viernes, 25 de abril de 2014

LOS FUNDAMENTOS REALES DEL “SER NACIONAL”

por J.J. Hernández Arregui

 “Iberoamerica ha mirado ya demasiado
hacia fuera; hay que saber si lo que quiere
es vivir o diluirse en el mundo. Lo que
vive mantiene una entidad autónoma, lo
que muere se funde en el alma universal.”
Manuel Ugarte

“La política de los Estados esta dentro
de su geografía”
Napoleón

Esta tesis geopolítica de Napoleón, con las reservas que impone la aplicación extrema del factor geográfico a la explicación de la historia, es verdadera con relación a América concebida como un todo dentro de la masa terráquea del globo, pero no con respecto a sus diversos países. El poder de la América del Norte, con la interdependencia actual Estados Unidos y Canadá, tiene su base física en la geografía, a diferencia de Iberoamérica, una nación geográfica definida, aunque políticamente desvertebrada, lo que, de entrada, establece que el factor político condiciona a la geografía en mayor medida que el factor geográfico a la política. El factor geográfico, aunque importante, es favorable o negativo, respecto a la política de las naciones y continentes, de acuerdo a la intervención de otras causas. Más aún, el factor geográfico es eso, una con-causa. Es decir, causa accesoria. No debe olvidarse que toda causa histórica es un conjunto de condiciones. Es innegable, con relación a la América latina y su destino, el papel de la geografía, ya que sin esa realidad física no podría preverse su futuro mundial. Pero la geografía es la base y no el vértice del porvenir triangular de Iberoamérica.
Abierta al Atlántico y al Pacífico, con todos los climas mediterráneos y marítimos, la multivariedad geográfica parecería favorecer la dispersión por causas geopolíticas invencibles. Esta tesis, difundida por las grandes potencias mundiales, tiende a desalentar todo intento de unidad —histórica, económica, étnica y cultural— de la América latina. Tal tesis es inexacta. El factor geográfico, con relación al destino de las naciones, no es fatal sino “ocasional”. Las diferencias geográficas del continente no son mayores que las de Europa o Asia. Por otra parte esas diferencias se mitigan notablemente en la América latina si se las agrupa por grandes regiones imaginarias dentro de fronteras más reales que las actuales. Las fronteras de las repúblicas latinoamericanas son artificiales, no naturales. En su mayor parte fluviales, propias de provincias, no de naciones. Parcelaciones horizontales, no verticales, que son las verdaderas fronteras. La gran fractura física de la América latina es el macizo andino, particularmente con relación a Chile y la Argentina. Pero no es insuperable. Las poblaciones de ambos lados de la cordillera practican contactos comerciales y parecidas costumbres, que hacen más afines a los argentinos con los chilenos de esas zonas que con los argentinos del litoral. El hombre chileno es distinto al de Buenos Aires, es decir, del litoral atlántico, pero no del mendocino que, por su parte, se entenderá mejor, por encima de nacionalismos mentidos, con un chileno que con un porteño. Y una vez más se ratifica la supremacía del factor cultural, que asociado a la técnica —un sistema de comunicaciones adecuado— relativiza el estorbo de la cordillera y, además, predetermina la vinculación inevitable, como en Estados Unidos, entre el Atlántico y el Pacífico.
México y América Central constituyen una unidad geopolítica. Los países del centro del continente y los del sur son regiones destinadas a la fusión fronteriza. Este ablandamiento de los límites, impondrá a su vez nuevas relaciones entre las naciones reagrupadas al estrechar las bases geopolíticas de una gran nación confederada. América latina es un continente ligado al norte por el puente ítsmico de la América Central, y este corredor geográfico, nunca ha dejado de ser una nación, cuyo sentimiento ha dormitado, bajo la actual desunión política, efecto del divorcio con la geografía y no a la inversa, como lo probó el periodo colonial. Falsas fronteras geográficas albergan reales conflictos políticos. La historia de los litigios y guerras por cuestiones limítrofes en América latina testifican esta verdad. Uno de los motivos, como ya se ha indicado, del olvido deliberado del período virreinal por parte de la historiografía de las oligarquías, ha respondido al plan oculto de hacerles perder a estos países el recuerdo de la primitiva unidad, bajo el dictado de los intereses extranjeros suplantados por nacionalismos enfermos sin fundamentos geográficos reales.[1]
El ejemplo cabal de esta política que ha dislocado a todo el continente, es Bolivia. Desvertebramientos de este tipo, que violentan a la América latina, al margen de causas locales siempre secundarias, han sido impuestos por la división internacional del trabajo, mediante el engendro de zonas monopoductoras desligadas de las regiones madres, con su consecuencia, la creación de naciones que no pueden subsistir por sí mismas. El sistema disperso de comunicaciones, otro de los obstáculos que separa a este pueblo, no deriva de la geografía, sino de las inversiones financieras internacionales que han relegado a estos países a la categoría subsidiaria de abastecedores de las metrópolis. Verdaderas fronteras, América latina las tiene sólo con relación a Europa, Asia y África, en los océanos Atlántico y Pacífico, que afirman en lugar de desmentir, la contigüidad geográfica, y por tanto económica de la América latina, tanto como su silueta en el globo terráqueo. Con referencia a las comunicaciones debe recordarse que las redes ferroviarias y fluviales, tanto como viales, han sido exclusivamente articuladas al comercio de exportación y no al mercado interno, y este diseño confirma la tesis, en su época formulada por Marx, sobre el trazado colonialista de los ferrocarriles chinos al servicio del mercado consumidor inglés. La misma función han cumplido los ferrocarriles británicos en la Argentina y norteamericanos en México. En éste último país las vías férreas fueron construidas en 1880, no al servicio de México, sino de Estados Unidos, tanto desde el punto de vista económico como militar, sobre la imagen de Bigot, que comparó a México con un inmenso cuerno de la abundancia abierto hacia Estados Unidos. Los ferrocarriles británicos en la Argentina han servido a la misma función. David Kelly escribió al respecto: “Para la Argentina la vía férrea es como el Nilo para Egipto. Por donde ella corre la rica planicie se convierte en una fuente de riqueza agrícola y ganadera”. Pero a la frase no hay que tomarla aislada, sino como complementaria de esta otra, del mismo Kelly, que descorre el contenido de la verdad, y de acuerdo a la cual, la Argentina es “… la más próspera colonia británica fuera del Imperio”.
Tales redes ferroviarias no han traído progreso a las economías coloniales, sino que han llevado trabajo y riqueza explotados a las metrópolis, de cuyos sistemas de comunicaciones han sido prolongaciones extraterritoriales. Hechos de esta naturaleza son derivados de la fragmentación geográfica del continente. Por eso la unidad geográfica exigirá la unidad interior y la nacionalización de las comunicaciones, con su remate la reintegración comercial, política e internacional de la América Latina. La división de Latinoamérica en países productores de materias primas, ha generado la creencia de que la estabilidad de tales países depende de sus exportaciones de ultramar. La verdad es otra. Este tipo de exportaciones frenan en un doble sentido a tales países y a la América latina en su conjunto: 1º) Al estancar el crecimiento del mercado interno; 2º) Al desviar la producción, no hacia el mercado potencial latinoamericano, sino hacia el exterior, con su consecuencia, el subconsumo y la miseria social de las masas. Este atraso encuentra un ejemplo concluyente en el Perú, cuya superficie cultivada es inferior a la del período incásico. América latina contiene tres grandes áreas geográficas naturales que al achicarse las distancias por medio de las comunicaciones, sobrepasarán sus límites actuales con la final interdependencia, similar a las diversas áreas de Estados Unidos o Rusia.

sábado, 19 de abril de 2014

DE LAS ZONCERAS EN GENERAL


por Arturo Jauretche

"Les he dicho todo
esto pero pienso que pa´nada,
porque a la gente azonzada
no la curan con consejos:
cuando muere el zonzo viejo
queda la zonza preñada."

(A. J., El Paso de los Libres, 1ª edición, 1934.) 

DONDE SE HABLA DE LAS ZONCERAS EN GENERAL 

"Zonzo y zoncera son palabras familiares en América desde México hasta Tierra del Fuego, variada apenas la ortografía, un poco en libertad silvestre (sonso, zonzo, zonso, sonsera, zoncera, azonzado, etc.)", dice Amado Alonso. ("Zonzos y zon­cerías", Archivo de Cultura, Ed. Aga-Taura, Feb. 1967, pág. 49).
Según el mismo, la acepción que les dan los diccionarios como variantes de soso, desabrido, sin sal, es arbitraria porque proviene del "Diccionario de Autoridades" que se escribió cuando ya habían dejado de ser usuales en España. Zonzo, fue en España palabra de uso coloquial pero durante corto tiem­po: "Cosa sorprendente, esta palabra castellana, inexistente antes del siglo XVII y desaparecida en España en el siglo XVIII, vive hoy en todas partes donde fue exportada”, particu­larmente América. También señala Alonso el parentesco con algunos equivalentes españoles, mas agrega que "por pariente que sea el zonzo americano conserva su individualidad". "Aun­que como improperio los americanos dicen a uno (o de uno) zonzo, cuando los peninsulares dicen tonto, los significados no se recubren".
Todo lo cual vale para zoncera. 
*   *   * 
¿Los argentinos somos zonzos?... Esto es lo que nos fal­taba, convencidos como estamos de la "viveza criolla", que ha dado origen a una copiosa literatura que va de la sociología y la psicología a las letras de tango.
Un amigo que hace muchos años percibió la contradicción entre nuestra tan mentada "viveza" y las zonceras, la explicaba así: "El argentino es vivo de ojo y zonzo de temperamento", con lo que quería significar que paralelamente somos inteli­gentes para las cosas de corto alcance, pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad y de las cuales en definitiva resulta que sea útil o no aquella "viveza de ojo".
A estas zonceras en lo que trata de los intereses del co­mún, es a las que se refiere mi personaje de las letras gau­chescas qué cito en el, copete, porque lo que el cantor ha dicho antes se refiere precisamente a ellas, y su escéptica sentencia surge de la continuidad en su acepción a través de genera­ciones.
Esto no importa necesariamente que la zoncera sea congénita; basta con que la zoncera lo agarre a uno desde el "destete".
Tal es la situación, no somos zonzos; nos hacen zonzos.
El humorismo popular ha acuñado aquello de "¡Mama, haceme grande que zonzo me vengo solo!". Pero esta es otra zoncera, porque ocurre a la inversa: nos hacen zonzos para que no nos vengamos grandes, como lo iremos viendo.
Las zonceras de que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia —y en dosis para adultos— con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Hay zonceras políticas, his­tóricas, geográficas, económicas, culturales, la mar en coche. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana y gene­ralmente un prócer que las respalda. A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas oído, y hasta repetido innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas.
Basta detenerse un instante en su análisis para que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pasé con fre­cuencia inadvertido, precisamente por serlo. 
*  *  * 
Jeremías Bentham —pocos filósofos pueden ser tan gratos a los académicos de las zonceras como este maestro de los más preclaros de sus inventores— escribió un "Tratado de los so­fismas políticos", que es un tratado de lógica, según dice Francisco Ayala, prologuista de una de sus ediciones castella­nas (Ed. Rosario, 1944). Al hablar del sofisma en general, Bentham establece la diferencia entre error, simple opinión falsa, y sofisma, con que designa la introducción en el razonamiento de una premisa extraña a la cuestión, que lo falsea.
Le faltó tiempo a Bentham para ver cómo sus discípulos rioplatenses superaban a lo que se proponía combatir. Porque las zonceras de que estoy hablando cumplen las mismas fun­ciones de un sofisma, pero más que un medio falaz para argu­mentar son la conclusión del sofisma, hecha sentencia.
Su fuerza no está en el arte de la argumentación. Simplemente excluyen la argumentación actuando dogmáticamen­te mediante un axioma introducido en la inteligencia —que sirve de premisa— y su eficacia no depende, por lo tanto, de la habilidad en la discusión como de que no haya discusión. Porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera —como se ha dicho— deja de ser zonzo.
Trato aquí, pues, de suscitar la reacción de esa tan men­tada "viveza criolla" para que, si en verdad somos vivos de ojo, lo seamos también de temperamento, como decía mi amigo. 
*  *  * 
Este no es un trabajo histórico; pero nos conducirá fre­cuentemente a la historia para conocer la génesis de cada zon­cera. Veremos entonces, que muchas tuvieron una finalidad pragmática y concreta que en el caso las hace explicables aún como errores, y que su deformación posterior, dándole jerar­quía de principios, ha respondido a los fines de la pedagogía colonialista para que actuemos en cada emergencia concreta sólo en función de la zoncera abstracta hecha principio. Esto lo veremos muy particularmente en la increíble zoncera de que la victoria no da derechos, que verdaderamente es un "capolavoro" en la materia.
En otras ocasiones, la zoncera no tiene un origen eventual, sino que es el resultado de una conformación mental. Es el caso de la zoncera el mal que aqueja a la Argentina es la ex­tensión que, erigida en principio como consecuencia de otra zoncera —Civilización y barbarie— llevó directamente a una política de achicamiento del país que fue la que presidió la disgregación del territorio rioplatense. En este caso, la zon­cera no se justifica ni eventualmente pero es susceptible de explicación. Lo que no puede explicarse es que continúe en vigencia hasta cuando ya fueron logrados los objetivos que le dieron origen. Tal vez se la reitere sólo para mantener la so­brevivencia y prestigio de quienes la generaron. En otros ca­sos, como lo veremos al tratarlas, muchas zonceras pueden comprenderse en función de las ilusiones que el siglo XIX en su primera parte provocó en los progresistas "a outrance", pero no ahora que son evidentemente anti-progresistas pues tratan de inmovilizar él país dentro de una concepción perimida, con lo que paradojalmente, los progresistas se vuelven reaccio­narios.
Y ahora tenemos que recordar de nuevo a Jeremías Bentham, porque en la base de los sofismas que puntualizó está el de autoridad, y la zoncera, como aquellos, generalmente reposan en la "autoridad" del que la enunció.
Estas zonceras de autoridad cumplen dos objetivos: uno es prestigiar la zoncera con la autoridad que la respalda, como se ha dicho; y otro reforzar la autoridad con la zoncera. Así los proyectos de Rivadavia se apoyan en el prestigio de Rivadavia. Y el prestigio de Rivadavia en sus proyectos.
Esto nos lleva de nuevo a la historia, cuya falsificación tiene también por objetivo una zoncera: presentar nuestro pasado como una lucha maniquea entre "santos" y "diablos", con lo que los actores dejan de ser hombres para convertirse en bronces y mármoles intangibles. 
*  *  * 
El protagonista de la historia no pierde nada como hom­bre cuando se lo baja del pedestal; ni siquiera como ejemplo. Por el contrario, gana al humanizarse con su carga de aciertos y errores. Pero como el objetivo de falsificación es una política de la historia que alimenta las zonceras, ver el hombre en su propia dimensión relativiza el personaje perjudicándolo como autoridad desde que, en cuanto hombre, no es el dueño de la verdad absoluta con que aparece respaldando a aquellas desde el nicho.
Tomaremos el caso de Sarmiento: primero, porque es el héroe máximo de la intelligentzia, y segundo, porque es el más talentoso de la misma.
Sarmiento es para mí, uno de nuestros más grandes —sino el mejor— prosistas. Narrador extraordinario —aún de lo que no conoció, como sus descripciones de la pampa y el desierto—, sus retratos de personajes, más imaginados que vistos, su pin­tura de medios y ambientes, sus apóstrofes, sus brulotes polé­micos, al margen de su verdad o su mentira, son obras maes­tras. Forman una gran novelística hasta el punto de que lo creado por la imaginación llega a hacerse más vivo que lo que existe en la naturaleza.
A este Sarmiento se lo ha resignado al segundo plano para magnificar el pensador y el estadista, siendo que sus ideas económicas, sociales, culturales, políticas, son de la misma naturaleza que su novelística: obras de imaginación mucho más que de estudio y de meditación, y su labor de gobernante la propia de esa condición imaginativa. Pero insistir sobre la per­sonalidad literaria del sanjuanino iría en perjuicio de su pres­tigio como pensador y del ideario que expresó al colocarlo en otra escala de medida. Entonces, decir el escritor Sarmiento sería como decir el escritor Hernández o el escritor Lugones, cuando opinan sobre el interés general; referencias importan­tes pero no decisorias. Y sobre todo cuestionables. Y la zoncera sólo es viable si no se la cuestiona. 
*  *  * 
Además, al margen de la pedagogía colonialista, se defor­ma al prócer para hacerlo ismo. Juega entonces el interés de la capilla y los capellanes. Así como el locutor Julio Jorge Nelson es la viuda de Gardel, cada prócer tiene sus viudas que administran su memoria, cuidan su intangibilidad y co­bran los dividendos que da el sucesorio. Quizá sea Sarmiento el que tenga más viudas porque hay en el personaje una es­pecie de padrillismo supérstite como para permitir una mul­tiplicada poligamia póstuma. Más difícil es la tarea de los rivadavianos profesionales porque don Bernardino, el pobre, no tiene puntos de apoyo para su explotación: hubo que inven­társelos. Eso lo hizo Mitre, que a su vez es otra cosa, porque su aprovechamiento no es de viudas. Los cultivadores del mitrismo no miran tanto al General, ya finado, como a "La Na­ción", que está vivita y coleando y es la que distribuye el divi­dendo de la fama mientras le cuida la espalda al General. Además practican ese culto todas las viudas de los otros proóceres como actividad, complementaria e imprescindible para el suyo. Aquí operan también matemáticos, poetas, escritores, pintores, escultores, corredores de automóviles, rotarianos, lo­cutores, biólogos, señoras gordas, leones, "señores", otorrinolaringólogos, militares, pedagogos, políticos, economistas, toda clase de académicos, desde que todo el mundo sabe que sin la lágrima por Mitre, lo mismo en el arte o la técnica que en la vida social, deportiva, etc., no hay reputación posible. Así se explican esas largas columnas de felicitaciones en "La Na­ción", que suceden a cada cumpleaños, y la introducción de Mitre en todo discurso, conferencia o escrito, aunque se trate de un estudio sobre las lombrices de tierra o los viajes estra­tosféricos.
Acotaremos que la abundancia de viudas hace que ya sea difícil el acceso a los mármoles y bronces, lo que ha mo­tivado la urgencia de algunos por ampliar el registro de los próceres. Así, a falta de mármoles y bronces aparecen los chupamortajas prendidos a la memoria de óbitos más recientes y aún de muchos insepultos rezagados en las Academias o el Instituto Popular de Conferencias. 
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Este es un manual de zonceras, y no un catálogo de las mismas. Doy, con unas cuantas de ellas, la punta del hilo para que entre todos podamos desenredar la madeja. Y aclaro que yo no soy "uno" más "vivo", sino apenas un "avivado", y aún me temo que no mucho, porque ya se verá cómo he ido descu­briendo zonceras dentro de mí .
Sin ir más lejos en ese "Paso de los Libres" que cito al caso en el copete, se me ha deslizado alguna, a pesar de que para la fecha de su publicación ya tenía la edad de Cristo. Y me las sigo descubriendo —¡y vaya si van años!—, tanto me han machacado con ellas en la época en que estaba des­cuidado.
Precisamente para que no nos agarren descuidados otra vez, y a los que nos sigan, es que se hace necesario un catálogo de zonceras argentinas que creo debe ser obra colectiva y a cuyo fin le pido a usted su colaboración.
Mi editor me dice que hará un concurso de zonceras con premios y todo. Si tal ocurre le ruego al lector que, por el bien común, participe. Haremos el catálogo entre todos. Por si us­ted está dispuesto a colaborar en él, este libro lleva unas pá­ginas suplementarias convenientemente rayadas para que vaya anotando sus propios descubrimientos, mientras lo lee. 
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Además, descubrir las zonceras que llevamos adentro es un acto de liberación: es como sacar un entripado valiéndose de un antiácido, pues hay cierta analogía entre la indigestión alimenticia y la intelectual. Es algo así como confesarse o so­meterse al psicoanálisis —que son modos de vomitar entripa­dos—, y siendo uno el propio confesor o psicoanalista. Para hacerlo sólo se requiere no ser zonzo por naturaleza, con la connotación que hace Amado Alonso —"escasez de inteligen­cia, cierta dejadez y debilidad"—; simplemente estar solamen­te azonzado, que así viene a ser cosa transitoria, como lo se­ñala el verbo.
Tampoco son zonzos congénitos los difusores de la pe­dagogía colonialista. Muchos son excesivamente "vivos" porque ése es su oficio y conocen perfectamente los fines de las zon­ceras que administran; otros no tienen ese propósito avieso sin ser zonzos congénitos: lo que les ocurre es que cuando las zon­ceras se ponen en evidencia no quieren enterarse; es una acti­tud defensiva porque comprenden que con la zoncera se de­rrumba la base de su pretendida sabiduría y, sobre todo, su prestigio.
Las zonceras no se enseñan como una asignatura. Están dispersamente introducidas en todas y hay que irlas entresa­cando. 
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Viendo en Amsterdam la inclinación de los edificios motivada por la blandura del suelo insular en que se asientan, tuve la impresión de una ciudad borracha, pues las casas se sostie­nen apoyándose recíprocamente. Imaginé la catástrofe que sig­nificaría extraer una de cada conjunto. Esto le ocurrirá a usted a medida que vaya sacando zonceras, porque éstas se apoyan y se complementan unas con otras, pues la pedagogía colonia­lista no es otra cosa que un "puzzle" de zonceras. Por eso, a riesgo de redundar, necesitaremos frecuentemente establecer, como dicen los juristas, "sus concordancias y corresponden­cias", porque todas se entrerrelacionan o participan de finali­dades comunes.
Al tratar de las zonceras no es posible, en consecuencia, clasificarlas específicamente, porque en el campo de su apli­cación andan todas mezcladas y, donde menos se espera, salta la liebre. El cazador de zonceras debe andar con la escopeta lista no es otra cosa que un "puzzle" de zonceras. Por eso, a liebre, perdiz o pato, o pato-liebre, indistintamente. Pero todas tienen el carácter común de principios destinados a ser el pun­to de partida del razonamiento de quien la profesa. En cuan­to usted fija su atención sobre ese "principio" y no sobre su desarrollo posterior, ya la identifica, porque para evitar el aná­lisis recurre de inmediato a ocultarse tras la autoridad.
Como están entreveradas y dispersas sólo se intentará agru­parlas; eso y no clasificarlas, es lo que se hace en este trabajo, teniendo en cuenta sus características más importantes o el papel principal que juegan o han jugado, pero sin olvidar nun­ca lo que se dijo de las "correspondencias y concordancias", porque suelen tener variada finalidad. Así, por ejemplo, vere­mos oportunamente que política criolla, o el milagro alemán que aquí se han clasificado respectivamente en las Zonceras de la autodenigración y en las Zonceras económicas, podrían agruparse a la inversa, en cuanto el milagro alemán —utilizada para prestigiar cierta política— encubre una connotación de finalidades disminuyentes y racistas, cosa que se verá a su tiem­po. Del mismo modo política criolla, que es zoncera autodenigratoria, se connota con lo económico.
Con esto quiero advertir al lector que no debe tomar muy al pie de la letra la clasificación que se hace, que obedece a la conveniencia de seguir algún método expositivo. Hay un ca­pítulo titulado Miscelánea de zonceras porque las que allí van son aparentemente de distinto género. En realidad todo el li­bro es una miscelánea pero de la comprobación aislada de cada zoncera llegaremos por inducción —del fenómeno a la ley que lo rige— a comprobar que se trata de un sistema, de elementos de una pedagogía, destinada a impedir que el pensamiento nacional se elabore desde los hechos, es decir desde las com­probaciones del buen sentido.
Con esto dejo dicho que este libro es una segunda parte de "Los profetas del odio y la yapa" —es decir una contribución más al análisis de la pedagogía colonialista—, en el cual se exponen las zonceras, para que ellas conduzcan por su desen­mascaramiento a mostrar toda la sistemática deformante del buen sentido y su finalidad.
Y como las zonceras se revisten de un aire solemne —que forma parte de su naturaleza—, les haremos un "corte de man­ga" tratándolas en el lenguaje del común, que es su enemigo natural, escribiendo a la manera del buenazo de Gonzalo de Berceo en su "Vida de Santo Domingo de Silos":

Quiero fer una prosa en roman paladino,
en qual suele el pueblo fablar a su vecino.[1]





NOTAS

1.- Con este propósito, "fablar en roman paladino", se vinculan mis frecuentes redundancias, que han motivado la crítica de algunos lecto­res, tal vez demasiado "aligerados", y que no piensan en que hay otros más lerdos. Las exige el difícil arte de escribir fácil, como ya lo he dicho en otra ocasión. No pretendo ejercer magisterio, pero no puedo olvidar, como la maestra de grado, que se debe tener en cuenta el nivel medio y no el superior, así que pido a los "más adelantados" que sean indulgentes y más bien que ayuden a los otros en esta tarea en que estoy. Además, redundar es necesario, porque el que escribe a "contra corriente" de las zonceras no debe olvidar que lo que se publica o se dice está destinado a ocultar o deformar su naturaleza de tales. Así, al rato nomás de leer lo que aquí se dice, el mismo lector será abrumado por la reiteración de los que las utilizan  como verdades  inconclusas.
También es intencionado el paso frecuente de la primera persona del singular a la primera del plural. Aspiro a no ser más que un instru­mento de una conciencia colectiva que se hace punta en la pluma del que escribe y que la transición se produzca espontáneamente, según me diluyo, al escribir, en la multitud. El escritor, como el poeta —según dijo Bergamin hablando de Machado, si la memoria no me engaña— no habla para el pueblo sino por el pueblo. Se logra, si, diciendo de sí dice de nosotros, y entonces la cuestión se reduce a saber si hay algo más que un  cambio de  pronombres  en este caso.
Además, debe permitírseme esa licencia. En esta lucha larga y no motorizada venimos de un viejo galope... y con caballo de tiro. Cuan­do me apeo del yo, hago la remuda en el nosotros. Y los dos están sudados.

martes, 8 de abril de 2014

Misiles contra la dignidad nacional


por Andrés Soliz Rada  

Dentro de las acepciones de la palabra “dignidad”, el “respeto de sí mismo” es la que más se ha perdido en Bolivia. Y si alguien no se respeta así mismo, no puede pedir respeto de los demás. El tema tiene relación con la entrega a EEUU de la ridícula cifra de 28 mísiles, donados por China Popular, en 1993, cuyo costo, incluyendo el transporte, no llega a 10 millones de dólares, lo que daba al país la ilusión de contar con capacidad defensiva, frente a posibles agresores foráneas. Tales mísiles han sido entregados “voluntariamente” a fin de “garantizar la seguridad nacional”.
El peregrino argumento ha sido usado por el comandante del Ejército, general Marcelo Antezana, quien destacó que la decisión garantiza que no se producirán “accidentes” que podrían causar daños personales. A su vez, el Ministro de Defensa, Gonzalo Méndez Gutiérrez, explicó que, de acuerdo a compromiso suscrito con los norteamericanos, los mísiles no podían ser desactivados dentro del territorio nacional, por falta de tecnología apropiada, pero que, sin embargo, obtuvo un triunfo increíble: Los mísiles, una vez desactivados. serán devueltos al país.
La afrenta de llevarse un armamento de escaso valor era suficiente. ¿Para qué añadir la burla y el desprecio a una Bolivia cuya disgregación avanza cada día? ¿Para qué gastar en la reimportación de un material desactivado? ¿Es que se piensa abrir un museo con las incesantes afrentas a Bolivia? La falta de veracidad alcanzó al Presidente de la República, Eduardo Rodríguez Veltzé, quien, en discurso ante los militares y en conversación con el candidato presidencial del MAS, Evo Morales, aseguró que los mísiles nunca salieron del país. Como complemento, el Ministro Méndez Gutiérrez aseguró en la Cámara de Diputados que los mísiles habían sido dañados por la “humedad” del altiplano. El perspicaz burócrata olvidó que el altiplano boliviano es una de las zonas más secas del planeta y que, por tanto, casi carece de humedad.
El trasfondo de tanta incoherencia es muy simple: EEUU exigió a Bolivia destruir su minúscula defensa antiaérea para no tener el mínimo problema en caso de ejecutar sus plantes de intervención militar. En días pasados, la Embajada de EEUU ha anunciado que volverá a exigir que Bolivia ratifique el Tratado de Inmunidad para sus tropas, ya aprobado por el Senado de la República, pero aún no ratificación por los diputados. La instalación de una base militar estadounidense en Paraguay, a 200 kilómetros de la frontera, es otro indicio en la misma dirección,
En mayo de 2004, José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, promovió una intervención militar a Bolivia, en cumplimiento de la “Carta Democrática” de ese organismo, la que se lleva a cabo a pedido de un gobierno democrático en riesgo de ser derrocado. La denuncia fue formulada por el Canciller del Presidente Carlos Mesa, José Ignacio Siles del Valle (“El Diario”, 5-X-05)
La dignidad de Bolivia ha sido globalmente desmantelada, a partir de las políticas neoliberales que destruyeron al Estado Nacional. Sólo el gobierno del general Aldredo Ovando y Marcelo Quiroga Santa Cruz (1969-1971), logró fortalecerlo con la nacionalización del petróleo y la instalación de fundiciones estatales de minerales. A partir de entonces, nada se hizo sin permiso de los centros de poder mundial y los organismos internacionales.
La donación de los mísiles fue un descuidado que EEUU acaba de subsanar. Si eso sucedió con las decisiones “macro”, las “micro” quedaron en manos de cientos de ONGs que no reúnen cuentas de lo que hacen. Un intento por hacer aprobar una “Ley de Ongs• provocó el rezado airado rechazo que se inició en la Embajada de EEUU y terminó en la jerarquía eclesiástica y en las iglesias evangélicas. La mayor indignación provino de las representaciones diplomáticas europeas. Como puede advertirse, el episodio de los mísiles es sólo un eslabón en la cadena de indignidades que cotidianamente sufre el país.

miércoles, 2 de abril de 2014

DISCORDIA ANDINA


por Pedro Godoy

Si hay tres pueblos con raíz, sustancia y problemática comunes son Chile, Bolivia y Perú. Sin embargo, se nutren de triunfalismo los chilenos, de aversionismo los bolivianos y de revanchismo los peruanos. Los tres "ismos" impiden la complementación que supone sepultar el hacha de guerra y fumar la pipa de la paz. El alma de estudiantes y conscriptos -futuros ciudadanos- se envenena de patriotería en cada país. En esa esfera no hay inocentes. Los círculos dirigentes -con intensidades distintas y en momentos diferentes- estimulan ese clima de recíproca desconfianza. Las tres repúblicas, en el siglo XXI, optan por obsoletas estrategias del XIX. Una, la "paz armada" y la otra, la "diplomacia secreta". Las tres cancillerías creen descubrir el hilo negro recurriendo a estos mecanismos empobrecedores del erario fiscal e intoxicadores del alma colectiva. Lo curioso que, en esta esfera, la adscripción doctrinaria de los gobernantes es poco lo que incide en los comportamientos diplomáticos. Esto es nítido, por ejemplo, en las tensiones registradas entre Asunción y La Paz. Lugo protesta por el armamentismo de Evo. En la trastienda está la Guerra del Chaco. La Moneda formula promesas a La Paz de puerto sobre el Pacífico porque está horquillada por ´Torre Tagle en lo atingente a la delimitación marítima. Se sabe: jamás las cumplirá. Tras el forcejeo continúan las recriminaciones por la conflagración del Guano y el Salitre. Apenas ayer, en el conflicto del Cenepa, Santiago -en plena democracia- vende armamento a Ecuador porque su arcaica geopolítica lo juzga "aliado" en la hipótesis de conflicto con Lima. Pinochet afligido por los halcones de la Junta, presidida por el general Videla, a propósito del Beagle, monta el show de Charaña. Así desarticula el peligro que implica la HV3 (hipótesis vecinal 3) que supone "el cuadrillazo", es decir, un Chile con tres fronteras en llamas. En caso de derrota el país es reducido a una franja entre Copiapó y Puerto Montt. Ahora nuestro canciller etiqueta de "provocación" llevar la querella de la frontera oceánica con Perú ante la Corte Internacional Justicia de La Haya. Hasta ayer lo claro es que, de común acuerdo, se recurría a esa instancia. El Presidente Lagos esquiva la doctrina Toledo del control del gasto militar y convierte en arsenal el país. Alguien podría preguntarse ¿no son afiliados al PS ese mandatario y su ministra de Defensa y luego Presidenta Michelle Bachelet? Si, en efecto, lo son y esa tienda es un brote -en suelo mapochino- del APRA y Alan García es aprista. Al final, lo retratado es una "merienda de negros" o "laberinto de Creta". Explicita la condición psicótica de una Suramérica tan pobre como confusa. Hacer claridad en medio de la tiniebla no es fácil, pero intentarlo es un deber de los genuinos discípulos de Felipe Herrera, Haya de la Torre, Soliz Rada y Jorge A. Ramos.


fuente:premionacionaldeeducacion