martes, 22 de octubre de 2013

CULTURA Y “SER NACIONAL”


por J.J.Hernández Arregui
“Si hay poesía en nuestra América,
ella esta en las cosas viejas, en Palenke y Ulatlán,
en el indio legendario, y en el inca sensual
y fino y en el gran Moctezuma de la silla de oro.”
Rubén Darío

Con la disolución del Imperio Español en América, la filosofía mercantilista anglosajona e influencias culturales francesas, distancian cada vez más a las oligarquías nativas en ascenso económico vertical de las masas horizontalmente aferradas al suelo y a las tradiciones colectivas que siguen iluminando a estas tierras desde el firmamento cultural hispanoamericano. Es inexacto que el período colonial haya carecido de vida activa. En esos siglos se refundieron culturas, costumbres y creencias, y el sistema resistió hasta el siglo xix. Esta solidez no fue ajena a la homogeneidad cultural que España logró en América. Y tal hecho habría de subsistir hasta hoy. En lo exterior predomina lo europeo —derecho, religión, técnica—, pero en la base permanece el substractum nativo, creencias colectivas, arte popular, etcétera.
La España que viene a América es la de Carlos V con su poderío mundial y su culminante vida espiritual en todos los órdenes de la cultura y el arte. Es la España de Vives, de Juan de Valdés, de Vitoria, y sus símbolos universales son el Greco, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora. Bajo este telón refulgente advienen a La Historia Universal las tierras descubiertas. Y bien pronto las creaciones de América retornarán a Europa con su propio cuño. Grandes poetas americanos, en efecto, tonificaron la cultura española: Ercilla, Mateo Alemán, Garcilaso, Juan Ruiz de Alarcón, Juana Inés de la Cruz. Y no son ya españoles sino americanos.
El hecho no puede extrañar. Los grandes poetas de América —aquellos que merecen tal nombre— manaron de una espesa tradición colectiva, ya sedimentada, y a ella se arquearon y la expresaron, no como europeos, sino como hispanoamericanos, como reflectores de una peculiar estampa estética del mundo, que siempre brota de un paisaje y de una masa de representaciones colectivas. Los individuos geniales de un pueblo, lo son, en la medida que renuevan y sintetizan, en un proceso inagotable, pues la comunidad sobrevive al individuo, las formas alegóricas de una cultura nacional. Esta herencia es la que cualifica a todo arte verdadero. Y es que la cultura, como desde un determinado ángulo lo viera Nietzsche, “es ante todo unidad de estilo artístico en todas las manifestaciones vitales de un pueblo”.
Aún cuando las crea nacidas del milagro de su interioridad, el gran artista nacional toma sus imágenes del contexto social en que vive como criatura humana. Sus representaciones, entornadas por la singularidad venturosa de su espíritu, son colectivas. El verdadero poeta, esencialmente personal en la inmanencia de la forma, pone en sus creaciones algo de impersonal, como es impersonal y exterior al individuo, lo colectivo que lo alumbra. Y así Rubén Darío, individuo, se lamentará:

“Qué queréis. Yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer!”

Pero el otro Darío, sin contradecirse, dirá:

“Yo no soy un poeta para las muchedumbres, pero sé que, indefectiblemente, tengo que ir a ellas.”

Y es también el Darío, afrancesado y “poeta maldito” de los comienzos, quien retornará, al fin, a las fuentes eternas de su genio poético:

“Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire... vivirá España.”

Todo gran poeta ha experimentado el sentimiento de este protofondo creador e insondable de lo colectivo:

Que al fundir el corazón
con el alma popular
lo que se pierde de hombre
se gana de eternidad.

Manuel Machado

miércoles, 16 de octubre de 2013

CONCLUSIONES de EL MEDIO PELO en la Sociedad Argentina

por Arturo Jauretche

Al que escribe le suele suceder lo que en el juego, según dice un paisano de Javier de Viana: "Se dentra con un rial pa' despuntar el vicio, y cuand'uno acuerda, está metido con caballo ensillao y todo".
Así me pasó con este libro. Pensé primero en unas notas periodísticas inspiradas en el ridículo del "medio pelo". Algo para el humor fácil, y como todo humor, hijo de una amargura encubierta por la risa. Es cosa de varón esto de esconder la queja aunque más no sea porque el "calavera no chilla".
Pero a medida que iba entrando en el tema fui comprendiendo su importancia, sobre todo cuando percibí que la tilinguería absorbiendo a la burguesía reciente, había destruido una de las fuerzas potenciales para la construcción de la Patria Grande.
Toda mi vida se ha concentrado en ese objetivo que ahora consiste en modernizar las estructuras económicas y sociales argentinas, que es lo que modestamente está a nuestros alcances en el limitado tiempo y espacio de que disponemos. Yo sé que esto le parecerá muy poco a los grandes ideólogos revolucionarios de la intelligentzia; pero sé que este programita sencillo y de vuelo corto los tiene en contra cada vez que se intenta, porque como he dicho en otra parte, preocupados por volar muy alto, le sacan la escalera al que quiere subir un poco con la complacencia de los que quieren que no subamos nada.
Y así fue como me encontré que esto del "medio pe­lo" tenía una proyección que no había percibido en el primer momento. Esto me llevó a analizar la evolución de la sociedad en la historia y constaté enseguida que no se acomodaba a los esquemas transferidos desde otras sociedades y desde los cuales se sacan conclusiones. Al mismo tiempo fui percibiendo la importancia de las pautas en los grupos sociales.
Creo que le debía esta explicación al lector, que a pesar de la advertencia del subtítulo, pudo ser atraído exclusivamente por lo del "medio pelo", como por una trampa.

* * *

Que la alta clase propietaria se aferre al país chico, no será patriótico, pero es congruente, como ya se ha dicho. También se ha dicho que es explicable que la imagen de un status seduzca con su jerarquía supuesta a los “primos pobres” y a la alta clase media. Pero que la burguesía desnaturalice su función histórica adoptando las pautas ideológicas de las clases que se oponen a su desarrollo, es una aberración, porque su posición antinacional significa una posición antiburguesa, ya que el desarrollo de un capitalismo nacional dependen exclusivamente de la modernización de las estructuras. Así, sólo la dirección de los trabajadores aparece cumpliendo su función histórica y teniendo que cubrir, además de su tarea en la conducción del proletariado, el claro, la vacante de la función abandonada por la burguesía, en la expansión hacia la Argentina potencia.

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            La historia vista desde la influencia de las pautas lleva necesariamente a la investigación de las élites que las elaboran. Así vemos que en el comportamiento opuesto en las guerras civiles del pasado, un común origen social y la pertenencia de grupo, no impiden la existencia de pautas distintas que corresponden a la visión del pa­pel de la plebe constituyente de las grandes masas del país.
Los Federales las consideran parte de la historia, porque su idea es la construcción del país según su na­turaleza. Los Unitarios las excluyen porque su ideario es la construcción del país al margen de aquella.
Después de Caseros se impusieron las pautas ideo­lógicas de los Unitarios y se empezó a acomodar la ca­beza al sombrero como quería Florencio Varela. La élite vencedora realizó, con todo, una política del país pues cualquiera sea el juicio que nos merezca, su política de grupo social coincidió con la preocupación de buscar su grandeza; ya se ha dicho que por un camino equivocado que tenía el límite a corto plazo. La política fue antina­cional por la ideología que la inspiró, pero los que la realizaron creían que hacían política para la Nación. Su progresismo dio más frutos en la expansión agropecuaria y el nacimiento de un país nuevo al que aportó la inmigración. Fue una política de Patria Chica que creyó que el litoral era toda la Patria. El roquismo tuvo una visión más integral del espacio. Traía también una visión económica nacional que de cumplirse pudo haber adelantado la integración social con la integración económica e incor­porado el criollaje del interior a niveles sociales modernos.
Pero el roquismo que había ganado la batalla en las trincheras la perdió en los títulos de propiedad de la Provincia de Buenos Aires y fue asimilado por la clase alta terrateniente que impuso definitivamente las pautas del país dependiente.
La generación del 80 que pudo constituir la nueva élite para el nuevo país, se incorporó a la oligarquía porteña y se ahogó en el abrazo del acuerdismo. La presidencia Quintana fue el símbolo de esta renuncia a la grandeza. A su vez, esa vieja élite porteña con sus apén­dices del interior, se desarraigó y perdió toda idea de construcción nacional. Dejó de ser élite desde el punto de vista político porque se hizo conservadora y su conciencia de grupo sólo actuó desde entonces y sigue ac­tuando para mantener al país dentro de lo ya logrado. Es el adversario neto de la modernización de las estructuras y además tiene conciencia de su alianza con las fuerzas extranjeras que nos tiene reservado un destino apendicular.

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Desde entonces el país no tiene élite conductora.
No la dio la inmigración y su integración con el país; tuvo que hacerse a través de un caudillo: Yrigoyen.
Caído el caudillo, careció de conciencia histórica y fue cuestión de tiempo que los descendientes de inmigrantes, en su afán de ascenso en el status, fueran absorbidos por la ideología de la vieja clase que no contrariaba fundamentalmente la promoción de su ascenso vinculado al desarrollo de la expansión agropecuaria.
Cuando el país ya no cabía dentro de los límites previstos en el “progreso ilimitado” el Estatuto Legal del Coloniaje de la Década Infame le impuso un lecho de Procusto. Pero la Gran Guerra lo reventó interrumpiendo la ecuación exportación –importación, y obligando al país a potenciarse por sí mismo. Inmediatamente, éste dio un salto –tan contenido estaba en su expansión—y producto de ese salto fue el hecho económico y social que generó a Perón. Mal o bien, este caudillo rigió la nueva integración argentina: la de los criollos que sucedían a la de los gringos, e imposible sin la modernización de las estructuras, que de hecho produjo la guerra mundial.
Pero faltó la élite burguesa correspondiente al momento histórico que la clase obrera por sí sola no podía reemplazar en una sociedad como la nuestra, que necesita la cohesión vertical de las clases de ascenso para vencer al enorme poder de los intereses preexistentes, nacionales y extranjeros, que se oponen a que seamos potencias.

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La Revolución de 1955 —después de la leve vacila­ción Lonardi— concibió la solución suprimiendo un pe­dazo de historia. Quiso volver atrás borrando el parén­tesis de modernización de las estructuras que cubría 10 años de los más intensamente vividos en el país. En lo económico y lo social, intentó restaurar la situación vi­gente en la Década Infame. En lo político, la vieja ordenación de los partidos. Pero el país había crecido y era otro. Si era imposible restaurar aquella economía y aque­lla sociedad, tampoco era posible restaurar su estructura política. La expresión política Perón era el producto de que ya estaba muerta en 1946. ¿Cómo de otra manera pudo ser posible que un hombre desconocido dos años antes rompiera los cuadros de los partidos y absorbiera al mismo tiempo las nuevas promociones sociales que se incorporaban a la historia?
La historia de estos 10 últimos años con sus idas y vueltas no es más que la documentación de que el viejo país está muerto y sólo puede subsistir transitoriamente y por la imposición de la fuerza, pero así y todo, en las apariencias formales y no en la sustancia. El emparchado traje democrático con que se quiere cubrir la ficción de una sociedad organizada, no da para más y hay que re­galarlo al cotolengo.
Las fuerzas armadas asumen el poder y abandonan también la ficción constitucional, porque la Constitución vigente debe adaptarse al Estatuto de la Revolución ema­nado de la comandancia de las tres armas. Las vestales de la Constitución, ahora ni se tapan el rostro con las manos, ni se arrojan cenizas sobre el pelo (ésta es una ficción literaria, porque la mayoría son peladas). Algu­na, como ha dicho otro, es devorada por el Ministerio del Interior. El juez Botet, que procesó a los legisladores peronistas por un supuesto acuerdo de facultades ex­traordinarias, es funcionario de la nueva estructura jurí­dica que condiciona la Constitución al "dictat" de los comandos. Allá ellos, que son los que sostenían que los pue­blos son para las constituciones y no las constituciones para los pueblos. No es problema mío ni de los que pien­san como yo. Es un problema de honradez intelectual que sólo a ellos se les plantea. El país está al margen.
Tampoco es problema de las Fuerzas Armadas.

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La Revolución enuncia como objetivo fundamental de sus tareas, la modernización de las estructuras, pero esto implica fatalmente la revisión de todos los supuestos de la Revolución Libertadora; modernizar las estructuras supone sustituir estructuras, y la única estructura que se puede sustituir modernamente es la del país viejo, conformado dentro de los límites de la economía depen­diente. Supone acelerar el desarrollo capitalista, y esto sólo es posible por la industrialización y la diversificación de los mercados en lo interno, y la ampliación de los ex­ternos. En lo social apareja acelerar la integración, le­vantando el nivel de las masas por la plena ocupación que trae aparejada su actuación política, económica, so­cial y técnica. Pero esto es precisamente aquello a que se opone la estructura económica perimida.
La suerte de esta revolución está ligada a la concien­cia que tenga de lo que significa la función histórica que ha asumido.
Un publicista de mucha gracia dice que las revolu­ciones militares tienen tres etapas: La víspera, el día siguiente, y el día menos pensado. Es una expresión hu­morística que contiene una verdad incontrastable, apli­cable al caso.
La voluntad de modernizar las estructuras pertenece a la etapa de la víspera; ahora estamos en el día siguien­te, que es una etapa de tanteos en la que la concepción teórica empieza recién a percibir las posibilidades de su aplicabilidad y las fuerzas profundas que se oponen. El día menos pensado ocurre cuando ya se tiene la carta de situación, como dicen les militares, y hay que poner en ejecución el pensamiento de la víspera. O tirarlo al ca­nasto de papeles donde se acumulan las intenciones.

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El país carece de élite conductora y la revolución militar significa que las Fuerzas Armadas se constituyen en ella.
Si actúan como élite conductora, asumirán el papel que se han asignado en la víspera, pero eso implica que deben resignarse a no contar con la unanimidad democrática que es una máscara inconciliable con la tarea a cumplir: tendrán inevitablemente que chocar con las mismas fuerzas que se han opuesto en lo interior y en lo exterior a todo proceso de modernización, y serán dictadura, y también tiranía, porque eso no resulta de la mano fuerte o de la mano blanda, sino de los intereses que se lesionan y disponen de toda la superestructura cultural para crear la imagen política del gobierno. Frente a esas resistencias tendrán que buscar el apoyo de los grandes sectores vinculados a la modernización del país, y esto también las caracterizará como antidemocráticas, porque descubrirán que la democracia es una ficción que no debe trascender de los límites convencionales establecidos por la vieja estructura. Al mismo tiempo tendrán que defenderse de restauraciones aun más remotas que les propondrán aquellos a quienes el país actual nunca les viene bien, porque en lugar de caminar hacia el futuro, fugan hacia un pasado imaginario e imposible.
            Las fuerzas de apoyo a la modernización del país no son hijas de una ideología, sino de la realidad artificialmente contenida; están ahí y las etiquetas que las no­minan no tienen importancia porque los nombres son anécdotas y ellas son hijas de un hecho histórico cuya vigencia tampoco depende de nombres sino de hechos.
Si las Fuerzas Armadas entienden que vienen a cumplir la función de élite que está vacante en el país, tienen un largo proceso para cumplir en el ejercicio de la modernización de las estructuras. Si no lo cumplen, y no comprenden el paralelogramo de las fuerzas del que ellas son una, en que la oportunidad histórica les ha dado la función de élite, sus días son cortos: el día menos pen­sado no estará lejos, y las fuerzas del pasado celebrarán el espíritu civilista con que retornarán a los cuarteles, recogiendo del cotolengo el traje que habían regalado.

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Pero a las Fuerzas Armadas como tales, en su ca­rácter específico se les plantea, mejor dicho se han plan­teado ellas, una hipótesis que se refiere a su propio destino.
La República había renunciado a su grandeza. No tenía destino de potencia y eso llevaba implícito que no había destino para las fuerzas armadas. Sin proyección internacional, a lo sumo con una función apendicular en la hipótesis de un alineamiento mundial para la guerra, como cuerpo expedicionario, las Fuerzas Armadas care­cían de objetivo, al carecer de objetivo el país mismo. Sin la finalidad básica de un pensamiento militar, este se transformaba en un pensamiento policial; el instru­mento de la soberanía devenía inevitablemente en solo instrumento del orden interno: del orden interno de las viejas estructuras que se oponen a la modernización.
El simple enunciado de modernización de las estruc­turas importa ya una idea de potencia. ¿Quiere la Re­volución que la Argentina sea potencia?
Sí; lo quiere. Y por eso enuncia su voluntad modernizadora. Esto significa plantear la política del Estado desde un punto de vista totalmente inverso al de las fuer­zas conservadoras, que consideran que hemos llegado al límite de nuestras posibilidades y aceptan para el país un papel secundario y declinante.

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Pero no sólo en el orden interno hay fuerzas que se oponen a la modernización. En el esquema internacional de las fuerzas imperiales, la Argentina tiene que seguir siendo un proveedor de materias primas y es a nuestro vecino Brasil a quien se ha asignado el papel de potencia industrial. Allí es donde debe hacerse la modernización de las estructuras, si es que esto significa otra cosa que aumentar el número de rejas de los arados, la mejora por la genética, etc., en fin ampliar un poco los límites del país agropecuario. Para esto basta con la encomiable labor del INTA, un buen manejo del crédito y... iba a decir una buena comercialización de la producción agropecua­ria, pero esto no está en los papeles de los asociados en ACIEL.
Para semejante viaje no hacen falta estas alforjas.

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Ocurre así que buscando el país real y sus exigen­cias, las Fuerzas Armadas se encuentran a sí mismas. Pensar el país en dimensión de potencia, le restaura a las Fuerzas Armadas el sentido histórico de su misión específica que no es la que le asignaban los "Regimientos de Empujadores" y los "Batallones de Animémonos y Va­yan" de civilacos que merodean por los cuarteles cuando el país real los descarta, y vuelven a merodear cuando consideran que debe terminar la intervención de los mis­mos, para restablecerlos a ellos.
Hay que hacer de la Argentina una potencia y esa es la tarea que asume la élite.
Si la revolución asume la responsabilidad que se ha atribuido, no sólo se la va a combatir de frente. La van a flanquear, y saber estas cosas del "medio pelo" puede ser muy interesante para sus hombres. A medida que se asciende en todos los grados de la sociedad, la búsqueda del prestigio es una legítima preocupación humana. Hay sucedáneos de la gloria y el honor de cumplir con el deber que impone el culto de la verdadera personalidad.
En el principio del capítulo anterior he hablado del orgullo y de la vanidad haciendo un cotejo entre los mis­mos. Ya se ha visto como a través de las pautas del pres­tigio social la burguesía que se inicia con la moderniza­ción de nuestras estructuras traiciona su destino. He mencionado en muchas oportunidades cómo la carrera de las armas fue marginada del status de la alta clase, a la que excepcionalmente tuvieron acceso los hombres de ar­mas. Pero también la alta clase con su fino sentido de su interés como tal, sabe abrir sus puertas ocasionalmente al acceso de quienes no la constituyen, para por los cau­ces del prestigio social subordinarlos a sus pautas, in­culcándolas primero las de comportamiento, para incul­carles después las ideológicas. Este contacto ocasional dura mientras es necesario, pero la asimilación se hace definitiva en el ''medio pelo" que es el resultado fatal de una ilusión frustrada.
Hablando de los medios de propaganda en 1945 y 1946, dije que los periódicos entraban por la puerta de calle mientras "la voz maldita" de la radio entraba por la cocina y por las ventanas. Ahora puede ocurrir al re­vés, y que las pautas destinadas a destruir la posible élite conductora de la modernización de las estructuras, en lu­gar de entrar por la puerta de calle que ellos cierren, entre subrepticiamente a través de los familiares que están menos defendidos por el sentido de la misión.

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List en su "Sistema de economía nacional" había ya teorizado las bases de la grandeza económica y el movimiento del romanticismo alemán había generado el impulso sentimental tendiente a la cons­titución de una nación poderosa. Pero las clases dominantes, una burguesía preindustrial, y sobre todo una nobleza minimizada, con­servadora de los privilegios vigentes en la anarquía del país atomizado por pequeños reductos de intereses locales opuestos a la realización general, se aferraban a la imagen que corresponde a la ideología de la "Patria Chica" entre nosotros. Correspondió a Bismarck la tarea de cumplir el cometido exigido por la grandeza alemana desborda; do los pasos primarios del "zollverein" hasta lograr la unidad alemana.
Lo que importa es señalar que esa política la cumplió apoyán­dose, frente a la incapacidad de la nobleza y la burguesía, en los "junkers" del oeste alemán y en la formación militar nacida de su seno. Ante la carencia de élites que cumplieran su papel la realizó improvisando la élite conductora con los elementos teóricamente me­nos señalados para cumplir el desarrollo capitalista, y en los que la falta de la mentalidad correspondiente fue suplida por la concepción nacional de la potencia: por una voluntad de destino nacional de que las supuestas élites carecían y contra la cual actuaban negativamente. Paralelamente surgió un poderoso movimiento socialista que realizó la integración nacional en las bases populares. De esa conjunción operativa resultó la gran Alemania que pudo absorber en el proceso la contradicción ideológica de las dos fuerzas con una resultante de interés general cuyo signo positivo expresó la potencialización ger­mánica. Hoy y aquí, podríamos llamar a ese proceso modernización de las estructuras absorbiendo los contradictorios en las pautas co­munes de la grandeza nacional, en cuyo amplio horizonte de Patria Grande caben todas las contradicciones menos las que surgen de la aplicación de las pautas de la Patria Chica.     
Frederick Clairmonte (Op. cit.) dice a este propósito: "Alemania, superpoblada y empobrecida a comienzos de la tercera década del siglo, se encontraría subpoblada veinte años más tarde, viéndose obligada a recurrir a las reservas de fuerza laboral de sus vecinos menos desarrollados. La superpoblación, característico azote del subdesarrollo, había desaparecido".[1] Pero nuestros liberales de la "So­ciedad Rural" y "ACIEL" como los ya citados Fano y Hueyo no pue­den comprender que la superpoblación desaparece por aumento de la receptividad, y sólo atinan a la fórmula de la "Patria Chica": adecuar la población a la economía ya existente, es decir despoblando. Hipó­tesis de Patria Chica conforme a la cual Alemania hubiera continuado siendo la miserable nación de que hablaba Voltaire, esa que Stahl —ministro de finanzas de Austria— describía sarcásticamente como el conjunto "de esos territorios que figuran en los mapas con el nom­bre de Alemania".
¿Esperaremos que sea así descripta la Argentina por el ministro de finanzas de algún vecino poderoso?

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Así he venido desde Juan de Garay a parar en esto que llamo "Conclusiones". He querido mostrar en el trans­curso de este libro, a cuyas últimas líneas llegas lector, si has tenido paciencia, la gravitación que las pautas do­minantes en una sociedad tienen sobre su destino. Esta es la única función docente que tiene la historia: ense­ñarnos el presente y el futuro por lo que sucedió ayer. Esa es la razón por la que se la falsificó sistemáticamente en nuestro país, oponiendo a una historia de la política una "política de la historia" como lo digo en "Política nacional y Revisionismo Histórico".

NOTA

1. Conviene recordar aquí lo que dice el mismo autor al hablar de este desarrollo demográfico, y cuáles fueron los factores que lo determinaron : "El zollverein, los ferrocarriles, el intervencionismo estatal y la industrialización". Porque es inútil pensar la gran nación como un sueño y reverenciar las ideas que la limitaron. (Te lo digo Juan, para que lo entiendas Pedro y no intentes pescar... sin mojarte como corresponde).




APÉNDICE

NOTA

El tema de la "relación adversa de los términos del intercambio", requiere mucha mayor extensión para su tratamiento y será abordado en "Política y Economía" con la latitud adecuada. Me he limitado a señalar algunos de los factores determinantes pero podría objetarse que esta explicación es también válida para los países alta­mente industrializados, donde sin embargo la relación materia prima-producto industrial es mucho menos ad­versa, pero sería olvidar que en los países centros los precios de las materias primas son precios políticos, que se practican en mucha mayor escala en las naciones industrializadas que los liberales nos proponen como ejemplos de anti-intervencionismo de Estado que en las dependientes. Así Prebisch ("Hacia una dinámica del des­arrollo Latinoamericano"), nos dice: "En los Estados Unidos, los precios internos de sostén mantienen una paridad variable con los precios de los productos indus­triales adquiridos por los agricultores, y hay el subsidio de las exportaciones en el mercado internacional. En Eu­ropa occidental, existe el aumento de las restricciones a la importación de productos agrícolas, como medio de am­pliar el mercado por la propia producción y amparar precios internos elevados. Así mismo se contempla acudir al subsidio a las exportaciones al mercado mundial en caso de excedentes". Pero parece que esto no es intervencionismo de Estado, como tampoco lo sería la formación de mercados comunes; en cambio lo eran nuestros tra­tados bilaterales, que en definitiva son el mismo perro con distinto collar. (Ahí anda el Sr. Krieger Vasena dan­do vueltas alrededor del Mercado Común Europeo para que nos dejen un agujerito después que con el Sr. Verrier y el Sr. Alemann destruyeron aquellos tratados y convir­tieron en saldos exigibles a corto plazo las cuentas co­rrientes que nos abrían la puerta. ¡Oh los genios de la ciencia aséptica y extranjera!).
Lo que importa es que el deterioro de los precios de las materias primas es un hecho cierto y aceptado como tal en la teoría económica de los países que pretenden que no los tomemos en cuenta, y que por consiguiente sigamos como exclusivos productores de ellos, con el apoyo de sus cómplices, gobernantes locales, los teóricos de la economía de dependencia, y los "prácticos" grupos eco­nómicos ligados a la misma. Este reconocimiento del he­cho lo hizo Lincoln Gordon, embajador de los Estados Unidos en el Brasil en un discurso pronunciado en el Consejo Económico Nacional Brasileño el 29 de Enero de 1963, cuyo texto reproduce Prebisch.
Heilbroner ("El gran ascenso" - Ed. Fondo de Cul­tura Económica - 1964) dice: "Mientras que el precio de las materias primas fluctúa hacia arriba y hacia abajo, en años recientes el valor de los artículos manufactura­dos, por los que aquella se cambia, se ha movido en una sola dirección: hacia arriba. Y así, los términos del co­mercio (el quid pro quo real de las mercancías recibidas a cambio de las ofrecidas) se ha movido en contra de los intereses del exportador de materias primas: ha dado más y más material bruto por menos y menos maquinaria".
Enseguida agrega, para los que lo esperan todo de la ayuda exterior: "El resultado fue que las naciones pobres recibieron 2.000 millones de dólares menos en su poder adquisitivo real, suma mayor que toda la ayuda que recibieron ese año." (Se refiere a 1957). "Efectivamente las naciones subdesarrolladas subvencionaron in­voluntariamente al mundo desarrollado."
Con razón dice Prebisch en el prólogo (Op. cit.), refiriéndose a sus "colaboradores" en la redacción del Informe y Plan de 1955: "No se quiere leer, no se quiere pensar, se siguen repitiendo trasnochados conceptos del siglo XIX sin vigencia alguna con la realidad actual." Es que los "amigos" locales de Prebisch no quieren ente­rarse de lo que les costaría el apoyo de la gran prensa y los intereses económicos que les dan prestigio y los lle­van a las posiciones claves de la economía. Prebisch ahora ha sido silenciado y de genio a pasado a ser un "punto" desconocido, por haberse enterado; sus "amigos" se curan en salud, pues lo que les importa es su triunfo personal aunque el país reviente, y saben que el precio del triunfo es la traición a la verdad argentina.
Ni remotamente con estas anotaciones me aproximo a la totalidad del tema que como he dicho, no cabe en este libro, pero es inseparable de la actualización de la llamada renta diferencial y de la estructura social de pro­ducción así como de la tecnificación que alteró la primera.

NOTA

Para los "cabecitas negras" no hubo Hotel de Inmi­grantes y la Villa Miseria cumplió las funciones de aquel hotel y del conventillo, respecto de los extranjeros. Vista con los ojos "urbanísticos" de la gran ciudad es efecti­vamente Villa Miseria. Visto con los ojos del economista o del sociólogo es Villa Prosperidad. También con los ojos del "cabecita negra" porque no emigraron de un campo idílico, ni abandonaron cómodas residencias sino rancheríos tan precarios y pobres como las viviendas en que se hacinaron en la gran ciudad, pero con trabajo, es decir con pan, ropa y diversiones que antes no conocían.
Además con medios de cultura accesibles. Hace po­cos días viajando con Carlos Seeber, de Añatuya a Pinto, al pasar por Icaño recogimos un grupo de "changuitos" que salían de la escuela: había dos Corias, un García, un Bazán y tres Rojas (el Almirante es también de Icaño) y los llevamos hasta sus ranchos, el más cercano de los cuales está a una legua de la escuela adonde van todos los días a pie y bajo el sol santiagueño. Lo recuerdo por­que los hijos de los "cabecitas negras" de las villas mi­serias tienen la escuela más a mano.
La Villa Desocupación de la Década Infame, sí era Villa Miseria. La ciudad tenía miles de habitaciones des­ocupadas cuyos avisos se leían por todos los barrios y ocupaban un amplio espacio en los clasificados de los dia­rios. Había habitaciones pero no medios para pagarlas. El caso de la Villa Miseria es inverso: hay medios pero no hay habitaciones que pagar. Además, nadie sabe me­jor que el interesado dónde se está mejor, si en la Villa Miseria con trabajo, o en el Barrio de las Latas pueble­rino, sin ocupación, y la elección de las villas miserias es un plebiscito decisivo.
Pero casi toda la literatura periodística, o de conver­sación entre canasta y canasta, o copa y copa, y conmi­seración que expresa revelan hipocresía: no es la pobreza de la Villa Miseria la que molesta sino su vista. Por eso, cuando algún intendente rodeó con un tapial las Villas Miserias del bajo Belgrano, muchos de estos conmiserativos dieron el problema por resuelto: lo que no se ve no existe o, mejor dicho, lo que no se ve no molesta.
La verdad es que la Villa Miseria es un hogar de trán­sito y que la mayoría de sus habitantes han ido emigrando de las mismas, a medida que el lote en mensualidades y la prefabricada les iba permitiendo realizar la casa propia. (Alguna vez habrá que averiguar quién inventó la prefabricada y dio la solución más positiva que se ha dado a nuestro problema de la vivienda en la forma que he descripto en la "Advertencia preliminar" de este libro).
La población de las Villas Miserias se renueva constantemente y prácticamente hoy, quedan en ellas pocos de sus primeros ocupantes que en los últimos años han sido sustituidos en gran número por bolivianos, paraguayos y chilenos, que van ocupando las vacante, ya que el problema de la desocupación rural es común a toda esta parte de América. Esto no excluye que haya un porcentaje de población permanente, constituido por sectores de extrema pobreza sin posibilidades de ascenso. Por otra parte el fe­nómeno es de carácter universal y está en relación con el progreso industrial. Así en España —que en los últimos quince años ha dado un salto del siglo XVIII cuando Car­los III fracasó en su propósito de construir una España de tipo capitalista— con el desarrollo industrial, se ha gene­rado un fenómeno similar al del "cabecita negra" con to­das sus implicancias; en Bilbao se llamó barrios de "co­reanos", a los equivalentes, porque "coreano" se le dice al trabajador estacional del mediodía español que emigra a los centros de producción industrial.
También irrita a las "señoras gordas" que se vean las antenas de los televisores y la sospecha de que haya heladeras y cocinas a gas, pues no pueden comprender que la búsqueda del confort es una necesidad humana, y que el que no consigue casa adecuada, se provea de lo que está a su alcance dentro de sus recursos.
Afortunadamente, desde que escribí "Los profetas del odio", hace diez años, la actitud de los intelectuales y es­pecialmente los periodistas ha ido cambiando bastante y ahora muchos contribuyen a poner los puntos sobre las íes. Para quien quiera tener una visión aproximada del mundo de la Villa Miseria, visto con otros ojos que los que se ponen detrás de un hipotético "impertinente", y arru­gando la nariz para no sentir olores presumidos, recomien­do la lectura de la novela de Bernardo Verbistky, "Villa Miseria, también es América", que ha incorporado el te­ma, con inteligencia y amor, a su excelente producción novelística. Podrá ver allí un mundo de hombres como cualquier otro, y eliminar esa actitud corriente de obser­vador de infusorios en un estanque de agua putrefacta.

NOTA

"El camino de Buenos Aires" de Albert Londres, tu­vo gran resonancia en el momento de su aparición, pues señalaba Buenos Aires como uno de los centros más im­portantes de la trata de blancas a cargo de los "macró" —versión porteña del término "maquereux", marsellés— que designaba una forma capitalista de la estructura del comercio de mujeres que superaba al primitivo y "artesanal" sistema del "cafishio" criollo.
Estas cosas sólo podían suceder con la divisa fuerte, y así, mientras la alta clase argentina emigraba a Europa en busca del placer, un sector femenino de la baja clase europea emigraba a la Argentina para satisfacer a los argentinos que, por su pobreza, no estaban en condicio­nes de divertirse "in situ". El poder de la divisa se refleja hasta en el amor. Recuerdo que siendo muy joven, en Santiago de Chile, cuya divisa era muy baja, le pregun­tamos a un carabinero por un sitio de diversión, y éste nos indicó uno, diciendo para marcar su calidad excep­cional: —"¡Hay francesas!".
Lo mismo pasa con la clientela de los grandes hote­les internacionales, donde las categorías no están dadas por la jerarquía social de su clientela, sino por la calidad de la divisa del país de donde provienen.

NOTA

Me dicen que la anécdota de Borges no se refiere a Beatriz Guido sino a Mercedes Levinson. Tanto da, por­que no hay mucha diferencia y la ingeniosa ocurrencia de Jorge Luis Borges conserva todo su valor. "Se non é vero é ben trovato". También me dicen que la publica­ción de "Bomarzo" es posterior a "El incendio y las vís­peras", y entonces no habría pastiche, como lo imagino más adelante, y así Bagatelle sería una creación total­mente de la autora. ¡Peor para ella!

NOTA

Mucho se ha batido el parche sobre el éxodo de los trabajadores rurales a las ciudades industriales porque a la clase propietaria de la tierra y a la economía depen­diente, le conviene el estado de desocupación endémico de una masa de trabajadores rurales que sólo cuentan con los trabajos estacionales para subsistir en la semi-ocupación que provoca a miseria rural por la competen­cia de excesiva mano de obra en oferta, y la desocupación industrial, por el achicamiento del poder adquisitivo de los trabajadores. Se añora un estado típico del subdesarrollo que permite bajar los costos de producción creando en la clase patronal rural la ilusión de un mayor margen, cuando en realidad este mayor margen es ab­sorbido por el aparato exterior de comercialización y por los menores precios internacionales que origina la producción argentina a bajo costo. Se olvida que, al aumen­tar el margen la diferencia se transfiere al exterior. Se intenta así, restablecer las bases de la renta diferencial, haciendo absorber al país los efectos de la relación ad­versa de los términos del intercambio, con el achicamiento del costo-hombre, en la pretensión de fundar la prospe­ridad de un grupo en la miseria popular y en la disminu­ción del país. Y al mismo tiempo se habla de tecnificación y diversificación agraria, que son incompatibles con la mano de obra a vil precio.
En cambio, no se habla para nada de la emigración de los propietarios rurales a Buenos Aires. Bastaría una elemental investigación sobre las unidades de vivienda construidas después de 1955 y concentradas casi todas en el Barrio Norte y sus aledaños, para comprobar como, a consecuencia de la transferencia de la renta operada desde entonces, se ha radicado en la Capital una enorme masa de los llamados productores rurales, que antes vi­vían en el campo o en los pueblos cercanos a sus estable­cimientos. El pretexto más usado es la necesidad "de edu­car los chicos", que antes se internaban como pupilos en los colegios, o cumplían su enseñanza secundaria en los colegios de las localidades rurales.
De tal manera el propietario medio, de cuatrocien­tas a mil hectáreas, ha triplicado sus gastos de consumo con la diferencia que va de vivir en Buenos Aires —a ni­vel estanciero— a vivir en el propio campo o en el pueblo cercano, y así los efectos de la transferencia de la renta y las exoneraciones fiscales, que debían traducirse teóricamente en mayor inversión, se traducen en mayores con­sumos superfinos que excluyen la reinversión. Además esta forma de ausentismo implica la imposibilidad de la tecnificación que requiere la conducción de un experto que no puede ser, en el caso de las pequeñas fortunas, otro que el interesado o sus hijos, a diferencia de los grandes establecimientos cuyas condiciones económicas permiten tener un experto a sueldo. Así mismo, las inversiones en máquinas, aprovechando los beneficios dados por réditos, resultan excesivas desde que no son aprovechadas al má­ximo, cuando no se han traducido en automóviles y ca­mionetas de alto precio, en las que la utilización para las necesidades reales de la producción es subsidiaria de la necesidad de “hacer pinta”, y de trasladarse a la lejana base de producción siquiera una vez cada quince días. (Se hace imprescindible determinar qué se entiende por productor rural, que no lo es el rentista de la tierra, aun­que esté eliminado el arrendatario, si el propietario no concentra su vida y su actividad en llevar al máximo la producción del predio. El estudio de la mentalidad del "medio pelo" es imprescindible para conocer la influencia de las pautas porteñas en la actividad agropecuaria, pues este llamado "productor rural" que estoy señalando, se complace en imaginar las posibilidades de desenvolverse como un farmer norteamericano o europeo, pero no ad­mite ni por broma sujetarse a su disciplina de trabajo y de consumo, que es exclusivamente agraria. Porque ese "productor rural" envidiado no vive en las grandes ca­pitales, ni dilapida sus bienes: engorda personalmente el chancho y el vacuno, siembra y cosecha su cereal, etc.

NOTA

Del discurso del Ministro de Hacienda de la Nación, Dr. Federico Pinedo en el Senado Nacional el 17 de No­viembre de 1940:
"He sido o he colaborado en las grandes compañías navieras, las grandes casas financieras, las más impor­tante y se me pagó por él, como correspondía, honorarios portantes compañías de transportes urbanos... porque de todas ellas soy abogado.
"Hoy se ha publicado en los diarios un plan refe­rente a reorganización ferroviaria que yo he dado a mu­chas personas, a todo el que me lo ha pedido, y haciendo presente que ese plan había sido elaborado por mí, en mi calidad de abogado de todas las empresas del país, que me habían consultado sobre esa materia cuando estuve en Londres y después en el país. El trabajo era muy importante y se me pagó por él, como correspondía, honorarios muy importantes: 10.000 libras esterlinas".
El Dr. Pinedo se adelantó a manifestar esto madrugándolo a un senador opositor que le estaba por lanzar el dardo, en el mismo recinto en que fue asesinado el se­nador Bordabehere durante el debate de las carnes, por un guardaespaldas ministerial.
La memoria de la gente suele ser muy flaca y a ve­ces se pregunta por qué esa época se llamó Década Infa­me. Creo que en estos dos hechos, que no son más que modestos botoncitos para muestra, está explicado todo. El Dr. Pinedo escribió después un libro ponderativo de esa época ejemplar que llevó el nombre de "Tiempos de la República". Toda la gente que añora aquella supuesta Jauja coincide con Pinedo en que aquellos eran los tiem­pos de la República, y no la Década Infame: hasta mu­chos que fueron amigos de Bordabehere y de de la To­rre y gran parte de los opositores apaleados para que existiera esa clase de gobierno grato a la evocación del "medio pelo". Y todos son campeones de la moral, de una moral que no exigió el fusilamiento del Dr. Pinedo, sino que permitió que fuera después ministro en dos oportu­nidades, con los resultados que se conocen, y que continúe siendo consejero "in extremis" en los momentos críticos de la economía cuyos males provienen de esos procedi­mientos.
Y no es que el fenómeno imperialista y sus conse­cuencias sea una invención exclusiva de cripto-comunistas y de cripto-nazis, que es la técnica usada para des­prestigiar el patriotismo positivo, que se asienta en la realidad y no en la declamación a fecha y ceremonia fija.
El Dr. Enrique Uriburu, hermano del General Uriburu y Presidente del Banco de la Nación en la presiden­cia de aquel, es autor de una de las más precisas defini­ciones del imperialismo, en el caso concreto, mucho mejor que las de Marx y Lenin:
"El imperialismo tiene dos formas: una es la ane­xión pura y simple, el imperialismo por kilómetro cua­drado. La otra forma es la colocación o infiltración de capitales, su empleo en la producción, transportes, ser­vicios públicos, y luego un banco que corona el edificio con su bandera ajena. Uno de ]os ejemplos más claros de esta forma es nuestro país. Nosotros no vendemos trigo y carne como cree la gente, vendemos un compuesto de intereses, fletes y amortizaciones. Las estadísticas de la comisión de cambios son de una gran claridad a este res­pecto. Deben tenerla los argentinos muy presente: NUES­TRA COSECHA ES LA MASA DE UN CONCURSO".

NOTA

También que la dedicatoria, "murió de delicadeza" puede ser una reminiscencia de Rimbaud. De todos mo­dos, es una forma de exculpar el peronismo paterno y justificarlo ante el "medio pelo'". El Sr. Pradere acep­tando la embajada en el Uruguay para salvar su obra de arte, Bagatelle, sería el sustitutivo del arquitecto Gui­do haciéndose peronista para terminar el monumento a la bandera. ¡Las cosas que hay que hacer por amor al arte!

NOTA

A poco más de un mes de la aparición de este libro, parece que el Dr. Mercier ha querido ratificar lo que digo respecto a la utilización de los neófitos. Es así como en La Nación del día 9 de diciembre de 1960, se manifiesta lesionado por un documento de la Sociedad Rural que pres­cinde del recuerdo de su liderazgo ruralista. Se creía de­finitivamente parte de la alta clase y resulta que lo olvi­dan cuando no lo necesitan. Se había "pillado" en serio lo del liderazgo y resulta que era un préstamo circunstan­cial; en consecuencia renuncia como socio de la Sociedad Rural, seguramente para dedicarse a sus actividades es­pecíficas.

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viernes, 4 de octubre de 2013

Estupidez cósmica y testarudez nativa

por Andrés Soliz Rada

Los avances científicos hicieron que Bertrand Russell se preguntara si no fuera mejor que la guerra pusiera fin a nuestra especie, antes que la estupidez se vuelva cósmica. En esa línea, el economista canadiense Michael Chossudovsky denunció, con documentos oficiales, que la expansión del arsenal de armas climáticas se ha convertido en prioridad de EEUU, ahora que su Fuerza Aérea ya tiene la capacidad de provocar inundaciones, huracanes, sequías y terremotos" (rebelión.org, 7-I-2005), además de maremotos y tsunamis, añadiríamos nosotros.

Lo anterior demuestra que la última tragedia del sudeste asiático es en realidad otra batalla victoriosa del complejo industrial militar estadounidense, dispuesto a incrementar su hegemonía planetaria, sin escrúpulos ni barreras. Por su parte, Juan Gelman hizo notar que EEUU notificó de manera oportuna a su base naval de la isla Diego García, en el Océano Indico, de la inminencia del último tsunami, pero que los pescadores de la India, Sri Lanka y Tailandia no recibieron advertencia alguna (“Pagina 12”. Buenos Aires, 9-I-05).

A su vez, Marcelo Colussi indicó que los países destruidos por guerras bélicas o climáticas son reconstruidos por EEUU, cuyos pueblos son obligados a consumir productos transgénicos producidos por compañías de este país, sin que los agricultores locales puedan siquiera acumular semillas (rebelión.org, 9.I-05). Lo anterior ya ocurrió en Irak y Afganistán.

Gelman se pregunta si es casual que el teniente general de marines, Rusty Blackman, jefe de Estado Mayor de las tropas que invadieron Bagdad, esté ahora a cargo de las tropas de socorro en Tailandia, Indonesia y Sri Lanka. La Organización de las Naciones Unidas es el convidado de piedra en estos actos de barbarie.

Chossudovsky reveló, asimismo, que el superconsorcio inglés-norteamericano, British Petroleum-Amoco Oil, adquirió tecnología de la guerra climática de los más grandes fabricantes de equipos electrónicos bélicos del mundo. A su vez, la British Petroleum formó parte, junto a la española Repsol, de la compañía Pacific LNG, que, en los años 2002 y 2003, presionó a Bolivia para suscribir un contrato de venta de gas a EEUU, a precio “net – back” (se descuentan todos los gastos y el saldo, si queda algo, se paga al país poseedor del energético).

La resistencia desesperada del pueblo boliviano por impedir que su gas sea exportado sólo como materia prima a Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, México y EEUU, en jornadas que le costaron alrededor de 60 muertos y 500 heridos, explica el derrocamiento del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), el 17 de octubre de 2003, y los problemas de su sucesor, Carlos Mesa, para consolidarse en el cargo, con la misma política petrolera anterior. Para evitar otros “desmanes”, EEUU presiona a Bolivia para que ratifique el tratado de inmunidad en favor de sus "marines",

El actual mandatario preguntó al país, en referéndum del 18 de octubre pasado, si estaba de acuerdo con recuperar la propiedad de los hidrocarburos en boca de pozo, entregada gratuitamente a las petroleras por GSL. El 90 % de la ciudadanía respondió ¡SI! Ahora dice que se cumplirá la voluntad popular dentro de 36 años, es decir cuando terminen los contratos suscritos por GSL.

Si Bolivia pudiera convertir sus 53 trillones de pies cúbicos de gas en diesel ecológico, para el cual hay mercado en todo el mundo, cuyo costo de producción llega a 30 dólares el barril y su precio de exportación a 80 dólares, no necesitaría de la “ayuda” internacional, ni de la asistencia de los organismos internacionales. Infelizmente, a la estupidez cósmica se añade la testarudez nativa de quienes dicen que el país saldrá de la pobreza entregando su último aliento.