martes, 26 de marzo de 2013

Organización nacional y liberación nacional


por Guillermina Camuso y Nelly Schnaith

La reivindicación de Rosas no responde a meros intentos justicieros de los intelectuales. De ser así, no trascendería el ámbito restringido de los cenáculos cultos. La justicia histórica se confirma en la conciencia de las masas que surge, ante todo, de la injusticia que padecen los oprimidos. En nuestros países, la opresión está marcada por la dependencia. De allí que todo proyecto nacional deba recuperar en el pasado los eslabones que marcan su propia trayectoria.
La primera forma en que las masas se reconocen como revolucionarias —sin requerir una acabada elaboración intelectual— se da en el plano de la sensibilidad que, lacerada por la injusticia, emprende intuitivamente su propio revisionismo histórico. Los valores que orientan esta revisión se contraponen, casi “naturalmente”, a los de la clase que sancionó las condiciones de la opresión. Así, mientras la historia liberal es una historia de minorías para minorías, representadas por sus héroes individuales; la historia popular es la historia de las reivindicaciones políticas y sociales de la mayorías trabajadoras que no reconocen otras pautas de valoración que las que expresan sus luchas revolucionarias, donde no se exaltan las formas tradicionales del heroísmo individual.
Por eso, las “lecciones” de la historiografía oficial no encontraron eco colectivo en la conciencia de las masas que, oponiéndose a las fórmulas condenatorias o laudatorias consagradas, señalaron a sus propios traidores y conductores.
Los sectores liberales vieron en todo movimiento nacional un peligro para sus intereses de clase, no vacilando en condenar a sus representantes como enemigos de las “libertades humanas”. El pueblo comprendió de qué libertades se trataba y el sentido oculto detrás de las acusaciones empecinadas que la prensa oficial endilgó, antes a Rosas, después a Perón. Comprendió que el punto irritativo era, desde siempre, la propia lucha por su libertad social que, en los dos casos, había alcanzado el mayor nivel político.
Esta lucha no está destinada a erigir héroes de mármol, sino que identifica a sus conductores con un proceso cuyo último e inapelable sujeto son las mayorías nacionales. Sólo a partir de Es unidad política de las grandes masas podrá plantearse como alternativa un socialismo nacional auténticamente revolucionario, sobre la base del poder popular.

miércoles, 20 de marzo de 2013

LEY ORGÁNICA DEL CUARTEL GENERAL


Emiliano Zapata, Jefe supremo de la revolución, en uso de las facultades de que me hallo investido, he tenido a bien expedir la siguiente


Ley orgánica del Cuartel General de la revolución.

Articulo primero. Para la buena marcha y eficaz despacho de todos los asuntos que hayan de ventilarse en el Cuartel General, quedan establecidos seis Departamentos que se denominarán: Departamento de guerra, Departamento de gobernación, Departamento de agricultura, colonización y fomento, Departamento de hacienda y relaciones exteriores, Departamento de justicia e instrucción pública y Departamento de comunicaciones.

Artículo segundo. Corresponde conocer, estudiar y resolver a cada Departamento, los asuntos que le corresponden por su denominación.

Artículo tercero. Los seis Departamentos establecidos trabajarán en los asuntos de su resorte, bajo la inmediata dependencia del Jefe supremo de la revolución.

Artículo cuarto. Cada Departamento estará a cargo de un jefe, nombrado por el Jefe supremo de la revolución.

Los jefes de Departamento, bajo su más estricta responsabilidad, acordarán y despacharán con su firma los asuntos de poco interés; despachando aquellos que sean de importancia y de interés general para la revolución, de acuerdo con el mismo Jefe supremo, quien si lo estima conveniente convocará a junta a todos los jefes de Departamento para que en ella se resuelva el asunto de que se trate, el que será despachado con la firma del propio Jefe supremo.

Articulo quinto. A juicio del Jefe supremo de la revolución y designado por él, habrá en cada Departamento uno o más individuos que con el carácter de comisionados, ayudarán en sus labores a los jefes de Departamento, estando subalternados a éstos. Dichos comisionados suplirán a los jefes de Departamento en sus ausencias o faltas originadas por enfermedad, y reservarán para la resolución de éstos los asuntos que por su dificultad, no se consideren capacitados para resolver por sí mismos y permitan espera. Cuando algún jefe de Departamento falte temporalmente a sus labores, por enfermedad o por estar desempeñando alguna comisión, el Jefe supremo designará al sustituto, y en ausencia de él lo hará el Centro Consultivo de Propaganda y Unificación Revolucionaria. Este procedimiento se seguirá cuando el Departamento acéfalo tenga dos o más comisionados o carezca de ellos.

Artículo sexto. Habrá un oficial de partes.

Este cargo, por ahora, lo desempeñará el jefe del Departamento de guerra, quien recibirá y distribuirá, bajo conocimiento, la documentación a los Departamentos respectivos.

Artículo séptimo. Habrá juntas de jefes de Departamento por acuerdo del Jefe supremo de la revolución o a moción de alguno de los propios jefes, para tratar asuntos de difícil y urgente resolución. Estas juntas serán presididas por el mencionado Jefe supremo, quien designará su secretario. Caso de no asistir el Jefe supremo de la revolución, la junta de jefes designará su presidente y secretario.

Artículo octavo. Ningún jefe de Departamento podrá intervenir en los asuntos que se ventilen en los otros Departamentos diversos al suyo, salvo que el Jefe supremo así lo disponga.

La infracción de lo prevenido en este artículo, puesto que constituye un delito, se hará del conocimiento del Jefe supremo de la revolución y del Centro Consultivo de Propaganda y Unificación Revolucionaria, para que se resuelva lo que sea procedente.

Artículo noveno. Los jefes de Departamento sólo podrán separarse del Cuartel General, cuando se trate del desempeño de comisiones que les confieran éste o el Centro Consultivo de Propaganda y Unificación Revolucionaria; pero tendrán obligación de estar presentes en las sesiones que dicho Centro celebra el día primero de cada mes, y de permanecer en el Cuartel el tiempo necesario para despachar los asuntos que los comisionados que los substituyen en los Departamentos respectivos, hayan reservado para su estudio.

Artículo décimo. Desde el momento en que el Centro Consultivo de Propaganda y Unificación Revolucionaria, nombre una comisión para laborar en determinada zona, los asuntos relacionados con esa comisión quedarán sometidos al control de ella y del Centro Consultivo, y el Cuartel General se abstendrá de intervenir en ellos, hasta que dicho Centro en vista del informe de la comisión, presente el dictamen respectivo. Se excepcíón naturalmente, los casos de urgencia en los cuales el Cuartel General resolverá desde luego lo procedente.

Articulo undécimo. La falta de cumplimiento de las obligaciones de cada jefe de Departamento, dará lugar a que se le aplique al infractor la corrección disciplinaria que en junta se determine, oyendo previamente al responsable.

TRANSITORIOS

1°. El Cuartel General de la revolución tendrá su asiento en el lugar que designe el Jefe supremo, y los jefes de los Departamentos, salvo el caso del artículo noveno, deberán concurrir diariamente a sus labores a la oficina correspondiente, exceptuados los domingos y días feriados. El Departamento de guerra radicará en el lugar que designe el Jefe supremo de la revolución.

2° Esta ley comenzará a surtir sus efectos desde la fecha de su publicación.

Por tanto, mando, se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Dada en el Cuartel General, en el Estado de Morelos el 5 de enero de 1917.

jueves, 14 de marzo de 2013

LA PATRIA GRANDE


por Manuel Ugarte 

''Pero, mi patria, ¿es acaso el barrio en que vivo, la casa en que me alojo, la habitación en que duermo? ¿No tenemos más bandera que la sombra de! campanario? Yo conservo fervorosamente el culto del país en que he nacido, pero mi patria superior es el conjunto de ideas, de recuerdos, de costumbres, de orientaciones y de esperanzas que los hombres del mismo origen, nacidos de la misma revolución, articulan en el mismo continente, con ayuda de la misma lengua".
(En Lima, 3 de mayo de 1913).

viernes, 8 de marzo de 2013

Cultura y filosofía americanas


por Leopoldo Zea

9. El problema cultural de América

El problema central que aquí nos venimos planteando sobre la posibilidad de una cultura americana, tiene su origen en "nuestro tiempo". Es decir en nuestra situación de hombres en un determinado lugar y época histórica. Ha sido ahora y no antes que él hombre americano se ha hecho esta pregunta ¿existe una cultura americana? Y, si existe, ¿qué clase de cultura es ésta? Y, de no existir, ¿por qué no existe? No se quiere decir con esto que antes de ahora este tipo de preguntas no haya sido hecho. Lo que se dice es que antes de ahora no eran éstos los problemas del hombre americano, sino tan sólo de algunos americanos. Varios son los pensadores americanos que antes de ahora se hicieron este tipo de interrogaciones; pero la temática de las mismas fue perdiendo su importancia al asentarse en nuestros países formas de la cultura europea que parecieron resolver sus problemas. Ahora esta temática ha tomado un incremento sorprendente. Existe una especie de atmósfera que obliga a cualquier pensador consciente a detenerse en los problemas que plantea. No es el pensador el que propone los temas; sino son los temas los que se imponen a nuestros pensadores. No es que algún pensador o grupo de pensadores se haya propuesto plantear estos problemas porque sí. Es la propia América, como entidad cultural la que plantea el problema y reclama una solución.
El que había sido problema para algunos americanos en el siglo xix, se ha convertido, en el siglo xx, en problema del hombre americano. ¿A qué se debe este cambio? Se ha dicho ya que este es un problema de nuestro tiempo. En efecto, el tiempo histórico en que vivimos y la situación vital en que nos encontramos —es decir, la circunstancia de que existimos aquí en América y en esta época histórica—, han planteado al americano el problema de la existencia o posible existencia de una cultura propia. Antes de ahora el hombre americano no había tenido necesidad de una cultura que le fuese propia, cómodamente había vivido a la sombra y de la sombra de la cultura europea. Tan sólo algunos americanos se habían planteado el problema de esta falsa situación, pensando sobre la necesidad de que América tuviese una cultura propia, ya que tenía problemas que sólo el hombre americano podría resolver en la misma forma como los europeos resolvían los suyos; pero tal manera de pensar fue intrascendente. El americano se sentía seguro al abrigo de una cultura que se le presentaba con el carácter de validez universal.
Nuestro tiempo ha sido el encargado de demostrar al americano su error. Un buen día este hombre se ha encontrado con que la cultura, en la cual había puesto su seguridad, se desmorona destruyéndose a sí misma. El hombre de América que había confiadamente vivido, durante varios siglos, apoyado en las ideas y creencias del hombre de Europa, se encuentra de golpe frente a un abismo: la cultura occidental que tan segura parecía, se conmueve y agita, amenazando desplomarse; las ideas en las cuales había puesto su fe, transfórmanse en inútiles artefactos, carentes de todo valor y sentido. El americano había vivido cómodamente cobijado por la sombra del árbol de la cultura europea, pero en este que hemos llamado un buen día, el hombre europeo —el cultivador del árbol abrigador— lo corta y arroja al fuego por inútil, con lo cual el americano se ha encontrado de golpe expuesto a la intemperie, amenazado por todos los elementos; se encuentra de golpe con la historia, con la necesidad de hacerla, es decir, con la necesidad de hacer una cultura cultivando ideas y creencias propias.
El pensador hispano José Ortega y Gasset decía en uno de sus libros, refiriéndose a la impaciencia de América por ocupar un puesto en la cultura universal: "El dominio del mundo no se regala ni se hereda. Vosotros habéis hecho por él muy poco aún. En rigor, por el dominio y para el dominio no habéis hecho aún nada. América no ha empezado aún su historia universal"(1). Aunque duela aceptarlo, ésta es una realidad, América no ha hecho aún su propia historia, sino que ha pretendido vivir la historia de la cultura europea. Ha vivido como eco y sombra de Europa; pero una vez que la cultura de este continente, la cultura de Europa, ha llegado a la encrucijada en que amenaza derrumbarse completamente ¿qué puede hacer América? ¿Derrumbarse también, cayendo en el caos en que ha caído la cultura de la cual era eco y sombra? ¿Acaso no se acaban eco y sombra cuando se pierde la voz y el cuerpo? ¿No habrá que concluir que perdida la voz y el cuerpo de los cuales era eco y sombra la cultura de América, ésta tendrá que derrumbarse necesariamente? Sin embargo, no será así, América no ha sido eco y sombra de la cultura europea, aunque así lo parezca: América, simbólica expresión de un grupo de hombres, ha tenido que resolver los problemas que le ha presentado su circunstancia. Ahora bien, la solución de los problemas de una circunstancia depende de los medios de solución que la misma circunstancia ofrezca. El americano, al igual que cualquier otro hombre, ha tenido que resolver los problemas de su circunstancia, con los medios que ésta su circunstancia le ha ofrecido; dentro de su circunstancia está la cultura europea, de aquí que haya tomado esta cultura como un instrumento para resolver sus problemas. Una de las formas de resolver los problemas de su circunstancia ha sido la adopción de las soluciones que para resolver problemas semejantes ha utilizado el hombre de Europa. Acaso este tipo de solución haya sido o sea en nuestros días falsa solución, pero lo cierto es que gracias a esta solución el americano ha podido subsistir durante varios siglos. Hasta nuestros días no había tenido necesidad de buscarse otro tipo de solución, le bastaron las de la cultura europea. Si América no ha hecho una cultura propia es porque no la ha necesitado; si ha vivido como eco y sombra de una cultura ajena, ha sido porque en esta forma resolvía mejor los problemas de su circunstancia, acaso mejor de lo que los hubiera resuelto si en vez de tal cosa hubiese decidido buscar soluciones propias a los problemas que se le planteaban sin atender a las soluciones que otra cultura le ofrecía.
El hombre americano tenía que resolver sus problemas con urgencia, y una de las soluciones se las ofrecía la cultura de Europa, de aquí que se apropiase de este tipo de soluciones. Pero ahora que la cultura europea ha dejado de ser una solución convirtiéndose en un problema; ahora que ha dejado de ser un apoyo para convertirse en una carga; ahora que las ideas que tan familiares nos eran a los americanos se transforman en objetos siniestros, desconocidos, oscuros, y por lo tanto peligrosos; ahora, repito, es cuando América necesita de una cultura propia, ahora es cuando tiene que resolver sus problemas en otra forma bien distinta a la forma como hasta hoy los había resuelto. Esta otra forma no puede ser ya la imitación, sino la creación personal, propia. He dicho que al desaparecer la voz y el cuerpo desaparecen el eco y la sombra; y así es: al desaparecer la cultura de la cual éramos eco y sombra, desaparece este eco y esta sombra, es decir, desaparece la imitación, desaparece la solución como imitación, pero no el hombre elector de esta forma de vida. El hombre americano no desaparece como tampoco desaparece el hombre europeo aunque destruya su cultura para crear otra. Lo que sucede es que tanto el americano como el europeo se encuentran en una situación semejante, ambos se hallan ante un mismo problema: el de resolver qué nuevas formas de vida deberán adoptar frente a las nuevas circunstancias las cuales se han presentado como problemas insolubles a las soluciones dadas por la cultura que desaparece.
Ambos, el europeo y el americano, se encuentran sin suelo en qué apoyarse, en una situación de plena problematicidad, ambos tienen necesidad de continuar elaborando una cultura; pero ahora, el americano no puede permanecer al abrigo de la cultura europea, de lo que haga el hombre de Europa, porque ahora no existe tal abrigo, no hay otra cosa que problemas, vacío, y sobre el vacío no se puede existir. Europa no tiene en nuestros días nada concreto que ofrecer a nuestra América; por ahora no tiene más que problemas. De aquí que el americano no pueda seguir apoyándose en la cultura europea, sino que, al igual que el europeo, tendrá que buscar nuevas soluciones, nuevos puntos de apoyo, y esto tendrá que hacerlo por sí mismo. América hasta ayer eco y sombra de la cultura europea, tiene que procurarse tierra firme, y resolver por cuenta propia los problemas de su circunstancia. Ahora bien, este procurarse tierra firme, este buscar soluciones a problemas circunstanciales, da origen a una disciplina natural al hombre en situación problemática: la filosofía. América necesita de una filosofía, de una original meditación y solución de sus problemas.


sábado, 2 de marzo de 2013

“MIS CONSPIRACIONES”


por Leon Trotsky

19 de julio de 1938

Durante los 18 meses de mi estadía en este hospitalario país, fui acusado de toda una serie de terribles conspiraciones.
Hace algunos meses, el Sr. Toledano declaró en un mitin que yo estaba preparando la huelga general contra el gobierno del general Cárdenas. Ni más ni menos.
El jefe del Partido Comunista (creo que se llama Laborde)[2] declaró en una manifestación pública, en presencia del presidente de la República, que yo estaba involucrado en un complot fascista con los generales Cedillo y… Villarreal.
Al día siguiente, cada uno de estos señores acusadores arrojaba su propia acusación como se tira una colilla, las olvidaban y pasaban a inventar nuevos hechos.
Hoy, está a la orden del día mi viaje de vacaciones a Patzcuaro, Jiquilipan, Guadalajara y Morelia. Ahora ya no me acusan de preparar la huelga general o la insurrección fascista, sino de… viajar a México, alojarme en hoteles, encontrarme con ciudadanos mexicanos y entrevistarme con ellos. Sí, efectivamente he cometido todos esos crímenes (!), agrego que lo he hecho con gran satisfacción.
De parte de las diferentes capas de la población, obreros, docentes, militares, artistas, autoridades del Estado y de las municipalidades, no encontré más que atenciones y hospitalidad, que de forma general caracterizan tan vivamente a los mexicanos. En Patzcuaro, algunos maestros que vinieron a ver a Diego Rivera y a mí, por iniciativa propia, se informaron a través mío de la situación en la URSS y, más particularmente de la educación popular. Les expuse las mismas concepciones que ya había expuesto frecuentemente en mis libros y artículos. Para asegurarle la precisión necesaria, les adjunté la declaración escrita[3] que ya había hecho. Hasta donde yo sé, ninguno de estos maestros se considera ni se dice “trotskista”.
En Jiquilpan, Guadalajara y Morelia, no tuve estos encuentros, desgraciadamente, porque estuve sólo unas horas en esas localidades.
En Guadalajara, el centro de operaciones de mi “conspiración” fue el Palacio Municipal, la Universidad y el orfelinato, en donde vi los frescos de Orozco[4]. Mucha gente vino a mi encuentro para pedirme autógrafos o simplemente para darme la mano. A algunos, tal como lo había hecho en Patzcuaro, les pregunté bromeando: “¿No tiene Ud. miedo de acercarse a un contrarrevolucionario y fascista?”. Todos me respondían más o menos lo mismo: “Nadie con sensatez lo cree”. Inútil es aclarar que esta respuesta me dio una gran satisfacción moral.
En lo que concierne a mi “conspiración” con el Dr. Atl[5], sólo puedo decir que escuché por primera vez su nombre por las últimas “revelaciones”. Jamás me encontré con el Dr. Atl ni tuve el honor de conocerlo.
No dudo que esta declaración que contiene la refutación de una falsa nueva denuncia, será interpretada por los denunciadores como “una intervención en la vida interna de México”[6]. Pero este proceder no engañará a nadie. Hice una promesa precisa al gobierno de este país, es decir al gobierno del general Cárdenas, y no al gobierno de Lombardo Toledano. Nadie me ha dicho que Toledano estaba encargado de vigilar mi conducta. Jamás prometí callarme acerca de las calumnias o los calumniadores. Me reservé el derecho, tanto en mi casa como durante mis viajes, de respirar el aire de México, de encontrarme con ciudadanos de este país, de entrevistarme con ellos, visitar los monumentos artísticos y, cuando lo juzgue necesario, fustigar públicamente y llamando por su nombre a los “demócratas”, “socialistas” y “revolucionarios” quienes -oh, ignominia!- se han encargado de hacer, por la mentira y la calumnia, que quede librado a las manos de la GPU.


NOTAS

[1] Traducido del francés de la versión publicada en Oeuvres, Tomo 18, pág. 160, editado por el Instituto León Trotsky de Francia.
[2] Trotsky simula ignorar el nombre del Secretario General del Partido Comunista Mexicano. Hernán Laborde (1896-1955), fue erigido secretario general en 1929 luego de una severa purga. Estaba evidentemente dispuesto a todas las campañas contra Trotsky, pero se mostraba menos decidido para la “acción directa”.
[3] Trotsky había redactado la declaración en ruso y Jean Van Heijenoort, que lo acompañaba en ese viaje la había traducido al instante.
[4] José Clemente Orozco (1883-1949) era uno de los grandes pintores muralistas de la revolución y del México contemporáneo.
[5] Dr. Atl era el seudónimo de Gerardo Murillo (1875-1964), pintor y poeta, también veterano de la revolución mexicana, colaborador de Carranza, había sido el maestro de Diego Rivera. Rápidamente evolucionó hacia el fascismo y estaba ligado con el general Cedillo. Se formuló la hipótesis de que se habían encontrado “testigos“ de haberlo “visto“ acompañando a Trotsky, dado su cierto parecido con André Breton.
[6] Cada vez que Trotsky se defendía de un ataque calumnioso de gente como Lombardo Toledano, esta gente gritaba que al atacarlos, Trotsky “intervenía“ en la vida política mexicana y violaba así sus compromisos…