martes, 29 de junio de 2010

Solidaridad con Rómulo Betancourt Presidente de Venezuela.


por Salvador Allende

28 de julio de 1960.

La prensa de todo el mundo ha informado sobre el atentado de que ha sido víctima el Presidente de Venezuela, Excelentísimo señor Rómulo Betancourt.
Pocas veces en la historia un hecho de suyo ruin reviste caracteres de tanta cobardía como éste y pocas veces una expresión de indignada protesta ha sacudido a tan vastos sectores.
Esta tarde, en nombre de las fuerzas populares que represento y del Partido Socialista, expreso nuestra condenación por ese hecho incalificable, nuestro pesar por las víctimas y formulamos votos por el pronto restablecimiento del señor Presidente de Venezuela, don Rómulo Betancourt.
Y todavía, esto es motivo de especial preocupación para los chilenos, pues, en días aciagos, nuestra patria ha recibido, del pueblo venezolano, una clara y magnífica expresión de solidaridad. Hemos sentido el calor humano, la presencia cercana de ese pueblo, a pesar de la distancia geográfica; y hemos visto la iniciativa de Rómulo Betancourt, quien rompiendo los moldes tradicionales de las relaciones diplomáticas, ha propuesto que los países de Latinoamérica sean los avales de Chile cuando éste solicite los préstamos necesarios para su reconstrucción.
Nosotros sabemos perfectamente bien el alcance y la significación de tal iniciativa, como también tenemos conciencia de la actitud fraternal del pueblo venezolano.
Los chilenos hemos conocido de cerca a Rómulo Betancourt. Lo tuvimos entre nosotros como un exiliado político que nos dio una lección más, su gran preocupación, la pasión afiebrada que sentía, por su patria, su anhelo de darle rumbos de una efectiva convivencia.
Por lo dicho, el reciente atentado presenta caracteres de un hecho que es preciso denunciar. Allí están las huellas digitales de los Pérez Jiménez y los Trujillo, vale decir, de los dictadores: el primero, que hasta hace poco ensangrentó y asoló a su patria, y, el otro, el déspota del Caribe, amparado y protegido por los sectores poderosos que condecoran a los tiranos y los hacen miembros honorarios de sus universidades cuando los sirven y defienden sus bastardos intereses.
Trujillo ha marcado a sangre y fuego el atropello a su pueblo. Ha ensangrentado el Caribe y destruido todas las libertades. Incluso ha tenido la insolencia de arrancar, de los Estados Unidos, nada menos que a una figura brillante del pensamiento hispano, Jesús de Galíndez, a quien hizo desaparecer. Y, sin embargo, allí está.
Hoy día se habla de una posible protesta en la Organización de los Estados Americanos. Este organismo prácticamente fue ineficaz e inoperante para poner atajo a las demasías de los Trujillos, de los Pérez Jiménez, de los Stroessner, de los Somozas.
En este instante se habla incluso de la posibilidad de romper la paz de América y que Venezuela castigue la insolencia y la traición cometidas. Nosotros, partidarios de la paz, podríamos llegar a comprender que ésta se alterara para sancionar a un hombre despreciado por sus compatriotas y por los ciudadanos libres de América y que es un peligro para las democracias de nuestro continente, por el régimen que acaudilla.
Tenemos confianza absoluta en que el pueblo venezolano, que ha comprendido el momento de responsabilidad política en que vive, sabrá, sobre la base de un entendimiento de las fuerzas políticas populares, consolidar la democracia, y en que el Presidente Betancourt terminará su período y demostrará que ha sido un buen gobernante, sin olvidar, además, que era un compañero del Partido Acción Democrática. Pensamos, por último, que el Gobierno debe sumarse a los países que en América han roto relaciones con el tirano del Caribe.

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