Revista Universal, siguiendo el programa de absoluta independencia de criterio que se ha impuesto, de presentar al público en todos sus aspectos —y desde puntos de vista diversos y aún contrarios— las cuestiones de vital importancia que atañen a la gran familia panamericana, publica en este número tres interesantísimos artículos, que se refieren esencialmente al mismo asunto: Las relaciones políticas y diplomáticas entre los Estados Unidos y los países hispanoamericanos.
El primero de estos artículos—
En evidente contraste con este artículo, el Sr. E. P. Garduño aborda en el que aparece en esta página, el grave y no hien conocido caso de Santo Domingo o, en donde la injustificada ¡intervención de los Estados Unidos se presenta como una flagrante y elocuente contradicción de los principios expuestos por el Presidente Wilson.
El tercer artículo, escrito por el inteligente corresponsal del New York Evening Post —David Lawrence— analiza, en fin, la política latinoamericana de los Estados Unidos, desde el punto de vista del Partido Republicano. [Nota del periódico].
En medio del más extraño silencio de la prensa universal, se ha llevado a cabo, durante los últimos meses, la intervención de los Estados Unidos en
Se comprende el silencio de Europa, preocupada por sus problemas propios; pero no el silencio de la prensa latinoamericana en su mayor parte. Es verdad que el gobierno de los Estados Unidos, con singular maña y artería (en que no se han omitido procedimientos como la retención de correspondencia privada), oculta al público los pormenores de lo que ocurre; pero un hecho, central, ostensible, no pudo ocultarse: el territorio de una nación independiente de
La noticia de este hecho debió bastar para que la prensa de
¿Cómo se explica que la traída y llevada alianza del A. B. C. se mostrara tan solícita con relación a México, y ahora, con relación a Santo Domingo, tan indiferente? No parecen equivocarse, a la verdad, las sospechas, hijas de la vox populi, de que la solicitud en favor de México nació de la esperanza de alcanzar brillo y lucimiento en asunto que atañe a uno de los más importantes países de
En mayo del año actual, siendo Presidente de
El Ministro Russell y el Almirante Caperton, en seguida, exigieron al rebelde Secretario de Guerra la entrega de la capital y el desarme de sus tropas; obtuvieron lo primero, pero no lo segundo. El ex Secretario se marchó al interior del país con buena parte de las fuerzas que estaban a sus órdenes.
Según la actual Constitución de
Días después, generosamente, el Sr. Henríquez y Carvajal renunció a su candidatura; y el Congreso, considerándose tal vez libre de la presión extranjera, procedió a nuevas deliberaciones. Otro candidato distinguido surgió entonces, Jacinto R. de Castro, abogado joven y brillante, miembro del Partido popularmente llamado horacista. No sabemos qué ocurrió entonces: la elección también se suspendió.
Transcurrió un mes más en situación anómala: el poder ejecutivo quedaba en manos de cuatro Secretarios del ex Presidente Jiménez; la presión de los Estados Unidos crecía; se desembarcaron fuerzas norteamericanas en todos los puertos, provocándose luchas sangrientas en que murieron no pocos hombres de ambas naciones: y para coronar la obra de intervención, el Ministro Russell decidió apoderarse de la recaudación de rentas internas, poniendo así a la disposición de los Estados Unidos todas las entradas del pequeño país, pues las aduanas están sometidas a vigilancia yanqui desde el Tratado de 1907.
A fines del mes de julio expiraba el período legislativo del Congreso Dominicano; y los representantes del pueblo se resolvieron a cerrar sus labores con la elección del presidente provisional. Resultó electo un candidato inesperado: el doctor Francisco Henríquez y Carvajal, hermano del candidato anterior. El doctor Henríquez, que había sido la figura central en el primer gobierno de Jiménez, de
Todo volvió al curso legal. El nuevo presidente cuenta con la aprobación de todos, y su gabinete está formado por hombres reconocidamente aptos, sin exclusión de partidos. Entre tanto, las fuerzas con que se había retirado de la capital el Secretario rebelde, dos meses antes, se habían desorganizado; no hay revolución alguna en pie, ni perspectiva de posibles disturbios.
Pero el gobierno de los Estados Unidos presentó al provisional de Santo Domingo una formidable lista de exigencias, que fueron negadas. Ante esta negativa, hija de la dignidad de aquel pueblo pequeño y pobre, el Presidente Wilson ha decidido no reconocer el nuevo gobierno, electo según las fórmulas constitucionales y formado por hombres respetables; y por último, ha dispuesto que los fondos recaudados de las aduanas y de las rentas internas queden en poder de funcionarios norteamericanos, en vez de entregarse a sus legítimos dueños. Pero el gobierno del doctor Henríquez sigue en pie, dando el singular ejemplo de servir a su país sin remuneración presente y tal vez sin esperanza de remuneración futura.
¿Qué pretextos alegan los Estados Unidos para justificar su arbitraria intervención en los asuntos internos de
El pretexto inicial fue la necesidad de pagar a los acreedores extranjeros con puntualidad y exactitud. Según el deplorable Tratado o Convención de 1907 entre los Estados Unidos y
En otra cláusula del Tratado,
Desde 1907 hasta el año actual, en tiempos de paz completa o en tiempos anormales, las deudas de
No hay, pues, motivos para nuevas ingerencias yanquis en asuntos dominicanos; pero el Presidente Wilson, o algún consejero, echaron mano de la infortunada cláusula relativa a la adquisición de nuevas deudas para estirarla y retorcerla. Cuando los gobiernos dominicanos gobiernan mal, o cuando estallan revoluciones —piensa el Departamento de Estado—, se contraen deudas aun cuando no sea sino por irregularidades de pago. Y para evitar que se contraigan deudas, aun por omisión, el gobierno de Washington, como parte en el Tratado de 1907, tiene derecho... a todo: a impedir las revoluciones, a suprimir el ejército, a manejar las rentas internas, a manejar los ferrocarriles, los telégrafos, y teléfonos, las comunicaciones radiográficas y quién sabe cuántas cosas más.
Bien claro se ve cuan infundadas son tales pretensiones. Porque el Tratado de 1907 es un instrumento internacional, y las deudas a que se refiere son deudas extranjeras; al paso que las nuevas deudas que el Presidente Wilson pretende evitar son deudas interiores, a ciudadanos dominicanos; son asunto interno, nacional, en que nadie tiene por qué inmiscuirse.
Este es, sin embargo, el pretexto que alega el gobierno de Wilson para su arbitraria conducta de Santo Domingo.
E. P. Garduño.
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