por Jorge Eliécer Gaitán
La política puede estudiarse y analizarse desde dos puntos de vista. O desde aquel empírico material, pragmático, actuante, inmediato, o desde un plano de estudio más denso y profundo; desde un plano que no mira ya al comité electoral que hace las elecciones y dispensa los favores del voto; que no mira al héroe de provincia o de vereda como el sujeto que cada año se presenta a salvar la república. La política por este aspecto puede ser y es un fenómeno más apasionante, más trascendental.
La política en tal sentido es un fenómeno sociológico que sobrepasa hechos concretos de la actualidad inmediata.
Las gentes suelen olvidarse de que los fenómenos sociales obedecen a leyes, que se sujetan a normas, siguen senderos que van estableciendo un proceso histórico. Una cosa es la política con que se entusiasma quien se refiere a cálculos de resultado inmediato, quien la hace con referencia a la próxima jornada electoral, la que tiene por objetivo llegar al poder, la que se hace para mandar, para triunfar. Esa política es la empírica, la que se toma como instrumento, la que es actuación. Pero hay otra que no controlan, ni podrán controlar, afortunadamente, los políticos. Ese es el fenómeno político que obedece a un proceso histórico o ideológico y que no cae bajo la simple jurisdicción de los que manejan la política. Por qué, podemos preguntarnos, un hecho que está destinado a desenvolverse al través de múltiples mutaciones hasta alcanzar una entidad de fenómeno sociológico, nace en un determinado momento? Por qué la orientación teocrática que un día tuvo la sociedad, más tarde la anticlerical y por qué, refiriendo al interrogante, el tema de la propiedad, la conciencia que un día fue individualista, más tarde se convirtió en socialista? Por qué un día nace un grupo de individuos, lanza una idea redentora, la sostiene, ésta va expandiéndose, se abre camino y llega a acrecentarse hasta que llega a arrojar la voluntad de las multitudes? He aquí la política como proceso histórico, como fenómeno sociológico, muy distinta de la política como práctica, como necesita del momento. Es decir, que puede darse el caso de que se registre una desarmonía, un desequilibrio, una carencia de euritmia entre el fenómeno político, entre la política como acto, la política como necesidad, la política como recurso guerrillero de las circunstancias.
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Y en la revolución francesa, revolución que buscó el dominio de la política individualista a base del imperio de la libertad, es cierto que no se le apellidó comunista, pero fue otra la palabra con la que las fuerzas de la reacción trataban de colocar un dique endeble al empuje arrollador de ese movimiento que en su tiempo aspiraba a realizar un mejoramiento en favor del pueblo. De manera que nada tiene hoy que extrañarle a la gente, porque nada tiene de original en su mezquina perfidia, la táctica que esas mismas fuerzas de regresión emplean como valla para atajar el proceso que viene siguiendo este despertar. Este crear una nueva sensibilidad social en beneficio del pueblo.
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No se triunfa, en el plano de los sistemas, del servicio a las doctrinas, ejerciendo la coacción económica contra el pensamiento de la clase sin haberes. Hay otra cosa más fecunda, otra manera más grande, otros medios más nobles, otros caminos más puros de trabajar por el triunfo de los ideales que no sirven para alcanzar batallas de eficacia transitoria, pero que se dirigen a procurar la sanidad colectiva en beneficio futuro de la nacionalidad.
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Y tened en cuenta que la conciencia nacional, ésta que estamos creando, a la cual estamos elevando en su nivel de cultura, despertando en su ambición, dándole conciencia de sus derechos y de sus posibilidades, no se fiará ya más de las palabras en respaldo de la realidad, de las palabras áureas y sonoras que esconden tras de su brillo muchas veces la carrona y la pequeñez; palabras que son mentira; palabras que son farsa, porque bajo su significado oportunista, el ideal se ha muerto, y sólo se encuentra el contenido de un interés personal o lo mezquino del propósito.
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Eso que se llama partido político, o secta religiosa, o cualquiera otra de las entidades políticas, que igual se nutren de la idea como del temperamento, o del instinto, necesitan por lo menos un coeficiente medio de auritmia y armonía si quieren conservarse. Pueden tener realidades intrínsecas fecundas, pero dentro de la armonía es imposible perpetuarse a través del tiempo y apenas si viven transitoriamente. Pensar que este problema de la unidad efectiva y la disparidad ideológica que caracteriza a los miembros de un mismo partido en Colombia no ofrece peligros porque ello no les cohibe para concurrir unidos a la faena electoral es un grave error, un menoscabo histórico de su fuerza creadora.
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Yo oí una magnifica exposición de Darío Echandia. Y le oí decir: “ Hay algo que nos define, algo que nos da carácter: somos demócratas”. Pero en el mundo moderno, la democracia no es resolver un problema sino plantearlo. Democracia! Pero cuál?. La multitud ama la democracia. Todos la amamos en este país. Pero cuál es la que deseamos ver realizada? La teocrácia, la de ayer, que no tenía consagración en el ágora pública sino en los palacios destinados al culto de Dios!.
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Y todos nosotros nos jactamos de profesar y servir la democracia. Pero se trata ahora de saber cuál es el contenido de esa democracia. Se trata de la democracia económica, de la democracia de contenido y no de forma, de la democracia como triunfo de las normas que rediman a la mayoría y no de la democracia en traje de luces de la revolución francesa que divorciaba el hecho político del hecho económico.
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La gente que tiene determinadas ideas es este país suele pensar ingenuamente que sin el imperio de esas ideas la humanidad se desquicia
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Hoy existe en el plano de la política el concepto de derechas y el concepto de izquierdas. Conceptos que se entienden en su contenido como dos fuerzas que se encuentran, que se atacan. Las derechas siguen siendo hoy como ayer y como antes, las fuerzas de reacción, las fuerzas conservadoras, las fuerzas de estrato, que se oponen al avance de la revolución... No nos importe que así nos llamen izquierdistas, ya que no hay sino una verdad cierta y rotunda: y es que hoy, como siempre, nada podrá evitar la derrota de las fuerzas conservadoras de todos los partidos ni la victoria de las fuerzas revolucionarias.
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