jueves, 6 de enero de 2011

ORACIÓN POR LOS HUMILDES


por Jorge Eliécer Gaitán

Compañeros caídos en la lucha:
Discurría vuestra existencia de hombres buenos, de gente honrada y sencilla, sobre las mansas aguas, hacia el destino de todo humano vivir, cuando un golpe aleve de hombres malos y crueles os arrojó hacia las playas del silencio y de la muerte.
Verdad es que los hombres de ánima helada os arrancaron de nuestro lado, de nuestros brazos, de nuestras luchas, pero sólo consiguieron multiplicaros en lo íntimo de nuestra devoción, de nuestro recuerdo y nuestro afecto.
Verdad es que vuestras pupilas ya no se encienden en luz de amor por vuestras madres, por vuestras novias o por vuestros hijos: hombres malos las apagaron.
Verdad es que vuestras gargantas no serán ya el alegre clarín para cantar los cantos de la democracia que nuestras huestes cantan: hombres malos las silenciaron.
Verdad es que vuestros corazones no vibrarán más al ritmo de las emociones de los libres que las ideas liberales alientan: hombres malos las detuvieron.
Verdad es que vuestros brazos y vuestros músculos no modelarán ya sobre la tierra o en el taller el crecer del fruto y la riqueza de que la patria ha menester: hombres malos os lo impidieron.
Verdad es todo esto. Dolorosa verdad, angustiosa verdad, que golpea con golpe de ola la noche sobre nuestro corazón. Pero es verdad a medias.
La tiniebla de vuestras pupilas se ha trocado en luz de estrella conductora de nuestras gentes del partido liberal.
El silencio de vuestras gargantas es ahora grito de justicia en nuestras gargantas; el desaparecido ritmo de vuestros corazones es ahora indomable raudal de energía para nuestra fiera voluntad de lucha.
Vuestros miembros inmovilizados son ahora centuplicada fuerza que nos empuja sin tolerar descansos; y que no ha de suspenderse hasta devolver a la República el camino de la piedad, del bien y de la fraternidad, que hombres de aleve entraña les han robado.
Verdad es, compañeros de lucha, tronchadas vidas, buenas y humildes, que os lloramos. Pero nuestro decoro nos impide lloraros adentro. Y en el río interior de nuestro llanto ahogaremos las dañadas plantas que envenenaron con su perfidia el destino de la patria.
Compañeros de lucha: sólo ha muerto algo de vosotros, porque del fondo de vuestras tumbas sale para nosotros un mandato sagrado que juramos cumplir a cabalidad. Seremos superiores a la fuerza cruel que habla su lenguaje de terror a través del iluminado acero letal. El dolor no nos detiene sino que nos empuja. Y algo profundo nos dice que al destino debemos gratitud por habernos ofrecido la sabia lección y la noble alegría de vencer obstáculos, de dominar dolores, de mirar en lo imposible nada más que lo atrayentemente difícil. Vuestras sombras son ahora la mejor luz en nuestra marcha.
Compañeros de lucha: os habéis reincorporado al seno de la tierra. Ahora, con la desintegración de vuestras células, vais a alimentar nuevas formas de vida. Vais a sumaros al cosmos infinito que desde la entraña oscura e insomne, alimenta al árbol y a la planta que sirven de alegría a nuestros ojos y de pan a nuestro diario vivir. Pero algo más vais a darnos a través de vuestro recuerdo, ya que la muerte en lo individual no es sino un parpadear de la vida hacia formas más elevadas de lo colectivo y de su ideal.
Compañeros de lucha: al pie de vuestras tumbas juramos vengaros, restableciendo con la victoria del partido liberal los fueros de la paz y de la justicia en Colombia. Os habéis ido físicamente, pero qué tremendamente vivos estáis entre nosotros.
Compañeros: vuestro silencio es grito. Vuestra muerte es vida de nuestro destino final.

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