miércoles, 24 de abril de 2013

LAS PAUTAS DEL “MEDIO PELO”

por Arturo Jauretche

LAS PAUTAS DEL “MEDIO PELO”

Por su misma ambigüedad y lo equívoco de la situación, las pautas que rigen la conducta de la gente del "medio pelo", son más numerosas y de observancia más prolija que las que corresponden a los status consolidados.
En esto del prestigio es de aplicación la diferencia que hay entre orgullo y vanidad; parecen la misma cosa y son opuestas, por cuanto a la vanidad sólo le interesa parecer, y al parecer sacrifica el ser. El orgullo en cambio es una afirmación del ser en que lo subsidiario es pare­cer, y en todo caso, es esto lo que se sacrifica.
Las pautas que corresponden al grupo de pertenen­cia están en el subconsciente de los individuos que lo componen, y el comportamiento se rige por ellas en razón del hábito sin que generalmente intervenga la voluntad; hay el asentamiento que los españoles llaman tolera, como en los vinos; por lo mismo, poco preocupa una infracción accidental, porque no hay el temor de descolocarse. Pero cuando se trata de un falso status, cuando en realidad se trata de aplicar pautas de imitación de otro grupo de pertenencia, la observación de las pautas es religiosa. Como no hay autenticidad, las pautas no nacen del grupo; será más acertado decir que el grupo nace de las pautan porque estas crean la imagen del status, y lógicamente sólo por éstas se logra la apariencia de per­tenecer al mismo: es la apariencia de una apariencia.
Con lo dicho basta para señalar que la práctica pun­tillosa de las pautas es esencial al "medio pelo". El colchón no tiene lana y existe en la medida en que se lo crea colchón.
De las dos vertientes que proveen el material humano que concurre a la formación de este falso status, la primera, constituida por los que se han llamado “primos pobres” y la alta clase media, no necesita contrariar profundamente su íntima naturaleza, ya que el filo de clase en que está ubicada, de por sí le asigna una situación equívoca pero aproximada; para este grupo el equívoco surge del pie forzado del “quiero y no puedo”; no proviene del estilo sino de la escasez de recursos para mantener el tren.
La que se desnaturaliza profundamente es la que proviene de la burguesía reciente, porque sustituye las pautas burguesas del prestigio que son su fuerza, por las de imitación en que se degrada.


PAUTA DE COMPORTAMIENTO: DOMICILIO

Hay pautas de comportamiento y pautas ideológicas y trataré de atenerme a esta separación, lo que no impedirá que se interfieran en la exposición porque, como es natural, son recíprocas y se compenetran.
Veamos las de comportamiento.
La primera es el lugar de domicilio al que ya me he referido con anterioridad en el señalamiento del Barrio Norte.
Precisando, el verdadero Barrio Norte es muy restringido y constituye el reducto de la clase alta, cuyo problema de prestigio es hoy más que destacarse del resto del país –cosa que no necesita--, defenderse del “medio pelo” que la acecha, la rodea y trata de filtrarse; como en la selva, no son los leones y las panteras, sino los mosquitos los que molestan.
Ese barrio restringido se extiende desde la plaza San Martín hasta la Recoleta, y desde Charcas o Paraguay hasta el bajo: la parroquia del Socorro y el perfil este del Pilar, con alguna prolongación después de la Recoleta en la loma que empieza en Pueyrredón y Las Heras y ter­mina en la barranca que caen en plaza Francia y los jardines que fueron de la casa presidencial. Ya vimos que Mallea nos señaló su epicentro en el codo aristocrático de Arroyo. (Ese increíble socio del Jockey Club al que me referí anteriormente, un tal Ángel Vega Olmos, en la asamblea de este año en que se resolvió adquirir el Palacio Álzaga Unzué, frente a la plazoleta Pellegrini; tuvo una precisión topográfica aun mayor que la de Mallea. Refiriéndose a la ubicación, dijo: “Este lugar, donde se encuentran las pocas virtudes argentinas que quedan”. Hay quien afirma que no puede existir nadie tan cursi, pero la información fue publicada en La Nación”, que es muy respetuosa de los socios y de la entidad, por lo que hay dos corrientes interpretativas: la que cree que Vega Olmos es un humorista inédito, pues casi todo el frente de la plazoleta está ocupado por embajadas extranjeras, y la de los que creen que este desconocido socio es un infiltrado peronista que quiso facilitar un argumento justificativo post-incendio.
En el Gran Norte geográfico —más allá del restricto espacio deslindado—, se expande el “pequeño norte” social, que es el hábitat natural del "medio pelo", que llega casi hasta San Fernando. Así como se ha advertido que no todo el Norte es "medio pelo", conviene también saber que hay “medio pelo” fuera del radio, porque algunos viejos caprichosos no quieren renunciar al confort ni al ambiente de sus antiguos domicilios a pesar de la presión femenina. "Las chicas" pasan momentos difíciles cuando se ven en la obligación de dar su dirección", decía una señora.


AUTOMÓVIL Y ESTANCIA

Del automóvil como símbolo también ya se ha dicho lo suficiente.
Está incorporado a la moderna sociedad casi como una necesidad vital, pero en los casos en que su utilidad práctica es secundaria —muy frecuentemente en los sectores pobres del "medio pelo" que tienen actividades sedentarias a las que bastarían los medios colectivos de comunicación, se produce una dramática inversión: en lugar de ser el automóvil para el individuo, el individuo es para el automóvil, convertido en una cruel deidad mo­derna a la que hay que sacrificar las necesidades prima­rias, el sueño sobresaltado por el temor del robo, y el des­canso, entregándose a la gamuza, el plumero y la mecáni­ca, ante la esquilmante exigencia de talleres y estaciones de servicio.
En cambio para los burgueses —aun los incorpora­dos a la mentalidad del "medio pelo"—, el automóvil sólo proporciona satisfacciones, porque los coloca en un terreno favorable donde el antepasado conscripto de Curumalal no gravita, y sí los billetes.
En Norteamérica, en el barrio residencial donde todos poseen el modelo 1965, aparece un "canalla" con uno 1966. Todo el barrio es desgraciado hasta que cada uno tiene su último modelo, hecho que se repetirá en 1967.
Aquí también la importancia del símbolo está graduada por mar­cas y modelos. Pero lo que para el burgués norteamericano es un acto sencillo, se complica aquí para el burgués de "medio pelo" en su tribu­lación entre el que le gusta y el que gusta al status a que cree pertenecer.[1]
También se ha hablado antes de la compra de estancias como símbolo y se ha explicado cómo está regulado el acceso a la clase alta a través de la Sociedad Rural. La burguesía reciente que compró campo, hace poco, todavía no lo sabe, y los que compraron en los últimos años, ya desde la perspectiva rural que no permite la sofisticación en materia económica, porque novillos y hectáreas se tienen o no se tienen, siguen la comedia del "medio pelo", pero conscientemente, en la espera de que sus hijos tengan el "reconocimiento". Entretanto, a falta de pan, buenas son tortas.


LOS COLEGIOS

El colegio para los hijos es una de las pautas más importantes.
Por lo pronto la escuela del Estado está excluida. (Sin embargo hay algunos establecimientos oficiales que dan categoría porque son selectivos y tal vez sus direcciones se ajustan a este criterio, en la admisión. Tal ocurre con la escuela primaria de Libertad y avenida Quintana, con la escuela Normal de Lenguas Vivas y algún otro establecimiento).
En épocas anteriores, sobre todo en el internado de los colegios secundarios, especialmente en los colegios religio­sos, la mayor parte de los alumnos provenían de las fa­milias de los propietarios de medios rurales radicados en el campo. Los colegios laicos eran el recurso desesperado de los padres para meter en vereda a los chiquitines muy vagos, y especialmente los díscolos con los que hacía falta una mano fuerte. (Era el sucedáneo de "te voy a meter en un barco de guerra", misterioso castigo con que han sido amenazados los adolescentes de mi época, en que todavía se haya podido averiguar el origen de la leyenda, que supongo británica).
Esto no contradice lo advertido antes con respecto a la clase alta que para la educación de las niñas tenía sus colegios particulares tradicionales —casi exclusivamente religiosos— y para los varones optaba con frecuencia por los colegios de las colectividades extranjeras de alta cali­ficación racial, particularmente los comprendidos en el tono del "High School", correspondientes al racista status particular que analiza Imaz, citado, al hablar de la bur­guesía de origen anglosajón, germánico y francés.
Pero fuera de estos casos excepcionales la función de las escuelas privadas —laicas o religiosas— era complementaria de la de los colegios del Estado y estaba impregnada de su mismo espíritu democrático. Ser alumno del Salvador, del San José del Lasalle o de los padres Bayonenses, es lo mismo que de los incorporados no religiosos, no atribuía status a la familia. El mismo Colegio Internacional de Olivos que con su ubicación y el papel asignado a los deportes reproducía una imagen criolla de las escuelas británicas tenía un carácter diferente de los actuales en que sin duda influía la personalidad un tanto proteica de su director, el Chivo Chelia. No era nada pituco a pesar de sus apariencias: con decir que Perón salió de él, está todo dicho. ¡Qué horror! ¿No?
Sería ahora interminable la lista de colegios parti­culares en que la enseñanza es un afecto exclusivamen­te secundario, sean religiosos o particulares, y más en éstos: lo único que importa es el prestigio social del plantel básico que pone los apellidos, tras los que corre el "medio pelo" especialmente en los colegios de niñas, con una terrible repercusión económica en los recursos familiares:, donde el costo de colegios y sus agregados es otro de los gravosos gastos de representación que ahogan a los de recursos pocos elásticos e imponen privaciones en lo imprescindible.
Pero si la representación traumatiza económicamente a la familia más traumatiza psicológicamente las criatu­ras, particularmente las niñas. Sé que mucha gente me va a odiar porque estoy mostrando las llagas que más duelen y las más escrupulosamente ocultadas.
He aquí una:
En un curso secundario hay un pequeño grupito —siete u ocho— de alumnas procedentes de la alta clase. Forman un círculo cerrado, lógico, porque están vinculadas desde afuera del colegio donde sus familias están emparentadas o son amigas, frecuentan los mismos ambientes y viven a nivel social y económico equivalente. Sin proponérselo, constituyen el foco de atracción que provoca en las demás niñas la emulación por incorporarse al mismo, frecuentemente inducidas por sus propios padres que ven en la “nena” la posibilidad de utilizarla como oficina de relaciones públicas.
El pequeño círculo acepta a unas y a otras no, por simples razones de simpatía, y a veces también usando la discriminación, con esa inocente crueldad de las criaturas.
El resultado no puede ser más dramático. En una psiquis tan traumatizable como la de la adolescencia, el colegio se convierte en una verdadera tortura, que se repite cinco años para las que se sienten rechazadas y van acumulando un resentimiento que no se vuelve contra quienes la rechazan sino contra su propia familia, a quien terminan por considerar despreciable.[2]
Esto sin perjuicio de la preocupación de la dirección de los colegios por ajustar la enseñanza y el tono a las pautas ideológicas de la clase alta, exagerando sus más mínimos prejuicios para ase­gurarte las alumnas que dan el prestigio de la institución y restrin­gir en lo posible las que lo quitan.


PAUTAS MENORES DE COMPORTAMIENTO

Barrio Norte, automóvil, estancia (o el yate o la quinta en el medio pelo próspero), colegios, son los sím­bolos básicos.
Le llamo pautas menores a una cantidad de signos de exteriorización del status cuya característica cons­tante es el cambio y la movilidad. La propia inesta­bilidad del medio pelo determina que su posición vertical dependa, como en el trompo, de la velocidad, del giro. Ca­rente de base, parado sobre la punta, si se detiene cae.
Aquí viene aquello de "in" y "out". Es necesario estar "a la page"; lo que es "bien" hoy deja de serlo mañana. "Saberlas todas", es un índice seguro de status.
Así el medio pelo se construye su propio idioma que es una imitación del modo de decir rápido y apocopado de la clase alta. No logra adquirir el tono displicente que disimula el interés personal bajo la apariencia de estar de vuelta de todo en un alejamiento señorial de las cosas concretas, porque la urgencia de las situaciones no da tiempo, pero imita las expresiones apocopadas que mul­tiplica y cambia todos los días convirtiendo el modo de hablar en una especie de lunfardo al revés, para iniciados que están en el secreto cuyas claves también cambian todos los días. Lo mismo ocurre con las preferencias artísticas, con las prendas que se llevan o no se llevan, con el aliño y desaliño tensantes, que se manifiesta en el modo de ves­tir y el peinado. Igual con la elección de sitios de esparcimiento.[3]
Esta inseguridad "very exciting" rige también para los lugares de veraneo y dentro de ellos para las playas preferidas. Anótese que digo playas y no sierras, aunque no puedo asegurar lo que va a pasar este año, porque la reciente visita de Jacqueline puede haber provocado una revisión de las pautas vigentes. En esto no hay nunca seguridad, pues la presencia en estos días del de Edimburgo, puede acarrear muy graves consecuencias; tanto se insiste en su escasez de recursos, que lo obliga a abs­tenerse de todo lo que le gusta. No sería extraño que lo elegante fuera dentro de poco "andar tirado", lo que sería lamentable para el medio pelo de origen burgués pero una gran ventaja para los primos pobres y la alta clase media, donde los maridos y padres añoran la glo­riosa época del Palacio de los Patos, cuando se daban cor­te con su pobreza.[4]
A cada temporada veraniega el "medio pelo” pobre agota sus nervios en la preparación del descanso, porque si la playa es un signo del que no se puede prescindir, este signo va acompañado de otros innumerables que exigen la provisión de variados renglones de la indumentaria que tienen que adecuarse anticipadamente a todas las hipótesis posibles de exhibición. Es un hecho universal que las mujeres nunca "tienen nada que ponerse", pero en verano y en el “medio pelo” la situación es peor.
Es en cambio para los provenientes de la burguesía el momento en que pueden dar suelta con más esplendor a sus posibilidades de consumo. Los pobres retornan a la ciudad en busca de descanso, agotados después de las innumerables piruetas a que obliga el buen parecer y además endeudados, y más dispuestos que nunca a aprove­char el resto del año haciéndoles sentir a sus neófitos burgueses las diferencias de origen y estilo, pues han pasado el verano disimulando cautelosamente sus alojamientos en las modestas pensiones y hotelitos donde se apilan, o amargándole la vida a algún pariente propietario. ("Uno de estos me dijo: "Para evitar huéspedes me achiqué, pero las visitas no han diminuido y muchas veces tengo que dormir en la bañadera").
Ser propietario tiene otros inconvenientes, pues el prestigio de las playas varía de un año a otro, y la inversión inmobiliaria apareja el inconveniente de que obliga a ser consecuente con Mar del Plata o Punta del Este. Afortunadamente la alta clase también está inver­tida, y esto la ha obligado a aceptar la convivencia con el desborde multitudinario habitual.
En los grandes hoteles y los casinos, la burguesía del “medio pelo” recobra sus pautas y respira a pleno pulmón un aire que si usted no está en el asunto puede creer que es del mar.
La enumeración y análisis de todos los símbolos que definen el “medio pelo” sería interminable; por eso me limito a las pautas más continuadas y que parecen identificarse con la existencia de esta imagen de status.
El trompo gira tan velozmente que la pauta que nace en este momento que escribo puede estar olvidada cuando las líneas lleguen a la imprenta y con seguridad cuando el libro esté en la mesa de la librería. Su fugacidad sólo la hace compatible con el periódico, la radio, la televisión. Son para Landrú, para Tato, para Niní Marshall, tres personajes que me hacen reír mucho. Sobre todo cuando nuestros sociólogos dicen que los argentinos somos tristes.
¿Tristes, con las ganas de reír que tenemos y con la cantidad de personajes reideros que pasan por delante? En realidad nuestros únicos tristes son los zonzos solemnes que lo dicen. Pero también esa es otra historia, que vendrá en un librito que se llama “Manual de Zonceras Rioplatenses” que algún día aparecerá, si los lectores son benignos con este.

           
PAUTAS IDEOLÓGICAS

De algún modo hay que llamar al repertorio de ideas con que la gente del "medio pelo" parece expresar una visión del mundo y del país. Como se trata de una postura y no de una posición, la ideología no tiene ningún funda­mento ético y es exclusivamente estética: se adoptan las ideas como medios de acreditar la pertenencia al imagi­nario status.
Todas estas pautas tienden a dar una idea depresiva del país.
A este propósito dije en el artículo de "Confirmado" que ya cité: "Que ese sector se consuma a sí mismo en su propia tontería no tiene importancia. Lo peligroso para el país es que siga gravitando con su tilinguería en la imagen del mundo. Porque son los tilingos los que desde 1955 en adelante han construido esta imagen argentina de país derrotado, sustituyendo la —si se quiere guaranga,— que siempre dio la Argentina, aun en su oligarquía cuando tiraba man­teca al techo. Porque guaranga —arrogante y consentida— fue la Argentina del viejo régimen con su rastacuerismo; y lo fue la Ar­gentina de Yrigoyen, pretenciosa de ser algo en el concierto del mundo, y lo fue la de Perón. Riámonos de esas pretensiones y digá­mosle guaranguería. Pero por ese camino con seguridad se va hacia adelante; por lo menos no se va hacia atrás como en la idea del país mendicante, de "último orejón del tarro" que el tilingo siembra cuando se trata de lo nuestro. Esto no ayuda a marchar, que es lo que el país necesita. Descorazona, destruye la fe, limita el empuje."
"Esos desclasados como primos pobres están ahora teniendo que alimentar los símbolos sin las rentas necesarias que la simplista es­tructura liberal no les puede dar. Aferrados a la ficción, a contrapelo de sus posibilidades reales en lugar de comprender su fracaso y rec­tificar el rumbo para acomodarse a la realidad, se envenenan."
Y se envenenan contra el país. De ahí sale esa ex­presión ya clásica: "Este país de m..." Es una actitud disminuida, como argentinos; están acechando los baches de la calle, el corte de luz o de agua corriente, la falta de horario del transporte, el vidrio o la ventanilla rota, para dar satisfacción a su masoquismo. Hay algunos que llegan a tal extremo que parecen desear que su mujer los engañe para poder decir que los argentinos son cornudos. Desde que las letras de los tangos han dejado de ser lloronas y de estar construidas sobre la base de “minas que piantan”, si aceptan oír un tango es con la condición de que se trate de eso, lo que no les impide agregar a renglón seguido que los argentinos son cafishios. Si por casualidad hacen un viaje al extranjero, en sus comparaciones del retorno nunca recuerdan aquello en que estamos en ventaja y sí, todo lo que en la comparación no es desfavorable. Y nunca buscan como término de comparación un país de nivel aproximado al nuestro. Siempre el modelo es uno de primera línea.
Estaba mal el guarango que utilizaba como medida de cotejo internacional el bife a caballo. Pero entre este y el tilingo, lo positivo para el país era el guarango.
Para esta gente la opinión que importa sobre lo nuestro es la del periódico extranjero. Lo que diga “Financial News”, el “Times” o el “New York Herald” y hasta “Pravda”, sí es desfavorable. Jamás se les ocurrirá pensar que el punto de vista del acreedor es distinto al del deudor, y el del país dominante, al de dominado, y que lo más probable es que lo que esa prensa condena por eso mismo puede ser lo conveniente desde que el interés es opuesto. Antes lo he dicho: la gran prensa internacional opina sobre Egipto más favorablemente que Faruk que para Nasser. Es razonable. Lo absurdo sería que los egipcios hicieran su opinión por la de esa prensa.
Por otra parte, desde las altas esferas de gobierno esto se ha estimulado constantemente. ¿Qué significado tienen esas comidas mensuales de la prensa extranjera donde gobernantes y figuras de actuación van con toda regularidad a absolver posiciones ante un grupo de tinterillos presididos por la insolente importancia de un tal Percy Foster, que se permite hacer emplazamientos y sentirse menoscabado por el menor detalle, ni más ni menos que si fuera un embajador?
Pero la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer, y no se puede pretender que un extranjero tenga mejor opinión del país que la que tienen esos “nativos”. Lo de “nativo” no molesta al medio pelo, más bien agrada.[5]


OBREROS Y "NEGROS"

Beatriz Guido nos ha proporcionado una de las más curiosas pautas ideológicas del “medio pelo”: es la dicotomía hecha en sus referencias a los trabajadores, a quienes divide en obreros y “negros”.
El obrero es un ente imaginario de piel blanca y apellido preferentemente italiano, más concretamente, ocupado en los servicios públicos, y con una cultura media que lo pone al margen de los movimientos multitudinarios. Su característica no es su ideología que supone comunista, socialista o anarquista, posiciones repudiables pero cultas.
Esta es una manifestación del racismo del “medio pelo” que se verá enseguida, y no son las pautas de la alta clase las que se reproducen, tanto como las de la común plataforma de la intelligentzia, difundidas por la superestructura cultural preexistente, pero cuya responsabilidad directa emana de las llamadas izquierdas y reposa en la existencia de una imaginaria clase obrera, que subsiste en la realidad con la misma consistencia que los 32 gremios democráticos.
Hasta la aparición del cabecita negra había un tácito acuerdo en virtud del cual los obreros y las demás clases tenían un terreno conflictual referido a condiciones de trabajo y a divergencias ideológicas, pero sobre una base de sobreentendidos culturales y el conflicto era social. Pe­ro este fue alterado por la presencia de los trabajadores argentinos del interior, excluidos como factores sociales.
Este huésped que venía del fondo de la historia les dio a todos la sensación de que su casa era invadida, pro­vocando idénticas reacciones en la sala y en la cocina, en cuanto importaba la integración del país con un elemento descartado en sus esquemas.
Ideológicamente Rodolfo Ghioldi y el Almirante Rojas están diametralmente opuestos, y podrían fusilarse recí­procamente. Pero su actitud es la misma y coinciden cuan­do se trata de la aparición del elemento auténticamente nacional, porque éste altera los supuestos ideológicos comunes, tal como ocurriría entre Moscú y Nueva York —y posiblemente también Pekín— si ocurriese un desem­barco de marcianos. Siguiendo el símil podríamos decir hoy que todavía Pekín representa a los marcianos, pero a condición de que los platos voladores no sean ciertos. Habría entre todas las ideologías un presupuesto común que defender: el de los terrícolas. Para izquierda y de­recha, la presencia de un trabajador que culturalmente era inexistente fue un desembarco de marcianos, y sigue siéndolo en la mentalidad del "medio pelo". A contrario imperio han fabricado la imagen de un supuesto obrero que es terrícola, es decir, "decente", parte sana de la po­blación.[6]
Este es el obrero: los “otros” son los “negros”.


EL RACISMO DEL "MEDIO PELO"

En el artículo que he citado reiteradamente digo:
"El racismo es otra forma frecuente de la tilinguería”.
"La tilinguería racista no es de ahora y tiene la tra­dición histórica de todo el liberalismo. Su padre más co­nocido es Sarmiento, y ese racismo está contenido implí­citamente en el pueril dilema de "civilización y barbarie". Todo lo respetable es del Norte de Europa, y lo intole­rable, español o americano, mayormente si mestizo. De allí la imagen del mundo distribuido por la enseñanza y todos los medios de formación de la inteligencia que han manejado la superestructura cultural del país.
"Recuerdo que cuando cayó Frondizi, uno de los ti­lingos racistas me dijo, en medio de su euforia:
"—¡Por fin cayó el italiano! —Se quedó un poco perplejo cuando yo le contesté:
"—¡Sí! Lo volteó Poggi.
"Muchos estábamos enfrentados a Frondizi; pero es bueno que no nos confundan con estos otros que al mar­gen de la realidad argentina, tan "heredoitálica" en el presidente como en el general que lo volteó, sólo se guia­ban por los esquemas de su tilinguería.
"Ernesto Sábato, con buen humor, pero tal vez res­pirando por la herida, ha dicho en "Sobre Héroes y Tumbas" más o menos lo siguiente: “más vale descender de un chanchero de Bayona llamado Vignau, que de un pro­fesor de Filosofía napolitano”. Lo dicho me chocó en mi trasfondo tilingo inevitable, (fui a la misma escuela y leí la misma literatura), porque tengo una abuela bearnesa de apellido Vignau, tal vez más que por lo de Bayona, por lo de chanchero. (Vuelvo a recordar que fui a la misma es­cuela, etc.).
"La verdad es que ni el presidente ni el general son italianos (después los hicieron vascos a Illia y a Onganía para verlos mejor situados). Simplemente son argentinos de esta Argentina real que los liberales apuraron cortan­do las raíces.
"Esa mentalidad tiene una escala de valores raciales que se identifica por los apellidos cuando son extranjeros. Arriba están los nórdicos, escandinavos, anglosajones y germánicos; después siguen los franceses; después los bearneses y los vascos; más abajo los españoles y los italianos, y al último, muy lejos, los turcos y los judíos. Cuando yo era chiquilín nunca oí nombrar a un inglés que generalmente era irlandés, diferencia muy sutil en­tonces, sin decir "Don", aunque estuviera "mamao hasta las patas". El francés, a veces, ligaba el don; y en oca­siones también el vasco. Jamás el español, que era gallego de ..., lo mismo que el italiano "gringo de ..." ¿Para qué hablar del turco y del ruso?"


EL MAESTRO CIRUELA

Claro está que en el rango más inferior de esta es­cala de valores raciales está el criollo.
Pero esta escala no la ha fabricado el "medio pelo". Tampoco la clase alta: ni siquiera la intelligentzia que la sigue difundiendo. Está en el entresijo de la enseñanza: en nuestro libro, en nuestra Universidad, en nuestra es­cuela. Tan en el entresijo que ya no hace falta repetirlo, porque hay un acuerdo tácito y los descendientes de cada una de las razas ocupan su lugar en el palo del gallinero a la hora de dormir, y las que están abajo aceptan como cosa natural que las de arriba ...
Oigamos un poco esta música.
"Rossini agasajaba exageradamente a los españoles que encontraba en el camino. Preguntado por el motivo de tal ocurrencia, explicó: “—La Spagma impediva a l'Italia di essere l´úlitma nazione d´Europa”. A nuestra vez, los ga­llegos deben agradecernos a nosotros que les impidamos a ellos, ser la última nación del mundo civilizado."
Podríais creer que la referencia no es racista sino cultural, pero cultura y raza se identifican, y lo que originariamente es intelectual se hace anatómico y viceversa: “En tanto el cráneo de los norteamericanos se ha abovedado, el de los españoles se ha contraído por tres siglos de Inquisición, pues el norteamericano es anglosajón sin mezcla de razas inferiores”.
Lógicamente, los argentinos “somos pobres hombres llenos de pretensiones y de inepcia, miserables pueblos ignorantes, inmorales y apenas en la infancia. Somos una raza bastarda que no ocupa sino embaraza la tierra”.
Pero vosotros creeréis que la cosa corre con los demás, por ejemplo si sois judíos. ¡Oíd esto, camaradas de la DAIA, que no lo ha dicho Errecarte Pueyrredón sino el cerebro, el gran cerebro, el único cerebro! “... El pueblo judío esparcido por toda la tierra, ejerciendo y acumulando millones, rechazando la patria en que nacen y mueren... Ahora mismo, en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia, se levanta el grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece del sentimiento humano, de amor al prójimo, de amor a la tierra, del culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos donde quiera que se produzcan”. Y en otra parte: “¡¡Fuera la raza semítica! ¿O no tenemos derecho, como un alemán, ni cualquiera, un polaco, para hacer salir a estos gitanos bohemios que han hecho del mundo una patria?”
Pero esto de los semitas corre también para los ára­bes (¿creían los "turcos" que se la iba a llevar de arriba?). Los árabes "son una canalla que los franceses corrieron a bayonetazos hasta el Sahara".
Ni los árabes, ni siquiera todos los alemanes; se dice que vendrán aquellos alemanes del Volga, que son católi­cos y que efectivamente después vinieron: "Estarían pronto a embarcarse con destino a estas playas cantidad de estos bípedos, razas que están más abajo de los pue­blos más atrasados del mundo." ¿Creéis que se salvarán los irlandeses, sobre todo esos que andan por ahí disfrazados de ingleses y entreverados en los negocios anglosa­jones? ¡Que oigan los irlandeses!
"La chusma irlandesa organizada por los curas. El irlandés llega a los Estados Unidos 'borracho e ignorante'. Muchedumbres groseras, ignorantes, atrasadas, las únicas a ese grado." De esta gente desciende vuestro admirado John Fitzgerald (los dos, el que voló a las Malvinas y aquel a quien hicieron volar en Dallas los admirados anglosajones) : "'Fanáticos, ebrios, semisalvajes". "Si vinieran aquí en diez años quedaría reducida la Argentina a la condición de Irlanda: pueblo por siglos ignorante, fanatizado”. El personaje que estoy citando vio en los Estados Unidos unos vagones rústicos, ordinarios, e inquirió para qué se los utilizaba, le respondieron que para transportar negros y europeos, y le aclamaron que "euro­peos quería decir inmigrantes recién llegados, irlande­ses" : se tranquilizó, "negros e irlandeses".
"...Se dirá sórdido como un judío, falso como un griego, sanguinario, inmoral como un argentino."
Supondréis que esto lo ha dicho una señera gorda, de las que suelen concentrarse en la calle Austria y Santa Fe para pedir la reaparición del modelo racial que admiran.
¡No! ¡Esto es de Sarmiento! ¡El Gran Sarmiento!
Está en toda su obra disimulado por los profesionales del sarmientismo, en la raíz de las ideas básicas que para la mesocultura divulga la intelligentzia. Y así Sarmiento es reverenciado por los descendientes de irlandeses y ale­manes del Volga, por los descendientes de judíos y árabes, de italianos y españoles, todos conformes en el racismo de Sarmiento. Porque de todos modos ellos están un esca­lón más alto que los criollos: y les basta aunque de arri­ba ... como en el gallinero. Para esa gente la cuestión es ser más que alguien; no importa ser menos...
Puedo ahorraros la verificación tomo por tomo, página por pá­gina de estos dichos, porque el repertorio de las ideas sarmientinas están admirablemente resumidas en el libro de Roberto Tamagno "Sar­miento, los Liberales y el Imperialismo Inglés", A. Peña Lillo, editor. To­madlo juntamente con las obras completas del "maestro" y verificad cita por cita. Y encontraréis mil más que no transcribo porque toda la obra es eso: sandeces injuriosas sobre todos los pueblos que sin los beneficios de la raza anglosajona y su cultura, no han podido desarrollar la "bóveda craneana" a semejanza de los habitantes de los Estados Unidos.[7]


LA RAZA SUPERIOR

En cambio la raza anglosajona es la “primera en el mundo por su energía el por su trabajo o por las instituciones libres que ha dotado a la humanidad”, y es rasgo de “godismo recelar de Inglaterra o hacer ironía con la amistad inglesa”.
Un inglés que llegó a San Juan por razones mineras “ayudó mucho a levantar el tono de la sociedad regenerada”. “Gloria a Dios son los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Norte de Europa”. Es natural entonces que confíe a ojos cerrados en la “gloria de Dios”, y se explica que siendo Ministro argentino en la República del Norte propuso un tratado de arbitraje con la misma en que el árbitro sería ¡la Suprema Corte de Estados Unidos!, lo que no deja de ser lógico en el “maestro ciruela” por cuanto “para nosotros basta que haya nacido (una Constitución) y se propague en Norteamérica, para reputarla útil, práctica, económica y fundada en razones”.
¿Dónde está la diferencia con la “señora gorda”?
Le habían fracasado las Invasiones Inglesas. Lo dice: “Todos se preguntan ahora, y diez años después los mismos héroes de la gloriosa hazaña: ¿por qué peleamos contra Inglaterra que nos traía el comercio libre, la libertad de imprenta, el escrito de hábeas corpus, y una civilización que abrazaba todos los ramos de la cultura humana?” “Siendo absurdos los motivos parece ridícula o al menos lastimosa la defensa y ruinosa la victoria, porque rutinosa lo fue”.[8]
Le fracasó también la inmigración inglesa. Hubo la dominación económica, pero los ingleses no vinieron como inmigrantes ni con las subvenciones de propaganda que Sarmiento dio “para que las leyes de la perfectibilidad humana se realicen por quienes han sido preparados por Dios para realizarlas, que son razas humanas per­fectas en su organización y perfectibilidad”. Llegaron en cambio gentes del sur europeo que en “Estados Unidos son elementos de barbarie”. Hubo que aguantarlos porque los superiores venían como gerentes. (Inglaterra no manda colonos donde hay cipayos que cum­plen el oficio).
Ya que no se pudo hacer el país con las razas superiores, había que anglicanizar en lo posible a las inferiores aunque no se pres­tasen por la forma de su bóveda craneana. Así, cuando funda la Escuela Normal de Paraná como plantel básico para el desarrollo de la instrucción pública según la concibe nombra director a un norteamericano, Mr. George Stearns, que recién empieza a balbucear el castellano. Lo que importa no es que el director de la escuela sepa español sino que lo niños aprendan inglés, y así el programa de la escuela de aplicación anexa al curso Normal, y que empieza a los seis años tiene desde el primer grado enseñanza de inglés que dura los seis grados de primaria y los cuatro de la enseñanza Normal, en que era la asignatura más importante. Fue un doble fracaso; ni los entrerrianos se hicieron ingleses, lo que “mediopelezcamente” es lamentable, ni el director aprendió, lo que es natural, por una razón de respeto hacia la raza superior que Sarmiento comprendía.


FLOR DE CEIBO Y NOSTALGIA

Para el "medio pelo" todo producto industrial argen­tino es “flor de ceibo” (La humilde flor del ceibo fue declarada flor nacional hace muchos años. No es que sea fea; lo que la desacredita es que es nacional; sus admiradores quisieron honrarla e hicieron de ella un titulo denigrante aplicado a la industria, también conforme a las ideas económicas de '"el maestro".
Sarmiento se ha encontrado con Cobden y ha recogido directamente en su ancha oreja aquello de que "Ingla­terra será el taller del mundo y América del Sur su gran­ja". Desde el gigantesco receptor transmite con su voza­rrón las sabias enseñanzas: "Afortunadamente nuestro inventario se compone de un producto cambiable por to­dos nuestros consumos. Produce la tierra pasto que nada cuesta y que casi sin costos se transforma en lanas, cuero y carnes." Y entonces prefigura el destino del país: "Los hombres vivirán en Europa y la América Meridional se destina para estancia, para criar ganado que por falta de espacio no puede criarse allá."
Ya se ha visto que al pie de la letra se tomó la oli­garquía eso de vivir en Europa. ¿Y los otros argentinos, qué son? No digo nada de las multitudes anónimas incursas en el pecado de no tener cabellera rubia y ojos azules, con los cráneos deformados por el catolicismo, víctimas de la bebida y de todas las tareas congénitas comunes a los pueblos que no son "la gloria de Dios". Se lo pregunto al "medio pelo" y a todos los intelectuales de izquierda y de derecha que han sarmientizado al país y pretenden seguirlo haciendo desde sus supuestos culturales, confe­sada o inconfesadamente. ¿O creéis por ventura que vos­otros también sois hombres de los que pueden vivir en Eu­ropa, mientras los otros crían ganados y os giran regu­larmente el importe que los pueblos privilegiados quieran pagar por la transformación del pasto en carne, lana, cue­ro? ¿Comprendéis ahora a los Borges en las letras, a los Busso en el derecho, a los Houssay en la medicina? ¿No es mejor y más seguro hacer méritos para contar entre los hombres destinados a vivir en Europa, que solidarizarse con los que están trabajando para preparar el conte­nido de los giros? ¿Comprendéis ahora por qué me indig­né cuando Silvina Bullrich dijo que allá están las raíces de nuestra cultura y ésta es la oficina para que manden los giros ?.[9]
Ya en el Capítulo I está dicho lo que el liberalismo piensa sobre la industrialización del país. ¿Qué extrañar entonces lo que piensa la alta clase propietaria de la tierra, que hace tiempo se decidió por la Patria Chica? Su posición no será patriótica pero es congruente con lo que cree sus intereses.
El "medio pelo" en sus sectores provenientes de los "primos pobres" y de la alta clase media no es demasiado estúpido para percibir que sólo en la expansión de las posibilidades nacionales está el horizonte que lo libere de la ficción en que vive; su propia mediocridad explica su actitud. En última instancia puede descargar su respon­sabilidad en la intelligentzia que suministró a su frivoli­dad esos elementos de cultura; pero en los provenientes del desarrollo capitalista, en los nacidos de la creación de condiciones para la burguesía, no sólo se trata de una traición al país: es un suicidio.
Durante mucho tiempo, después de la Revolución del 55, verdaderas columnas de "señoras gordas" salían todas las mañanas en Montevideo del vapor de la carrera y marchaban encolumnadas hasta la plaza Independencia a depositar la consabida corona de flores a la estatua de Artigas, donde las esperaba el embajador argentino, doctor Alfredo Palacios, con sus consabidos bigotes y discurso. Cumplido el ritual mañanero, las gordas arrancaban a la carrera por la calle 18 de Julio arriba, ávidas de vidrieras y negocios donde aprovisio­narse de artículos importados que les habían faltado durante toda la “tiranía sangrienta” que las obligaba a consumir productor “flor de ceibo”.
A la misma hora de la sentina del vapor que las había llevado, salían las mercaderías argentinas que iban a reponer los estantes y las vidrieras montevideanas.[10]
A la noche las señoras gordas, derrengadas y agobiadas bajo el peso de los paquetes, se embarcaban de retorno a Buenos Aires, felices con las compras que habían hecho en la otra orilla.
Ya se ha citado a Imaz cuando se refiere a la falta de conciencia de grupo y de sus intereses de tal, en nuestra burguesía reciente.
Si prefiere la experiencia personal, visite usted la casa de uno de estos burgueses de “medio pelo” y encontrará la documentación más concluyente: la radio, el televisor, las máquinas de confort hogareño, de refrigeración y limpieza, las telas de los trajes y vestidos, las alfombras, las lámparas, las bebidas que consumen, los cigarrillos que se fuman y comprobará que todo es de procedencia extranjera. No necesitará indagarlo, porque el dueño de casa se adelantará a decírselo, orgulloso de la inversión de sus fondos negros, porque todo lo argentino, menos lo que él fabrica, es “flor de ceibo” y no puede compararse con el artículo importado.
En realidad esto de la mercadería “flor de ceibo” se corresponde con aquello de “este país de m...”
Pero también hay la inteligencia "flor de ceibo", que está constituida por los que intentan pensar como nacio­nales, tema que exige una particular atención que le dedi­caré en la edición ampliada de "Los Profetas del Odio", que seguirá inmediatamente a la aparición de este libro.[11]
Hay otras muchas pautas ideológicas menores cuya importancia es sólo relativa. La más típica de ellas es la actitud nostálgica del pasado, la permanente remisión a una Jauja a la cual todos han pertenecido. Es la tía Leonor, dueña del landó; el pariente encumbrado que era primo carnal de la mamita vieja, y la “señora mayor”, que solía visitarnos. La estancia que se malvendió. Toda una temática de evasión a un supuesto país perfecto cuyas duras realidades borran sus perfiles embellecidos por el recuerdo, que se adorna de gasas que el tiempo esfu­mina, y tiene la belleza marchita de las flores al día si­guiente del sepelio, mientras su ácido olor se respira en el ambiente que van dejando libre los empleados de pom­pas fúnebres, al retirar los candeleros del velorio. "Cuan­do mi recuerdo va hacia ti se perfuma", dijo el poeta. Y esa imaginería tiene la belleza de lo que pudo ser y no fue. La belleza de la novia con quien no nos casamos, a condición de no encontrarla a la vuelta de la esquina. El "quiero y no puedo" consciente de su ficción se inven­ta un pasado...
Aquí también está malparada la burguesía del "medie pelo". Los recuerdos inmediatos se vinculan más con Lanús y Gerli que con el Barrio Norte, y no hay "mamita vieja" ni "señora mayor", porque mencionarla sería me­ter el dedo en el ventilador. Pero pronto se descubre un recurso que sólo es nuevo para los nuevos. Saltar una o dos generaciones y descubrirse una familia importante en Europa. Oyéndolos uno termina por creer que la emi­gración fue un deporte y que los antepasados inmigrantes eran turistas de lujo que fueron ganados por el paisaje.


LA GRAN PAUTA

Las situaciones que caracterizan al "medio pelo" evo­lucionan históricamente como se anticipó en la introduc­ción de este trabajo, cuando se explicó el criterio aplicado para recoger del ambiente una expresión ya formada para calificar este equívoco estrato social. Se vio entonces que lo que lo define es esa calidad de equívoco y ambiguo, la naturaleza imitativa y ficticia del status que sus componentes se atribuyen, con prescindencia del nivel social en que esto ocurre y que está determinado por la composición social en cada momento histórico.
Así vimos que en la sociedad tradicional el "medio pelo" se ubicaba por debajo de la parte decente y sana de la población en el rango que entonces se entendía por de "gente inferior" en cuanto un grupo del mismo inten­taba reproducir las pautas correspondientes a la gente principal. También se vio que donde "gente inferior" y color se identificaban, como en el Caribe, el "medio pe­lo" se manifestaba en los "morenos" que querían disimu­lar su condición adoptando las pautas de comportamiento de los blancos. Aquí eso fue excepcional dado lo reducido de la población de color que como se recuerda en la cita que allí se hace estaba a fin del siglo pasado casi exclusivamente constituida por los ordenanzas de las grandes reparticiones y sus familias que repetían en su vida "so­cial'' los modos de los altos funcionarios ante quienes ac­tuaban, ''con las bandejas". (Recordemos que la actividad más generalizada aun en la colonia entre los morenos fue la de domésticos y que, libertos, adoptaron los apellidos de sus patrones con los que todos ostentaban apellidos tradicionales que hacían más propicia la actitud). Entre 1920 y 1930 el grupo más numeroso de morenos, entre los que contaban los últimos de la raza ya en extinción, que desempeñaban tareas en el Congreso y en la Casa de Gobierno y aquellos en que Vacarezza reclutó muchas veces elementos para el espectáculo tenían un club, al que he concurrido en mis andanzas políticas entre las seccio­nes electorales octava y segunda de la capital, en el ba­rrio que se extiende entre San Juan y el Parque de los Patricios. Allí me fue dable observar ese amaneramiento de que habla la cita y que subsistía en la agonía de un grupo racial.[12]
Pero como se ha dicho esto era de excepción. La ex­presión "medio pelo" tenía entre nosotros ya una acep­ción más amplia y no caracterizada racialmente. Así se comenzó a atribuir con preferencia a capas procedentes de las primeras promociones inmigratorias, para terminar aplicándose a niveles mucho más altos, que es el cri­terio usado en este libro pues lo que en definitiva determina la calificación no es el nivel adonde se produce, sino el carácter falso de las situaciones y el pie forzado con que se las vive, es decir la ficción.
Esta ficción de status ha existido siempre pero sin el carácter masivo de los últimos años, en que dejó de ser episódico y excepcional para convertirse en el modo del vasto sector que se ha analizado. También se ha visto que esta generalización se produce en el momento histó­rico de lo que diremos el "aluvión zoológico" para emplear un término característico del "medio pelo". La posición inversa al mismo es ab-initio un signo de status. Ni remotamente toda la gente que se ubica contra el movi­miento de 1945 es "medio pelo"; pero todo el "medio pe­lo" está en esa posición porque ella se convierte como signo negativo en un signo afirmativo del status que se busca.
Cuando la clase alta, pasados los episodios de la Uni­dad Democrática se retrae a su propio medio alejándose de los contactos populares, el "medio pelo" afirma aun más este signo para convertirlo en el signo de los signos. A través de la Unidad Democrática, la gente del "medio pelo" ha tenido por un tiempo la ilusión del mismo status con la clase alta. Cuando esta se retrae necesita aferrarse a las pautas que motivaron la convivencia y el "antipero­nismo" le resulta el único nexo subsistente. Valorizarlo como símbolo es confirmarse en el status que se atribuye. Con el transcurso del tiempo se convierte en el símbolo por excelencia y así el antiperonismo se convierte en la pauta de las pautas: la Gran Pauta.
Esta pauta las resume a todas porque es pauta de comportamiento y pauta ideológica. Como pauta ideoló­gica contiene todos los elementos intelectuales aportados por el sarmientismo de la intelligentzia que se acaban de ver y como pauta de comportamiento resume, en la cal­comanía de las pautas de la clase alta los signos de dis­tinción que se buscan en ella. Cumple además otra fun­ción integradora porque en la comunidad del símbolo, y por el contraste que este establece con el resto de la so­ciedad que el medio pelo considera por debajo de su status, es un instrumento de fusión endógeno al grupo, que permite en cierta manera reconstruir la imagen de la sociedad tradicional que había derogado el fenómeno inmigratorio. Para los supuestos del "medio pelo" se ha reconstituido la separación entre gente principal, "parte sana y decente" de la población, y clase inferior consti­tuida por los "negros". Sólo que ahora la parte sana y decente se configura con los gringuitos adentro, lo que explica que uno de ellos haya podido hacer la calificación de aluvión zoológico.
Creo que con esto está bien claro que Perón o Peronismo no son más que nombres ocasionales, pretextos; el antiperonismo es tan hecho social como el peronismo; mientras aquel es el nombre que tiene la integración de toda la sociedad argentina en una nueva configuración, éste expresa la resistencia a la misma. Perón o Mongo, ese es el hecho adjetivo. Lo sustantivo es lo que se acaba de decir y se repetirá respecto del hombre o del grupo social que aparezca encabezando la integración inevitable; se reiterará la misma situación que se produjo en­tonces y cuyos valores entendidos subsisten, al margen de las virtudes o vicios que tenga la conducción. Con mayor razón si el hombre o grupo conductor surge de los es­tratos medios de la sociedad, y aun por la influencia de un Alcibíades o un Julio César salidos de la clase alta. Este será un desertor que por el solo hecho de actuar al servicio de la causa nacional, identificada con la inte­gración, recibirá las mismas calificaciones y servirá como pauta definitoria a contrario imperio.
Perón y el peronismo, para emplear los términos co­rrientes de la Sociología de la Cátedra no son otra cosa que el marco de referencia.[13]
La vigencia de las pautas peyorativas respecto de lo popular generó a su vez reacciones defensivas que recíprocamente se convirtie­ron en pautas valorativas, tal como ocurrió con la expresión "descamisado", que terminó por ser signo positivo de afirmación de lo detractado. Recíprocamente, "oligarca" y hasta "cipayo" y "vendepatria", concluyeron siendo calificaciones aceptadas que el "medio pelo" asumió entre humorística y complacidamente, ya que no contrariaban sino que se confirmaban las dos segundas con sus pautas ideológicas, y con las de comportamiento, la primera.
Así el mote "grasa" adquirió un sentido reivindicatorio, por opo­sición a la supuesta calidad selecta del adversario y ser "grasa", se hizo necesario en el dirigente político y gremial del peronismo, a pesar del contraste evidente, con el ascenso económico colectivo y el particular del dirigente que invocaba la calidad, a pesar del reloj-pulse­ra, inevitablemente de oro, y la cómoda casita de extramuros.
Así en la vida interna del movimiento era frecuente apelar a la condición de "grasa" para prevalecer sobre los miembros del mo­vimiento que por su origen o su condición no se comportaban como tales, o no simulaban hacerlo.
Recuerdo un episodio que me ocurrió en una reunión en Reme­dios de Escalada.
Se discutía una posición táctica del movimiento, y dos de mis oponentes para debilitar mis proposiciones invocaban constantemen­te su condición de "grasas", colocándome en el debate, como si yo fuera "sapo de otro pozo".
Se trataba de dos ferroviarios —pues predominaban, como era lógico, en el lugar, los obreros del riel y les advertí que en primer término, en el movimiento ya no había "grasas"—calificación corres­pondiente a la etapa anterior al ascenso de peones a obreros—. Los concurrentes allí eran obreros y no "grasas" y ese ascenso era, preci­samente, el significado social profundo del movimiento, agregando, entonces, que si aceptábamos que los obreros eran "grasas" y no tales, lo único que probaríamos es que en lugar de haber presidido el as­censo social habría sido el descenso su resultado. Más tratándose de ferroviarios, que nunca habían sido "grasas" sino un sector privilegiado dentro de los trabajadores argentinos.
Casi afirmaría, agregue, y sin conocerlos, que ustedes dos tienen casa propia y están en riesgo de ser calificados como "oligarcas" en un planteo como el que traen que excluye a los no "grasas" de la participación en el mismo. Se trata de una petición de mala fe y exijo que los compañeros presentes se pronuncien al respecto. Se pronunciaron y los dos supuestos "grasas" se llamaron a silencio.
Esta posición negativa es ahora estimulada por ciertos sectores de la antigua izquierda que están resultando más papistas que el Papa, y pretenden configurar el movimiento peronista en relación con su momento originario, y no con su composición actual, hija de la transformación operada en el país durante su proceso de ascenso colectivo.
La misma gente que con su ideología de importación definió el movimiento en 1945, como un movimiento de la clase media fascistizante, y al aporte obrero de las masas en ascenso como un lumpen-proletariat marginal ahora pretende definirlo, como un movimiento exclusivamente proletario. (Entonces transfirió la expresión lumpen-proletariat, cuya significación marxista corresponde al desclasamiento de un proletariado marginal al fenómeno de interacción social por ascenso de los migrantes del interior.) (Ver Nota 6 de este capítulo). Con la misma desaprensión que negó condición obrera a los traba­jadores de la base, ahora excluye la existencia de los grandes secto­res de las otras clases que contribuyen a su conformación, y aun los mismos de procedencia proletaria, que se han calificado en el ascenso colectivo. Aparentando una revisión de sus errores anteriores, rein­ciden en los mismos porque el error es de método. No quieren enten­der la naturaleza vertical de los movimientos de la sociedad argentina por lo que no se ajustan sus conclusiones a la realidad, sino que someten ésta a la necesidad de encuadrarla en el esquema prefabri­cado de la ideología importada que demanda una visión exclusiva­mente horizontal de los desplazamientos sociales.
Es que persisten en los errores de la intelligentzia y como los liberales son también discípulos de Varela: "El sombrero está hecho y hay que ajustar la cabeza al mismo”.
Lo gracioso es su soberbia, común con toda la intelligentzia. Confiesan que no entendieron, se rectifican en las conclusiones sobre el ayer, pero en el presente actúan con la misma seguridad que an­tes, y enuncian la fórmula química siguiendo en la total ignorancia de sus componentes, porque son incapaces de la humildad intelectual que exige prescindir de la sabiduría libresca para considerar los he­chos argentinos que no están contenidos en los estantes de la bi­blioteca.
Esta petulancia de la intelligentzia trajo dentro del movimiento, otra pauta dañosa también de rechazo: la subestimación de lo inte­lectual que fue arrastrada por la justificada hostilidad de la intelligentzia. Hubo una expresión, “cráneo”, afortunadamente ya echada al olvido, y en virtud de la cual se reaccionaba adversamente a la jerarquización intelectual de los militantes; actitud defensivamente explicable ante la conducta de la intelligentzia, pero peligrosa en la maduración del proceso que debe hacerse, como se está logrando, por la formación de una auténtica inteligencia nacional.

CAPITULO XI de EL MEDIO PELO EN LA SOCIEDAD ARGENTINA



NOTAS

1. El mejor sociólogo –por lo menos con estaño—para conocer este aspecto es el vendedor de automóviles que debe conocer mejor al comprador que al coche que ofrece. Ya están baqueanos en distinguir un burgués que se comporta como tal de un burgués de “medio pelo”; al primero hay que ofrecerle un coche “que eche tierrita” a los demás. Al segundo, al que también le gusta echar tierrita hay que darles precedentes sociales. (Un vendedor tenía un cliente para Chrysler Imperial y consiguió tenerlo toda la mañana en el Cade de la esquina para que viera cuando la condesa de Souboff bajaba de su Chrysler Imperial a la florería. La operación se cerró ahí mismo. Por más que el vendedor y el comprador tengan la más remota idea de quien es la Condesa de Souboff. Yo tampoco, pero tengo la vaga idea que está vinculada a los Larrechea de Rosario).
Lo mismo ocurre en las vestimentas.
Un comercio de la calle Santa Fe, tiene un tipo de mercadería llamativa que no condice con el tono de la posible clientela. Como, intrigado, se lo hiciera notar a uno de los vendedores diciéndole: --“Tienen mercadería de la calle Corrientes”--, se sonrió pidiéndome que le guardara el secreto, cosa que cumplo, informando confidencialmente a algunos miles de lectores, después de rogarles igual reserva.
Me explicó.
Hay mucha gente con dinero que sabe que hay que vestir al estilo de la calle Santa Fe. Viene a buscar la mercadería, pero íntimamente no la satisface pues su gusto es el de la calle Corrientes. Los complacemos dándole el gusto de la calle Corrientes en la calle Santa Fe, con lo que quedan ampliamente satisfechos.
Y acompañándome hasta la puerta, agregó: --Guárdeme el secreto, porque si se enteran mis vecinos van a hacer lo mismo, y tendremos dos calles Corrientes. Es que casi todo el público de la calle Santa Fe que compra de veras tiene el corazón en Corrientes.

2. Esto ya lo he contado en una nota periodística.
Tengo un amigo profesional que el otro día me decía:
--¿Vos sabés que el nene me pregunta todos los días por qué no tengo estancia? Y yo, ¡qué voy a tener estancia si entre las cuotas de los colegios y el automóvil, me están comiendo, sin contar la cuota del Club, los fines de semana, los veraneos que me desangran por todo el año!...
--¿Vos mandás los chicos al colegio pago? –le pregunté--. ¿Y de los caros?      ¡Sí!, Me dijo.
Vos te estás trabajando el infarto. No te das cuenta que si los papás de los demás chicos tienen estancia y hablan de ella, el tuyo va a terminar por creer que sos un papá de segunda, un incapaz. Lo estás adecuando para resentido o para chupamedias. Mandalo al colegio del Estado donde el hijo de un profesional se siente capo. ¿Vos que querés que sea tu hijo? ¿Capo, o punto?.
El hombre bajó la cabeza; había comprendido. Pero soltó el más terrible problema del tilingo:
--¿Quién le hace entender eso a mi mujer?
“That is the question”.
La educación es secundaria y los hijos se utilizan para la búsqueda del propio status. La función que se asigna al Colegio en esta convención no es educar; es dar a los padres un símbolo de status que se evidencia por el nombre del colegio, el uniforme y hasta el ómnibus; por las relaciones que presuntivamente pueden hacerse, por los círculos a los que tal vez los chicos puedan llevar de la mano de los padres; por los cotejos que entre sí hacen las gordas refregándose unas con otras los nombres de los colegios adonde concurren sus hijos y los apellidos de los compañeros.
Los empresarios de los colegios a su vez, que como los vendedores de automóviles conocen la clientela, sólo se preocupan de la imagen social: el aspecto educacional es accesorio y toda la enseñanza parte de un presupuesto ideológico conveniente a la mentalidad de aquella; así son a su vez fábricas de medio pelo.

3. Por ejemplo descubrir una cantina “con mucho color” es un éxito. Pero válido por poco tiempo; los patrones se lo huelen enseguida mientras con mucho aumento de “color local”, suben los precios, aparecen en el menú platos insospechados por la vieja clientela que desaparece. Este es el momento en que los patrones de cantina avisados de la calidad de la clientela hacen el negocio de la llave. Los nuevos se la “pillan” y la siguen “a muerte” y poco tiempo después intervienen los rematadores. Hay cantineros profesionalizados que arman lugares especialmente preparados para “que los descubran”, pero esto con trampa, porque se hacen con “señuelos”, avivados del “medio pelo” que arrastran el público. Lo mismo ocurre con Boites y Confiterías.

4. Sin embargo la poca atracción de las sierras me parece que se vincula a razones femeninas mucho más atendibles que los simples criterios del "medio pelo". Lo digo porque tuve trabajando conmigo un muchacho a quien de reojo, y a medio oído, lo pesqué en un flirt telefónico nacido de un número ligado. A poco de iniciada la conversación, oí que le preguntaba a la incógnita interlocutora, donde pensaba veranear y lo vi que de inmediato cortó, como desagradado. Picó mi curiosidad y le pedí que me explicara su actitud y lo hizo en términos de una sabiduría que no puedo dejar en el anónimo de un episodio intrascendente.
Su respuesta fue: —"Le corté porque me dijo que veraneaba en las sie­rras...", y como notaba mi perplejidad declaró: —"Es muy gorda o muy flaca, porque las que tienen lo suyo no le disparan a la malla...

5. En una audición de Televisión Jorge Sábato hablando de Nueva York de esta actitud despectiva para el país, recordó un argentino que al saber que llegaba de Buenos Aires le preguntó en rueda de norteamericanos, “si siempre las calles de Buenos Aires estaban llenas de baches”. Contra la lógica más elemental que induciría a suponer la idealización de la patria lejana. Para los norteamericanos, porque el argentino no merecía contestación, dijo Sábato que efectivamente en Buenos Aires se corría el peligro de romperse la pierna en un bache pero nada más, y en Nueva York el peligro era de que las roturas fueran en otro lugar del cuerpo: (Ese año la estadística neoyorkina daba 1800 violaciones en la vía pública). Esto no va en desmedro de Nueva York ni de Buenos Aires, pues cada uno es como es y las circunstancias pueden explicar esto como aquello. Por ejemplo que al concurrir a una escuela mixta en el baño, de la niñas, viese este letrero: “NOTICE: You must not come alone! You must come only with another girl”. Firmado: The Headmarter.
El Headmarter le explicó a Sábato que era peligroso que las chicas entraran solas al cuarto de baño. ¡Pero lo que diría el “medio pelo”, si aquí ocurriere lo mismo!

6. El 24 de octubre de 1945 el órgano oficial del partido Comunista comenta la jornada de días antes: “Pero también se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la ciudad, no representan ninguna clase de la sociedad argentina”.La Vanguardia” del 23 de octubre dice: “En los bajíos y entresijos de la sociedad, hay acumulada miseria, dolor, ignorancia, indigencia, más mental que física, inferioridad y resentimiento... En todas las sociedades quedan precipitados la miseria que se ramifican como pólipos en las partes más recónditas”.
¿Qué extrañar entonces que el gerente extranjero, el socio del Círculo de Armas, el estudiante empachado de lecturas apresuradas y sin digerir, la dama que ha tenido un problema con la doméstica o la niña que ve por primera vez una multitud obrera hable de resentimiento y de desclasados, cuando dicen eso los que permanentemente han estado oponiéndose al desarrollo industrial del país en defensa de supuestos trabajadores a quienes aquellos atribuían el resentimiento, ahora respetables, de sus sociedades de origen?

7. Percibo aquí que los vascos se le han quedado en el tintero al "maestro ciruela", y los lectores pueden imputarme un malicioso ocultamiento. Recordemos esto. "Los países del mediodía de Europa nos traen poco en costumbres y civilización que adelante la nuestra. Sólo por una fuerte educación común puede evi­tarle que los hijos de vascos, italianos y españoles, desciendan a los hábitos indus­triales, a la incurria y la barbarie de nuestras masas ya que en falta de instrucción corren parejos."
Ya que estoy en el tema agregaré que en el racismo de nuestra intelligentzia, antirracista, vascos e irlandeses salen bastante bien librados. Esto no ocurre por obra de “el maestro” sino por la prosperidad frecuente de los descendientes de vascos e irlandeses que ha hecho olvidar que en su origen eran gente muy inferior, cosa que en materia de ilustración no es muy descaminada, pues los inmigrantes origi­narios de estos dos pueblos estuvieron constituidos en general por pastores. Fue en la época de la lana, entre el 60 y el 80, cuando la explotación de los ovinos, por razones que se han dicho antes, desplazó a los vacunos de la cercanía de los puertos, haciendo que aquellos ocuparan las mejores tierras. Los ovejeros, técnica que los gauchos desconocían, recibían los piños "al tercio", de manera que en poco tiempo y pese a la tradicional honradez vasca e irlandesa, sus majaditas fueran más grandes que las de los patrones —que eran las víctimas de las epidemias pues las de los vascos y las de los irlandeses parecían vacunadas—. Pronto, con el importe de la lana pudieron comprar campos que todavía no habían recibido la fuerte valoriza­ción que trajo la expansión agropecuaria. Se trataba de gente muy rutinaria que no salía del campo y sólo se preocupaba de que éste y las majadas se estirasen.
Los hijos se encontraron de pronto dueños de grandes propiedades justo en el momento en que empezaba la valorización, y rápidamente incorporados como propietarios, después sus nietos como profesionales, al nivel de la "gente decente" en la estructura social tradicional, máxime en cuanto se trataba de dos pueblos muy católicos, celosos de la legitimidad del vínculo matrimonial y por consiguiente de la condición exigida en la filiación. Su ascenso correspondió a una época de permea­bilidad social y así respecto de ellos se marginó el racismo por el acostumbramiento.
Tampoco tuvieron la resistencia del criollo, porque practicaban actividades ganaderas marginales para éstos, y sobre todo porque no fueron comerciantes, que eran los que suscitaron más resistencia por la posición de ventaja que llevaban. Además, desligados de sus países de origen en cuanto no representaban naciones oficialmente existentes, tuvieron una adaptación rápida en sus hijos (especial­mente los vascos). Quedó aquello de “Hijo del país con gorra 'e vasco" que acre­dita su rápida adaptación porque a diferencia de sus padres, dominaron inme­diatamente la técnica del caballo, cosa que aquellos no lograron (con 50 años de América y a caballo, un vasco siempre parecerá una bolsa de papas y no un jinete).
Los irlandeses sufrieron una diversión. Como la colectividad inglesa era eco­nómicamente fuerte pero no numerosa, por la comodidad del idioma y para evitar más contactos con "nativos”, se les abrió el acceso a la misma y gran parte de los descendientes de irlandeses se anglicanizó rápidamente, casi como si fueran intelectuales nativos.
Recuerdo que para el año 17, durante la primera guerra mundial, participé en los festivales que la Cruz Roja Irlandesa hacía en favor de los aliados, cosa que, a pesar de mi ignorancia de entonces, común a todos los hijos de la enseñanza oficial y la cultura libresca y periodística al “usum delfini”, me dejaba perplejo: por un lado los diarios informaban de la revolución sinfeinista, de la huelga de hambre del alcalde de Cork, que murió en su ayuno, y del fusilamiento de un filántropo de reputación mundial, Sir Rogert Cassement, héroe dela Revolución Irlandesa. Y por el otro, estos irlandeses me resultaban devotos de su majestad Británica. Es que éstos, al incorporarse a las clases altas como ingleses, abandonaban la posición de sus padres que habían emigrado en aquella terrible época en que la población de Irlanda que a principios del siglo XIX era de 8 millones de habitantes, bajó la cuarta parte den 50 años, por el hambre y la emigración consiguiente. La época también en que eran pocos los irlandeses alfabetos –Sarmiento nos lo explicará por el catolicismo y la barbarie congénita--, cuando los maestros se designaban como “teachers of hordes” porque la enseñanza tenían que hacerla al reparo de las cercas para no ser descubiertos por la policía inglesa que impedía la alfabetización.

8. Ud ha oído a ese tipo que lamenta llamarse Pérez y no Smith; a ese cretino que cree que seríamos poderosos como los norteamericanos si en lugar de proceder de España y de los indios, del castellano y del catolicismo, procediéramos de Gran Bretaña –no de los indios porque allá fueron exterminados, ya que el único indio bueno es el indio muerto--, del inglés y del protestantismo, olvidando lo que le pasó a esa misma Irlanda, o a cualquiera de las colonias que no fuera Estados Unidos. O esos mismos “algas” de las Malvinas, esclavos ni siquiera del Imperio, pues lo son de una compañía financiera. A ese sujeto que seguramente se mira al espejo y atribuye el déficit de su “bóveda craneana” a la inquisición. Ese es un hijo de... Sarmiento, con perdón sea dicho de su respetabilísima mamá. Y hay casos más graves aun: hay un sujeto cuyo apellido paterno es un nombre tradicional en la Argentina, pero lo disimula con la inicial para resaltar el apellido británico de la madre; cierto que en estos casos la única segura es la filiación materna.

9. En época de FORJA, allá por el año 37-38, le comentaba a ese patriota que fue el doctor Goyena, entonces juez del crimen, la insuficiencia de nuestros recursos ante el bloqueo total de los medios de información que oponía la prensa colonial. El doctor Goyena me sugirió que lo fuéramos a ver a don Saturnino Unzué para pedirle una ayuda, y así fue como este anciano caballero nos citó en su escritorio de la calle Maipú. Allí le expuse cuál era nuestra acción y cuáles nuestras dificultades. Don Saturnino no manifestó ni conformidad ni disconformidad con mi pensamiento. Se limitó a decirme que a él el país no le interesaba. Y como yo me levantase indignado dando por terminada la entrevista porque no tenía nada más que hablar con un sujeto de ese patriotismo, como le dije, intentó explicar que sólo había querido decir que a sus años sólo le interesaba el triunfo de sus potrillos y era ajeno a toda preocupación política. Era el ideal de hombre, según la concepción sarmientina, cuyo destino era vivir en Europa de las rentas que proporcionaban los pastos y sacar sus colores triunfantes en Epson, en Ascott, en Beauville y también en Palermo, ya que había nacido en este país y aquí tenía la fuente de recursos. Como se ve, esto de la “oficina”, para designar al país, no es para mí una novedad.

10. Los malandrinos también conocen al “medio pelo” y hay una poderosa industria nacional que no es flor de ceibo: la del whisky escocés y cigarrillos importados.
Uno de sus vendedores recorre constantemente las compañías de navegación pidiendo embarcarse como tripulante. Carece de libreta, pero insiste en cada compañía una vez por mes. Es hábil para formular el pedido ante el personal superior, y un momento antes de despedirse, ya con la respuesta negativa, extrae el paquete de “cigarrillos importados” y convida al funcionario. Conoce la inevitable pregunta: “¿Puede conseguirme?” A los pocos días aparece con una docena de cajas “made in Avellaneda”, que lo único que tienen de auténticas es la falta de estampillas.
Si esto ocurre en un medio que está al cabo de la calle en esto del contrabando, imagínese cómo será entre los “giles”.
Un conocido distribuidor de periódicos, Sanz, especializado en publicaciones uruguayas, me contó que cada vez que iba al puerto a retirar los paquetes había un muchachón que se ofrecía para acompañarlo. En su extrema diligencia, el muchachón al pasar frente al marinero de la salida de Viamonte, se bajaba del auto para regalarle un diario, y enseguida, un poco más allá, sobre Madero, se despedía y bajaba del coche para entrar al café que está en la esquina de Madero y Viamonte.
Tardó bastante en descubrir el secreto, que era el siguiente: Su desinteresado ayudante compraba en cada oportunidad dos o tres docenas de lapiceras “birome” en la calle Canning, a diez pesos cada una, y entraba al puerto con ellas en el bolsillo. Cuando le entregaba el periódico al marinero, los clientes que lo esperaban en el café suponían que dentro del diario iba el “arreglo” porque estaban “vichando” la salida del puerto. Acreditaba así la procedencia extranjera de las biromes, se vendían allí mismo a cincuenta pesos cada una. ¡Y los compradores era a su vez vivos que las iban a revender precisamente a los detractores de los artículos “flor de ceibo”!

11. “Flor de ceibo” comenzó a ser el profesor universitario que no salía de las consagraciones de la intelligentzia también de derecha a izquierda. En 1955 no hubo dificultades de izquierda a derecha para excluirlos de la Universidad. Pero no se los excluyó en función de su aptitud técnica en que supuestamente los “flor de ceibo” era inferiores, según las medidas técnicas de la intelligentzia. Se los excluyó en cuanto eran expresiones de lo nacional, y el peronismo fue el pretexto. Se los excluyó porque habían tenido la insolencia de intentar expresar una inteligencia argentina al margen de la plataforma común de derecha e izquierda. El crimen no era ser marxista o liberal, que desde el punto de vista de la intelligentzia es cosa a posteriori. El crimen fue pensar y establecer jerarquías intelectuales fuera de los cauces predeterminados. Y en eso estuvieron todos de acuerdo, prohibiendo participar en los concursos. La intelligentzia consagrada temía perderlos en la confrontación técnica, y el objetivo perseguido era simplemente totalizar de nuevo la superestructura colonial de que todos forman parte en común.
Pruebas al canto.
Art. 32 del decreto 6403 del gobierno del Gral. Aramburu sobre la Universidad:
“No serán admitidos al concurso quienes hayan realizado actos positivos y ostensibles de solidaridad con la dictadura, que comprometa el concepto de independencia y dignidad de la cátedra”.
Hemos oído a los liberales.
Oigamos ahora a un marxista.
José Luis Romero, interventor en la Universidad en la que el doctor Ismael Viñas es secretario, aclara el alcance del referido decreto:
“Los que hayan propuesto o participado en actos individuales o colectivos, encomiando la obra de la dictadura, realizados dentro o fuera de la Universidad, invocando o no su condición de universitarios”.
La flor de ceibo fue sustituida por la “Flor de Romero”.
Todo los separa, como se ve en el actual conflicto universitario, cuando el problema es entre ellos. Todo los une cuando, vivito y coleando, aparece el finado: el país real con sus hijos que pretende participar en la construcción de una historia que no es la del grupo intelectual que la ha deformado para que sólo estén presentes las hipótesis de la Patria Chica que conforman su mentalidad de cipayos de cualquier metrópoli, porque lo importante es que el país se acomode a su extranjería mental. Y esto de Botet a Rolando García:
                --¡Ah! Si de pronto apareciera otra vez la multitud argentina: los veríais unirse como en 1930, en 1945 y en 1955.

12. Es útil señalar el contraste de lo que ha ocurrido con los morenos de Buenos Aires y a la otra orilla del río en Montevideo. Mientras aquí práctica­mente han desaparecido; en la vecina orilla subsisten numerosos en la variada gama de negros, mulatos, cuarterones, etc. La estadística oficial da un número mucho más reducido que el que resulta para mi de la empírica observación. Yo he limi­tado mis investigaciones a recorrer durante bastante tiempo los campos de de­portes y especialmente los picados de fútbol, en los canchas improvisadas en potreros y baldíos y me ha resultado siempre un promedio de dos o tres morenos cada once es decir, aproximadamente del 20%. La mayor abundancia debe atribuirse desde luego a que Montevideo fue “asiento” de esclavos, y a que el Uruguay fue durante varios años refugio de muchos esclavos fugados del Brasil. A este propó­sito se hace un juego humorístico con el dicho “no hay negro que no sea blanco” porque es una regla casi unánime que son políticamente blancos. Tal vez la razón de esta particularidad esté en que el partido blanco con sus estancieros y caudillos protegía a los esclavos fugados por su posición rioplatense, mientras los colorados que más bien eran brasileristas los devolvían a sus amos del otro lado de la frontera.
Pero el hecho que parece inexplicable es que en Buenos Aires se han extinguido mientras en Montevideo se multiplican normalmente aunque decolorándose; audazmente intento explicarlo por la mucha mayor afluencia inmigratoria de este lado del río que produjo respecto de los morenos el efecto destructor que fauna u hombre importado producen con la introducción de sus enfermedades para las que el indígena no tiene defensas. Los que hemos conocidos los estragos que produjo la tuberculosis en las primeras décadas del siglo particularmente en los morenos que parecían especialmente indefensos respecto de ellas, podremos creer que esa es la explicación; en cambio en la vecina orilla la inmigración no fue tan masiva sino mucho más gradual y menos heterogénea.

13. Sarmiento había dicho: ''nuestra República es democrática, oligár­quica y aristocrática". "Habrá una clase pensante, directora, poseedora del suelo". Dirá alguna vez, "estoy divorciado de las oligarquías, los aristócratas, la gente decente a que tengo el honor de pertenecer", porque es primo pobre y aun en riesgo de pasar por gaucho. Desde ese resentimiento de primo pobre dirá entonces de la oligarquía: "¡Fue plebeya y rastrera, nunca tuvo parques para divertirse cazando!" (Como los ingleses, ¡Genial el argumento!) Pero este desconten­to es episódico: "La república debe ser gobernada por caballeros, natural autocra­cia". Una "minoría ilustrada poseedora de la propiedad, descendiente de europeos e indígenas ya conquistados a la civilización". Es el mismo concepto del Congreso unitario de 1826 y por eso dice: "Hasta 1831 no gobernaban sino los decentes". "Cuando decimos pueblos entendemos los notables, activos, inteligentes, clase gobernante”. “Somos la gente decente, es decir, patriotas” (ya se ha visto a que llama patriotismo este p... rócer, este p... atriota. Como cantan los muchachos: “muchas cosas ... empiezan con P). “Nosotros los demócratas y republicanos, que no queremos que se entrometan en nuestros gobiernos otros que los que llevamos frac”.
Ahora ya podemos ver con claridad: Lo mismo es Perón que Mongo.

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