuyeron al progreso de Chile, es absurdo. Y pedir a los hombres de esa época y de esa hora que tuvieran una mentalidad como la nuestra sería también absurdo.
Todos sabemos que, cuando se generaliza, se cae en tremendos errores. Hubo hombres del Partido Liberal que, indiscutiblemente, lucharon con un gran sentido de progreso que nosotros apreciamos. Y dentro de esos grupos políticos ha habido ciudadanos a quienes el ancho y generoso corazón del pueblo recuerda y recordará. Uno de ellos es el Presidente Balmaceda. Sin embargo, pocos hombres, a lo largo de nuestra historia pública, han sido más vilipendiados, combatidos y más deshonestamente atacados que Balmaceda. ¿Y por quiénes? ¿Y por gente de Izquierda? No, señor Presidente. ¡Por personeros de la Derecha! ¡Por los que defendían sus privilegios; por quienes, con un sentido pequeño de nuestro destino económico, estaban entregados al imperialismo inglés y defendían las granjerías del salitre; es decir, por los capataces de ese imperialismo! Y nada los detuvo, absolutamente nada; ni el ataque artero ni la calumnia soez, que alcanzaba a lo íntimo de una vida digna en su propio origen.
Por eso nosotros hemos reivindicado a Balmaceda, por su estatura de gobernante que con visión de futuro, miró por sobre las fronteras de la patria, más allá de lo transitorio y lo pequeño, para calar hondo en nuestras perspectivas. Entendió que éramos capaces de ser los artífices de nuestro futuro, en función precisamente de defender para Chile las fuentes básicas de nuestras riquezas naturales.
Muchas veces hemos discrepado de otro hombre que comprendió que las mareas de la historia, que la pujanza de las masas, que el dolor del pueblo debe encontrar su cauce. Todos, quizás sentimentalmente, en un momento de la vida fuimos partidarios de Alessandri. Después muchos de nosotros combatimos al gobernante, sin dejar de reconocer lo que Alessandri aportó al proceso social chileno y lo que significa en la historia nacional.
Pocos estadistas han sido más vilipendiados que Alessandri por un sector de los partidos de Derecha.
¡Y para qué recordar el lenguaje claro, a veces un tanto recargado, con que el Presidente Alessandri se refería a la "canalla dorada". A lo mejor, todavía transita por aquí alguien que pudiera sentirse aludido por la gráfica y elocuente definición del Presidente Alessandri.
Es decir, las mayores figuras del liberalismo, los que mejor interpretaron el ansia y la angustia populares, fueron implacablemente combatidos por los grupos más influyentes de la Derecha. Se usaron contra ellos todos los medios, hasta la conspiración.
Si yo recuerdo éstas cosas, es porque no pueden los señores Senadores -y es, impropio de la alta cultura del honorable señor Moore- hacer este tipo de generalizaciones.
Sus Señorías, en ciertas oportunidades y épocas, han tenido hombres y actitudes que indiscutiblemente contribuyeron al progreso nacional, y nosotros se lo hemos reconocido. Reconozcan también que nosotros, nacidos en nuestro tiempo e inspirados en conceptos filosóficos y sociales diferentes, algo y bastante hemos hecho en las luchas sociales. Reconozcamos, desde luego, la firmeza de nuestras convicciones y la serenidad de nuestra actuación, porque, siendo contrarios al contenido de la democracia burguesa, que es sólo formal y política, nunca -lo afirmamos- hemos tomado el camino turbio de la subversión o del golpear precipitadamente la puerta de los cuarteles, hecho que tampoco es ajeno a alguno de los hombres de la Derecha, y recuerden, sino, el complot de Melipilla, cuando legítimamente ganó la Presidencia de Chile Pedro Aguirre Cerda, para el logro de nuestros propósitos.
Nosotros, señores Senadores liberales, con legítima satisfacción tenemos también el derecho a proclamarnos profundamente patriotas; pero tenemos un sentido distinto de sus señorías acerca de lo que es patria, y no aceptamos, en absoluto, que senador o político alguno se sienta albacea o depositario exclusivo del patriotismo.
Dentro del ángulo y la firmeza de nuestras ideas, nosotros conceptuamos antipatriotas y calificamos con dureza a quienes actúan entregando el cobre, el salitre, el petróleo o el uranio, en la creencia de que nuestra condición de pueblo en desarrollo nos obliga a someternos más y más a la prepotencia del imperialismo financiero, el cual, por lo demás, siempre trae aparejado el sometimiento político. Nunca, jamás hemos dejado de decir que no aceptamos ningún tipo de imperialismo y que no somos colonos mentales de ninguna tendencia foránea. Y si hay algo respetable, es nuestra firmeza para defender lo que nosotros entendemos por libertad y autodeterminación y soberanía de los pueblos; porque, desde estos bancos -no ahora, sino siempre-, hemos protestado por las ignominiosas dictaduras del Caribe y las diversas satrapías que desgobiernan a los pueblos de la América Latina; porque desde aquí hemos reclamado de ustedes, viajeros también, que digan su palabra de verdad frente a España, mancillada por la sangrienta dictadura de Franco, pues muchos de ustedes han ido a ese país, como yo estuve en Moscú, de lo cual no me arrepiento. Con la diferencia de que, a mi regreso, no vine al Senado a decir que el régimen soviético era un paraíso; sostuve que no era un paraíso ni un infierno; que era un régimen social distinto; que para nosotros éste era diferente y difícil de comprender; que toda transformación social implicaba errores que se van desfigurando o desdibujando a medida que el tiempo pasa, y que la historia comprueba hechos que se deben preferir, porque si juzgáramos la Revolución Francesa tan sólo por lo que significó la guillotina, ninguno de nosotros estaría sentado aquí. Por eso damos a los hechos sociales el valor real que ellos tienen y los perfiles que proyectan en sus verdaderas dimensiones. Negar lo que significó la Revolución Francesa y la transformación del Estado feudal y el avance de la burguesía, es absurdo. Negar lo que ha significado la Revolución de Octubre en muchos aspectos, también es absurdo, como lo sería magnificar todo lo hecho en esa revolución o creer que todo lo que hicieron sus dirigentes fue acertado.
Pero nosotros, con un sentido, no diré de ecuanimidad, sino de interpretación justa de la evolución social, hemos actuado en Chile sin someternos jamás a la orientación foránea y sin ser servidores obsecuentes de ningún régimen. Cuando muchos Senadores de la Derecha -no todos, por suerte- miraban con complacencia el "nazifascismo", fueron los jóvenes de la juventud socialista los que dieron su sangre generosa en las calles de todo Chile para lograr que el régimen democrático, que no nos satisface plenamente, se mantuviera. Y no hay ningún partido, ni el Conservador, ni el Radical, ni el Liberal, que tenga más víctimas que el Partido Socialista, que nosotros, que los socialistas de todos los sectores, en la lucha contra el fascismo.
Los hombres de estos bancos hemos sido quienes hemos estado contra todas las formas de dictadura de América y del mundo, y quienes también hemos estado diciendo cómo entendemos que hay que acentuar las condiciones de nuestra acción, sobre todo en países como el nuestro, de economía dependiente, de escaso desarrollo industrial y con un sentimiento de analfabetismo e incultura tan alto. Por ello, siendo socialistas, nunca hemos dicho que en esta hora de Chile, por ejemplo, se pueda estructurar un Gobierno socialista. Creemos con profunda sinceridad que el destino de la humanidad está marcado por la ruta del socialismo. Y lo creemos no sólo porque él representa, en el progreso técnico y económico, un concepto distinto de la convivencia y porque tiende a poner al servicio de todos los que es patrimonio común -cultura, técnica, saber y ciencia-, sino también por el respeto a la personalidad humana y por el sentido humanístico que en el fondo tiene el socialismo. Porque una cosa es hablar del respeto a la personalidad humana, a las ideas, y a los principios, y otra cosa es dictar leyes que no los respetan y que persiguen a los que no piensan como uno.
Cuando nació el Frente Popular, fuimos nosotros también los que, indudablemente, influimos en su estructura. El Frente Popular no es patrimonio del radicalismo: es un esfuerzo conjunto en donde los partidos populares pusieron la tremenda generosidad de que sólo ellos son capaces, para levantar, no a un hombre de nuestras filas, sino del Partido Radical. ¡Y qué orgullosos nos sentimos de haber contribuido al triunfo de Pedro Aguirre Cerda!
A medida que pasan los años -y en esto reclamamos justicia de parte de los señores Senadores radicales- la obra de ese mandatario elegido por el pueblo, que es la obra del Frente Popular, adquiere perfiles que deben ser respetados, porque ella fue construida con la emoción, con el calor y con el sentido humano de todo un pueblo. Como muy bien ha dicho el honorable señor Rettig, por sobre el progreso material y el poderoso desarrollo que se dio al proceso industrial chileno, hay algo que para ustedes debería tener más valor, y que para nosotros mucho lo tiene: es el sentido de dignidad que se entregó al hombre anónimo y a la mujer sencilla de esta tierra Se le dio el derecho a sentirse, no un paria en nuestra patria, sino un chileno y una chilena más, y se le abrieron muchas posibilidades. Eso es, a mi juicio, algo inapreciable que, creo, ni el más obcecado de los Senadores de la Derecha podrá negar al Frente Popular. También el sentido de serena responsabilidad política con que actuamos, nos hizo comprender que no podíamos precipitarnos, que la premura no nos podía llevar muy lejos y qué era cierto aquello que alguien dijo hace muchos siglos: "apresúrate lentamente". Y lentamente se fueron colocando los pilares que han permitido al pueblo, en amplitud, mirar hoy el proceso social de ayer como signo de esperanza para el mañana. Y ya el pueblo sabe lo que vale la lealtad a las ideas, a los principios, a las doctrinas; ya el pueblo distingue entre los gobernantes que cumplieron y los que no cumplieron.

lunes, 19 de noviembre de 2012

LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DEL “SER NACIONAL”


por J.J. Hernández Arregui

“Los infinitos héroes desconocidos,
valen tanto como los más grandes héroes 
de la Historia.”

W. WITHMAN



Se ha establecido anteriormente, que la opinión sobre España, sobre todo en la Argentina, es un falseamiento que viene del siglo xix, con el encaramamiento de la oligarquía terrateniente y la hegemonía británica. Esta historiografía ha tachado el período hispánico. En contraste, se ha incrementado otra versión sobre España no menos abultada. Para esta tesis, denominada misional y de origen católico, la conquista fue una misión religiosa, fruto de la magnificencia del alma española ajena al capitalismo y su ética. Ambas tesis deben reajustarse a la verdad histórica.
La época hispánica, no encaja por entero, dentro del despectivo rótulo de “colonial” como la ha denominado la oligarquía liberal, ya que, para la corona, estas tierras eran provincias del reino, y así se las definía. La tesis misional, por su parte, se refuta a sí misma por la situación de las masas indígenas que integraron la clase verdaderamente explotada. Pero la historia no es un idilio, sino una galería cuyas luces y sombras agrandan o desdibujan los objetos, según el prisma ideológico que los refracta. Junto a la acometida sobre la raza de bronce subyugada, España trajo a estas tierras una de sus virtudes más grandes, el espíritu de independencia y las instituciones que lo resguardaron. Un antecedente de esta actitud altiva y libre, que América Hispánica recibió como legado, se encuentra ya en Lope de Aguirre, al tratar de igual a igual, en 1561, a Felipe II: “Te aviso, rey español, que tus reinos de la India tienen necesidad de justicia y equidad para tantos y tan buenos vasallos como en ellos moran. En cuanto a mí y a mis compañeros, no pudiendo sufrir más las crueldades de tus oidores y gobernantes, nos hemos salido de hecho de tu obediencia y nos hemos desnaturalizado de nuestra tierra que es España, para hacerte aquí la más cruel guerra que nuestras fuerzas nos consientan”.
……………… . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .... .. . . . . . . . . ....
“En estas tierras damos a tus pendores menos fe que a los libros de Martín Lutero.”
La metódica campaña de desprestigio cumplida por Inglaterra y Francia durante los siglos xviii y XIX ha entintado la obra de España en América. España, con la conquista, realizó la más colosal empresa capitalista del Renacimiento, sin estar en condiciones de llevarla a término. Esta contradicción habría de estallar tres siglos después, con la disolución del Imperio Español en América: “Los varios modos de acumulación primitiva que hacen germinar la era capitalista, se distribuyen primeramente, y por orden más o menos cronológico, entre Portugal, España, Francia e Inglaterra, hasta que esta última los combina a todos en el último tercio del siglo xvii, en un conjunto sistemático que abarcó, a la vez, el régimen colonial, el crédito público, la hacienda moderna y el sistema proteccionista” [...] “La historia de esta expropiación no constituye materia servible para conjeturas; está escrita en la historia de la humanidad con indelebles caracteres de sangre y fuego.” (Marx) Pero tres siglos no pueden suprimirse de la historia de América. Durante ese dilatado lapso, el Imperio Español se mantuvo geográfica y políticamente intacto. Y esto rebate el dictamen sobre una inestabilidad crónica del sistema, que recién hace crisis en el siglo XIX, por causas ajenas a supuestas cualidades congénitas de la raza española. Tal estabilidad, entre otras causas, fue posible gracias al centralismo monárquico —idea a la que muchos americanos retornarían durante el siglo xix—, y que organizó el sistema administrativo, cuyos litigios jurisdiccionales, en última instancia, resolvía la corona. El centralismo aseguró la unidad política de América, y también la aparición de una capa social directora, aristocrática y eclesiástica, que determinó en parte el choque posterior entre el desarrollo económico independiente de las colonias con el aparato que lo obstaculizaba, originándose así, con el correr del tiempo, la contradicción entre la burocracia comercial de funcionarios españoles monopolistas y aquellos grupos criollos —integrantes ambas capas de la burguesía colonial—, que centraban su progreso de clase ascendente en el desarrollo interno de las propias colonias. Pero durante trescientos años esos antagonismos fueron de nivel, y mostraron la misma base material, al unirse tales grupos, como una sola clase económica dominante, frente a los movimientos sociales de abajo, particularmente de los indios.
El centralismo monárquico tuvo en América sus propios rasgos. A él se asociaron las instituciones democráticas que los conquistadores habían traído de España y Carlos V abrogado en la península. Trasplantadas aquí, esas instituciones desplegaron vida vigorosa. Pese al absolutismo de Carlos V, en España los fueros reales estuvieron siempre restringidos por instituciones como las Cortes, representativas de las libertades medievales y particularismos regionales, que el absolutismo nunca logró apagar del todo. Las Cortes personificaban, además, los intereses comerciales de las ciudades y eran los órganos defensivos de la burguesía española, que no logró afianzarse sólidamente como clase social, dada la estructura geográfica y económica de España, junto a otros factores históricos, como la expulsión de los moros, cuyo hueco esa burguesía naciente no pudo llenar jamás. La revolución de los comuneros es el rebote de esta lucha entre las libertades individuales españolas y el poder de Carlos V, en los inicios del desarrollo de la economía crematística y de la formación de los estados nacionales europeos, frutos de este tránsito de la economía feudal a la del capitalismo moderno, del cual, la colonización de América fue su realización más acabada.
La tesis misional, a su turno, jamás podrá refutar este hecho: la conquista no fue una cruzada religiosa, sino una caudalosa empresa capitalista que coincidió con el período cumbre de la España del siglo xvi. Que tal empresa haya sido presentada más tarde como móvil religioso no puede sorprender, pues a los fines del presente, la religión es también militancia. Lo que puede aseverarse es que la religión católica fue un componente de la cultura en América. Pero la frase de Ramiro de Maeztu: “Toda España es misionera en el siglo xvi”, debe conmutarse por ésta: España inaugura la era del capitalismo europeo ascendente durante el siglo XVI y lo presenta como misión espiritual. De codo con la sordidez de la empresa está también la aventura humana que la convierte en un hecho enceguecedor de la historia universal. Ambas cosas fue la conquista. España católica del siglo xvi disfrazó, como siempre acontece en las guerras de dominio, la naciente ética del capitalismo de misión civilizadora. Ningún ejemplo mejor que la famosa tesis teologal de Francisco Vitoria, de acuerdo a la cual el derecho de los indios a la propiedad era legítimo, pero al mismo tiempo postulaba la razón de los españoles a someterlos por las armas si los indígenas no se allanaban a la voluntad de los invasores. Esta duplicidad, la defensa religiosa del indio y su despojo económico, tipifica la vida colonial con la explotación en masa de los vencidos bajo la cruz del misionero, que fue la funda sagrada del arcabuz a pólvora santificado por el bautismo. Tal realidad estaba en la naturaleza de la conquista como obra capitalista. Fray Gil de San Nicolás, uno de los mejores defensores del indio, sostenía en 1557 que el evangelio debía ser inculcado a sangre y fuego como norma religiosa y militar del descubrimiento. Este espíritu dúplice de la colonización en América subsiste en la Recopilación de las Leyes de Indias, elevado cuerpo de legislación social, cuyo inconveniente con relación a los indios fue que no se cumplió nunca. Esta verdad cruda se la enrostró al padre de Valdivia, misionero en Chile, un jefe araucano: “Padre, obrad y no parléis; cumplid con lo que decís, que lo veamos, pues después de tantos años como servimos no es tiempo de creer lo que se oye sino lo que se ve.”
Es tan baldía la “leyenda negra” como la apologética. El sentido de la Inquisición en España se prolongó a América, y de allí surgió el doble carácter militar y religioso de la conquista, proyección, a su vez, del ímpetu nacional de España. La religión y el soldado es el anagrama del capitalismo flotando sobre las ruinas, aún temporáneas y actuantes del feudalismo. Y esta tarea se corporizó en la voluntad política de la nación más poderosa de la época. En contraposición, es también ilícita la tesis calumniosa por exagerada, sobre el trato a los indios y los negros. La esclavitud en América fue benigna —lo mismo que el estado servil de los indios— en comparación con la barbarie rubia de los colonizadores holandeses e ingleses. Y una vez más, las críticas que aún duran forman parte de las intrigas de la época en que nacieron.

viernes, 16 de noviembre de 2012

LA COMPOSICIÓN SOCIAL DEL “MEDIO PELO”. PERMEABILIDAD Y FILTRO


por Arturo Jauretche

La estatua de Garibaldi en Plaza Italia, que desde el principio del siglo ha presenciado sucesivamente la so­ciabilidad dominical de las parejas inmigratorias, y las de cabecitas negras, preside también el ingreso a la alta sociedad porteña, pues ya se ha dicho que se entra a ésta por las puertas de la Sociedad Rural y llevando el toro del cabestro; ella ha visto llegar los aspirantes a las exposi­ciones, primero como espectadores, después como compra­dores y ¡al fin! después de largos años, como expositores. Después como miembros de la directiva, ya prestigiados en las crónicas sociales.
Esto es lo que Imaz refiere, en otros términos, cuando habla de los descendientes de la burguesía inmigratoria de principios de siglo —aquellos burgueses indiferentes al "reconocimiento", según Germani— que en su casi totalidad optaron por la incorporación a la alta clase propietaria de la tierra: si la primera generación practicó el aforismo burgués de que el dinero no tiene olor, la segunda percibió que, socialmente, en la Argentina perfuma y que el aroma del estiércol es más "bien" que el del aceite y los combus­tibles. En alguna otra parte ya había señalado la distinta actitud que a este respecto se tiene en Europa o en EE.UU., donde un banquero o un industrial consideran a un ganadero un "juntabosta". Aquí la actitud es inversa por ­las dos partes.
Este orden en la preeminencia social ocasiona que la alta burguesía termine por adoptar conjuntamente con las pautas de comportamiento de la alta clase tradicional, las pautas ideológicas que la ponen a su servicio en per­juicio y oposición de las que correspondían a su condición originaria y a las necesidades de modernización económica y social.[1]
Se ha visto oportunamente la permeabilidad de la alta clase porteña. Pero este proceso de integración de los nuevos lo hace paulatinamente, lo que le permite recibir­los, generalmente en segunda generación, cuando ya han limado la guaranguería original de los triunfadores y absorbido las normas de comportamiento que les permite cubrir los claros de los que se desplazan por los accidentes de la fortuna o por la división hereditaria de los patri­monios.
No basta comprar campo para ser estanciero. Esto requiere una adecuación al modo rural en que los estancieros vecinos de más modes­ta posición social que la alta clase, y de mucho más débil situación económica que el nuevo propietario, son los que dictan cátedra; es un curso preparatorio como el de las escuelas británicas en que los futuros gentlemen deben someterse al ablandamiento que imponen los alum­nos de los años superiores, con pullas y humillaciones de toda clase.
El estanciero “Gath & Chaves” tiene que ir renunciando al atuendo deslumbrante, usando más frecuentemente la bombacha que los breeches de corte impecable y hasta la alpargata en lugar de la bota de polo; debe archivar la silla inglesa reemplazándola con un recado de pato aunque el caballo se pase el día en el palenque y ol­vidar el respeto que se merece el coche último modelo, dejándolo embarrado. Debe ajustar por lo menos en apariencia, su mentalidad de giro diario en los negocios al obligado giro anual de la producción y en lugar de ser terminante en sus conclusiones debe hacerse elu­sivo acostumbrándose a la idea de que su voluntad e inteligencia no son el factor decisivo, sino Dios y el Gobierno que siempre están con­tra el ganadero, y llorar siempre porque las cosas andan mal, cuando no son perfectas, y siguen mal cuando lo son, porque podrían ser mejores. Debe frenar su afán de iniciativa, que es un arrastre de la época industrial, y antes de aplicarlas averiguar qué ganadero im­portante ya lo ha hecho, para que no se le rían si fracasa y para que le perdonen el éxito, si acierta, pues los ganaderos de la zona saben todo lo que puede saberse y algunas cosas más como Pico de la Mi­rándola.
También debe aprender mil detalles como por ejemplo que no es imprescindible que el personal en pleno lo esté esperando cuando llega de la Capital, como ha visto en alguna película, y que no ne­cesita dar varias tarjetas, una por estancia, cuando es presentado a alguien. En una palabra debe aprender la cazurronería campesina en la que embotará la estridencia guaranga del triunfador urbano, para desde ahí perfilarse para empezar el aprendizaje del buen tono, que le permitirá el ascenso social.
El aprendizaje técnico es secundario porque como tiene el há­bito y las aptitudes de dominar técnicas más difíciles, y que exigen mayor velocidad en la decisión en poco tiempo sabrá mucho más que sus vecinos, pero a condición de que lo disimule, y que sean ellos los que lo descubran. Así debe adoptar una actitud dramática frente a los cinco o seis vencimientos anuales del crédito rural, aunque en sus actividades de la ciudad haya aprendido a tapar diez o doce agujeros diarios en su malabarismo bancario; y aunque está acostumbra­do a llevarse por delante a todo el mundo según lo exigen sus ne­gocios, debe mantener una conducta de correcta amabilidad con el gerente local, el comisario, el intendente, el feriero y los modestos doctores que concurren al club pueblerino, y hasta con el jefe de estación y los contratistas de máquinas agrícolas, pues el descrédito del "fanfa", que corresponde por nacimiento a todo porteño, y más a los porteños con plata, lo está acechando en veinte leguas a la redonda, y después se corre, de estancia a estancia de lugareños, por un misterioso sistema de comunicaciones que el porteño no descu­brirá jamás.
Paralelamente adquirirá las normas reverenciales por los grandes rematadores y consignatarios, que lo presti­giarán cobrándole sus comisiones, y a través de los cuales irá aprendiendo paulatinamente, así como en las ferias y exposiciones locales, las tablas de valores correspondientes a las cabañas y sus propietarios, así como el conocimiento de las razas que dan más prestigio social. Llegará un día en que no necesitará remitir a plaza y el frigorífico le mandará el revisor.
Entonces ya estará maduro, cuando en una exposición Don Narciso, Miguel Alfredo o Don Silvestre, según la época (Don Faustino no viste tanto) lo saluden desde lejos con la mano, o se acerquen y lo reconozcan por el nombre.[2]
Entretanto la familia, con los chicos en el colegio que corresponde y escalonando paulatinamente relaciones en los veraneos reiterados en la playa indicada, las canastas y las fiestas de beneficencia, se irá capacitando poco a poco, al adquirir las pautas de comportamiento social necesarias en el nuevo status que también exigen esfuerzos porque las mujeres son más “difíciles” que los hombres en esto del “reconocimiento”.
Nada de esto significa que alguien, grupo o persona regule la filtración ascendente. La aceptación se hace subconsciente por el propio status de la clase que hace el proceso selectivo fisiológicamente, como una cuestión de hecho que se va cumpliendo por etapas.
Sin embargo, deduzco de lo observado por Imaz, que en muchos casos hay un discernimiento que revela con­ciencia del proceso. Así cuando analiza la composición por apellidos de las sucesivas comisiones directivas de la So­ciedad Rural; el número de los antiguos y los recientes está inteligentemente dosificado, y los antiguos saben poner en el primer plano los líderes nuevos que aportan el empuje del neófito para lograr las mayores ventajas posibles, cuando las circunstancias son muy favorables. Se percibe por ejemplo, que en el momento en que el grueso de la renta nacional fue transferido a la clase ganadera, en el gobierno del General Aramburu, asumió el liderazgo de la misma Dr. Mercier, ganadero consorte, que le resultó muy eficaz. En otras circunstancias a este desco­nocido le hubieran aprovechado a lo sumo sus aptitudes de ginecólogo para un curso de tacto rectal, tan beneficio­so para aumentar el porcentual de las pariciones.
El actual presidente de la Sociedad Rural, Faustino Fano pasó, ya hace muchos años, del comercio de tejidos a la ganadería, donde desde luego se ha destacado por sus aptitudes. Ha dado el mejor examen de adopción de la ideología económica agroimportadora, pues lo que le queda de burgués está radicado en Inglaterra, que es donde corresponde; con más precisión en Manchester, en sus fábricas de tejidos, para rentar en la Argentina como ex­clusivo productor rural, libre de todo pecado industrialista. S.M.B. lo debe mirar con ojos tiernos, recordando aquello que escribió el economista inglés W. H. Dawson en el siglo pasado, frente al surgimiento de la Alemania industrial: "—Hubiéramos preferido, que Alemania hubiera continuado concentrando su atención en la producción de música, poesía y filosofía, dejándonos el cuidado de proveer al mundo de máquinas, telas y algodón" (Friederick Clairmonte - Liberalismo Económico y Subdesarrollo. Ed. Ter­cer Mundo. Bogotá, 1963). Póngase novillos y cereales en lugar de disciplinas "tan cultas y germánicas" y la expre­sión de deseos conservará todo su sentido.
En cambio, en los momentos difíciles, con igual inteligencia se recurre a los apellidos tradicionales, cuyos por­tadores conocen mejor que los neófitos la flexibilidad ne­cesaria para capear los temporales. Es lo que ocurrió ba­jo el gobierno de Perón.
También la alta clase suele tener sus herejes.
A veces algunos individuos de la alta clase se dejan contagiar por el virus de las innovaciones y se resbalan hasta el campo ar­tístico o industrial contrariando las pautas vigentes.
Así, a Victoria Ocampo, durante mucho tiempo no le perdona­ron su modernismo, oponiéndole la reticencia de la gazmoñería, y tardaron bastante en comprender en qué medida la culta dama, por el simple hecho de transferir su visión europeizante y formar nú­cleo en su redor era —al margen de sus propósitos que conceptúo generosos— un aliado tácito del sector de donde provenía, y que vino a cumplir en el terreno de las letras la tarea que la Sociedad Rural cumplía respecto de la burguesía, rigiendo en forma parecida el prestigio de los literatos arribistas que, como la burguesía, buscaban el sello de lo que es "bien" tradicionalmente: un prestigio con el sello de "las formas tradicionales". Actitud parecida es la adoptada con algunos industriales de apellido tradicional —tal el caso de al­gunos Pereyra Iraola. Si triunfan se los ignora, pero si vuelven derrotados al redil se los aplaude, cuando les queda como volver. No le quedó a Nemesio de Olariaga, que aunque no de origen tan anti­guo, estaba en el nivel de la gran ganadería.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Nacionalismo chileno e integración iberoamericana (I Parte)


por  Patricio Lara

Al escuchar la palabra "nacionalismo", inmediatamente tendemos a relacionarla con grupos chovinistas que denigran a inmigrantes peruanos o descargan su ira contra el pueblo argentino. Pero muy poco se conoce acerca de la proyección latinoamericanista que movimientos e intelectuales autocalificados como nacionalistas han llegado a proclamar. Comenzando por los numerosos ensayos bolivarianos escritos por el periodista Joaquín Edwards Bello hasta las tesis integracionistas del Centro de Estudios Chilenos CEDECH, haremos un repaso por cada una de aquellas personalidades o instituciones que hayan comprendido al nacionalismo no como un odio hacia el vecino o un patrioterismo termocéfalo, sino como la búsqueda del ansiado proyecto de Bolívar, en pos de la regeneración de Nuestra América disgregada en conveniencia de los imperialismos.

Si bien en nuestra introducción hemos hecho alusión a aquellos intelectuales o movimientos nacionales que han mostrado ciertos atisbos de iberoamericanismo, no podemos dejar de lado a su verdadero patriciado fundacional, surgido en la década de 1910 y que contó entre sus filas con Francisco Encina, Alejandro Venegas, Tancredo Pinochet y Luis Galdames, entre otros. En relación a estos, el Director del Departamento de Historia de la Universidad de Valparaíso, profesor Leonardo Jeffs Castro, comenta: “pese a no desarrollar aún las tesis integracionistas latinoamericanas, este grupo de pensadores, en los años del primer Centenario, fueron unos verdaderos aguafiestas para el júbilo de nuestra oligarquía, próspera gracias a los beneficios del salitre. A pesar de toda la algarabía de la élite, la generación fundacional de nuestro nacionalismo llegó a la conclusión de que el país se encuentra sumergido en el atraso, con un pueblo empobrecido e ignorante y una crisis de identidad enorme”.
Siguiendo esta línea, en la década de los 20’ surgiría la Obra Magna del periodista y ensayista Joaquín Edwards Bello, Nacionalismo Continental, la cual según el mismo Raúl Haya de la Torre “no va a perderse en las vaguedades retóricas de la gran mayoría de los hombres que en nuestros países quieren resolver sus problemas fundamentales con palabrería, con charlatanería de andaluces, más o menos agradables”. Este ensayo, será lo que en un plano práctico intentaron fraguar próceres como Bernardo O’higgins o un José Antonio Vidaurre, es decir, promover el objetivo de la creación de un bloque iberoamericano, que por medio de la interdependencia de las patrias, hiciera frente a la injerencia tanto cultural como económica de las grandes potencias de la época. Otro aspecto a destacar, es la crítica hacia la ‘fronda aristocrática’, que según nuestro autor, estaría engolosinada con todo lo venido de Europa, especialmente si era francés o anglosajón; nadie en el país estaba interesado por reforzar nuestra cultura o buscar la propia identidad, todo era importar, y nada crear o adaptar, no adoptar, manifestaría críticamanete Edwards Bello.
En cuanto a verdaderos movimientos de masas, la década del ’20 pareció quedar al debe. Aunque es de importancia recalcar que entre la cúpula castrense las ideas del autor de Nacionalismo Continental y Francisco Antonio Encina y compañía, sí penetraron hondamente. Ejemplo de esto es el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, personaje a quien debemos las principales leyes sociales de la Historia de Chile y que además, en una muestra de profundo sentido común iberoamericanista, reintegrara Tacna a Perú y posteriormente, en 1931, propusiera la Unión Aduanera de Latinoamérica – auténtico antecedente del Mercosur aunque en sentido macro – para contrarrestar la hegemonía norteamericana en la zona.
En 1932, mediante putsch liderado por el militar patriota Marmaduque Grove se proclama la ‘República Socialista de los Trabajores Chilenos’. En su manifiesto fundacional el movimiento insurrecional, a parte de mantener una equidistancia ante los imperialismos de turno – Estados Unidos y la Unión Soviética – “propone la creación de una federación de Estados indoamericanos, con un notorio influjo del APRA peruano que queda de manifiesto además en su emblema”, manifiesta el historiador y sociólogo de la Universidad de Chile Rolando Ortiz Zañartu.
En ese mismo año, nacía el Movimiento Nacional Socialista Chileno MNS(*) que, de un modo bastante sui generis, también sustentaba un antiimperialismo latinoamericano. Si bien su líder Jorge González von Marees simpatizaba con la causa del APRA peruano, él no ponía sus manos al fuego por la unión directa del continente bajo un partido guía como proponía la tienda de Haya de la Torre, sino que era partidario de que se formaran movimientos nacionalistas paralelos en las patrias de Iberoamerica y/o lograr constituir gobiernos patriotas fuertes e importantes en cada uno de ellos. En palabras del mismo jefe del MNS:
“..habrá llegado el momento de la constitución del gran bloque continental iberoamericano (…) que permitirá (a las naciones) respaldarse recíprocamente para defenderse de todo intento imperialista y hacerles actuar con dignidad y peso en la historia mundial del porvenir”(**).
Este ha sido el primer recuento de los principales movimientos y personalidades del nacionalismo chileno que a la vez han promovido, de un modo u otro, la unidad latinoamericana. Sin duda que en la primera mitad del siglo XX, en Chile, podemos rescatar importantes ideas-fuerza que mantendrán encendida la llama de la revolución por la búsqueda de nuestra Segunda Independencia y el objetivo de concretar el proyecto unificador de próceres como Bolivar, San Martín y Bernardo O’higgins.


(*) Hay que destacar – aunque sea mil veces – que este movimiento no tiene nada que ver con su homólogo alemán. Aquí en Chile existió una filial del NSDAP la cual no permitió la doble militancia con el MNS; ni viceversa.
(**)Moller Roth, Magdalena, “El Movimiento Nacional Socialista Chileno”.


fuente:ContextoGeopolitico

lunes, 5 de noviembre de 2012

Mensaje a la nación con motivo de la toma de La Brea y Pariñas


por Juan Velasco Alvarado

Compatriotas :

Hace mas de cincuenta anos que, como una dolorosa herida, el problema de La Brea y Pariñas ha constituido para la Republica un capítulo de oprobio y de vergüenza, por representar un ultraje a la dignidad, al honor y a la soberanía de la nación. El Gobierno Revolucionario, enarbolando la bandera de la nueva emancipación, ahora y para siempre, pone en labios de cada peruano la vibrante expresión de nuestro himno ¡Somos libres, seamoslo siempre! e inicia el cumplimiento de sus inquebrantables postulados proclamando con altiva sonoridad para que se escuche en todos los continentes, que la soberania del Estado Peruano no es desde este momento) un mero enunciado sino una autentica realidad.

El Gobierno Revolucionario, después de declarar la nulidad de la indigna "Acta de Talara" y del lesivo contrato celebrado por el régimen que la Fuerza Armada ha depuesto, en cumplimiento de la misión de cautelar los derechos de la República que le impone el articulo 213 de la Constitución del Estado, acaba de promulgar el Decreto-Ley que ordena la inmediata expropiación de todo el complejo industrial de La Brea y Pariñas y anuncia al país que en este preciso momento las Fuerzas de la Primera Región Militar, haciendose eco del clamor de la nación estan ingresando al campo de Talara para tomar posesión de todo el complejo industrial, que incluye la refinería; y con la más alta emoción patriótica hace flamear el emblema nacional como expresión de nuestra indiscutida soberanía.

De esta manera, la Fuerza Armada estrechamente unida con la civilidad en una sola y auténtica fraternidad nacional cumple una vez más su deber, iniciando con este acto una etapa de reivindicación de la soberanía y de la dignidad que quedará como un preciado legado a nuestros hijos y como una evidencia del cumplimiento de los postulados de la Revolución, los que asimismo, no solo respetan sino que alientan la inversión foranea, siempre que esté acorde con la legislación e intereses del Perú.

¡Compatriotas !

Los manes de nuestros próceres, mártires y héroes, quienes con sus nombres y gestas heroi¬cas iluminan las páginas de nuestra historia, se hacen hoy presentes para alentar al pueblo y a la Fuerza Armada a fin de proclamar la justicia de su causa que Dios defiende.

La Revolución está en marcha. Este momento nos llena de justo orgullo y ha de provocar legítimo júbilo nacional. La historia juzgará la actitud de la Fuerza Armada y del pueblo peruano. Estamos seguros que las generaciones f uturas celebrarán este día de reparación como el día de la dignidad nacional.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Cuando un libro es un poema

por Andrés Soliz Rada

“Chile versus Bolivia: Otra Mirada”

Hay libros en prosa y libros en verso. El libro “Chile versus Bolivia: Otra Mirada”, de Pedro Godoy, es un poema escrito en prosa. Se trata del texto de un chileno chilenísimo, como el autor se define a sí mismo, que considera que lo mejor para su país y su pueblo es adscribirlos al destino de la Patria Grande, soñada por Bolívar, San Martín y O’Higgins. Consecuente con este postulado, estima que “La Moneda” debe devolver a Bolivia su condición de país costero, arrebatada en la Guerra de 1879.
El libro que glosamos (ediciones "Nuestra América" - Santiago) está impregnado del razonamiento preciso y del dato histórico irrefutable, lo que no disimula su inocultable cariño por Bolivia, forjado en sus años de mochilero imberbe, cuando fue tratado por autoridades y gente del país ahora enclaustrado con las consideraciones reservadas a un diplomático de carrera y al amigo al que se retribuye cariño fraterno con cariño fraterno.
Ese viaje, realizado hace más de cuatro décadas, marcó la vida, el apostolado y el pensamiento de Pedro, quien fue articulando su posición socialista y latinoamericana, bebiendo de fuentes tan nuestras como las de Abelardo Ramos, Augusto Céspedes, Gabriela Mistral y Víctor Raúl Haya de la Torre y de obras universales que pasaron por el filtro de su criterio propio. Su desordenada biblioteca de “San Ignacio” 1341, de Santiago, en la que sólo él es capaz de encontrar inmediatamente el texto que necesita, insufló vida y coherencia, desde hace 22 años, al Centro de Estudios Chilenos (CEDECH), fundado por él junto a Enrique Zorrilla, Leonardo Jeffs, Felipe Herrera, Jorge Barria, y Tomás Pablo.
El CEDECH y Pedro Godoy se fundieron en una sola entidad que, atenta al acontecer cotidiano, celebra alborozada la solución pacífica al conflicto del Beagle entre Chile y Argentina, demanda a Santiago la devolución de trofeos de guerra a Perú y exige que se atienda la demanda marítima de Bolivia. Para conseguir este propósito, todas las tribunas son buenas. Desde las visitas a su país del Sumo Pontífice o del Rey de España o las concentraciones socialistas en las que se exigía el restablecimiento de relaciones con Cuba. En medio de esas algazaras, aparecía Godoy planteando que se atienda el reclamo centenario de la Bolivia enclaustrada.
“Chile versus Bolivia: Otra Mirada” recuerda que la balcanización costó a la América morena el zarpazo gringo sobre la mitad del territorio mexicano, la segregación de la provincia de Panamá a la República de Colombia, las invasiones a Guatemala, Nicaragua, Haití o Santo Domingo, la anexión abusiva de Puerto Rico o el asalto inglés a las Malvinas. Su formación bolivariana reprueba las acciones perversas de determinadas ONGs que alientan enfrentamientos interétnicos, en lugar de impulsar la interculturalidad, basada en el respeto a lo diverso.
En una de sus recientes reflexiones, Godoy, desde una óptica latinoamericana, se pregunta si el juez español, Baltasar Garzón, tan valiente para enjuiciar a Pinochet, cuya condición sanguinaria, dictatorial y corrupta está fuera de duda, tendrá similar valentía para procesar a George W. Busch, genocida confeso y padrino de torturadores en cárceles de Irak y de Guantánamo. ¿Alguien está en condiciones de responder a este interrogante que también tiene el esplendor de un verso?