1º La política del general Perón y el nuevo encuadramiento mundial
Si bien toda política nacional es en lo fundamental expresión de las condiciones objetivas internas del país, ella se debe desarrollar en un marco internacional que expresa las tendencias generales de la marcha de la humanidad.
Es parte fundamental del proyecto político peronista el enfrentamiento con las pretensiones de hegemonía de los Estados Unidos. Desde el “Perón o Braden” hasta la ruptura del cerco comercial a la hermana república de Cuba, el Movimiento expresó siempre en lo concreto la conciencia nacional antiimperialista y en especial frente a los yanquis. Fueron los enemigos de Perón, con cualquier enmascaramiento político o ideológico, colaboracionistas concretos de la acción neocolonialista, rapaz y proscriptiva del imperialismo yanqui y sus agentes internos.
Sobre la concepción Tercermundista de nuestro Movimiento, sostenida en condiciones adversas, tales como las existentes cuando salió al mundo, durante la Segunda Guerra interimperialista, en verdad la historia ya reconoce el papel precursor del peronismo. Siendo hoy el dilema “liberación o neocolonialismo” como dice Perón, vemos agruparse en una solidaridad combativa a todos los pueblos del Tercer Mundo, constituyendo la principal fuerza que conmueve la estabilidad del sistema capitalismo-imperialista, sostenido precisamente en la explotación colonial.
En el presente al auge y consolidación del movimiento de Liberación Nacional, se suma la ruptura del bloque capitalista-imperialista y la pérdida creciente de hegemonía por parte de los Estados Unidos, lo cual no es un fenómeno independiente de lo primero. Es evidente en los últimos años la rivalidad creciente entre los renacientes capitalismos de Europa occidental y el Japón con los Estados Unidos. La pérdida de unidad política de los países imperialistas es una realidad. El deterioro de la anterior posición dominante de los Estados Unidos tiene uno de sus signos, entre otros muchos, en la crisis del dólar, a la que podríamos agregar la pérdida de reservas, la crisis de su comercio exterior, el menor desarrollo relativo de sus fuerzas productivas, la dificultad creciente de exportar su inflación, la disminución de su primacía tecnológica, la reducción de su ritmo de exportación de capitales y el incremento de la desocupación obrera.
La crisis del sistema capitalista-imperialista fue caracterizada como de “multipolaridad”, pero siempre dentro del esquema de dominación de las burguesías monopolistas. El retiro derrotado de Vietnam por parte de los gendarmes de los imperialistas norteamericanos es un signo decisivo de la evolución de fuerzas entre el campo de la reacción mundial y las fuerzas de la Liberación y el socialismo. La etapa de ascenso de la revolución nacional árabe desemboca en hostilidades económicas con los países capitalistas adelantados que han fabricado su opulencia apoyados en el saqueo de los recursos y el trabajo de los países coloniales y atrasados. El petróleo abundante y a vil precio, manejado por las empresas monopolistas, se ha terminado. Las luchas de Liberación del Tercer Mundo y en particular la de la nación árabe han sostenido esta política de independencia económica que conmovió toda la estructura productiva del imperialismo. La división internacional del trabajo impuesta por el capitalismo imperialista a los pueblos del Tercer Mundo, que lleva a concentrar la riqueza en un puñado de naciones poderosas y arrojar a la miseria a las grandes masas de la población del mundo colonial, es cuestionada por la Revolución Nacional que recorre todo el Tercer Mundo.
Los precios de los principales productos básicos en los últimos 18 meses se han más que duplicado en promedio y algunos se incrementaron en tres o cuatro veces. Las reservas de los países del Tercer Mundo han aumentado en forma acelerada, sobre todo a partir de 1973; van camino de triplicar el total alcanzado diez años antes.
El peso político del Tercer Mundo es mayor, día a día las naciones y movimientos que luchan contra el imperialismo por su Liberación extienden y consolidan sus filas. El peso en el terreno militar de los pueblos del Tercer Mundo también es creciente; el imperialismo y sus agentes encuentran cada vez más la justa respuesta de los pueblos a su política de guerra. La repercusión en el campo económico, la respuesta a la política imperialista donde más le afecta, la de las riquezas y el trabajo de los pueblos, agrava las contradicciones de los países imperialistas entre sí, conmueve su estructura productiva y social, debilitando su posición ante las luchas del Tercer Mundo por liberarse.
Dentro de este encuadramiento mundial, que favorece el desarrollo de las luchas de Liberación, la política del Movimiento Nacional Peronista, bajo la conducción de Perón, se orienta a conformar dentro del Tercer Mundo, una concertación de intereses entre las naciones iberoamericanas para hablar con una sola voz ante la potencia dominante de esta área, los Estados Unidos. La política de Perón en el orden internacional, política soberana y peronista, defensora leal de los intereses de Argentina, si bien tiene sus raíces en la propia realidad nacional, posee un marco internacional favorable, quizá sin paralelo en su historia —pese a retrocesos importantes para nosotros, como los de Chile y Bolivia— que corresponde a la nueva posición de los pueblos del Tercer Mundo frente al capitalismo imperialista.
La política de Perón tiende a aprovechar la actual coyuntura para acentuar el cambio en la correlación internacional de fuerzas, a los fines de colocar la demanda y el comercio internacional, la cooperación técnica y financiera, junto a las inversiones posibles del Tercer Mundo, países socialistas y países capitalistas-imperialistas en oposición al imperialismo yanqui, como un factor dinámico que apuntale el desarrollo de las fuerzas productivas internas, sostenido naturalmente en el desarrollo de nuestro propio mercado Interno.
El proyecto político-económico de Perón en ejecución, nacido de las condiciones objetivas y de conciencia de las clases sociales que integran el campo nacional, conserva “como eje de aglutinamiento a la clase obrera peronista” tal como sucedió en estos 30 años de existencia del Movimiento. Pero es evidente que el proyecto de Perón no se lo puede definir integralmente ni profundizarlo si no se lo encuadra en la nueva coyuntura que impulsa la Revolución Colonial del Tercer Mundo.
2º La política económica de la dictadura militar y la del gobierno de Perón
Es sumamente ilustrativo establecer comparaciones entre la política económica que impulsó, sin mayores variantes, la dictadura militar, con la aplicada por el gobierno del general Perón.
En pocas palabras, la dictadura militar se ajustó plenamente al modelo neocolonialista del imperialismo yanqui, a su plan de división del trabajo a escala iberoamericana, que tiene en el sistema brasileño su ejemplo. Concentrar la economía en, el desarrollo monopolista, asociado a la gran burguesía nativa, desnacionalización progresiva, aumentando la rentabilidad de los sectores más “eficientes”, con lo que se generaba en un mercado interno deprimido, una creciente dependencia de factores externos. Restringir el salario y por este medio, achicar el mercado interno de consumo, mientras se elevaban las tasas de ganancia del capitalismo en el sector monopolista, acompañándolo por una promoción del desarrollo tecnológico “eficientista”, provocando un mayor desempleo al asimilar una tecnología imperialista con mínima utilización de mano de obra. El cierre de empresas calificadas de antieconómicas, desde el punto de vista estrictamente financiero, sin atender a su papel en la producción ni al costo social de la desaparición de fuentes de trabajo, encuentra en el cierre de ingenios de Tucumán su mejor ejemplo.
La pérdida de salarios en virtud de su congelación, pero no de los precios, la eliminación de conquistas sociales, como la calificación de trabajos insalubres, edad para jubilación, desprotección ante despidos, liquidación de reglamentos de trabajo, etc., hizo recaer sobre los hombros de la clase obrera el peso principal del Plan Krieger Vasena.
Pero lo que se pudo aplicar en Brasil fue barrido con las rebeliones obreras y populares de 1968 y 1969, que encuentran su punto más alto en el Cordobazo. La existencia de un Movimiento Nacional como el peronista y una organización de la clase obrera peronista de carácter masivo aunque defensista (los sindicatos), convirtieron a esa clase obrera en el eje social del agrupamiento de todas las fuerzas del frente de resistencia antidictatorial, que tomó al Movimiento Nacional Peronista como su expresión de vanguardia y a su jefe el general Perón como barrera ante las maniobras de la dictadura militar.
En la articulación concreta de tocias las fuerzas que iban colocándose al lado del peronismo en el frente dé resistencia antidictatorial, hubo un solo conductor, Perón, poro la historia dirá lo que la Nación les debe a los hombres y mujeres anónimos que integraron la CGT de los Argentinos, la Regional CGT de Córdoba, los Gremios del Peronismo Combativo y en la última etapa la Juventud Peronista y sus “formaciones especiales”. También habrá que escribir la verdadera historia del participacionismo, vandorismo, neo-peronismo y otras malas yerbas que se integran total o parcialmente a los planes de la dictadura militar.
La política de Perón de darse la más amplia base de sustento posible para accionar no es nueva, sino que constituye una constante, remarcada en toda la última etapa de la dictadura militar. La sucesión de las instancias Hora del Pueblo, Frente Justicialista de Liberación, Pautas de coincidencia programática de las organizaciones políticas y sociales (CGT-CGE) del Niño, los “10″ puntos para la Reconstrucción Nacional —planteados a las Fuerzas Armadas durante el gobierno de Lanusse—, el documento “Apreciación de la situación para el año 1972″, etc., confirma lo que decimos.
La salida institucional que buscó la dictadura militar, como mal menor, frente a una guerra civil inminente si persistía en proscribir al Mov. Nacional, lleva al triunfo del peronismo y el Plan Krieger Vasena naufraga definitivamente.
El Pián económico que actualmente aplica el gobierno de Perón es una de las versiones posibles, que inspiradas en la concepción política-ideológica peronista, existían dentro del Movimiento y sus aliados, en la etapa de constitución del Frente Justicialista de Liberación.
La política económica del gobierno de Perón tiene como factor dinámico el aumento de la capacidad adquisitiva del mercado interno, tal como él lo ha explicado reiteradamente, precisamente lo contrario del Plan Krieger Vasena. En el último trimestre de 1973, el consumo interno se incrementó por encima del 10 %, en comparación al mismo período del año anterior. La tendencia a extender el mercado interno va acompañada con una reducción del margen de rentabilidad empresaria, que no obstante todos los aumentes especulativos realizados antes del 25 de Mayo y al incremento del conjunto de las ventas han reducido sus beneficios en un 4,2 %. La limitación de la tasa de ganancia de las empresas imperialistas, no su nacionalización, es un objetivo expreso de la actual política económica, reformulando las condiciones de operación del capital extranjero, desde la ley de radicación, los contratos de provisión de tecnología y marcas, el reconocimiento de la dependencia de la casa matriz por parto de la sucursal desde el punto de vista de las deudas y toda responsabilidad legal consiguiente, la nueva política de créditos que excluye la provisión de fondos a las empresas extranjeras, etc., todas medidas que en su conjunto tienden a rescatar la mayor proporción del mercado interno para el empresariado nacional.
Colocar el mercado interno como un factor coadyuvante a la par de la ampliación del mercado interno, liquidando todas las barreras que el imperialismo yanqui ha colocado en el comercio internacional, es otra característica sustancial de este plan.
Desde el punto de vista de la clase obrera esta es una política dura de tragar; tal como lo admite la propia conducción burocrática de la CGT, “el movimiento obrero puede hacer un nuevo sacrificio”, juicio que avala Perón cuando el 1º de Mayo agradece a los trabajadores el haber “sostenido” el Pacto Social. Los asalariados en conjunto acrecentaron un 4,5 % su parte en la distribución del ingreso en el año 1973 en relación a 1972. Este aumento de por sí modesto se debe reducir pues el 1,7 % corresponde al aumento registrado en el número de trabajadores y sólo el 2,8 % al incremento medio de las remuneraciones, si bien corresponde aclarar que ha sido mayor el aumento para las categorías peor pagas. Mejoran parcialmente este cuadro, los grandes beneficios otorgados a jubilados y pensionados, la asistencia a la salud pública y la inminente aplicación del Plan de Salud integral de Liotta, el restablecimiento de condiciones de trabajo y reglamentos anulados por la dictadura militar, y la próxima ley de Contrato de Trabajo.
El aumento de salarios que flexibilizó antes de lo previsto la política económica con un incremento nominal del 15,2 % (es mayor para los que cobran el salario mínimo) revela claramente uno de los puntos débiles de la política económica, que precisamente alivia en muy escasa medida la situación de quienes más producen, los trabajadores en relación de dependencia, y quienes sufran los dramas sociales de una nación dependiente, llámese mortalidad infantil, superexplotación, desocupación, etc.
Perón es quien ha elegido este camino, confiando la conducción económica a los empresarios de la CGE. Es una política económica nacionalista que se concreta por medio de la concertación social. Si bien se vuelca el peso del aparato estatal en apoyo de esta política, no se instrumenta fundamentalmente por medio de la violencia, sino por acuerdo de las partes, aunque se cuestione la representación de la conducción obrera. En todos los frentes en que se desarrolla la política económica de Perón en esta etapa, rige el principio de concertar, con el apotegma “la situación de la Argentina es de tal gravedad que la arreglamos entre todos o no la arregla nadie”.
Si bien se trata de una política económica de contenido nacional, y en esa medida es una política revolucionaria para un país dependiente como nosotros, se trata de una política de corte “neo-capitalista” como la ha calificado el propio Perón, y es la clase obrera la que hace el principal sacrificio aunque mejore parcialmente su situación. Por otra parte es evidente que no hay desde las filas obreras una opción de corrección del pacto social, y mucho menos una estrategia sustitutiva de anti-Pacto Social. El papel de la burocracia sindical, pre-existente al gobierno popular es el del instrumento que usa Perón para frenar la acción de la clase obrera que podría desbordar el Pacto Social y derrumbar toda la política económico-social del Movimiento. Este Pacto Social es concebido como el fundamento de la etapa de Reconstrucción Nacional, especialmente en el aspecto económico, como condición previa para una modificación de la estructura económica dependiente, creciente desarrollo de las fuerzas productivas, de la ocupación y la redistribución social de ingresos.
La ampliación del área estatal es una condición de inexorable cumplimiento para enfrentar el poder monopolista extranjero en nuestra economía, un verdadero cáncer al servicio de la dependencia. Paradójicamente no se percibieron aún señales evidentes de cambio en la estructura, cuadros y rendimiento del deteriorado aparato del Estado. El marco político prestado por el Movimiento Nacional Peronista está por ahora insuflándole el oxígeno faltante. El Plan Trienal provee que las inversiones estatales deberán crecer hasta 1977 en un 21,9% mientras que la inversión privada aumentará en sólo el 5%. La constitución de empresas mixtas con los países socialistas, junto con su aporte tecnológico y financiero, sumado a la cooperación de los países del Tercer Mundo, posibilitará desde el punto de vista económico, avanzar en este proyecto nacional del peronismo. De la participación activa de la clase obrera, sus formas de cogestión, control de precios y calidad de la producción y su avance a la par en conciencia de clase y organización dependerá en lo fundamental la construcción de la Argentina Liberada.
3º Balance de la situación del Movimiento Nacional Peronista (acción de los enemigos y respuesta)
Si bien sólo el proyecto político nacional de Perón ha expresado el campo popular durante treinta años y la clase obrera siempre actuó dentro de sus líneas generales, como hoy lo sigue haciendo, hay factores que determinan reacciones diferentes ante el proceso político actual y sus requerimientos.
La burocracia vandorista-participacionista le resta a Perón prestigio. Una de las principales críticas que recibe Perón por parte de los trabajadores es la de que les permite a esos burócratas traidores estar al lado de él. Por eso la burocracia sindical es también una fuerza divisionista del peronismo y un factor aislante entre las bases y el conductor del movimiento. Esta es sin duda una de las causas que explican el 1º de mayo, ocasión en que no hubo una concurrencia masiva de la clase trabajadora a Plaza de Mayo. No la llevaron en ese momento ni Perón a través de la burocracia, ni los Montoneros, las principales fuerzas orgánicas que participaron del acto.
La concurrencia peronista estuvo entre un juego de pinzas, de un lado el aparato vandorista y del otro la organización política Montoneros. La clase obrera peronista sindicalmente organizada, la del Cordonazo, Rosariazo, Mendozaro, 17 de noviembre, 20 de junio, ausente.
Sin embargo, también es evidente que la acción desmovilizadora de la burocracia también la envuelve a ella misma. Pareciera afirmarse la tendencia a la parálisis político gremial de la CGT, Regionales y principales sindicatos que gobierna. Su retroceso ante las bases de cada gremio, pese a las recomposiciones parciales y a las crisis de improvisados oponentes, es permanente. Refluye hacia tareas administrativas del manejo sindical, se dedica a la acción de copamiento del aparato estatal. La oposición a ella parte de la propia clase obrera peronista, tuvo origen y desarrollo dentro de ella, de ahí el irremediable retroceso de esa alianza participacionista-vandorisía, que sólo se podrá hacer más lenta con la coraza legal proporcionada por algunos artículos de la ley de Asociaciones Profesionales.
La convocatoria hecha por Perón el 12 de junio, encuadrada en una situación política modificada, donde el desborde del Pacto Social y la amenaza a toda la política puesta en práctica proviene realmente de los enemigos, muestra otra cara Bien distinta del Movimiento. Ante esa amenaza el apoyo de la clase trabajadora se vuelve activo; la continuidad de Perón en el gobierno resulta lo más importante y se recupera la iniciativa frente a la acción gorila manifestada en las formulaciones de la prensa venal —tradicional enemiga de la causa nacional—, el desabastecimiento y el mercado negro promovido por los monopolios y la oligarquía (con la tolerancia de la propia burguesía nacional) las declaraciones críticas de la Iglesia, de la Sociedad Rural, del lanussismo en el ejército.
O sea aparecen los enemigos constantes del peronismo y Perón los señala al pueblo, que sale sobre la marcha, desde las fábricas, dispuesto a enfrentar a los que “empiezan a mostrar las uñas”.
El histórico 12 de junio fue de Perón y de los trabajadores. Los apresurados llegaron tarde porque para sostener su castillo de naipes político han “inventado” un Perón no peronista, repudiado por el pueblo y desmovilizador. La burocracia sindical participacionista-vandorista, por su parte —como tuvo la rara honradez de reconocerlo uno de sus voceros—, “nada que ver” con la movilización.
En la Plaza de Mayo hubo sólo peronismo; por las consignas, los participantes y los enemigos (no ya internos). De ahí el fortalecimiento de Perón que, dejando atrás el antecedente del lº de mayo, reafirmó la necesidad de la participación activa de los trabajadores para proseguir la tarea iniciada. En esta etapa el punto crítico de la política de Perón, que la clase trabajadora respaldó el 12 de junio, es sin duda la política salarial. Sin la vigencia de la Justicia Social no hay peronismo y no hay verdadera justicia social sin salarios justos. Mas la lucha de los trabajadores se deberá dar en los términos de la política que se avaló, o sea dentro del Pacto Social, poniendo el acento en la Justicia Social.
Un salario justo es lo principal, pero no es el único componente de la Justicia Social y el papel que Perón requirió de los trabajadores es el de la participación activa en la fiscalización y en el control económico (a nivel de la producción y distribución), donde junto a las exigencias de cumplimiento de condiciones de trabajo dignas, se impida el acaparamiento y el mercado negro, facilitando la plena producción y con ella la mayor ocupación.
Poniendo el eje en lo político, obrero y peronista, sin retroceder en ningún momento al campo de un sindicalismo revolucionario siempre mechado de antiperonismo, se facilitará mantener la unidad de la clase obrera, la de cada gremio, lo cual dará margen para avanzar, consolidando el peso de la clase trabajadora en el Movimiento y en el gobierno, al par que se va construyendo así un futuro de Liberación.
Frente a esa unidad y solidaridad orgánica de la clase trabajadora, manifestada activamente dentro del proyecto de Perón, y que es necesaria para garantizar el cumplimiento de los objetivos de la Reconstrucción y Liberación Nacional, se estrellará lo que constituye el instrumento principal de la reacción gorila-imperialista, o sea la promoción de la violencia en el campo de las fuerzas que integran la Unidad Nacional, como un primer escalón para desatar la guerra civil. Toda violencia parapolicial, foquista, de comandos civiles, etcétera, atenta —deliberadamente o no, pero con igual efectividad— contra el proceso de concertación e institucionalización sostenido en la soberanía popular, base del proyecto nacional de Perón y único camino ante la guerra civil que buscan las fuerzas irrepresentativas del Pueblo.
2 comentarios:
Según Julio C. Gonzalez no son los americanos -son los británicos-.
El CFR y el MI6 trabajaron conjuntamente con el P2 en Argentina.
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