Estoy plenamente de acuerdo con usted que tanto en Chile como en la Argentina no podrá detenerse el movimiento revolucionario si las masas presionan con firmeza y decisión para que asi sea. Se observa algo semejante en otros países del continente, lo que atestiguan numerosas declaraciones de dirigentes políticos y sindicales y los comunicados de los acontecimientos que a diario suceden. En las circunstancias actuales esto no es suficiente, todos sabemos que la lucha depende en mucho de las posibilidades materiales y financieras del movimiento revolucionario y del apoyo moral del exterior. Basta recordar que en 1969 nos dedicamos a la tarea de constituir un fuerte movimiento de solidaridad con la revolución boliviana. Hoy vemos la necesidad de unificar las fuerzas revolucionarias, especialmente las latinoamericanas, en un potente movimiento de solidaridad con la lucha del pueblo chileno, movimiento, que a no dudarlo, aportará una contribución importante al triunfo definitivo de las fuerzas populares en ese país. Comparto su juicio de que el destino de un país dependerá principalmente de las relaciones del gobierno con las Fuerzas Armadas, en una palabra de la tendencia que predomine dentro de éstas. Es muy justo lo que usted menciona sobre el proyectado plan de los Estados Unidos de modificar el estatuto de la OEA. Si los altos mandos de las Fuerzas Arma-das latinoamericanas lo apoyan, tendremos que afrontar duras pruebas, ya que estas modificaciones tienden a la formación de bloques militares en América latina. Traerían como consecuencia la desunión y permitirían a los yanquis instaurar en el hemisferio su anhela-do teatro de títeres políticos. Si llegara a suceder, ni imaginarlo quiero. América latina se atrasaría un siglo en el camino de su desarrollo económico y su progreso social. Esta perspectiva debe impulsarnos a poner al descubrimiento los pérfidos planes de los Estados Unidos, sus intenciones inconfesables de "pentagonizarnos", de convertir nuestros territorios en polígonos destinados a probar armas, en plazas de armas que servirían a sus fines estratégicos. Es indudable que el verdadero contenido de la política norteamericana en América Latina debe ser analizado a la luz de los fines globales de su gigantesca maquinaria bélica. En realidad todos los planes de ayuda a nuestros países, la política de exportaciones, el sis-tema de financiación del desarrollo industrial están sometidos a los intereses de los planes estratégicos del Pentágono. Esto explica el gran interés del Pentágono en el perfecciona-miento de nuestro sistema de comunicaciones, en la adquisición de materias primas estratégicas, en el desarrollo acelerado de ciertas industrias, etc.
Reconozcamos que una de las causas principales de los duros reveses sufridos por las fuerzas democráticas de América latina reside en no apreciar debidamente el rol de los Estados Unidos, responsables de la mayoría de los golpes de Estado. Sus manos están manchadas con la sangre de miles y miles de latinoamericanos caídos en la lucha por la libertad y la independencia. No hay un sólo país latinoamericano que no haya sufrido la intromisión descarada de los monopolios norteamericanos, verdaderos ejecutores de la política exterior de su país. Se equivocan los que afirman que respecto a Estados Unidos estamos viviendo un período de calma. Y qué calma es ésta cuando están realizando toda clase de actividades secretas, soborno de políticos y funcionarios gubernamentales, asesinatos políticos, actos de sabotaje, fomento del mercado negro y penetración en todas las esferas de la vida política, económica y social. Sobre nuestros países vuelan los aviones militares norteamericanos, mientras nuestro suelo permanece en poder de sus monopolios, con bases militares. Y a esto se añaden centenas de establecimientos menores, como estaciones meteorológicas, o sismológicas, capaces de convertirse en centros de terrorismo y agresión.
Un gran abrazo.
Juan Domingo Perón
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