lunes, 6 de diciembre de 2010

TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: TEOLOGÍA DEL MUNDO AMERICANO


por Manuel García Castellón

La TL se ha presentado en el mundo como aportación latinoamericana a la epistemología religiosa. Es una reflexión que, para los Boff, surge en la periferia de los centros mundiales de la cultura (120). El teólogo de la liberación es normalmente un clérigo latinoamericano, un dirigente espiritual y pastoral que, por su contacto directo con la realidad de la pobreza, se constituye en vector del clamor del pueblo. Dicho pueblo impetra de su Dios liberación física, cultural y espiritual. Un pueblo pobre, pero incuestionablemente creyente, para el que no cuentan los desafíos de racionalismo o agnosticismo. Frente al racionalismo, a dicho pueblo le choca que alguien quiera olvidar que Dios se define por su inteligencia inabarcable y misteriosa; frente al agnosticismo, el mismo pueblo afirma a su Dios en la herencia evangélica y en la continuidad de la Iglesia. En suma, el desafío noético a esta teología no consiste en los tradicionales cuestionamientos que el pensamiento europeo ha hecho de la fe, sino más bien en el escándalo promovido por los que crean, sancionan y mantienen las condiciones de pobreza infrahumana en el Continente. En todo caso, a nivel de cuestionamiento existencial, el problema consistiría en ver de qué manera el cristianismo puede conferir o restaurar dignidad al hombre que vive en la indigencia y bajo opresión. Con frecuencia, el opresor es miembro de la misma comunidad eclesial, como parte de la componente “farisaica”, y el contratestimonio de éste es lo que produce el último e in-confesado gran cisma de la Iglesia. El problema es de fuerte naturaleza dialéctica, según observa Dussel: “La teología pensada desde los esclavos de Egipto no es la misma, de ninguna manera, que la teología que podrían hacer el faraón o sus sacerdotes” (1977, 31). Y para Gustavo Gutiérrez, tal dialéctica es precisamente el motor creativo de esta teología, que recusa no sólo la opresión, sino la opresión sancionada por la “otra” teología que tradicionalmente emiten los centros de influencia:

En verdad, por primera vez en muchos siglos está surgiendo... un esfuerzo de reflexión sobre la fe fuera de los centros clásicos de producción teológica. Una reflexión que nace desde el reverso de la historia. Renunciar a pensar, como algunos parecían aconsejar... es traicionar la vitalidad de la fe de un pueblo en lucha por su liberación. Es crear un vacío que sería rápidamente ocupado por una reflexión que respondería a otras categorías, preocupaciones e intereses. (1982, 125).

De todas maneras, a nivel teorético, las teologías no se producen ex nihilo, ni tampoco —como dice el mismo Gutiérrez— “por encadenamientos de ideas en el aire. Son respuestas y pueden y deben ser también interpelación a vastos procesos históricos” (1982, 273). 0 sea, la TL surge de una necesidad histórica, pero articulada con otras grandes corrientes afines y de inspiración europea. Entre sus antecedentes modernos se podría empezar a partir de la rebeldía espiritual de Félicité de Lammenais, y seguir quizá con los existencialismos cristianos de Unamuno o Gabriel Marcel; el pastoralismo “kerygmático” de los años 30, que insistía más en la predicación que en la elaboración de sistemas; el humanismo cristiano de Léon Bloy; el humanismo integral de Jacques Maritain; la pastoral de los sacerdotes obreros franceses en los años 50; el personalismo de Emmanuel Mounier; el realismo de Maxence van der Meersch; la contestación política que, en la España de los 60, a nivel laboral y de enfrentamientos con las prelaturas, sostuvieron las ramas obreras de Acción Católica (J.O.C. y H.O.A.C.); la teología de dimensión social de los franceses Chenu, Lubac, Congar; la “Teología Política” de Dorothée Solle o incluso la “Teología de la Esperanza” de J. Moltmann. También algunos elementos del secularismo de Cox, Vahanian, etc. (teólogos de la “muerte de Dios”). Y a nivel estrictamente latinoamericano, Juan Rosales documenta que la aparición de la Rerum Novarum suscitó, entre los siglos XIX y XX y aún mucho después, toda una época de animado socialcristianismo en el Cono Sur: vg. las ideas sindicalistas del P. Fernando Vives (1871-1935); la acción social del P. Federico Grote (1853-1940); la tensión, años después, entre la Acción Católica Argentina y el poder peronista, con la actitud de valiente recusa de Mons. Franceschi (253-306).

Así, de la misma forma que había venido ocurriendo en América Latina en el ámbito de la filosofía o de la historia de las ideas, la Teología también llevaba a cabo procesos de mestizaje o síntesis que, vía pastoral, procuraban una respuesta a la situación concreta del continente, saqueado y empobrecido. Ante un estado de desprecio y opresión al pobre, ante la triple miseria social, cultural y espiritual, la Teología debía esforzarse en devolver, como dicen los hermanos Boff, su credibilidad al Evangelio y demostrar a través de la acción cristiana que Dios, lejos de ser la más conglobante de las alienaciones denunciadas por el marxismo, es el hontanar mismo del espíritu de compromiso social y humano (120).

Los teólogos de la ‘TL afirman que con esta corriente se llegaba por fin a la formulación de una verdadera teología americana. Es decir, aunque la reflexión se hubiese nutrido de experiencias y propuestas extranjeras, su adaptabilidad a la realidad americana —en virtud de la universalidad del mensaje liberador del Evangelio— le confería un fuerte arraigo en el mundo de las actitudes espirituales latinas. A partir de la realidad concreta de la injusta pobreza, y rechazándose ésta como contraria a la dignidad humana y cristiana, esta TL dice surgir de las mismas bases populares (por su carácter eminentemente oral, gestual o simbólico) hasta presentarse a niveles de elaboración pastoral y profesional. Se afirma también que su raíz está en los lejanos días coloniales, con Las Casas, Acosta, Vasco de Quiroga, etc., o sea, los primeros pastores en dar cuenta del difuso entrar de los pobres en la historia. Por ello, una historia de la Teología americana, a través de documentos, crónicas, relatos orales, pervivencias rituales, etc., debería hacer referencia al arraigo y continuidad histórica de la TL. “Debemos recuperar la historia de los Cristos azotados de América”, dice Gutiérrez (1982, 31) parafraseando a Las Casas.

fragmento del "Guamán Poma de Ayala: Pionero de la Teología de la Liberación. Capítulo I: teología de la liberación para un nuevo mundo"

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