lunes, 29 de noviembre de 2010

ORDEN GENERAL SOBRE LA ALIMENTACIÓN DE TROPAS

por Emiliano Zapata

El General Emiliano Zapata, Jefe de la revolución del sur y centro de la República, hace saber a las fuerzas de su mando y a los habitantes que radican en los pueblos y cuadrillas que corresponden a diversas zonas militares revolucionarias:
Primero. Queda estrictamente prohibido sacrificar ganado de la gente pobre o de los adictos a la causa que se defiende, y los contraventores de esta disposición incurrirán en grave delito haciéndose acreedores a una pena, salvo en los casos que se fijan a continuación.
Segundo. Para la alimentación de las tropas libertadoras se hará uso del ganado que corresponde a la revolución y que perteneció a los hacendados del Estado de Morelos y en general, a los enemigos de la causa que se defiende; pero sólo las fuerzas organizadas al mando de sus jefes respectivos, podrán sacrificar reses y de ninguna manera pueden hacer lo partidas de dos, tres, cinco u ocho revolucionarios dispersos que sin causa justificada se hallen fuera de sus jefes a quienes correspondan.
Tercero. Cuando una fuerza revolucionaria se halle en un punto donde no se encuentre ganado de la revolución, y que carezca de otros viveres, podrá disponer de reses pertenecientes a los adictos a la causa; pero siempre teniendo en cuenta que sean de personas que no se perjudiquen mucho, incurriendo en grave falta aquellos que no acaten esta disposición superior y quienes serán castigados irremisiblemente con severidad.
Cuarto. Los que no correspondan al ejército revolucionario y que por razón de la pobreza en que se encuentran, con motivo de las depredaciones que en sus intereses cometió el mal gobierno ilegal de Huerta, por medio de sus defensores traidores, y necesiten hacer uso del ganado, sacrificando reses para su subsistencia, podrán hacerlo, ya sea que pertenezcan a la revolución o a personas adictas a la causa; pero siempre que el ganado de los adictos a la revolución, cuando tenga que hacerse uso de éste, corresponda a personas que tengan más cantidad de reses y que no se perjudiquen mucho, para lo cual se dirigirán a la autoridad del lugar de que se trate o al jefe revolucionario más inmediato, a fin de que él nombre de entre los vecinos del lugar una comisión que se encargue de llevar a sacrificar las reses necesarias, y de repartir la carne entre la gente más necesitada del lugar; incurriendo en una grave falta aquellos que no obedezcan esta orden superior y quienes serán castigados con toda severidad.
Quinto. En todos los casos se cuidará de no sacrificar vacas paridas o bueyes, salvo cuando por no haber suficiente ganado, tenga que disponerse del que se encuentre; y serán castigados severamente los infractores de esta disposición.
Sexto. Queda estrictamente prohibido herrar ganado ya sea que pertenezca a la revolución, o bien que corresponda a otras personas y que resulte ser ganado ajeno; siendo castigados severamente aquellos que no respeten esta orden.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y dé el debido cumplimiento.
Dado en el Cuartel General del Estado de Morelos, a los veintiocho días del mes de octubre de 1913.

El General en Jefe del Ejército libertador del sur y centro

jueves, 25 de noviembre de 2010

ORACIÓN POR LA PAZ


por Jorge Eliécer Gaitán

Señor Presidente Mariano Ospina Pérez:

Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a vuestra Excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para la patria.
En todo el día de hoy, Excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes —de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies— han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.
Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Solo se ven banderas negras que se agitan!
Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa.
Ninguna colectividad en el mundo ha dado una demostración superior a la presente. Pero si esta manifestación sucede, es porque hay algo grave, y no por triviales razones. Hay un partido de orden capaz de realizar este acto para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general. No me he engañado cuando he dicho que creo en la conciencia del pueblo, porque ese concepto ha sido ratificado ampliamente en esta demostración, donde los vítores y los aplausos desaparecen para que solo se escuche el rumor emocionado de los millares de banderas negras, que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres villanamente asesinados.
Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad.
Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable.
Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y de civilización!
Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia!
Impedid, señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.
Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!
Os decimos finalmente, Excelentísimo señor: Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL DESTINO DE UN CONTINENTE (6)


por Manuel Ugarte

CAPÍTULO V

LA NUEVA ROMA

LA POLÍTICA DE LOS PUEBLOS DÉBILES. - EL "ANTIIMPERIALISMO" EN NUEVA YORK. - ARDIDES DEL CONQUISTADOR. EL GESTO DE ROOSEVELT Y EL SILENCIO DE LA AMÉRICA LATINA. - LOS MÉTODOS DEL AVANCE. - |SI HUBIÉRAMOS SABIDO!

jueves, 18 de noviembre de 2010

RUPTURA CON LA SECCIÓN MEXICANA

por León Trotsky

12 de junio de 1937[1]

Querido amigo[2]:

Ud. sabe que yo no intervengo en la política mexicana en general ni en la acción de la Liga Comunista Internacionalista sección mexicana en particular, pero ciertas manifestaciones de la Liga que afirma su solidaridad con el “trotskismo” me obligan a expresar por vuestro intermedio mi opinión con la mayor claridad.
¿Qué significa “acción directa”? ¿contra la carestía de la vida, huelgas, sabotaje, boicot, contra los hambreadores del pueblo?[3]
Es la primera vez en mi vida que escucho que el sabotaje es un método de lucha obrera. El sabotaje de la producción o de los transportes no significa la baja de los precios, sino el alza. Los farsantes stalinistas acusan a los trotskistas de sabotaje. Nosotros rechazamos esta acusación con indignación. Pero esta proclama de la Liga puede ser y será interpretada como la confirmación de las calumnias y las falsificaciones stalinistas.
¿Qué significa en esta caso la “acción directa” sin definir su contenido político? Esta fórmula del vocabulario anarco-sindicalista puede ser y será interpretada por nuestros adversarios como una incitación a la realización de actos terroristas.
El llamado es antimarxista, falso y aventurero. Pero no sólo eso: para esta política errónea, los autores del llamado eligieron una fórmula que parece creada especialmente para servir a los planes stalinistas.
Me reservo el derecho de condenar total y radicalmente esta política ligera y criminal. Estoy seguro que Ud. tendrá la misma opinión que yo.

Con mis más amistosos saludos.

Notas

[1] 1 Carta a D. Rivera. Traducido del francés de la versión publicada en Oeuvres, Tomo 14, pág. 125, editadas por el Instituto León Trotsky de Francia.
[2] El gran pintor y muralista mexicano Diego Rivera (1886-1957) había sido dirigente del Partido Comunista Mexicano, luego se ligó con la Oposición de Derecha de Lovestone. Se unió en 1936 a la sección mexicana, la Liga Comunista Internacional y fue miembro de su dirección. Fue, junto con su mujer Frida Khalo, quien hospedó a los Trotsky, a quienes les habían prestado la “Casa Azul”. En 1939 rompió con Trotsky y la IV Internacional (ver Balance de la ruptura de Diego Rivera).
[3] La dirección de la sección mexicana acababa de publicar un llamado a la “acción directa” contra la carestía de la vida. Lo inspiraba en ese momento el docente Luciano Galicia quien era en la LCI el adversario de Diego Rivera y sobre todo de Octavio Fernández.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Proclama revolucionaria del 4 de febrero de 1905


por Hipólito Yrigoyen

Manifiesto: La Unión Cívica Radical al Pueblo de la República

Ante la evidencia de una insólita regresión que, después de veinticinco años de transgresiones a todas las instituciones morales, políticas y administrativas, amenaza retardar indefinidamente el restablecimiento de la vida nacional; ante la ineficacia comprobada de la labor cívica electoral, porque la lucha es de la opinión contra gobiernos rebeldes alzados sobre las leyes y respetos públicos; y cuando no hay en la visión nacional ninguna esperanza de reacción espontánea, ni posibilidad de alcanzarla normalmente, es sagrado deber de patriotismo ejercitar el supremo recurso de la protesta armada a que han acudido casi todos los pueblos del mundo en el continuo batallar por la reparación de sus males y el respeto de sus derechos.
Sustanciar aquí las causas que determinan esta suprema resolución, sería suponer que la Nación no está compenetrada de ellas.
Son tan profundas que, si no han tronchado su porvenir, han malogrado al menos su vitalidad en uno de los períodos de mayor actividad y de más franca expansión.
La moral y el carácter, esos atributos con que Dios ha iluminado el universo revelando al hombre que sobre su frente lleva un rayo de divinidad, parece que no inspiran ni fortifican el espíritu de la Nación, cuando los gobernantes pueden inferirle los agravios que es penoso constatar una vez más, al reproducir el esfuerzo reivindicatorio.
Difamada la República en todos los centros del mundo, el descrédito seguirá latente y pasará a los anales de su vida, sin que sea dado precisar cuánto daño le habría ocasionado, ni cuándo retornará a la plena seguridad de su prestigio.
Agotada y perturbada durante el mejor desarrollo de sus energías, ya no recuperará la vida perdida, cualquiera que sea el acrecentamiento futuro. Desmoronado íntegramente su organismo político, será obra premiosa del concurso y de la solidaridad nacional levantarlo en todo su imperio, renovando e inculcando la enseñanza de sus principios y acentuándolo en los hechos por su recta aplicación y funcionamiento.
Es ésta una severa lección para no consentir las desviaciones de los gobiernos, dejándolas impunes, porque se hacen irreparables y asumen el carácter de responsabilidades colectivas, infiriendo a la sociedad males que no debió sufrir o privándola de beneficios que debió alcanzar.
Todo ha sido conculcado desde su cimiento hasta su más alta garantía. El sufragio, condición indispensable de la representación electiva, ha sido falseado primeramente y simulado por fin, con intermitencias de sangrientas imposiciones.
La vida comunal, la más directa demostración de las libertades públicas, la primera escuela político-social y una de las bases de nuestra organización, ha sido sucesiva e implacablemente menoscabada en su prestigio y en su eficiencia, hasta quedar suprimida, aún en esta Capital, centro de gloriosas conquistas humanas por ley fundada en la agraviante ironía de su notoria incapacidad de practicarla.
Mediante un sistema de punibles irregularidades, las provincias han sido convertidas en meras dependencias administrativas. Los gobernadores invisten y ejercen la suma de los poderes, y a su vez se posternan ante el Presidente de la República, quien por el hecho de serlo adquiere prepotencia tan absoluta que todos, hasta el Congreso y las legislaturas, se someten incondicionalmente a su voluntad para afianzarse en el cargo que detentan, retomarlo si lo han perdido o conseguirlo si lo aspiran.
Las constituciones, para cuya revisión las sociedades bien dirigidas buscan las horas tranquilas y concurrentes de la opinión, has sido rehechas y deshechas al arbitrio de los gobernantes, no para ampliar los derechos o darles más garantías, sino para restringirlos o falsearlos, arrogándose mayores poderes y extendiendo sin necesidad el enorme personal administrativo. En cambio, no se han cumplido muchos de los más fecundos preceptos que ellas consagran, como medios conducentes y eficaces para la mejor legislación y el bienestar de los pueblos.
La verdad y la eficacia de la doctrina que tiene por base el gobierno del pueblo por el pueblo reside en el grado de libertad con que la función electiva se realiza. Sin ésta no hay mandato sino usurpación audaz, y no existe vínculo leal alguno entre la autoridad y el pueblo que protesta. Las demás instituciones que se fundan en el hecho de esa representación y están destinadas a recibir su calor, quedan anuladas y mutiladas en su verdad y energía.
Desde la justicia y la instrucción, tan primordiales como fundamentales, hasta el ejército y las finanzas, todos los centros y ramas del gobierno están en el caos, acusando descenso moral, incompetencia y abandono de los más importantes intereses de la Patria. Las cátedras, las magistraturas, la dirección de los institutos científicos, la jefatura de las reparticiones y, en una palabra, todos los cargos públicos, se conceden a los cortesanos con prescindencia de integridad y de ilustración. La labor administrativa se traduce en obra inorgánica y destructora, en la contradicción permanente de las iniciativas más opuestas, mientras quedan sin solucionarse los grandes problemas del bienestar nacional.
En el derroche irresponsable y sin contralor, se ha disipado la riqueza del país con la cual estaríamos en condiciones de abordar con éxito la ejecución de las obras públicas que la civilización impone. Gravita sobre el país, comprometiendo su presente, el peso de una deuda enorme, de inversión casi desconocida, que pasará a las generaciones futuras como herencia de una época de desorden y de corrupción administrativa. El presupuesto es ley de expoliación para el contribuyente, de aniquilamiento para la industria, de traba para el comercio y de despilfarro para el gobierno. El pueblo ignora el destino real de las sumas arrancadas a su riqueza, en la forma de impuestos exorbitantes, porque el Congreso no cumple el deber de examinar las cuentas de la Administración para hacer efectivas las responsabilidades emergentes de los gastos ilegales y de la malversación de los dineros públicos.
La población permanece casi estacionaria, siendo evidente que cuando menos debiéramos constituir un Estado diez veces millonario, fuerte y laborioso, con personalidad respetada en el mundo trabajando en paz y libertad la grandeza de la Patria.
Tan absolutas son las absorciones del poder, que no existen leyes ni garantías seguras; y tan profunda es la depresión del carácter que, dentro del régimen, no hay conciencia que resista, ni deber que no se abdique ante la voluntad del presidente o del gobernador.
El predominio de esa política egoísta y utilitaria, que mantiene sistemáticamente clausurado el camino de las actuaciones dignas, ha esterilizado las mejores fuerzas del carácter y de la inteligencia argentinas. Han sucumbido, las unas en el esfuerzo de la lucha activa, en la protesta contra el régimen; se han rendido, otras, víctimas del descreimiento o falta de valor cívico, y se extinguen las más en el ostracismo de la vida pública, impedidas de prestar a la Nación el servicio de su patriotismo y de sus luces.
Hemos pasado por las más graves inquietudes internacionales, que debiendo ser un accidente, han sido una preocupación de años para concluir desprestigiándonos en Sud América, y modificando la historia y la carta geográfica argentina.
La personalidad moral de la Nación ha sido reducida. Debíamos haber asumido ya una significación doblemente importante en el escenario del mundo y estamos aún confundidos entre las Repúblicas subalternas e inorgánicas de América, expuestos a sufrir las consecuencias de las sociedades que por no desenvolverse paralelamente al deber y al progreso, se ven forzadas a buscar su regeneración en la crisis de dolorosas conmociones.
La inmoralidad trasciende del conjunto de la obra administrativa, y contadas serían las reparticiones públicas que, ante un rápido examen, no pondrían al descubierto irregularidades de las más impúdicas. ¡Qué sería si se practicara una investigación severa con ánimo de hacer justicia!
Todo esto es la obra de un régimen funesto que pesa ignominiosamente sobre el país, que domina el gobierno de las provincias y tiene a la cabeza al presidente de la República que, siendo el más alto representante de su voluntad, es también su omnipotencia salvadora. Por eso ha resistido hasta ahora los reiterados esfuerzos de la opinión.
Ante su predominio, todos los preceptos morales han sido escarnecidos, se han rendido los hombres y han claudicado los partidos. No ha quedado una frente prominente, una corporación austera, un centro altivo de enseñanza donde el espíritu público pueda acudir a recibir una sana idea o una justa inspiración.
No ha podido surgir en la República un núcleo de hombres de Estado, representativos y caracterizados, tales como los que tuvo hasta que se inició la descomposición, porque, impedido el digno ejercicio de la vida pública, se ha hecho imposible que se formen con las virtudes, la autoridad y la experiencia que deben tener para constituir una garantía y una fuerza social.
Los partidos políticos son meras agrupaciones transitorias, sin consistencia en la opinión, sin principios ni propósitos de gobierno. Desprendidos los unos del régimen que domina al país, procedentes los otros de defecciones a la causa de su reparación, el anhelo común es la posesión de los puestos públicos. El tono de su propaganda se ajusta a la posibilidad de obtenerlos, a las promesas hechas o a las esperanzas desvanecidas, incurriendo en la incongruencia de las críticas y de los aplausos en la confusión de la protesta y de la alabanza por los mismos actos, y hacia los mismos hombres en igualdad de situaciones y procedimientos. La oposición pierde así sus condiciones esenciales para el bien público, se convierte en escuela perniciosa y perturbadora y en un exponente de la depresión general.
Se han anticipado los vicios y complicaciones de las sociedades viejas; la clase obrera desatendida hasta en las más justas peticiones, forma con sus reclamos un elemento de perturbación económica y genera graves problemas, que el gobierno ha debido prever y resolver oportunamente; en el orden intelectual, se comprueba la ausencia de hombres de ciencia, jurisconsultos, oradores, y si existen, es para extinguirse en silencio, faltos de escenario y de estímulos; se han subvertido, en fin, los conceptos de honor nacional, de dignidad personal, de cuanto hay de grande y de noble en las sociedades que conservan el culto por los ideales que ensanchan los horizontes de la existencia. Es un ocaso, en el que cada día la regeneración moral retrocede y se aleja.
Tal es, en conjunto, la intensidad del desastre, sin analizar sus múltiples subversiones. Es una vorágine, que ha llevado por delante todo lo que no ha tenido energías bastante para resistirla, causando estragos tan grandes que el pensamiento no puede precisarlos y definirlos, aunque los abarque en la realidad de lo que está a su alcance.
Vivificados en todo el territorio por la fecundidad de una naturaleza exuberante en las distintas producciones del mundo, procedentes de una cuna que nos enorgullecerá siempre, emancipados al empuje de los más heroicos sacrificios, generaciones sucesivas de eminentes ciudadanos, en medio de las angustias y de los esplendores de la lucha por la independencia y la organización, establecieron para presidir la sociedad argentina los adelantos de la civilización moderna y los principios más avanzados de gobierno.
Bastará recordar esos antecedentes, fijar el pensamiento en la razón que nos señala predestinados a ser el centro de poderosos agrupaciones humanas, y acaso el punto de partida de la renovación del mundo; bastará dirigir la vista hacia esa alta cumbre del pasado glorioso, volverla hacia esa otra cima de los grandes destinos del porvenir, y luego mirarnos en el llano en diminuta proporción, habiendo perdido autoridad moral y gran parte de riqueza en el desenfreno de la orgía gubernativa; bastará eso para reconocer con amargura que en la primera centuria de vida independiente hemos fracasado ante nuestra propia conciencia, ante la historia y ante el mundo entero, defraudando el voto y las inspiraciones de los que nos dieron Patria.
Ante la magnitud de este crimen, de esta fatalidad sin reparo, consumado en la época del trabajo, de la independencia y de las múltiples conquistas del espíritu humano, cuando hombres y capitales afluían de todas partes a poblar y fecundar el país, sus causantes son más que reos de lesa patria: son todo y no son nada, porque en presencia de la enormidad del agravio, sus responsabilidades son un sarcasmo, sus protestas de regeneración una blasfemia, y el progreso de que blasonan una iniquidad.
El régimen ha subsistido, consolidándose al amparo de la política del acuerdo, que fue una defección a terminantes promesas reaccionarias y malogró la reivindicación a punto ya de conseguirse traicionando deberes patrióticos, en cambio de posiciones oficiales.
Nunca pensamiento más pernicioso penetró en causa más santa, disgregó las fuerzas de la Unión Cívica, llevó a los unos a solidarizarse y coparticipar en la obra oprobiosa del pasado, e impuso a los otros el deber de la actitud inquebrantable y digna en que hasta el presente se mantienen, defendiendo la integridad de la causa.
Esa política, al dar patente de indemnidad a los grandes culpables, ha aumentado los males y los agravios que en 1890 provocaron la protesta del país, atacado en su honor, en sus instituciones y en el libre desenvolvimiento de sus riquezas. A todos los que entonces existieron, y que subsistiendo se han hecho más intensos, deben agregarse hoy los que ella ha causado, y los procedentes de la desaparición prematura de tantos ciudadanos austeros, que sirvieron con entereza la causa de la reparación nacional, que hoy serían la mejor esperanza de la República y un baluarte contra la corrupción que avanza.
La República ha tolerado silenciosa estos excesos, en horas de incertidumbre, ante el peligro de complicaciones internacionales, llevando la abnegación hasta el sacrificio, en homenaje a su solidaridad y con la esperanza de ver cumplida la promesa tantas veces reiterada de una reacción espontánea, que eliminara la necesidad de una nueva conmoción revolucionaria. En el estado actual no es posible abrigar esa esperanza sin incurrir en un error irreflexivo. El Congreso y las instituciones provinciales son las mismas. La Presidencia no ha mejorado sus títulos por el hecho de haber asumido el mando y solidarizada, moral y materialmente, con el régimen que la ha consagrado, carece de autoridad para iniciar la reacción, y de medios para realizarla.
El carácter de funcionario público representativo no se adquiere por los programas que se formulan, sino por la legalidad integral del mandato que se inviste. Osado sería quien se presentara contrario a los anhelos, intereses y sentimientos colectivos, y total inexperiencia revelaría, si no se refiriera a ellos cuando siente llegar hasta la altura de la posición usurpada el eco de la protesta pública. En tan vanas y falaces promesas, constantemente expresadas y jamás cumplidas, sólo pueden creer los que, deliberadamente, quieran cohonestar con ellas, o los que no consideran las cosas en su realidad y esencia. De los efectos no deben esperarse sino las consecuencias de las causas de que emergen; y es funesto error anatematizar el delito en su elaboración, y luego de consumado, acordarle sanción legal y aun justificarlo, atribuyéndole virtudes y energías benéficas.
La República no podrá olvidar que los ciudadanos que hoy dirigen sus destinos son los mismos que en 1893 avasallaron las cuatro provincias que habían reasumido su autonomía, ahogaron sus libertades, próximas ya a alcanzar su dominio, encarcelaron y desterraron a los más distinguidos ciudadanos del país con lujo odioso de arbitrariedad y de vejámenes.
Connaturalizados con el teatro en que se han desenvuelto, no es posible esperar de ellos severos conceptos morales y altas inspiraciones cívicas. No se efectúan en el espíritu humano cambios tan radicales que permitan pasar del escepticismo, del descreimiento y de la corrupción política en que se ha vivido, a una acción reparadora, destinada, precisamente, a destruir el sistema del que se ha sido instrumento o servidor. La hipótesis que pueda hacerse en esa forma y por esos medios, supondría la relajación y la rendición de las fuerzas morales de la República. Pregonarlo, no es sino estimular una lucha de veleidades y de tendencias personales, encaminada a dar preponderancia, dentro del régimen, a los que suben sobre los que bajan. Esta lucha de predominios es el drama eterno de la vida de las sociedades, pero, arriba de ella, están los intereses de la República que debe hacer efectivas las responsabilidades con una concepción absoluta de justicia.
Entre el último día del oprobio y el primero del digno despertar, debe de haber una solución de continuidad, una claridad radiante, que lo anuncie al mundo y lo fije eternamente en la historia. Esperar la regeneración del país de los mismos que lo han corrompido, pensar que tan magna tarea pueda ser la obra de los gobiernos actuales de la República y de la Presidencia surgida de su seno, sería sellar ante la historia y sancionar ante el mundo veinticinco años de vergüenza con una infamación, haciendo del delito un factor reparador, el medio único de redimir el presente y salvar el futuro de la Nación.
Esta tarea requiere escenario y factores nuevos, porque las acciones humanas realizadas en un medio extraño a sus móviles, resultan inocuas o contraproducentes; exige una gran cohesión moral, un sólido vínculo de civismo, el concurso de la voluntad nacional, y reclama un ambiente de justicia y de independencia de espíritu en el cual puedan desenvolverse ampliamente todas las capacidades, y bajo cuya influencia, hasta que sean posibles las reacciones de los hombres, por la modificación de las ideas y de los procedimientos.
Los primeros actos del nuevo gobierno evidencian la exactitud de estos juicios: el Congreso se ha clausurado, sumisamente, con injuria a las instituciones y grave daño para importantes intereses, sancionando sin estudio un presupuesto enorme, porque así lo impuso la política presidencial, realizando un acto sin precedentes que habría sido bastante en una situación regular para causar la crisis del Ejecutivo. Los gastos fuera de ley forman como antes un presupuesto extraordinario que nadie vota ni controla; los cargos públicos se adjudican en premio de servicios electorales, sin espíritu de justicia; y las concesiones y dádivas continúan incorporadas a las prácticas administrativas. En el orden político se asiste exactamente a la reproducción de los procederes del pasado, y como obra de gobierno a la onerosa destrucción de lo existente, sin beneficio alguno.
La Unión Cívica Radical, que es fuerza representativa de ideales y de aspiraciones colectivas, que combate un régimen y no hombres, no puede, pues, declinar de su propósito ni arriar su bandera. Cumple las decisiones de sus autoridades directivas y responde a las exhortaciones de todos sus centros de opinión. Va a la protesta armada venciendo las naturales vacilaciones que han trabajado el espíritu de sus miembros, porque contrasta e indigna, sin duda, el hecho de que un pueblo, vejado en sus más caros atributos e intensamente lesionado en su vitalidad, tenga aún que derramar su sangre para conseguir su justa y legítima reparación. Pero el sacrificio ha sido prometido a la Nación: lo reclaman su honor y su grandeza, y lo obligan la temeraria persistencia del régimen y la amenaza de su agravación. Se efectúa sin prevenciones personales, inconcebibles dentro del carácter del movimiento, y extraños a la índole moral de los que lo dirigen, con derecho a sustraerse a estas agitaciones, escudados en el antecedente de una larga y fatigosa labor cívica.
La revolución la realiza únicamente la Unión Cívica Radical, porque así lo marca su integridad y lo exige la homogeneidad de la acción; pero es por la Patria y para la Patria. Ese es el sentimiento que la inspira y ésa es la consigna que lleva cada uno de sus soldados. En ese concepto, solicita el concurso de cuantos quieran contribuir con su esfuerzo a la obra de la reparación. Los principios y la bandera del movimiento son los del Parque, mantenidos inmaculados por la Unión Cívica Radical, la que bajo sus auspicios promete a la República su rápida reorganización, en libre contienda de opinión ampliamente garantizada, a fin de que sean investidos con los cargos públicos los ciudadanos que la soberanía nacional designe, sean quienes fueren. Los únicos que no podrán serlo, en ningún caso, son los directores del movimiento, porque así lo imponen la rectitud de sus propósitos y la austeridad de su enseñanza.
La importancia de los elementos acumulados permite abrigar la esperanza de que la prueba será lo menos sensible. La Unión Cívica Radical rechaza, en absoluto, todo daño anterior y posterior, no aceptando sino el indispensable en el momento de la acción, y eso, como deber imperioso y como el sacrificio más grande que pueda hacerse por la tierra en que se ha nacido. Lo afrontamos, íntimamente poseídos de que asistimos a la fecunda obra de reparación de la República, en toda su plenitud, para encaminarse por los senderos permanentes de su grandioso destino.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Programa del Movimiento Nacionalista Tacuara


Argentina

1.Nuestra Patria no es un mero hecho geográfico, ni un conglomerado de individuos. Comunidad de raza, religión, cultura e historia, que nos señala un futuro común, Argentina es una UNIDAD DE DESTINO, y tiene, como heredera del Imperio Español, una misión que cumplir en lo Universal.
2.Para que Argentina pueda cumplir su misión histórica, debemos romper con las viejas estructuras económicas, sociales y políticas del liberalismo burgués. Esto sólo podrá realizarse mediante un total proceso revolucionario, que devuelva a nuestra Nación su fe en sí misma y en su futuro.

Estructuras políticas

1.Ante el fracaso histórico del régimen liberal-burgués, la Revolución lo reemplazará por el Estado Nacional-Sindicalista. Éste será el instrumento mediante el cual encauzaremos el país por su glorioso destino.
2.El ineficaz Parlamento será reemplazado por las Cámaras Sindicales, en las que los intereses del trabajo y la producción estarán representados junto con las demás fuerzas integrantes de la realidad nacional.
3.Las Cámaras Sindicales designarán al Poder Ejecutivo, el que podrá ser removido por las mismas en caso de apartarse de los objetivos que le fije la Constitución dictada por la Revolución Nacional, asegurando así al Estado como servidor permanente del interés supremo de la Nación y la realización de su misión histórica, que no pueden estar sujetos a contingencias propias de la demagogia electoralista.
4.Se suprimirán los partidos políticos, por ser estructuras artificiales que atentan contra la Unidad Nacional.
5.Todas las jerarquías de la Nueva Sociedad se basarán sobre la plena responsabilidad de sus integrantes.

Política Social

1.Sin Justicia Social no puede haber paz ni orden en el país. TACUARA se rebela contra la injusticia social y reconoce el mismo derecho a todos aquellos que la sufran.
2.La lucha de clases, que atenta contra la Unidad Nacional, es producto de la actual estructuración injusta de la sociedad, que conforma la existencia de opresores y oprimidos. El Nuevo Estado tenderá a la progresiva eliminación de las barreras económicas, sociales y culturales que las separan.
3.La familia, unidad social fundamental, merecerá la máxima consideración y protección por parte del Estado. Asegurada su unidad mediante el matrimonio indisoluble, tendrá representatividad dentro de las instituciones sindicales, municipales y de educación.
4.La inmigración será estrictamente seleccionada y controlada. No se admitirá el ingreso de grupos étnicos y culturales inasimilables.
5.La ciudadanía argentina será concedida como excepción, en base a servicios prestados y a la total identificación con la comunidad nacional.

Estructuras económicas

1.Las actuales estructuras capitalitas serán destruidas, porque:
a)están basadas en la explotación social y, por lo tanto, son gérmenes de discordia y resentimiento;
b)sucarácter antinacional atenta contra la soberanía.
1.Todas aquellas empresas que sean consideradas como servicios públicos o vitales para la defensa nacional serán controladas por el Estado.
2.Dado el carácter parasitario e inconducente del capitalismo, corresponde promover un ordenamiento económico en que los productores, desde el jefe de empresa hasta el último aprendiz, en un todo jerarquizado y orientado a las necesidades nacionales, sean los dueños exclusivos de la empresa.
3.Con relación a las pequeñas y medianas empresas atendidas directamente por sus dueños con el auxilio de mano de obra ajena, la acción del Estado Nacional-Sindicalista se limitará a articular una adecuada participación en las ganancias, habida cuenta de la importancia de la intervención patronal.
4.La Revolución en el campo terminará con los latifundios, sean éstos nacionales o extranjeros. Igualmente las tierras no explotadas y las tierras fiscales o pertenecientes a Sociedades Anónimas serán divididas en unidades económicas adecuadas a las características regionales y entregadas a perpetuidad a jefes de familia.
5.La Revolución, mediante el desarrollo de una industria pesada nacional y una justa política de créditos, pondrá en manos del hombre de campo toda la maquinaria agrícola necesaria para aumentar al máximo la producción.
6.La propiedad de la vivienda familiar, sea ésta rural o urbana, no podrá ser bien de renta ni de especulación.
7.Para asegurar el servicio de la Nación los resortes fundamentales de la economía y para hacer efectiva la liquidación de las estructuras injustas del capitalismo, nuestro Estado procederá a la inmediata nacionalización de las instituciones bancarias y crediticias, así como del comercio exterior.
8.La disposición del capital privado para préstamos a interés, usurario o no, será considerada delito y castigado como tal.

Espíritu y educación

1.Frente al materialismo liberal-marxista, el Nacionalismo afirma la primacía de los valores espirituales del hombre y la sociedad, conforme a la Verdad Católica que, por otra parte, está enraizada en forma irrevocable en nuestro destino histórico y en nuestro ser nacional.
2.Esta concepción deberá informar la enseñanza en todos sus ciclos, que impartida por el Estado y la Iglesia, absolutamente gratuita, debe abandonar totalmente los moldes del enciclopedismo para dirigirse a la formación del hombre.
3.Concebimos a la Universidad como una corporación jerárquica de profesores y alumnos, aquéllos en función de enseñar y éstos en función de aprender. Colocaremos a la inteligencia y la ciencia al servicio de la Verdad y de la Patria
4.La Iglesia participará en el Estado Nacional- Sindicalista en todo cuanto ataña a sus funciones específicas.
5.Todos los ciudadanos de otras religiones podrán practicar libremente su culto, pero sus actividades no podrán extenderse a la propaganda ni a la enseñanza.
6.Las relaciones entre la Iglesia y el Estado serán fijadas por un concordato. Aparte, fijamos nuestro anhelo de ver en los hombres y las jerarquías de la Iglesia un autentico espíritu católico, que no haga de ésta privilegio de castas ni minorías.

Fuerzas Armadas

1.El régimen liberal-burgués ha convertido a las Fuerzas Armadas en instrumento de la represión al servicio de una clase y en contra de la Nación. El Estado Nacional- Sindicalista devolverá a éstas su función específica de custodia de lo permanente.
2.Los países militarmente débiles no son libres. Por lo tanto, para alcanzar la libertad nacional, la Revolución reestructurará las Fuerzas Armadas, adecuándolas a las necesidades de la guerra moderna y creando en ellas una auténtica mística nacional.
3.Las Fuerzas Armadas en el Estado Nacional-Sindicalista deberán cumplir con su misión educadora, formada a la juventud en el espíritu de servicio de la Patria.
4.Afirmamos un sentido militar de la existencia, basado en la jerarquía, la disciplina y el servicio. Encuadraremos militarmente a los voluntarios de todas las clases sociales, para la defensa de la Patria y la Revolución.

Política internacional

1.La actual división del mundo en bloques antagónicos (marxismo y capitalismo) es artificial, pues ambos se basan en el más crudo materialismo y encubren, en el fondo, la misma explotación del hombre y la negación de los valores nacionales. La actual política argentina, basada en la servidumbre a uno de estos bloques, es propia de la mentalidad mediocre y antinacional del régimen burgués.
2.Sólo mediante una política de absoluta independencia y un espíritu nacional agresivo podremos liberarnos del actual estado de sumisión. Ante el choque de los dos imperialismos en pugna (Rusia y Estados Unidos), mantendremos una política de neutralidad positiva, que no significa indiferencia, sino la defensa de nuestros ideales extendida al plano internacional.
3.La Revolución asume la responsabilidad histórica de liberar a Hispanoamérica de la opresión imperialista. Una Hispanoamérica libre y unificada desde el Río Bravo hasta la Antártida es la única garantía de paz y progreso para los pueblos explotados del continente.
4.El resurgimiento nacionalista de Europa. El despertar de Asia y África y la liberación integral de Hispanoamérica dará empuje a un nuevo bloque de Estados Nacionales que enfrentarán las ambiciones de los imperialismos. Nuestra Patria adoptará una política rectora tendiente a agrupar y conducir a los pueblos de Hispanoamérica.
5.El Estado Nacional- Sindicalista promoverá la afirmación concreta y efectiva de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y el Territorio Nacional Antártico.

jueves, 4 de noviembre de 2010

DOCUMENTO DE ORGANIZACIÓN DEL EJERCITO DEFENSOR DE LA SOBERANÍA NACIONAL DE NICARAGUA


por Augusto C. Sandino

2 de setiembre de 1927

1°-La institución del Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua se compone de liberales voluntarios nicaragüenses y de indo-hispanos, quienes deseen unirse a nuestro Ejército, dispuestos a defender con su sangre la libertad de Nicaragua; por lo mismo, sólo reconocen como Jefe Supremo al patriota general Augusto César Sandino, leal y sincero, quien ha sabido defender con toda abnegación el decoro nacional, como legítimo nicaragüense. En tal concepto ajusta sus actos al más elevado espíritu de patriotismo y disciplina, sujetándose y reconociendo el Código Militar de la República.
2°-La institución militar del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, desconoce todo acto, orden o disposición que emane del gobierno traidor intervencionista de Nicaragua, así como de los invasores de la Patria quienes con cinismo de grandeza están hollando nuestro territorio nacional, pues se entiende que la política de nuestro país no debe emanar de una nación extraña, sino que debe estar basada en el más alto espíritu nacional.
3°-El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua no es una facción partidarista, que con su actitud trata de la división del Partido Liberal, muy al contrarío: es el alma y el nervio de la Patria y de la Raza y por lo mismo se concerta (sic) a la defensa de nuestra soberanía nacional y al mantenimiento de los derechos de libertad, los cuales fueron violados por el tránsfuga y traidor José María Moncada, quien con su desenfrenada ambición, no meditó las graves consecuencias de su cobardía traicionando a su Patria, a su Jefe y a su Partido. En tal concepto, comprendiendo que Nicaragua no debe ser patrimonio de determinado grupo o partido, juramos ante los símbolos de la Patria morir antes que vendernos o rendirnos ante las propuestas de los invasores y traidores, quienes por tanto tiempo han traficado con nuestro Honor Nacional.
4°-Todo guerrillero que con posterioridad se levantase en armas uniéndose al Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, está obligado a participarlo al Jefe Supremo de nuestro mismo Ejército, quien lo organizará con las formalidades debidas, eligiendo la zona en que habrá de operar.
5°-El departamento de Nueva Segovia, lugar en donde se ha mantenido latente el patriotismo nicaragüense, se divide en cuatro zonas, comprendidas, en la siguiente forma: Pueblo Nuevo, Somoto Grande, Quilalí y Ocotal, en las cuales operará un jefe expedicionario que oficialmente será nombrado por el Jefe Supremo de la Revolución.
6°-A todo Jefe Expedicionario le está prohibido estrictamente hostilizar a los pacíficos campesinos, pero podrán lanzar empréstitos forzosos a los capitalistas nacionales y extranjeros para el sostenimiento de nuestra guerra, comprobando debidamente las cantidades que empleen en el sostenimiento de las fuerzas a sus órdenes, pues el desacato a esta disposición dará lugar a procedimientos, de conformidad con nuestro Código Militar.
7°-A todo jefe perteneciente al Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, le está prohibido estrictamente celebrar pactos secretos con el enemigo, ni podrá aceptar convenios de ninguna clase. Quien quebrantare esta disposición, será juzgado marcialmente en Consejo de Guerra.
8°-Los poderes de la Revolución están constituidos en nuestro Cuartel General, baluarte del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, en donde seguiremos sosteniendo con lealtad, el símbolo de la Patria y de la Libertad.
9°-Toda orden que emane del Jefe Supremo de la Revolución, será acatada con el más alto espíritu de disciplina y por lo mismo, todo Jefe perteneciente a nuestro Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, está obligado a cumplir, y hacerla cumplir con el deber que impone el honor y el patriotismo.
10°-El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, compuesto de abnegados patriotas, no admite sueldo diario, porque tal acto sería juzgado ante el mundo civilizado con la más acre censura, supuesto que todo nicaragüense digno, está obligado a defender voluntariamente el decoro de la Nación. El Jefe Supremo de nuestro Ejército se compromete a procurar los medios de conseguir al Ejército todo lo indispensable, en equipo y vestuario, de conformidad con nuestras condiciones.
11°-Toda comunicación oficial que emane del Cuartel General así como de jefes, oficiales y soldados, deberá ir suscrita al final con las palabras de "Patria y Libertad", las cuales se reconocerán oficialmente en todo el Ejercito.
12°-El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua está en comunicación activa con las demás naciones indo-hispanas; por lo mismo, tiene ya nombrados sus representantes, quienes trabajan en beneficio de nuestra causa, por lo que nuestro triunfo tendrá que ser un hecho, el cual llenará de gloria a quienes haciendo a un lado toda ambición personal, supieron aceptar el sacrificio que exige la defensa de la honra de la Patria.
13°-Los grados expedidos por el Comando General de nuestro Ejército serán reconocidos al triunfo de nuestra causa, para lo cual, le será expedido a cada interesado su despacho correspondiente.
14°-El Jefe Supremo de la Revolución, jura ante la Patria y ante el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, no tener compromiso político con nadie y que sus actos se ajustan al más elevado patriotismo, asumiendo la responsabilidad de ellos ante la Patria y la Historia.
En virtud de lo expuesto, todos los jefes oficiales y soldados conscientes de sus deberes,
Lo ratificamos y firmamos a los dos días del mes de setiembre de mil novecientos veintisiete, en el Chipote, Las Segovias, Nicaragua, Centro América.