viernes, 28 de septiembre de 2012
MEXICO Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
5 de junio de 1938
La campaña internacional que los círculos imperialistas están
realizando sobre la expropiación de las empresas petroleras mexicanas, hecha
por el gobierno, se ha distinguido por poseer todos los rasgos de las bacanales
propagandísticas del imperialismo: combina la impudicia, el engaño, la
especulación de la ignorancia con la certeza de su propia impunidad.
El gobierno británico inició esta campaña al declarar el
boicot al petróleo mexicano. El boicot, como es sabido, siempre involucra al
autoboicot y por lo tanto viene acompañado de grandes sacrificios por parte de
quien lo hace. Gran Bretaña era hasta hace poco el mayor consumidor de petróleo
mexicano; claro que no lo hizo por simpatía para con el pueblo mexicano, sino
considerando sus propios beneficios.
El mayor consumidor de petróleo en Gran Bretaña, es el mismo
estado, por su armada gigantesca y el rápido crecimiento de su fuerza aérea. El
boicot del gobierno inglés al petróleo mexicano significaba, entonces, un
boicot simultáneo no sólo de la industria británica, sino también de la defensa
nacional. El gobierno de Mr. Chamberlain ha mostrado con una franqueza inusual
que los beneficios de los ladrones capitalistas británicos están por encima de
los intereses del estado. Las clases y los pueblos oprimidos deben aprender
profundamente esta conclusión fundamental.
Tanto cronológica como lógicamente, el levantamiento del
general Cedillo resultó de la política de Chamberlain. La Doctrina Monroe le
aconseja al almirantazgo británico abstenerse de aplicar un bloqueo
naval-militar a las costas mexicanas. Deben actuar por medio de agentes
internos, quienes, en realidad no agitan abiertamente la bandera británica,
aunque favorecen a los mismos intereses que sirve Chamberlain, los intereses de
una pandilla de magnates del petróleo. Podemos estar seguros de que las negociaciones
de sus agentes con el general Cedillo no se han incluido en el Libro Blanco que
publicó la diplomacia británica hace pocos días. La diplomacia imperialista
realiza sus principales negocios bajo el amparo del secreto.
Con el objeto de comprometer la expropiación a los ojos de
la opinión pública burguesa, la presentan como una medida “comunista”.
Se combina aquí la ignorancia histórica con el engaño
consciente. El México semicolonial está luchando por su independencia nacional,
política y económica. Tal es el significado básico de la revolución mexicana en
esta etapa. Los magnates del petróleo no son capitalistas de masas, no son
burgueses corrientes. Habiéndose apoderado de las mayores riquezas naturales de
un país extranjero, sostenidos por sus billones y apoyados por las fuerzas
militares y diplomáticas de sus metrópolis, hacen lo posible por establecer en
el país subyugado un régimen de feudalismo imperialista, sometiendo la
legislación, la jurisprudencia y la administración. Bajo estas condiciones, la
expropiación es el único medio efectivo para salvaguardar la independencia
nacional y las condiciones elementales de la democracia.
Qué dirección tome el posterior desarrollo económico de
México depende, decisivamente, de factores de carácter internacional. Pero esto
es cuestión del futuro. La revolución mexicana está ahora realizando el mismo
trabajo que, por ejemplo, hicieron los Estados Unidos de Norteamérica en tres
cuartos de siglo, empezando con la Guerra Revolucionaria de la Independencia y
terminado con la Guerra Civil por la abolición de la esclavitud y la unidad
nacional. El gobierno británico no sólo hizo todo lo posible a finales del
siglo XVIII para retener a los Estados Unidos bajo la categoría de colonia,
sino que más tarde, durante los años de la Guerra Civil, apoyó a los
esclavistas del sur contra los abolicionistas del norte, esforzándose, en
beneficio de sus intereses imperialistas, en hundir a la joven república, en un
estado de atraso económico y de desunión nacional.
También para los Chamberlains de ese tiempo, la expropiación
de los esclavistas aparecía como una diabólica medida “bolchevique”. En
realidad, la tarea histórica de los del norte consistía en limpiar el terreno
para un desarrollo de la sociedad burguesa democrático e independiente.
Precisamente esta tarea está siendo resuelta en esta etapa por el gobierno de
México. El general Cárdenas es uno de esos hombres de estado, en su país, que
han realizado tareas comparables a las de Washington, Jefferson, Abraham
Lincoln y el general Grant. Y, por supuesto, no es accidental que el gobierno
británico, también en este caso se encuentre a sí mismo al otro lado de la
trinchera histórica. Por absurdo que parezca, la prensa mundial, y
particularmente la francesa, continúa arrastrando mi nombre alrededor de la
expropiación de la industria petrolera. Si ya he negado esta estupidez, no es
porque le tema a la “responsabilidad”, como insinuó un locuaz agente de la GPU.
Al contrario, consideraría un honor asumir, aunque fuera una parte, de la responsabilidad
de esta medida valerosa y progresista del gobierno mexicano. Pero no tengo las
menores bases para ello. Supe por primera vez del decreto de expropiación por
los periódicos. Pero, naturalmente, esta no es la cuestión.
Se proponen dos metas al involucrar mi nombre. Primero, los
organizadores de la campaña desean impartirle a la expropiación un colorido
“bolchevique”. Segundo, se proponen darle un golpe al respeto nacional de
México. Los imperialistas se empeñan en presentar el hecho como si los hombres
de estado mexicano fueran incapaces de determinar su propio camino. ¡Una
psicología esclavista hereditaria, indigna y mezquina! Precisamente porque
México todavía hoy pertenece a aquellas naciones atrasadas, que apenas ahora se
ven impulsadas a luchar por su independencia, se engendran ideas más audaces en
sus hombres de estado que la que corresponde a las escorias conservadoras de un
gran pasado. ¡Hemos presenciado fenómenos similares en la historia más de una
vez!
El semanario francés Marianne, un destacado órgano del
Frente Popular francés, llegó a asegurar que en la cuestión del petróleo el
gobierno del general Cárdenas actuó no sólo con Trotsky, sino también... a
favor de los intereses de Hitler. Como pueden ver, se trata de privar del
petróleo, en caso de guerra, a las grandes “democracias” de corazón y, como
contrapartida, suplir a Alemania y a otra naciones fascistas. Esto no es ni una
pizca más sensato que los Juicios de Moscú. La humanidad se entera, no sin
asombro, que a Gran Bretaña se le ha privado del petróleo mexicano por la mala
voluntad del general Cárdenas y no por el propio boicot de Chamberlain. Pero
entonces, las “democracias” plantean una forma simple de paralizar el complot
“fascista”: ¡déjenlos comprar petróleo mexicano, una vez más petróleo mexicano
y de nuevo petróleo mexicano! Para cualquier persona honesta y sensible estaría
ahora fuera de toda duda que si México se encontrase forzado a vender oro
líquido a los países fascistas, la responsabilidad de este acto recaería total
y completamente sobre los gobiernos de las “democracias” imperialistas.
Detrás de Marianne y su gente están los instigadores de
Moscú. Esto parece absurdo a primera vista, ya que otros instigadores de la
misma escuela utilizan libretos diametralmente opuestos. Pero todo el secreto
está en el hecho de que los amigos de la GPU adaptan sus puntos de vista a las
graduaciones geográficas de latitud y longitud. Si algunos de ellos les promete
apoyo a México, otros pintan al general Cárdenas como aliado de Hitler. Desde
el último punto de vista, la rebelión del petróleo de Cárdenas debería de ser
vista, según parece, como una lucha en favor de los intereses de la democracia
mundial.
Sin embargo, abandonemos a su propia suerte a los payasos e
intrigantes. No estamos pensando en ellos sino en los obreros con conciencia de
clase del mundo entero. Sin sucumbir a las ilusiones y sin temer a las
calumnias, los obreros avanzados apoyarán completamente al pueblo mexicano en
su lucha contra los imperialistas. La expropiación del petróleo no es ni
socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente
progresista. Por supuesto, Marx no consideró que Abraham Lincoln fuese un
comunista; esto, sin embargo, no le impidió a Marx tener la más profunda
simpatía por la lucha que Lincoln dirigió. La Primera Internacional le envió al
presidente de la Guerra Civil un mensaje de felicitación, y Lincoln, en su
respuesta, agradeció inmensamente este apoyo moral.
El proletariado internacional
no tiene ninguna razón para identificar su programa con el programa del
gobierno mexicano. Los revolucionarios no tienen ninguna necesidad de cambiar
de color y de rendir pleitesía a la manera de la escuela de cortesanos de la
GPU, quienes, en un momento de peligro, venden y traicionan al más débil. Sin
renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase
obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el deber de
asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su
diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México, como la
causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera
internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de las escaramuzas
de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos.
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