por Norberto Ceresole
La antropología, en estos tiempos de
posmodernidad, al igual que muchas otras
ciencias llamadas "humanas", ha sufrido un proceso de re-fundación ideológica acorde con la búsqueda de un mundo in-diferenciado. El
canon, como veremos, señala a toda diferenciación
como un pecado; o más bien ella, la
diferenciación, está originada por el pecado (Génesis, La Torre de Babel). Dos procesos canonizados van en paralelo: el del
Holocausto y el de la hegemonía teológica del judaísmo. Ambos
tienen el mismo objetivo:
asegurar la dominación de
los dominadores en este "nuevo orden mundial".
Surje así el hoy llamado, en Occidente,
"pensamiento único", que en esencia es una refundación del pensamiento científico, en el sentido de
lograr una "indiferenciación del mundo".
Las ciencias llamadas "humanas", que hasta este momento habían funcionado en base al estudio de las
diversidades o identidades, se transforman en "el pensamiento
de la unidad", de lo
indiferenciado, de lo
único (un dios, un pueblo, una lengua). Si la zoología, por ejemplo, fuese una "ciencia humana", hoy
se definiría a las jirafas y a los elefantes como dos
especies "casi iguales", porque ambas tienen cuatro patas, un aparato digestivo, etc.
Este proceso de re-fundación del
pensamiento científico es una de las consecuencias
más importantes de un proyecto de convergencia teológica entre un judaísmo hegemónico y un cristianismo subordinado. El objetivo
es la in-diferenciación del mundo, la creación
de "ciencias humanas" negadoras de las
identidades, para lo cual es preciso crear una "ciencia de la unidad"
en contraposición a la "vieja"
ciencia de la diversidad.
Todo debe encontrarse bajo el manto de: un solo dios
-Yahveh-, un solo pueblo -el elegido-, una sola lengua -la del
imperio. De allí que, por ejemplo, en los últimos diccionarios occidentales
de antropología el concepto "raza", que en otras épocas fue
fundacional en esa disciplina, esté ahora presentado como algo
ya inexistente.
Ethnos y
Genos
La obsesión de los intelectuales judíos
residentes en Occidente, básicamente los integrantes
del judaísmo ilustrado, por reescribir y expurgar manuales y diccionarios
-no sólo de antropología- no se condice con los fundamentos genéticos
(o genealógicos) sobre los cuales ha sido redactado el Antiguo Testamento.
Tal vez no exista ningún otro libro en la historia humana, diseñado
como proyecto ideológico para incitar a la acción, donde se insista
con tanta intensidad y pasión en la necesidad de
mantener la pureza genética (genos) por
encima de la pertenencia nacional (ethnos). Así como hay una historia
ideológica narrada, también hay una historia de las palabras, un contexto
social, económico y, sobre todo, internacional, dentro del cual esas
palabras han sido utilizadas de la forma en que lo fueron.
La palabra
griega ethnos fue interpretada de muy distinta manera por los dos "partidos"
que fracturaron desde los orígenes la historia de Israel. El "partido"
de Pinhas (ó Pinjás) Matatías-zelotes ("ortodoxos") reduce tennos
a genos; los judíos asimilados a Roma
("helenistas") y, luego, los asimilados a
Occidente, en cambio, revalorizan el ethnos. Generalmente se traduce
ethnos por "nación" y genos por "familia o tribu". Es decir
que el ethnos tendría un aglutinante cultural o
religioso, mientras que el genos mantendría la
unidad del grupo a través de la sangre y de la tierra, de la raza,
propiamente dicha.
Los judíos
asimilados -según se los ha definido desde los comienzos de la modernidad o
emancipación- siempre entendieron por "nación" -ethnos- al
conjunto de la diáspora: la nación judía como
nación "universal" muy alejada de
una visión "genética" elaborada por las tribus residentes en Canaán o
Palestina o Israel.
La visión
genética y/o genealógica del judaísmo es la corriente, al parecer mayoritaria, que hoy
se llama fundamentalista. Hay una cosmovisión común entre
los zelotes de los tiempos de la guerra judía contra los romanos –que
también fue una guerra civil judía- y los
colonos fundamentalistas de fines de este siglo
XX dC.
También
existe una continuidad muy clara entre un judío romanizado como Filón de Alejandría y
cientos de miles de judíos laicos que hoy viven en la diáspora,
en Nueva York, París o Buenos Aires. Asimismo es posible establecer
una conexión entre Filón de Alejandría y la corriente religiosa judía
antisionista (o antiterritorial), pero dejaremos esa línea de análisis
para más adelante.
Generalmente
se acepta que el Deuteronomio y los otros libros "históricos" del AT fueron
generados, al nivel de tradición oral, en el "exilio" babilónico
(539 aC.), para mantener la unidad de una élite (¿"burguesía"?)
semiprisionera de los persas (las escrituras,
propiamente dichas, de esa tradición oral,
se realizan recién en los siglos II-I aC. Y de ellas sólo perduran
las versiones o "traducciones" griegas. La primera redacción en
hebreo aparece recién en la baja Edad Media.
No se
percibe una auténtica enemistad entre esa "burguesía"[1] judía y la
dirigencia burocrática, militar y religiosa del
imperio persa, sino todo lo contrario. El
Libro de Esdras es precisamente el manual político que Israel hereda
y acepta de los persas, con toda su carga religiosa zaratustrana, y
su sistema de gobierno claramente vertical y
elitista (todo el poder para los
"jueces"[2], proclama Esdras, con
la misma convicción con que Lenin lanza su
"todo el poder a los soviets", unos 25 siglos más tarde). Sin
embargo, es esa "burguesía" genética
judía quien estructura una enemistad radical con
Roma (¿conflictos de intereses?, ¿choque entre sistemas productivos
diferentes?[3] ¿o entre estadios
productivos distintos?).
Es Esdras
quien organiza el Estado luego del retorno del exilio babilónico de la élite judía a
Palestina (445-433 aC.). Esa organización del Estado plantea
y resuelve los temas básicos del judaísmo genético o fundamentalista:
un Dios, un santuario, un pueblo, una elección, una alianza,
una ley, una tierra[4]. Esos son los
"siete pilares de la sabiduría" del
judaísmo genético, elaborados en Babilonia con el fraternal asesoramiento
de los persas zaratustranos.
Ese
entramado teo-ideológico es lo que impulsa las dos rebeliones judías: contra el dominio
seléucida (169-168 aC.) y contra Roma (66-70 dC.). La segunda
guerra de los judíos, que finaliza con la ocupación de Jerusalén por
Tito en el año 70 dC., es también, al igual que
la primera, una guerra civil judía. Y además
tiene la ventaja de haber sido relatada por Flavio Josefo, un
judío palestino romanizado.
La primera
guerra civil judía la inicia Matatías al degollar a un judío "asimilado"
unos 200 años después del asesinato intrajudío cometido por Pinhas
(ó Pinjás). Pero Pinhas es un personaje que existe en el plano exclusivo
de la representación simbólica. Con el crimen cometido por Matatías,
la "realidad histórica" pretende reemplazar a la ficción mitológica.
Durante la segunda guerra civil judía, guerra contra Roma, los zelotes
-y, dentro de ellos, los sicarios- se declaran herederos de Pinhas (o
Pinjás) y de Matatías, y enemigos absolutos de los judíos
"helenizados" o asimilados.
Toda la
historia de Israel, desde sus orígenes míticos ubicados por simple voluntarismo político
en los siglos XII-XI aC., hasta la caída de Jerusalén en
el 70 dC., es un conflicto sangriento entre los judíos "étnicos" y
los judíos "genéticos". ¿Qué fue lo
que unió a ambas ramas del judaísmo durante la
larga espera de la diáspora, hasta el año 1948 dC.? Lo que Filón de
Alejandría llamó "el parentesco
supremo": "El parentesco supremo consiste en una
ciudadanía única (politeia mia), una ley idéntica (kai nomos o autos) y
un Dios único (kai eis theos) que les ha sido
reservado a todos los miembros del
ethnos"[5]. Para Filón y para
todos los judíos de la diáspora hasta nuestros días,
"ciudadanía única" quiere decir que el ethnos judío está por
encima de cualquier ciudadanía particular, de
cualquier patriotismo específico. Es lo que
actualmente se llama "doble lealtad", un eufemismo de "ciudadanía
única-universal".
Hoy estamos
otra vez en el plano de la historia humana concreta. No en la historia, casi siempre
mítica, de los judíos, sino en la historia, mítica sólo
en sus orígenes, de Israel. No es en absoluto extraño que el conflicto
entre judíos genéticos y judíos étnicos se
agudice en la exacta proporción en que se
agudizan las contradicciones entre el Estado de Israel y su entorno
"gentil". Dentro de esa doble guerra, nacional-genética y civil, se
ubican los atentados de Buenos Aires.
Raza (genos) y ethnos ("nación"
transnacional)
En Occidente "Raza" fue, en efecto,
sustituido por "etnia", y "etnia" es definido
así: "un grupo humano que posee una lengua, una historia, una cultura
e instituciones propias, una religión propia, y que tiene conciencia
de su unidad y de su unión". La etnia es
entonces una diferenciación cultural, una
diferenciación de la cual ha sido excluida la antropología física,
el genos.
También
dentro de las ciencias sociales francesas, fuertemente dominadas por la mística y la
teología judías, la etnología retorna con fuerza renovada, a pesar
de todo, y no sin autocríticas[6]. No es casual
este retorno. La Nación
francesa es el grupo humano dentro de Europa que más está afectado,
hoy, por el problema de la identidad. Y el
problema de la identidad, siempre, y en
cualquier punto del planeta, pasa por una definición antropológica.
A partir de
una tímida definición de etnia, el sociólogo alemán[7] Meter
Waldmann[8]
desarrolla, sin embargo, una interesante teoría del nacionalismo
moderno basado en el factor étnico. La definición que hace Waldmann
de nacionalismo como radicalismo étnico y como una conciencia aguda
de la etnoterritorialidad es particularmente
útil. Hoy no existe en el mundo ningún proceso
revolucionario que no esté sustentado, en primer lugar, en un grupo
étnico, es decir, en una diferenciación ligada a la etnoterritorialidad.
Las guerras civiles centroamericanas no fueron sólo un conflicto
étnico, sino algo mucho más amplio: un conflicto racial. Los campesinos
y marginados eran hombres y mujeres de otra raza, enfrentada desde
hace quinientos años con la raza blanca, es decir, con la "civilización
occidental".
Pero la
dirigencia de esas insurgencias tenía "el alma blanca", al igual que Frantz Fanon, y
pretendió reducir un conflicto racial, etnoterritorial y etnohistórico,
a un mero "conflicto social", según los cánones del pensamiento
socio-económico europeo y norteamericano. Es por ello que terminaron
como ministros democráticos de gobiernos blancos totalmente imbricados
en el "nuevo orden mundial".
***
Una tarde, al comienzo de la primavera de 1997,
sube al mismo vagón del Metro de Madrid donde
yo viajaba, un joven matrimonio indígena, de los Andes suramericanos.
El hombre llevaba en brazos a una niña, que podría tener un año
de edad, aproximadamente.
Primero
veamos el escenario. Los usuarios del Metro de Madrid- a diferencia del de París[9],
del Underground de Londres, o del U-Bahn de las ciudades alemanas
más populosas- son (aún) predominantemente blancos, es decir, son de
raza blanca[10]. La entrada de la
pareja con la niña llamó la atención.
Los rasgos
faciales de la pareja eran ciertamente andinos (¿Ecuador?, ¿Perú?, ¿Bolivia?),
pero los de la niña eran acusadamente andinos, extremadamente
indígenas, literalmente asiáticos. Era como un grito profundo de
una tierra perdida y de una cultura olvidada, que había sido -y sigue
siendo- masacrada, expoliada y expulsada hacia
la periferia de sus antiguos dominios
terrestres por la raza de los blancos y, aun, por los diferentes tipos
de mestizos.
Quedé
fascinado ante el rostro de la niña. Un rostro no sólo bello casi en extremo, sino
racialmente perfecto, sin una molécula de mestizaje. Era un rostro
esencial y eternamente distinto a cualquier otro rostro de cualquier
otro niño blanco.
Como un
indomable ejército de sombras me atropellaron de inmediato los recuerdos.
Treinta años
(¡treinta años!) antes de aquella tarde de finales de abril de 1997 yo me encontraba
no en un Metro blanco de una ciudad que, contra toda lógica,
se empeña en ser "europea" (sea lo que fuese ser "eso"),
sino en la cima de los Andes peruanos. Era un joven
intelectual "educado" en una universidad
blanca, de una ciudad blanca, cosmopolita y culturalmente judaizada
(Buenos Aires) y me encontraba provisto de la casi totalidad de la ideología
(cultura) blanca (europea): desde Carlos Marx hasta Max Weber, y de
la sociología norteamericana "progresista" de la época (que mucho más
tarde supe era una herencia del exilio de la
"Escuela de Frankfurt"), pasando
-naturalmente- por Sigmund Freud y la recién iniciada escuela de sicosociología.
Junto a un
pequeño grupo de hombres jóvenes de la élite blanca peruana recorríamos los
pueblos de los imponentes Andes centrales peruanos. Durante meses
convivimos con los supervivientes demográficos del gran Imperio Inca.
Comíamos como ellos, dormíamos en sus casas,
tratábamos -siempre con una total muy buena
intención- de acompañarlos en sus trabajos.
Ellos nos
toleraban más o menos amablemente. Siempre a la distancia. Se protegían de nosotros
con la barrera idiomática: fingían no hablar castellano:
sólo quechua o aimará. La mayoría del tiempo, en ese tiempo maravilloso,
vivíamos a más de 3.000 metros de altura, y muchas veces a 3.500
metros. Era muy difícil respirar. Durante el día el sol era abrasador,
durante la noche el frío era espantoso (menos 20
grados, menos 25 grados centígrados).
En un
sentido muy concreto éramos, sin duda, un grupos de jóvenes heroicos.
Muy
al estilo "nuevo hombre". No sólo por el enorme sacrificio físico que
ello
comportaba sino, sobre todo, por el fin político que perseguíamos. "Campesino:
el patrón no comerá más de tu pobreza". Hasta el día de mi muerte, y a
pesar de todas las experiencias por las que pasé posteriormente en otros
puntos del planeta, muy alejados de aquellas cumbres sobrecogedoras,
no olvidaré jamás esa frase que había exclamado, bajo tortura
blanca, el gran caudillo inca Tupác Amaru, antes de ser dificultosamente
despedazado (desmembrado) por la tracción de cuatro vigorosos
caballos españoles aferrados a sus extremidades.
Repartimos
cientos de miles de carteles con esa frase impresa debajo de la figura, más
bien abstracta, de un campesino. Recién ahora (treinta años después, y
gracias a la pareja indígena con esa niña indígena que explosionó en mi
conciencia en el Metro blanco de Madrid) veo con espanto el terrible
error
que habíamos cometido: confundir una clase social abstracta (el campesinado)
con una raza explotada (pero viva y -aún- vigorosa) concreta. Esa raza
está impregnada de una cultura absolutamente diferenciada respecto de la
agresora cultura blanca-occidental. Que por supuesto ha sido adoptada
por
los mestizos y "cholos" de la burguesía dominadora[11] local.
La liberación de esa raza-cultura no
podría provenir jamás de su "conciencia de clase", ni de su "conciencia
nacional", ya que ambos son factores inexistentes
en el mundo cultural indígena andino. Necesité treinta años para
acceder al conocimiento de que sólo la conciencia de raza[12]
podía convertirse en ideología liberadora no
sólo de los indígenas de los Andes suramericanos,
sino también de todos los explotados -blancos y no blancos- del
mundo entero.
Conciencia de raza significa saberse
miembro de un grupo humano diverso, constituyente de un genos distinto[13],
aun cuando durante siglos haya sido considerada y
haya vivido objetivamente como "raza inferior" sometida a la
"raza superior" blanca-occidental y a
las "burguesías nacionales" mestizas en
lo físico y/o lo intelectual.
El "mercado mundial" se
construyó sobre la base de la "superioridad de la raza blanca". De
esa autoconciencia que asume el pensamiento occidental -desde
sus orígenes griegos y democráticos, pero sobre todo desde el Iluminismo-
surge el capitalismo como hecho mundial, y de allí las posteriores
teorías sobre el sistema capitalista y las "clases" sociales.
La revolución de los tiempos por
venir eclosionará sólo cuando los miembros de una "raza inferior"
resistente -que haya demostrado a lo largo de los siglos
su capacidad de resistencia- genere una conciencia de sí con capacidad
para enfrentarse a la "raza superior". Las masas explotadas y
avasalladas romperán con las servidumbres
modernas sólo cuando puedan pensarse a sí
mismas como "razas superiores"[14].
Algunos recuerdos son extremadamente
crueles, sobre todo por el peso experiencial acumulado después de
producido el hecho. En treinta años continuos de
actividad política e intelectual intensa, vividos como una guerra
natural y perpetua (que fueron en verdad treinta años de fracaso generacional
a escala global, estrepitoso y sangriento), ese peso puede llegar
a ser casi insoportable. Pero allí está. También nos permite desarrollar
un pensamiento teórico basado no en la lectura de un libro, sino en
la lectura de una experiencia personal casi intransferible.
El rostro de esa niña, sus
extraordinarios rasgos raciales, la conciencia de que ellos no son sólo
intransferibles, como las experiencias físicas personales,
sino además eternos, todo ello me devolvió al pasado y me enfrentó
ante una evidencia que tardó treinta años en producirse. Aquellos hombres
y mujeres a los que pretendíamos dignificar no eran miembros de una
categoría social genérica, sino supervivientes
humanos concretos de una raza que se negó
-con tesón y valor sobrehumano- a ser extirpada de la faz de la tierra.
Subsidiariamente eran, además, campesinos.
Supongo que se produjo en mí ese
fenómeno que los creyentes denominan "visión"[15].
Visioné treinta años de mi vida en un instante -literalmente- infinitesimal.
No sólo las líneas de fractura de la historia humana están localizadas
-básicamente- en el factor racial, sino que, lo que es aún más importante,
supe que existen "razas superiores". Como por ejemplo la raza a
la que pertenece esa niña que durante cientos de
generaciones se negó a morir y hoy goza del
merecido milagro de su buena salud en el Metro blanco de
Madrid.
Mientras miraba el rostro mágico de
esa niña que nació en el Asia Continental y estructuró su cultura en
los Andes suramericanos, pensaba que yo mismo debía
viajar, pocos días después, y una vez más, a otro escenario infernal
de opresión racial: el llamado Oriente Medio. Allí los judíos blancos
asesinan a cada instante a los indígenas árabes. Naturalmente tienen
la comprensión y el apoyo de casi toda la raza
blanca occidental.
No es casual que fueran los judíos
el primer grupo humano en el mundo moderno en constituirse en
"burguesía". El proceso se realizó a partir de un orden
lógico inmodificable. Ellos eran el pueblo elegido, luego adquirieron
naturalmente la "conciencia dominante"
y luego se convirtieron en "clase dominante"[16]
porque previamente se habían autoasumido como pueblo, es decir,
como raza dominante[17]. La esencia del
dominio o de la dominación en la historia
(la vieja dialéctica hegeliana de la relación amo-esclavo) es,
en primer lugar, el ejercicio de una superioridad racial[18] proveniente
de una autoconciencia de superioridad espiritual, en este caso, de
origen teológico.
Hubo un judaísmo sin tierra, sin
lengua y sin Ley. Fue el judaísmo de la Diáspora. Fue un
judaísmo sin historia. "El pueblo judío no posee cronología propia para contar sus
años. Ni el recuerdo de su historia ni las épocas que jalonaron
sus legisladores le sirven de medida del tiempo porque el recuerdo histórico
no representa aquí un punto fijo en el pasado al cual pueda sumársele
un año más por cada año que pasa. El pasado es más bien un recuerdo
que siempre está a la misma distancia, un recuerdo que no es un hecho
pasado sino una realidad eternamente actual: cada individuo considera
la salida de Egipto como si él mismo hubiera
salido con ellos. No hay legislador a quien
quepa el honor de haber renovado la ley con el paso del tiempo:
hasta lo que se representa como novedad hay que entenderlo como estando
ya presente y escrito en la ley eterna y revelada"[19].
Ahora hay un judaísmo con tierra,
lengua y Ley. Es decir, un judaísmo histórico. Hay un paralelismo casi
abrumador entre el retorno de la élite hebrea de
Babilonia, y la llegada del sionismo a Palestina. En ambas coyunturas,
los israelitas tuvieron dos posibilidades. Dedicarse a rehacer el
Templo y restaurar las grandes tradiciones religiosas de Israel, lo que
significaba incrementar los rasgos diferenciados
del judaísmo, o bien no construir un Estado y
"marchar al desierto" para la práctica escrupulosa de la Ley.
En ambos momentos históricos optaron
por la primera alternativa. En ambos momentos hubo una renovación del Pacto,
es decir, una reconstrucción del Templo, o sea:
la guerra contra los otros. Hay un hilo invisible que une a Esdras
con Netanyahu. "Y por eso Israel se va a referir a Dios no solamente
como nación sino como una cosa distinta, que no
es ni nación ni pura comunidad religiosa,
sino iglesia nacional. Ahí es donde está la gravísima nueva
situación que a Israel se le va a plantear Dios aparece no solamente
como Dios del cosmos y como Dios de la historia
de Israel, sino como Dios de la historia
entera" (Xabier Zubiri, El Problema filosófico de la historia de
las religiones -ver: nota (10)- op. cit, pgs.
224-225)
"La autoconciencia de los
judíos como 'pueblo elegido' fue en parte aceptada y en parte rechazada
por los cristianos... En la
Europa del medioevo, los judíos
-en parte libre y en parte forzosamente- constituían por lo general
minorías mercantiles, y fueron así un elemento
imprescindible en la formación de la
economía monetaria y del 'capitalismo'"[20].
Frantz Fanon
Fue quien más influyó sobre nosotros en aquellos
años. El escritor negro Frantz Fanon, un
médico psiquiatra nacido en la
Martinica francesa había militado
activamente en el FLN argelino. He vuelto a leer, también después de
treinta años, los tres libros de Fanon: Los condenados de la tierra, Piel
negra, máscara blanca y Escritos sobre la
revolución africana.
Para Fanon la negritud, o la
conciencia de ser árabe, produce, obviamente, hombres distintos al
hombre blanco. La diferenciación racial, el colonialismo,
la humillación del colonizado, produce odio, que es la materia prima
para la generación de la violencia. No puede haber descolonización sin
violencia. Pero
la violencia así originada, a partir de la diferenciación racial y de
la conciencia que el colonizado toma de ella, es
efímera. Esa violencia no es la revolución.
Para asegurar el pasaje de la
violencia racial a la revolución
social, el colonizado, que odia sobre todo al blanco, tiene que transformar
su alma. Es decir se tiene que convertir en "proletariado blanco",
desde el punto de vista de su conciencia social. Mientras no transforme
su naturaleza racial y la convierta en conciencia social, al mejor
estilo del racionalismo europeo, la rebelión no devendrá en revolución.
El negro, en definitiva, es un mero colonizado, mientras que el blanco
es un simple colonizador.
Resultan particularmente patéticas
las páginas de Escritos sobre la revolución africana, en las que Fanon
apela a la izquierda blanca francesa -socialistas y
comunistas- para que apoyen verdaderamente al proceso de la revolución
argelina, y no se atengan a modelos más o menos estrictos de Comunidad
Francesa abarcante de una Argelia "autónoma". Fanon, a diferencia
de Lenin, murió con la idea de que la
"verdadera" revolución era la revolución
social europea.
Para Fanon, en última instancia, el
racismo del hombre blanco contra el colonizado no blanco no es
cualitativamente distinto del racismo del "ario" contra
el judío. La negritud de Fanon estuvo siempre recubierta por el manto
de plomo de la blancura del racionalismo
europeo. En Piel negra, máscara blanca cita
extensamente las ideas de Jean-Paul Sartre sobre la "cuestión judía".
Ese gran hipócrita es quien prologa el último de los libros del "pobre
negro", Los condenados de la tierra. Fanon es uno de los tantos
prisioneros del modelo sartreano ario-judío, y
lo aplica a las relaciones blanco-negro.
Lo curioso es que Fanon escribió sus
ideas casi 20 años después de la fundación del Estado de Israel. El autor
de la teoría sobre el colonialismo que más
influencia tuvo en el "tercer mundo" de aquellos tiempos, no vio,
simplemente, el fenómeno colonial por
excelencia. Entre él y la realidad estaba la
sombra de Jean-Paul Sartre y de todo un "marxismo-leninismo" laico
existencial reelaborado para consumo exclusivo
del "tercer mundo". Tal vez la re-lectura
de los escritos de Fanon nos dé la clave del porqué la "revolución
africana" abortó en un lago de sangre. Ni Fanon ni África pudieron
finalmente pensar ni pensarse con independencia de Europa. Una vez más
los blancos habían vencido.
El Diferenciador Racial
"Lo único que una persona no puede hacer en
la vida es cambiar su naturaleza racial".
Una etnia es un subconjunto humano
dentro de una raza. Y son las razas -entendidas como un conjunto de etnias-
las que producen las grandes culturas, es
decir, las religiones. ¿Cómo separar el Islam de la raza productora
de esa religión: los árabes, un verdadero conjunto de etnias? El mismo
concepto es aplicable a todas las grandes religiones existentes hoy en
el mundo. "Los hombres no se entregan a Dios
en abstracto sino como entidades
absolutamente concretas, como individuos, y además como individuos que
viven en una colectividad, inmersos en una situación religiosa. Ahí
acontece el hecho de la diversidad. Cada
religión está inscrita en su situación
religiosa" (Xabier Zubiri, 120). Cada raza conforma una diferenciación:
"Son cuerpos sociales absolutamente distintos, y es natural, que lleven a
religiones distintas".
La religión es siempre de un pueblo,
de alguien, ". Una religión es esencial y formalmente nuestra religión
Por "nuestra" se entiende ante todo que
pertenece a ese pueblo. Esto es lo que constituye su diferencia, su
estructura formal. Y a esto no hace excepción
ninguna religión en la historia. Ni tan
siquiera la religión de Israel. La religión de Israel es universal
sólo al final, poco tiempo antes de Cristo. A ningún israelita del tiempo
de Jeremías o del tiempo de los profetas anteriores se le ha ocurrido
pensar que el yahvismo es una religión a la que
debe acceder todo el mundo. Al contrario:
es la religión de ellos, de Israel. Solamente al final aparece cierto
universalismo, y en forma muy determinada: se trata de un universalismo
cuyo centro es, sin embargo, el propio Israel. Tampoco el cristianismo
hace excepción a esto, pues la vida de Cristo sobre la tierra no
es una `comedia'. Cristo quiso convencer de su función y de su persona a
los israelitas. Si hubieran creído en él, la
función de la religión de Israel hubiera sido
esencialmente distinta de la que ha sido después. Ninguna
religión hace excepción a este carácter de ser nuestra religión"
(Zubiri, 121-122).
Los grandes conflictos intra e
inter-religiosos que conmovieron a la humanidad expresaron diferenciaciones
raciales: el cristianismo romano "occidental"
respecto del mundo judío-oriental y, aun, respecto del propio cristianismo
oriental original; el Islam "organizado" de los Omeyas respecto
del "anarquismo" irredento de los
"beduinos" (pastores) chiítas, la guerra civil
alemana de los "treinta años", sur católico versus norte protestante,
o más bien: tribus germanas romanizadas contra
tribus germanas "bárbaras", y así un
larguísimo etcétera.
Los conflictos intra-religiosos
tienden a ser conflictos entre distintas etnias dentro de una misma raza. Los
conflictos inter-religiosos tienden a ser conflictos
entre razas distintas. El verdadero diferenciador de la historia,
el fundamento de todas las grandes producciones "culturales"
(religiones) y, por lo tanto, el motor de todos
los conflictos, es la raza. O, mejor, la
voluntad de diferenciación que emerge de las fronteras inter-raciales
e intra-raciales (inter-étnicas).
Una persona puede ser, durante una
parte de su vida, "proletaria" y, luego, "burguesa",
o viceversa; puede ser también "burguesa" con ideología "proletaria",
o viceversa, y al mismo tiempo profesar alguna religión oriental
como el budismo, por ejemplo. Puede también disponer de dos o más nacionalidades.
Cualquier persona puede ser, en un momento de su vida, de religión
judía, luego convertirse al cristianismo y, finalmente, abrazar -incluso
sinceramente- el Corán.
Es asimismo imaginable que alguien
pueda hacer todo eso junto en el transcurso de su vida. Lo único que una
persona no puede hacer en la vida es cambiar su
naturaleza racial. Puede integrarse a otra cultura, adoptar una nacionalidad
y una religión distintas, pero no puede cambiar su naturaleza racial.
Durante un tiempo cambia incluso su mentalidad, su "forma de pensar",
pero lo que no puede cambiar es su naturaleza racial. Por lo tanto ninguna
integración será, finalmente, posible. Serán ficciones más o menos aceptadas
por ambas partes, pero la crisis estallará un día u otro.
La crisis de los inmigrantes que hoy
conmociona a gobiernos y sociedades en Europa Occidental y los Estados Unidos de
América es, en definitiva, parte de una guerra
racial, en la cual mexicanos y magrebíes cumplen la función de "proletariado
externo", según el modelo de Toynbee.
La naturaleza racial de las personas
y, por lo tanto, de los pueblos, es lo único eterno, intransferible e
inmodificable que existe en la historia. Es esa
naturaleza la que crea culturas y economías específicas, y religiones en
conflicto.
Una raza no es, en nuestra
definición, sólo un conjunto de personas que poseen rasgos físicos diferenciadores más
o menos claros. Es sobre todo una forma de vida,
una lengua, esto es, una relación armónica entre: rasgos físicos,
entorno geográfico, creencia religiosa, cultura y posición relativa
respecto de los centros decisionales de la
economía global. Sólo cuando una raza
considerada inferior por la raza-cultura dominante (blanca-cristiana a
partir del descubrimiento de América) toma
conciencia de sí, estará –a partir de ese
momento- en capacidad de competir por la supervivencia, primero,
y por la hegemonía, después.
Esa toma de conciencia es la
antesala de una revolución. Ese magno suceso hoy sólo se puede originar a partir de
las grandes desigualdades raciales, culturales y
económicas que genera la naturaleza global de las relaciones internacionales.
Las revoluciones ya no son -ni podrán serlo jamás en un futuro
previsible- cuestiones de "clase" dentro de una misma raza-cultura.
La clase obrera inglesa-británica fue fiel a la
corona en todas las coyunturas históricas:
fue una auténtica clase étnica. Y la clase obrera alemana
sólo dio -finalmente- su sangre, por una causa nacional, es decir, por
lealtad a una raza-cultura. La historia del siglo XX no refleja ningún
caso de solidaridad permanente entre clases
sociales pertenecientes a distintas
razas-culturas.
Toda verdadera revolución presupone
u origina una reforma religiosa. En el nacimiento o en la expansión de una
revolución hay siempre una reforma religiosa.
"Cuando desaparece el cuerpo social al que la religión pertenece,
desaparece también la religión Pierde su razón
de ser para el pueblo en cuestión Una religión
desaparece de un cuerpo social al volverse tan inoperante
como inútil para éste". (Zubiri, 177-178). Es decir, deja de existir
la articulación entre religión y estructura social, se produce una disfuncionalidad
" entre lo que un hombre pide a una religión y lo que la religión
en cuestión le puede dar y le da efectivamente" (176). "Los
conflictos sociales no sólo han repercutido en
el orden religioso, sino que se han montado
o se han querido justificar por motivos religiosos" (175).
Una raza explotada es siempre una
"clase" oprimida. Las clases "oprimidas", hoy en Occidente, no
se perciben a sí mismas como "clase revolucionaria". Mucho
menos aún visualizan la alternativa de solidaridades con las razas explotadas
del No-Occidente o de la
Periferia de Occidente (como es el caso de
la región Iberoamericana).
La solidaridad
"horizontal" sólo es imaginable dentro de los mismos espacios raciales y culturales.
Cada gran movimiento religioso es el
producto de una gran raza. La religión y, más genéricamente, la cultura, es la
"superestructura ideológica" de la raza.
Es lo que la representa con mayor rotundidad, es el factor dinámico de
la historia. Los conflictos inter-religiosos e
inter-culturales son las expresiones de
conflictos más profundos entre razas y entre etnias. La cultura
-la religión- expresa el conflicto, pero no lo determina.
El conflicto entre el mundo musulmán
y el mundo judeo-cristiano, representado desde la última posguerra
por el Estado de Israel implantado en Oriente Medio,
no es más que la continuación crecientemente radicalizada de una
antigua guerra entre la raza árabe -productora de la cultura musulmana-
y la raza blanca europea -productora de la
cultura cristiana (¿o judeo-cristiana?).
Las culturas (las religiones), si
bien derivadas de la naturaleza del factor racial, cumplen un papel vitalmente
dinámico en todos los procesos de conflicto. Es
claro que una guerra casi perpetua entre la raza árabe y la raza
blanca exigió la previa "arabización" de Turquía -núcleo étnico de
poder del Imperio Otomano- a partir de la
expansión del Islam (lo mismo ocurre con el
antiguo Imperio Persa, que previamente había sido "helenizado"
por Alejandro). Todo musulmán debe ser capaz de
leer el Corán en idioma árabe. Turcos y Persas
no son racialmente árabes, pero fueron "arabizados" por
la cultura islámica, y ese hecho plantea una situación trascendente en
la política internacional actual.
Otros dos elementos que inciden
decisivamente en la acción histórica central que asume el factor racial son la
geopolítica y la economía. La geopolítica -al
igual que la cultura- condiciona -por otros medios- el desplazamiento
del factor racial a lo largo de la historia. El
empuje militar que durante siglos mantuvo
el mundo árabe-musulmán (árabes, turcos y persas) en dirección
a la Europa
blanca y cristiana -el sentido de esa dirección- sólo puede
ser explicado por condicionamientos geopolíticos perennes.
La relación raza-economía es también
algo perfectamente claro y perceptible casi a simple vista. En el mundo
occidental contemporáneo los conflictos entre ricos y
pobres, entre propietarios y desposeídos, entre "burguesía" y
"proletariado" son conflictos entre
blancos (poseedores) y otras razas subalternizadas.
Sólo en apariencia son conflictos entre clases.
La clase dominante se origina en la
existencia previa de una raza dominante. El proletariado inglés del siglo XIX, que
tanto afectó al espíritu de Engels en el emporio
industrial de Manchester, sólo es concebible a partir de una previa
expropiación de Irlanda por la nobleza inglesa y la posterior implantación
del imperio británico en la casi totalidad del mundo no blanco. Ese
proletariado inglés -siempre fiel a la corona- se origina porque hubo un
mundo colonial (razas oprimidas) que lo sustentó
económicamente, y al cual reprimió militarmente
como fiel soldado de un Imperio al cual Marx define como
"impulsor del progreso".
Esa relación de predominancia entre
raza y clase[21]
es aún más evidente, si cabe, en los
Estados Unidos de Norteamérica, con su historia de esclavitud
interior y de expansión exterior. Es por eso que en la actualidad la
raza-clase dominante norteamericana, blanca, rica y cristiana (evangélico-protestante)
ve con preocupación las curvas demográficas proyectadas
para el siglo XXI dentro de los propios Estados Unidos. Sabe por experiencia
histórica acumulada que la dominación racial antecede a la dominación
económica, política y espiritual (cultural). Y que una de las formas
de acceder a esa dominación racial es por el incremento de la expansión
demográfica.
Desde el siglo XVIII, los escritores
europeos que razonaron sobre las razas, lo hicieron sobre la base del automatismo
que presuponía la superioridad natural de la
raza blanca. Todo el desarrollo del mercado mundial que abre el
descubrimiento de América por España[22] está basado en
la explotación racial de enormes
agrupamientos humanos indígenas y negros. En definitiva, la
burguesía capitalista en la época moderna se consolida sobre la base de
una superioridad racial previamente adquirida.
Teniendo este hecho claramente presente
fue que Karl Marx dijo que el mundo actual es "...judío hasta
en su núcleo más íntimo", y que el significado definitivo de la
emancipación de lo judíos lo constituirá
realmente "la emancipación de la humanidad del
judaísmo" (Karl Marx, La cuestión judía).
Ubicándonos en los años 20 de este
siglo XX, vemos que en el "frente oriental" de la cultura alemana,
como en la actualidad todo el mundo sabe, la
versión soviética del marxismo-leninismo había teologizado el concepto de
"clase obrera" o
"proletariado". El leninismo soviético, con prolongada anterioridad
al acceso de Hitler al poder, había santificado no al proletariado
"en sí", sino a su representante, el partido del proletariado.
De tal forma que se crea una categoría sociológica
muy próxima a la de "raza obrera",
en el sentido de que esa clase-raza-partido disponía de virtudes superiores
a las de cualquier otra clase, raza, nación, religión o cultura de
cualquier época de la historia humana. Esa clase-raza-partido sería
-precisamente- la encargada de cerrar la
historia, nada menos. Era, en un estricto
sentido bíblico -Antiguo Testamento- una categoría mesiánica[23].
Hacia la misma época, en el frente
occidental de la cultura alemana existía, perfectamente estructurado, y desde hacía
mucho tiempo contando hacia atrás desde los años
20 de este siglo, un pensamiento y una práctica racista occidental,
que no sólo estaba referida a la inferioridad de los habitantes de
las colonias no europeas de Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica, etc.
También abarcaba a Alemania y a los alemanes,
definidos como barbarie y bárbaros del este,
respectivamente. El pensamiento racista europeo-blanco se fundamenta
en la dicotomía griegos-bárbaros, es decir, en la escisión que produce
la cultura occidental entre un "nosotros" y un "ellos",
racionalizada por Aristóteles, en el siglo IV
aC., a partir de su pensamiento sobre los
pueblos esclavos, que es una teoría de la superioridad racial
(helénica) propiamente dicha.
En Francia fue Arthur de Gobineu (Ensayo
sobre la desigualdad de las razas humanas) quien en el siglo XIX re-inicia
un pensamiento racista e imperialista, que
culminaría en los años treinta de este siglo con un nacionalismo
francés (Charles Maurras) perfectamente estructurado (con muchísima
anterioridad a la edición de Mein Kampf), agresivo y totalmente diferenciado
del nacionalismo alemán.
Pero es naturalmente en Inglaterra
donde con más fuerza arraiga el racismo imperial, es decir, la convicción
profunda que asume la burguesía expansiva sobre
la absoluta y definitiva superioridad de la raza blanca y la consiguiente
hegemonía del sistema capitalista[24]. Hobbes fue el
primer gran racista del Iluminismo capitalista
inglés: "El hombre es el lobo del hombre".
La plenitud llega con Malthus, quien elabora su famosa "ley"
demográfica a pedido de la empresa que lo
empleaba como directivo: la Compañía
de las Indias Orientales. Sin embargo, fue Marx quien racionaliza finalmente
el sistema británico de pensamiento (según una expresión de Oswald
Spengler, en El socialismo prusiano), enlazando armónicamente la idea
británica de la superioridad racial (recordemos
sus opiniones sobre los mexicanos, los
irlandeses y los indios -de la
India-; y sobre personalidades como
Simón Bolívar, entre otros) con la omnicomprensibidad del capitalismo:
"La sociedad burguesa es la organización
histórica de la producción más desarrollada y
la más variada posible. Debido a este hecho, las categorías (de
pensamiento) que expresan las relaciones de esta sociedad, y que permiten
comprender su estructura, permiten al mismo tiempo comprender la estructura
y las relaciones de producción de todas las formas de sociedad..."
(Contribución a la crítica de la economía política).
Así, aprisionado entre la
superioridad de la "raza obrera"[25] del comunismo
soviético, y la superioridad de la raza occidental de los imperialismos
británico y francés, surge la ideología germánica, que no es sino
un "suspiro de una raza oprimida"[26].
Hay, sin embargo, un mundo cultural e
ideológico de distancia entre la estrategia de alianzas inter-raciales
que proponía el general-profesor Karl Haushofer y la política de
aniquilamiento racial del general Sharon. Con el Estado de Israel ante
nuestras narices, ¿Cuál es el valor que puede
adquirir la condena al nacional-socialismo?
¿Acaso no fue Alemania una etnia disidente no occidental
sino "fáustica", perseguida y reprimida por el "verdadero"
Occidente?
Los conflictos internacionales del
futuro se fundamentarán en el "factor racial". Él se perfila como la
verdadera base de las diferenciaciones que distingue
a las distintas culturas-economías que dividen entre sí a los distintos
agrupamientos humanos, tanto en el orden internacional cuanto en el
interior de cada sociedad.
Ante la
verificable decadencia de Occidente, la idea de superioridad racial -ya sea para los
incas, los eslavos, los alemanes, o los árabes- se constituye
hoy en el núcleo de cualquier estrategia revolucionaria. De cualquier
impulso geopolítico transformador. Es la esencia de los conflictos internacionales
del futuro.
LA
ETNODEMOCRACIA Y
LA
ETNOTERRITORIALIDAD
El fracaso de las "revoluciones
raciales" no asumidas
Prácticamente todo el llamado
"proceso de descolonización" registrado en el planeta a partir de la
última posguerra fueron guerras de "liberación raciales
no asumidas". Fueron las guerras de las distintas razas del mundo
oprimido contra la hegemonía (en un sentido
estrictamente gramsciano de la palabra) de la
raza blanca, que se desarrollaron a lo largo y ancho de toda la
geografía mundial, las que fueron denominadas "guerras de liberación
nacional".
El subdesarrollo cultural
(ideológico) de los propios actores de esas guerras les imposibilitó asumirlas como
lo que realmente eran: guerras raciales de
liberación. La gran excepción en este sentido fue la Juana de Arco
argentina, Eva Perón, quien en unos escritos hechos poco antes de su
trágica muerte (1952) -rescatados del olvido,
hace pocos años, por mi querido amigo Fermín
Chávez- manifiesta un pensamiento y una fuerza emotiva realmente
original y verdaderamente revolucionaria, ya que traza una frontera
etno-social e histórica infranqueable entre la raza de los humildes
(descamisados) y la raza de los oligarcas
(poseedores): "Yo estaré... con Perón y con mi
pueblo, para pelear contra la oligarquía vendepatria y farsante,
contra la raza maldita de los explotadores y de los mercaderes de los
pueblos. Dios es testigo de mi sinceridad; y él sabe que me consume el
amor por mi raza, que es el pueblo"[27].
En un primer momento, las guerras
raciales de liberación quedaron sepultadas bajo la lápida de plomo del racionalismo,
es decir, de la modernidad. Sus principales
actores se asumieron a sí mismos como "nacionalistas" y "modernizadores".
Esta etapa ya está suficientemente
estudiada, por lo menos en lo que respecta al mundo árabe. Algunos
dirigentes de esas revoluciones cometieron, a
escala de la política mundial, el mismo "pequeño" error -en otra
escala, por supuesto- que cometimos mis amigos y
yo hace treinta años en los Andes peruanos:
mirábamos a los orgullosos sobrevivientes de una raza y de una civilización
que había sobrevivido a la implantación del mercado mundial blanco,
como si fueran meros campesinos. Mao Tse tung nos había "iluminado":
en apariencia, pero sólo en apariencia, había
reemplazado "clase obrera" por "campesinos"
en el esquema racionalista del marxismo-leninismo. Pero en aquellos
tiempos no veíamos sino apariencias.
Mayorías y minorías. Oprimidos y Opresores.
Siempre se ha definido a la Argentina como a una
"colonia blanca". Pero desde el punto
de vista antropológico Argentina es un Estado -en el sentido moderno
del concepto- pero aún no es una Nación, ya que consta de por lo menos
dos grupos étnicos que son fundamentalmente diferentes y difícilmente
integrables, excepto por mecanismos de dominación
de uno sobre el otro. Los núcleos de ambos
grupos étnicos son inintegrables por su distinto origen, por
su práctica confesional cotidiana -aun dentro del catolicismo-, por su
historia y su cultura, pero sobre todo por su
idiosincracia y sus concepciones
políticas. El peronismo había amortiguado esa diferenciación confrontativa,
pero la contrarrevolución blanca antiperonista volvió a abrir la
brecha, en 1955.
Esas dos fracciones poblacionales,
histórica y territorialmente enfrentadas, son indudablemente dos etnias distintas,
esto es, dos grupos que poseen una historia, una
cultura, un determinado territorio, vivencias religiosas, y conciencia
de su unidad y, sobre todo, de su diferenciación, no con un "otro"
(grupo étnico) convivencial, sino con su verdadero enemigo social, histórico,
territorial y racial.
El grupo mayoritario es el
"hispano-criollo", definido como "negros", o "Cabezas
Negras", o "Cabecitas Negras", como lo denomina despectivamente
el grupo cuantitativamente minoritario, bajo
una forma diminutiva, naturalmente.
El grupo minoritario es el de los
blancos-europeos cuya conciencia religiosa, racial, cultural, territorial
e histórica los hace sentir naturalmente distintos
a los "aborígenes"[28]. No sólo
esencialmente distintos, sino sobre
todo, superiores. El grupo cultural y religioso hegemónico
dentro de la etnia minoritaria es el judío asquenazi. Sus vinculaciones
con los terratenientes y financieros son las vinculaciones típicas
de una clase-étnica, ya que tiene un remoto origen racial (marranos
en el Río de la Plata) y religioso.
En el grupo minoritario es más clara
la existencia de un núcleo étnico desde el cual se origina la ideología abarcante
de todo el grupo o clase dominante. Por el
control que ese núcleo mantiene sobre un aparato cultural que
había sido previamente conformado, en el Siglo XIX, sobre la base del
esquema racionalista europeo de "civilización
versus barbarie"[29], la cultura
blanca hegemónica tiende a arrastrar al conjunto de los blancos-europeos
contra los "negros" (hispano-criollos) aborígenes.
De tal forma la minoría demográfica,
con un núcleo etno-cultural incuestionablemente judío y una periferia
judaizada, se transforma en mayoría
política dentro de un sistema institucional que, por eso mismo, carece
absolutamente de legitimidad. Su modernidad ha caducado hace ya mucho
tiempo.
Una minoría étnica desde el punto de
vista de proporción numérica respecto de la mayoría, se convierte en verdadera
"mayoría", es decir en "clase hegemónica"
a partir de su relación con el territorio (etnoterritorialidad): el
factor territorial es vital en el proceso de autoconciencia que el etnogrupo
elabora sobre sí mismo y sobre su "oponente" (enemigo).
En la Argentina el etnogrupo
minoritario ha logrado apropiarse del heartland, del corazón espacial y,
recientemente, ha elaborado una nueva Constitución
Nacional, absolutamente "democrática" en lo formal, orientada a
legalizar la independencia posible de ese
heartland, respecto de su zona de influencia: los
espacios etnoterritoriales de los "aborígenes". El entorno
territorial de la mayoría "negra" es
el resto del espacio llamado nacional, que es un
espacio, in extremis, prescindible.
De esta manera, a partir de la
relación grupo étnico/territorio (entendiendo por
"territorio" la propiedad de los medios de producción, que en su
origen fue la tierra) la minoría se transforma
en mayoría. Naturalmente estamos haciendo
referencia a un territorio, a un espacio, que no es meramente físico.
Lo vital, ya logrado, es conquistar la hegemonía sobre los espacios
culturales y, aun, espirituales. Para ello el
grupo étnico minoritario se apoya en la
ciencia occidental y en la teología institucional occidental, respectivamente.
"Se utiliza la denominación
'minoría' aun en casos en que el grupo en cuestión represente la mayoría de la
población de un país, siempre que esté económica y
políticamente dominado por una reducida capa social de diferente origen
étnico"[30]. Ejemplo: la anterior
situación en África del Sur, o los orígenes del Estado
de Israel en Palestina[31].
Peter Waldmann plantea dos modelos
distintos sobre el desarrollo de las relaciones entre minoría y mayoría,
"... según que el grupo inmigrado se adapte
a la etnia huésped o la someta... En el primer caso, continúa Waldmann,
la relación tiende a desarrollarse armoniosamente, ya que la población
autóctona puede mantener su posición dominante y limitar la corriente
inmigratoria según su parecer. En cambio, si la población autóctona
es vencida y dominada por los inmigrados, los futuros conflictos están
programados de antemano, ya que los sometidos nunca olvidarán que el
territorio les había pertenecido; además, al no
emigrar en su mayoría, su amargura y sus deseos
de revancha representará una amenaza permanante para los
nuevos amos coloniales" (p.16).
La clase obrera argentina, pero
sobre todo las masas de desocupados y marginados que habitan en las
"Villas Miseria" (otro concepto entre irónico y
despectivo acuñado por los ilustrados judíos y judaizados nativos) es el
ejemplo típico de una "clase étnica".
Su comportamiento político es indesligable de
un marco nacional definido por esa misma clase en tanto mayoría
étnica y demográfica de la sociedad. Asimismo, en la Argentina "...
la relación entre la mayoría y la minoría no
puede ser reducida a un simple esquema de dos
clases"[32]. La Argentina es una
sociedad afectada por un conflicto central que
es el de las relaciones de dominación establecidas entre
una minoría étnica -y aun, racial- que dispone históricamente[33]
del poder, y que por lo tanto actúa como si
fuese la "mayoría", y una mayoría étnica
y racial que es obligada a actuar como "minoría".
La dominación -es decir la
explotación- en una sociedad de este tipo, no se establece entre dos
clases sino entre dos etnias -y, aun, entre dos razas-, una
blanca-europea poseedora no sólo de los medios de producción sino sobre
todo de los resortes del poder, y otra aborígen,
los llamados "negros". La clase étnica
tiene un núcleo autoconsiderado "superior"; asimismo se considera
depositario del saber científico y teológico del mundo occidental, al
cual pertenece económica y espiritualmente.
La etnia "inferior" es,
sin embargo, la etnia mayoritaria. Dentro de esa etnia están las clases
y grupos económicos explotados y marginados, desde las
capas bajas de la clase media hasta los sectores marginales afectados
por la más extrema exclusión.
Ahora bien, esa etnia
"inferior" pero sin embargo cuantitativamente mayoritaria,
se sigue considerando, empecinadamente, "propietaria histórica
del
territorio", es decir, depositaria de una cultura que, en su definición
más
exacta, es nacional. El nacionalismo es así un etnonacionalismo, y el
patriotismo
un etnopatriotismo. De la misma manera que el conflicto social es un
conflicto etnosocial.
Etnia mayoritaria, etnia
minoritaria, distribución del poder y control territorial.
La etnia cuantitativamente
mayoritaria es políticamente minoritaria –no tiene
"representantes" étnicos; se encuentra económicamente desposeída
-carece
de medios significativos de producción- al final de un proceso histórico de
expropiación (desde los telares norteños hasta las fábricas militares de
alta tecnología)[34];
y además está socialmente excluida: fue expulsada
hacia territorios geográficos considerados secundarios por el sistema de
poder edificado por la etnia blanca minoritaria (Patagonia, Noroeste,
zonas marginales urbanas y suburbanas, etc.). Además, carece de cualquier
tipo de presencia en los "aparatos culturales" de la
"nación" así construida. Desde las universidades
blancas, públicas y privadas, se considera que esa etnia mayoritaria
carece, simplemente, de cultura y de ideología.
Naturalmente que ellas existen, pero
están diferenciadas, son identitarias, por lo tanto invisibles a los
ojos de los ilustrados e iluminados.
La etnia cuantitativamente
minoritaria es políticamente mayoritaria –todos "los
representantes del pueblo" expresan los diferentes matices de sus
intereses-
es la propietaria de los pincipales medios de producción y domina los enclaves
territoriales estratégicos, principalmente los territorios urbanos y,
en especial, el centro administrativo del país: la capital federal.
Pero sobre todo esa etnia es absolutamente hegemónica en los "aparatos
culturales", estatales y privados.
Hay, hoy en la Argentina, una etnia
minoritaria dominante y una etnia mayoritaria dominada. Entre esos dos
polos está planteado el conflicto, que es simultáneamente étnico,
social, económico, cultural y religioso.
Por ello la gran lucha que se
avecina no se dará bajo la forma de un enfrentamiento entre
distintas facciones (partidos) de un mismo sistema. Ni siquiera
entre dos clases antagónicas. Esas formas de acción ya se han agotado
definitivamente.
El nuevo campo de combate estará
delineado entre una concepción etnoterritorial de la política (la
reconquista de la nación desde su periferia "bárbara"
excluida) y un conjunto de partidos (de "izquierda", "centro"
y "derecha") que representan el mismo "territorio", la
misma "civilización y la misma etnia "extranjera": aquel
fragmento de Argentina que hoy, luego de un largo proceso
de despojo, dispone de la suficiente "velocidad"
económica como para seguir viviendo en un status internacional periférico[35].
Cada día que pasa, la resistencia
(fenómeno distinto y distante al de la "oposición") al
gobierno es más un fenómeno etnosocial y etnoterritorial que un fenómeno
simplemente político.
Por primera vez, tal vez desde 1945
(pero en ese entonces con un movimiento migratorio ya instalado en la Capital Federal
Gran Buenos Aires y con acceso a importantes resortes del poder),
asistimos a un fenómeno, no tanto político cuanto etnodemográfico, y
más que "partidario", etnoterritorial. He aquí un
hecho histórico trascendente que debe ser rescatado con toda urgencia:
los espacios interiores se han proyectado, por fin, rodeando demográficamente
al núcleo administrativo central, hegemonizado por una dirigencia
blanca y occidental que logró extrañas formas autonómicas para el viejo puerto
"unitario".
Ya más de la mitad de la población
que vive en el Gran Buenos Aires (más de 8 millones
de personas) no son nacidas en esos distritos, y sí en otras provincias.
Si bien no existen datos oficiales al respecto, extrapolando diversas
variables, es posible ver con exactitud cuáles son las provincias centrifugadoras
de población y cuál la centripetadora. Las provincias con mayor tasa
de crecimiento demográfico (nacimientos) son a su vez las de más bajo
crecimiento poblacional absoluto. Los grandes cinturones de pobreza y
marginalidad
que rodean a las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, en ese orden
decreciente, son las grandes bombas aspirantes de la población "excedente"
de Tierra del Fuego, Neuquén, Santa Cruz, etc. Las grandes regiones
despobladas son Patagonia y Noroeste[36].
Este proceso representa una guerra
racial. Una guerra de exterminio colonial contra los
"bárbaros" originales, primitivos habitantes de un territorio que
hoy
está siendo vaciado para beneficio exclusivo de la colonización económica en
esta etapa de "nuevo orden mundial".
Rodeando al centro administrativo
portuario (y a otras grandes unidades urbanas blancas con muchas
similitudes con algunas regiones desarrolladas del
"primer mundo") se han instalado los "Cabecitas negras"
hambrientos y miserables, los "soldados negros", de un futuro
"ejército popular" que hoy sólo necesita cuadros de conducción.
Ese "etnoejército", ignorado por la clase
política y las cúpulas militares, representa aproximadamente, sólo en
el
"gran Buenos Aires", el 15% de la población total del país. Expresa
con claridad absoluta la actual degradación de la Argentina toda, pero
también la posibilidad de su transformación revolucionaria.
Expresa, sobre todo, la naturaleza
del conflicto futuro; la verdadera polarización de la sociedad
argentina.
En el Gran Buenos Aires el 25% de
los habitantes viven por debajo de lo que los estadísticos
llaman "línea de pobreza". Lo importante del caso es saber
que
esa "línea de pobreza" ya no será "levantada" por las
modificaciones naturales del ciclo económico (recesión/expansión/recesión). La
expansión ("reactivación", "recuperación") dentro del
ciclo no modificará la tendencia por la cual el funcionamiento tanto
del plan económico como la racionalidad de la teología de la
globalidad exigen una exclusión etno-social y etno-territorial
constante y creciente.
Así funcionan hoy en la Argentina las relaciones
entre política, sociedad y economía. Y no es para menos. En
esas "villas miseria" instaladas entre el Gran Buenos
Aires y la Capital
Federal viven más ciudadanos que la totalidad de
habitantes que hoy puebla la inmensidad de la Patagonia argentina.
Si bien gran parte de la pobreza, de
la marginalidad y de la exclusión excede largamente la geografía
"villera" en la
Argentina[37], ya que ella es abarcante
de toda una etnia, es decir, una cultura, los hombres que la producen y
el suelo que pisan, conviene recordar que esos asentamientos de horror están
habitados, en una gran mayoría por "negros"jóvenes. El 50% de
la
población total de las villas tiene "edad carcelaria" o, por lo
menos, "pre-carcelaria". En efecto, el 50 por ciento de esa
población son menores de 14 años, mientras que los menores de 22 años
representan el 60% del total.
La forma que la violencia está
tomando en la Argentina
es idéntica a la de otras estructuras sociales
"subdesarrolladas" y/o marginales respecto del "ecumene".
Eclosionan en el seno del grupo social más reprimido y excluido, en toda la
línea que va desde una cárcel hasta una villa miseria, desde donde en
verdad se alimenta el incremento de la población carcelaria. Esa franja
demográfica es joven, pobre y "negra". Ser pobre, ser
"negro" y ser joven es ya, en sí, un pre-delito,
dados los parámetros culturales dentro de los cuales
se mueve nuestra sociedad "multi-racial" con hegemonía blanca,
europea
y con una clase media profundamente judaizada[38].
En esa amplia franja etnodemográfica
de "negros", pobres y excluidos y, aún más, dentro
de las crecientes poblaciones carcelarias, cada vez más jóvenes y cada vez
con menos oportunidades, puede estar oculto el coraje que necesita la
revolución nacional y etno-popular en esta etapa de las guerras globales
interraciales.
La mecánica de las últimas
rebeliones carcelarias demuestra que dentro de las
prisiones se reproducen los mismos mecanismos de poder que existen fuera
de
ellas, sólo que sin la mediación de un sistema político, que es lo que ya
está
desapareciendo en la sociedad no carcelaria. En la prisión, el cumplimiento
de una orden emitida, para asegurar su efectivo cumplimiento, debe estar
basada en la pura violencia. Fuera de la prisión, la violencia, que es mucho
más desmedida y, aun, efectiva, actúa sólo en última instancia, luego de un
proceso tendiente a lograr consenso, en primera instancia. Esa primera fase
es lo que desaparece cuando entra en crisis el sistema político.
En muchos casos la delincuencia es
un acto de rebelión realizado por personas cuya formación cultural y
política ha sido planificada y acotada por la etnominoría
gobernante. La pregunta necesaria es ¿Por qué tan pocos excluidos
-"negros", pobres y jóvenes- optan por el camino de la violencia
social,
siendo el caso de que sus opciones, dentro de la "legalidad" blanca,
son
cada vez más estrechas? En verdad ha sido esa "legalidad" no sólo
"burguesa"
sino además étnica quien los ha convertido en "penados".
Hay una gran similitud entre la
violencia que ejercen los "delincuentes" sociales
negros-pobres y la que ejercen los cuadros más bajos de las policías que
también son pobres y "negros".
Naturalmente que el hombre no ha
nacido esencialmente bueno. La violencia está
incorporada, en grados diferentes, en los circuitos nerviosos de los
individuos.
Sólo que es mucho más probable que un violento rico-blanco puede causar mucho
más daño social, dado el complejo entramado de "protecciones"
de
que dispone, desde las educativas hasta las de seguridad.
No hay más delincuentes sociales
porque todavía existe el recuerdo de la existencia de un "Estado
de bienestar", y la secreta esperanza, en esos grupos
excluidos, de que retornará, algún día, mágicamente. En ese punto radica,
precisamente, su incultura política: en su incapacidad de traducir la violencia
individual que existe en ellos en "estado químicamente puro",
por
así decirlo.
En gran parte, muchos de esos
hombres jóvenes que se han convertido en líderes en
un mundo que sólo acepta el lenguaje de la violencia (es decir, que ha
descartado absolutamente el lenguaje "político"), no han podido
evadirse
de la violencia pura proyectada hacia la violencia política, por falta de
traductores. No pueden pasar del yo al nosotros.
En una época existió en la Argentina mucho coraje
instalado en los sectores más iluminados (en el buen sentido
de la palabra) de la clase media blanca. Pero era un
coraje ideologizado que no pudo conectar con la "cultura popular
negra".
En gran parte aún afectada por el cálido recuerdo de un Estado de bienestar al
que siempre invocó -en tanto pasado- la "resistencia" peronista.
En gran parte esta Argentina oprobiosa que hoy existe se fundamentó
en el enorme crimen que significaron esos "cadáveres necesarios"[39].
Puede que hoy no quede otro camino
que ir hacia el segmento más violento del "bajo
pueblo". Y comenzar por entender sus "penas", la naturaleza de
las "penas" que sufren los "penados". Sólo a
partir de allí se podría intentar "traducir" su violencia,
orientándola hacia el enfrentamiento con una sociedad
satánica que nos destruye a todos, todos los días. Todas las otras formas de
existencia de los "negros" pobres -desde las sindicales hasta las
religiosas-
ya fueron conquistadas por el enemigo desde hace mucho tiempo.
Ese camino incluso debería ser
promovido o al menos aceptado por aquellos sectores de
las fuerzas de seguridad que deben convivir con el peligro de la violencia
social de los excluidos. Sería la forma de evitar la estratificación
en el tiempo de una "violencia horizontal" que enfrenta a
"negro
pobre" contra "negro pobre". La traducción, es decir, la
politización de la violencia pura, su transformación en violencia organizada
hacia objetivos polarizados entre el "nosotros" y el
"ellos", sólo puede traer beneficios para los
"negros de uniforme" y para una parte, al menos, de sus jefes.
A nivel de hipótesis en la Argentina se abre la
posibilidad de la insurgencia de grupos político-militares que en
gran parte constituyen antiguas y nuevas fracturas de las
Fuerzas Armadas y , aun, de Seguridad, cuyas cúpulas son parte del
campo enemigo. Las transformaciones profundas que
proponemos sólo se podrán lograr desde un proceso de interacción entre
nuevas
organizaciones políticas emergentes y franjas de las fuerzas armadas
y
de seguridad que dispongan de un proyecto alternativo al de las actuales
cúpulas.
La gran lucha que se avecina no se
dará bajo la forma de un enfrentamiento entre distintas facciones
(partidos) de un mismo sistema. Esa forma de acción ya se
ha agotado definitivamente. El nuevo campo de combate estará delineado
entre una concepción territorial de la política (la reconquista de la nación
desde su periferia excluida) y un conjunto de partidos (de "izquierda",
"centro" y "derecha") que representan el mismo
"territorio": la Argentina
que dispone de la suficiente "velocidad" económica como para
seguir
viviendo de un status internacional periférico.
Las Argentinas que marchan a
velocidades económicas cada vez más lentas estuvieron
hasta el momento falsamente representadas a través de "señores
feudales"
y de filiales de "partidos" cuya casa matriz tenía como función
primordial
evitar que esas regiones se integraran al núcleo económico de alta
velocidad.
La ruptura de la unidad nacional y
el fraccionamiento territorial se originan en esas fallas cuasi geológicas
que nacen desde las distintas velocidades de los diversos espacios
económicos de un mismo país, y que amenazan con convertirse en
fracturas profundas e irreversibles.
Los recientes movimientos sociales
que se han iniciado en regiones históricas tradicionales, de fuerte
concentración demográfica (y, por lo tanto, de alta expulsión de
población hacia otras zonas con velocidades más elevadas), y
con contenidos culturales que hacen al fundamento de este país; esos
movimientos sociales están inscriptos en el nuevo espacio de combate
antes
delineado. No son movimientos que aspiren a sumarse a filiales de partidos o
de sindicatos cuya casa matriz está instalada en Buenos Aires. Son
movimientos cuya única posibilidad de supervivencia está localizada en
un
giro copernicano de los contenidos políticos tradicionales. Incluso en
una
transformación esencial de los viejos discursos culturales, incluidos
los
discursos "nacionalistas".
A partir de la movilización popular
del 16 de diciembre de 1993, ocurridos en la Provincia de Santiago
del Estero, tuve el honor de ser convocado para elaborar los
grandes lineamientos de un documento político representativo de la creciente
conciencia existente sobre el vacío de poder que se avecina y sobre las
formas y los mecanismos disponibles para enfrentarse a las líneas de fractura
del poder tradicional.
El siguiente texto ejemplifica la
creciente conciencia que existe sobre las enormes
perspectivas que se abren para el ingreso a la Historia:
"MANIFIESTO
DE LOS PUEBLOS DEL NOROESTE ARGENTINO
El viejo proyecto nacional, liberal
y mercantilista, con epicentro en el puerto de Buenos Aires, ha
llegado a su fin.
Ese modelo reconocía la hegemonía
social de una oligarquía agraria, industrial y financiera de
naturaleza intermediaria y ausentista; y la vigencia,
impuesta con un alto costo social y geopolítico, de una cierta idea de
nación dentro de la cual quedaban excluidos todos los hombres y tierras de la Argentina que no servían
al modelo.
La permanencia en el tiempo de ese
modelo que concebía a la
Nación Argentina de manera unitarista (pero nunca
unitaria, en el sentido de la necesaria igualdad que debe existir
entre hombres y regiones de una misma Patria) provocó
espantosas destrucciones humanas y geográficas. Millones de compatriotas
fueron excluidos de los circuitos de la producción y del consumo.
Cientos de miles de kilómetros cuadrados de espacio nacional pletóricos
de vitalidad económica fueron expulsados de los negocios limitados y
limitantes de la aristocracia financiera.
Así, ese modelo de país se convirtió
en una inmensa e implacable maquinaria de producción de hombres sin
tierra y de tierra sin hombres. Se fabricó una nación con
una galería iconográfica de "próceres" de una libertad iluminista
que
nunca alumbró a los hombres de esta tierra. Una "patria" abstracta e
irreal
fue la imagen que pretendió reemplazar a los hombres reales de sus tierras
concretas.
Los argentinos fuimos perdiendo
rango, dignidad y territorio. Quedamos indefensos ante las
agresiones externas e inertes ante los que gerenciaban el modelo de
cara al interior pero al servicio del exterior. Millones de argentinos
sin tierras, habitantes humillados de un país inmenso pero impedido de
producir, se agolparon en los horribles paisajes devastados que rodean a los
grandes centros urbanos.
Esos compatriotas que fueron
expulsados de las regiones argentinas que conforman la
patria real vaciada por el modelo oligárquico/financiero, ya no son siquiera
mano de obra industrial barata: hoy conforman un miserable ejército de
servicio en un país sin industrias, sin transportes y crecientemente
fragmentado.
Los pueblos del Noroeste Argentino
decimos que cada minuto que prolongue su existencia
ese modelo devastador será un tiempo robado a nuestra existencia y a la
existencia de nuestros hijos. Será un tiempo robado a todos los argentinos
que pretenden hacer crecer a todas las regiones argentinas.
Afirmamos que queremos recuperar
nuestras tierras malversadas por oligarquías que las pervierten
manteniéndolas improductivas para perjudicar a los
hombres y mujeres que nacieron en ellas. Pero fundamentalmente queremos
recuperar a nuestros hombres, mujeres y niños que han quedado prisioneros
de una mugre suburbana degradante e indigna. A ellos les hacemos llegar este
mensaje de lucha allí donde estén. No sólo para hablarles de un retorno,
sino para fomentar su capacidad de resistencia y de solidaridad, allí donde
estén.
Queremos recuperar nuestras tierras
y nuestras familias no para aislarnos de otras
tierras y de otras familias argentinas, sino para construir un poder
con
capacidad para expulsar a los que hasta ahora lo utilizaron para degradarnos
como pueblo y como patria.
Queremos construir una nueva patria
con nuestros hombres enraizados en nuestra tierra. Y sabemos que ello
nos llevará a un conflicto irreversible pero absolutamente necesario
con los dueños de un país que lo gerencian en beneficio de
intereses foráneos.
Proponemos la conformación de una
nueva Nación Argentina bajo una forma política, económica y social
radicalmente distinta a la que hasta el día de hoy ha
implementado la oligarquía financiera. De una nación que renazca desde sus
regiones históricas y geográficas, recuperando sus riquezas físicas y
humanas sistemáticamente enajenadas.
Esta magna tarea, profundamente
patriótica por lo integrativa y solidaria, exige una
renovación absoluta en la manera de concebir a lo político y a la política. La
visión de una Argentina integrada por regiones histórico/geográficas
habitadas por productores solidarios, exige romper con una actividad
política dentro de organizaciones subsidiarias de centrales ubicadas en
un puerto que fue la sede tradicional de la aristrocracia financiera.
La lucha actual de nuestros pueblos
nos ha hecho comprender que la política puede y debe ser entendida por
nosotros como una actividad absolutamente independiente
del unitarismo mercantilista. El centro de gravedad debe pasar de los
"barrios altos" de la ciudad portuaria a los "barrios
bajos" de las regiones históricas, donde se acumula un enorme
potencial de resistencia que es, al mismo tiempo, nacional y
popular, regional y solidario, integrativo e igualitario.
Por eso lanzamos el Movimiento de
los Pueblos del Noroeste Argentino, que más que una idea política es
un proyecto de vida con epicentro en nosotros mismos. Una
voluntad de supervivencia alejada de cualquier actitud de subsidiariedad,
sea ésta hacia la "izquierda", hacia el "centro" o hacia la
"derecha"
porteñas, tres formas simétricas que hacen a un mismo engaño, a una misma
visión de país unitarista y exclusor.
Este Movimiento enraizado en la
tierra, conformado por familias de nuestra tierra y por
muchos otros argentinos de buena voluntad, aspira a conformar una
expresión solidaria e integrativa de todo lo nacional, que ya no puede
ser
una definición histórica, cultural y geográfica aportada desde un único
centro
opresor. El país que proponemos será lo que realmente ya está siendo:
una
suma de culturas solidarias y su necesaria expansión productiva orientada a
consolidar un nuevo poder nacional que nos aporte auténtica capacidad de
supervivencia.
Como habitantes perpetuamente
humillados por poderes hostiles disfrazados de una
ideología liberal/nacional, no proponemos como alternativa ningún otro
"nacionalismo"
mágico, sino la puesta en marcha de hombres reales que se quieren
apropiar de sus tierras para construir un nuevo país. Desde esa perspectiva
hacemos también un llamado a nuestro Ejército del Norte, para que se
convierta en una fuerza que proyecte dignidad y fortaleza al Ejército
Argentino,
que ha sido empujado a un estado de debilidad e indefensión coherente
con la propuesta del modelo de la oligarquía financiera. Queremos, en
definitiva, que los fusiles de nuestro ejército sean los fusiles de
nuestro
pueblo.
Santiago del Estero, Noroeste Argentino"
CAPÍTULO 4 de La Falsificación de la Realidad
NOTAS
[1] Existe una bibliografía muy amplia sobre
interpretaciones marxistas de la Biblia (judía y cristiana).
Destacaremos solamente las obras clásicas de los
franceses F. Belo, Lectura política del Evangelio, Zero-Zyx, Madrid,
1975;
y Michel Clévenot, Approches matérialistes de la Bible, París, 1976.
[2] Dirigencia político-militar y religiosa judía.
[3] Los textos sobre el "modo de producción asiático" se
encuentran en Sur les sociétés précapitalistes, textes choisis de
Marx, Engels, Lenin (con prefacio de M. Godelier), Sociales,
París, 1977.
[4] Antonio González Lamadrid, Las tradiciones históricas de
Israel, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1993. La importancia del
"santuario único" proviene no sólo de una necesidad de
centralización política, sino de la fuerza infiltratoria de las
"religiones impuras" en la periferia geográfica del Estado.
Respecto de la "alianza" dice el Dr. González Lamadrid: "Entre
los
miles de documentos desenterrados por los arqueólogos en Anatolia, Siria
y
Mesopotamia, han aparecido varios ejemplares de tratados o pactos hititas,
arameos
y asirios, construidos sobre un esquema más o menos uniforme (que) presentan
afinidades significativas con la alianza bíblica, hasta el punto de que
muchos estudiosos creen que los autores sagrados se han podido inspirar en
ellos a la hora de expresar las relaciones de Dios y su pueblo"
op.cit,
p.45.
[5] De specialibus legibus, IV, en Obras completas de Filón,
Acervo Cultural, Buenos Aires, 1975.
[6] Philippe Poutignat y Joselyne Streiff-Fenard, Théories de
l'ethnicité, PUF, París, 1995. Este libro incluye un trabajo de Fredrik Barth:
Les groupes ethniques et leurs frontières.
[7] En Alemania, por supuesto, el concepto "raza" está
absolutamente prohibido. Especialmente en las ciencias sociales.
[8] Peter Waldmann, Ethnischer Radikalismus. Utilizamos la
traducción castellana: Radicalismo étnico, análisis comparados de las causas
y efectos en conflictos étnicos violentos, Akal, Madrid, 1997. Waldmann,
catedrático de sociología en la
Universidad de Augsburg, analiza los casos concretos de
Irlanda
del Norte, País Vasco, Canadá-Quebec y Cataluña; y define al nacionalismo
contemporáneo como un radicalismo étnico. Así, la cuestión nacional, en
el mundo pos-guerra fría, se manifiesta como la eclosión de etnias
situadas dentro del territorio de los nuevos Estados. Así hoy se manifiesta
el nacionalismo: como etnopatriotismo y etnoterritorialidad. Sin duda se
trata de una definición precisa si analizamos los conflictos en el antiguo
bloque socialista. No sólo en los Balcanes se manifestó -y se manifiesta-
el conflicto bajo la forma de etnoterritorialidad. También lo hace en
muchas otras regiones, como en el Cáucaso (chechenos versus rusos) y
en
Moldavia (rumanos versus rusos), para mencionar sólo a dos escenarios de
conflictos.
Sería un gravísimo error reducir los conflictos etnoterritoriales
a meras diferenciaciones culturales. Por supuesto que ellas
existen, pero como "superestructura".
[9] Marc Augé, Un ethnologue dans le métro, Hachette, París, 1987.
"Es ciertamente un privilegio parisiense poder utilizar el plano del
Metro como una ayuda de la memoria, como un desencadenador de recuerdos,
espejo de bolsillo en el cual van a reflejarse y a agruparse en un instante
las alondras del pasado".
[10] El concepto de raza que empleamos a lo largo de este trabajo
es el que corresponde al utilizado antiguamente por la antropología física
y, aun, por la mayoría de los antropólogos culturales. En nuestro caso está
despojado de cualquier connotación -a priori- ideológica o moral. Señala
simplemente un hecho que es posible medir con instrumentos diseñados
científicamente. No hay ideología sin raza. El pensamiento
occidental, desde Aristóteles, es la ideología de la raza blanca.
La forma de producir pensamiento -entre el "mágico"
y el "científico", pasando por el religioso- es algo específico de
cada
grupo étnico y/o racial. La relación entre el pensamiento y la práctica
social
del grupo, y no tanto sus elementos bio-antropológicos, aisladamente
considerados,
es lo que define a una etnia o una raza. Este hecho lo señala acertadamente
el filósofo católico español Xabier Zubiri, en su obra El problema
filosófico de la historia de las religiones (Alianza, Madrid, 1993). Toda
religión, dice Zubiri, es nuestra religión. Es el pensamiento de un grupo,
tribu o raza específico. Existe una articulación específica e irrepetible
entre un pensamiento religioso y un grupo social "productor" de
ese
pensamiento.
[11] La relación que establecen los mestizos mentalmente
occidentalizados ("blanquizados") con los indígenas
explotados es, ante todo, una relación de dominación
racial. Sobre esa base -y nunca a la inversa- se desarrolla la explotación
económica, social y política.
[12] Cuando una raza oprimida por otra u otras comienza a pensarse
a sí misma se produce un fenómeno absolutamente normal, tanto en el
plano de lo individual como en el nivel social. Toda conciencia de sí produce
el impulso hacia la independencia o la autonomía. En el plano social es
absolutamente verificable que no puede existir liberación sin conciencia de
superioridad, es decir, sin que el dominado adquiera previamente conciencia de
superioridad.
La superioridad es un pensamiento históricamente localizado, y no solamente
la exaltación de uno o más rasgos físicos perennes. La liberación
del proletariado que proclamó el comunismo se manifestó, en el plano
cultural, como superioridad del proletariado en tanto clase-raza. Fue
Ernst
Nolte el primero en señalar la enorme influencia de esta conceptualización
sobre la Alemania
de los años 30. La idea nacionalista de raza aria, dice Nolte, no es
más que una reacción a un desafío de "superioridad
proletaria". El proletariado, en versión soviética, fue una clase
étnica, o una raza social.
[13] Conciencia de raza es el pensamiento que un determinado grupo
humano, racial y culturalmente diferenciado, desarrolla sobre sí mismo, en
relación tanto con su entorno físico cuanto en relación con otros grupos
humanos. En un principio es la conciencia de raza desarrollada en base a
diferenciaciones
físicas preexistentes e inmodificables, lo que define, en términos
actuales, a una raza. No hay raza sin conciencia de raza. "Toda
religión
es nuestra religión" (Zubiri).
[14] Como lo puso de manifiesto la victoria militar vietnamita
contra dos grandes potencias blanco-occidentales, la conciencia de
superioridad es imprescindible para desarrollar el proceso de liberación. La
conciencia de superioridad es la consecuencia de una interacción -aquí sí,
dialéctica- entre pensamiento (subjetivo) y rasgos físicos diferenciales
(objetivo). Ese pensamiento no es en absoluto similar a la secreción química de
sustancias que produce un determinado nivel de organización biológica. El
mejor ejemplo hoy existente que marca la diferencia en la calidad de los
procesos (la biología respecto de la historia), lo muestra el comportamiento de
la raza negra norte-americana. Su liberación se inicia con una toma de
conciencia de sí, que se produce a partir de la adopción del Islam como
pensamiento rector. El Islam fue el producto cultural de otra raza, la árabe.
Pero su adopción por la negritud norte-americana demuestra su eficacia
como factor catalizador de procesos políticos complejos y, sobre todo, de
nuevo tipo.
[15] Tal vez una visión similar a la que tuvo Friedrich Engels, y
que relata en su Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas:
"En Manchester, me había dado yo de bruces con el hecho de que los
fenómenos económicos, que hasta ahora no desempeñaban ningún papel o solamente
un papel desdeñable en la historiografía, constituyen una potencia
histórica decisiva, por lo menos en la historia moderna: de que forman la
base sobre la que surgen las actuales contradicciones de clase ; y de que
estas contradicciones de clase, en aquellos países en que han llegado a
desarrollarse
plenamente gracias a la gran industria... sirve a su vez de fundamento a
la formación de los partidos políticos y, por consiguiente, a toda la
historia política. Marx no sólo había llegado a la misma concepción
(en
1844), sino que ya para entonces la había generalizado, en el sentido de
que,
en términos generales, no es el Estado el que condiciona y regula la
sociedad
civil, sino ésta la que condiciona y regula al Estado: de que, por tanto, la
política y su historia deben explicarse partiendo de las relaciones
económicas y de su desarrollo, y no a la inversa".
[16] "Las ideas de la clase dominante son las ideas
dominantes en cada época; o dicho en otros términos, la clase que
ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al
mismo tiempo, su poder espiritual dominante". Marx, La Ideología alemana,
Feuerbach, contraposición entre la concepción materialista e idealista.
[17] El dominio y la sumisión son los dos polos inexorables del
movimiento de la historia. No hay liberación para todos. Sólo para los
oprimidos, que se "liberan" oprimiendo a su opresor. Esa definición se
autoexcluye, así, de pertenecer al cuerpo dogmático de los que
sostienen un "fin de la historia". El final de
la historia fue inicialmente planteado por el pensamiento religioso
del "mundo antiguo". Fue el rasgo distintivo del judaísmo, que
percibe
el fin de la historia como el retorno del Mesías producido por la acción del
pueblo elegido en la tierra prometida. Los cristianos y los musulmanes
acentúan la Parusía
como cierre de los movimientos históricos. En el mundo
occidental, dos son los grandes sistemas de pensamiento que pivotan
sobre
el cierre de la historia: el marxismo y el neoliberalismo, a partir de
la
sociedad sin clases, uno, y del ciudadano satisfecho, otro. Sólo la
polarización
dominio/esclavitud deja abierta la historia, especialmente en las tres
dimensiones dramáticas que siempre tuvo la vida humana: infinitud, injusticia y
revolución.
[18] Desde sus mismos orígenes, los judíos se percibieron a sí
mismos como raza diferenciada, es decir, como pueblo elegido. Siempre
acentuando tanto los rasgos físicos de diferenciación (la
genealogía) cuanto los rasgos culturales, es decir, religiosos. El
pueblo judío está conectado entre sí y se sustenta a lo largo de la
historia por la presencia de "un Libro" que fue adoptado por
varias etnias y razas, familiarmente unidas entre sí. Sin embargo, hoy
hay una etnia-raza dominante -la esquenazi- dentro del judaísmo,
que se manifestó como tal a partir de la terrenalización del judaísmo, es
decir, a partir de la construcción (política) del Estado de Israel. Esa
relación entre dominación y sumisión -tan temida por tantos judíos
religiosos no sionistas- dentro del mundo judío contemporáneo, es la
base
de los conflictos que actualmente sacuden a la sociedad y al Estado de
Israel.
La enorme fuerza que a lo largo de la historia propició la supervivencia
del pueblo-raza judío -y la decadencia de otros, como los "arios"-
está llegando a su fin: la teología se empantanó en la historia.
[19] Reyes Mate, Memoria de Occidente, actualidad de pensadores
judíos olvidados, Anthropos, Barcelona, 1997, pag. 167.
[20] Ernst Nolte, Nietzsche y el nietzscheanismo, Alianza, Madrid,
1995, p. 116.
[21] La predominancia de la raza por sobre la clase, o la relación
de causa a efecto que existe entre ellas, es uno de los temas más antiguos
que genera la cultura occidental. Los historiadores de la antigüedad
atribuyen a Hesíodo (Los trabajos y los días, un texto al que se supone
escrito entre el 730 y el 690 aC.) el establecimiento de la
división racial que diferencia a los hombres, y que causa las
diferentes ubicaciones sociales de cada uno de ellos. Las
"razas metálicas" de Hesíodo son verdaderos estamentos sociales.
En
lenguaje sociológico, los hombres de las razas de oro y de plata, son los
miembros
de la "clase dirigente" ("justos" los primeros,
"injustos" los segundos, y por lo tanto
exterminados finalmente por Zeus); los de la raza de bronce,
los guerreros "sin cerebro"; los de la raza de los héroes, los
"guerreros-filósofos"
(los únicos seres humanos dignos, según una precisión posterior de
Sócrates [quien acepta el "modelo social" de Hesíodo, construido
unos dos siglos antes, en Platón, La República]) y, finalmente, los de la
raza de hierro, quienes representan la función productora (el "proletariado"
propiamente dicho). Tenemos así racialmente tipificada a la humanidad a
partir de los documentos más antiguos escritos en lengua poscuneiforme
(poscananea) que hoy se conocen, las Teogonías griegas: lo que significa
que ellas ya nos hablan de clases raciales o de razas sociales.
[22] "La conquista española funda una sociedad nueva, porque
instituye el mercado mundial y porque permite -al derramar sobre Europa un
dinero barato- la acumulación primitiva del capital". Pierre Vilar, El
tiempo del Quijote, en La decadencia económica de los imperios. A
todos estos conceptos: "mercado mundial",
"dinero barato", "acumulación primitiva" se los debería
explicar
a partir de un hecho básico que era -es- la explotación racial.
[23] La reacción alemana se podría definir como el "Suspiro
de la Etnia Oprimida"
en el sentido que Karl Marx le daba a la idea: "La religión es el
opio
del pueblo, el suspiro de la criatura oprimida", Tesis sobre Feuerbach,
11.
[24] La empresa colonial de Livingstone y Stanley no finaliza con
la organización de la explotación del África negra, la India y otros espacios
"de
color". La empresa colonial británica genera una cultura incluso
literaria,
cuyo momento culminante se encuentra en las obras de Edgar Rice Burroughs y
de Rudyard Kipling. Las novelas de ambos pretenden demostrar que la
supremacía blanca es particularmente evidente en el mundo colonial.
[25] Para sociedades con fuertes conflictos confesionales, como el
caso de Irlanda del Norte, se han desarrollado los conceptos de
"clase étnica" y "clase confesional".
"En la literatura especializada se está generalmente de acuerdo en
que las relaciones entre los dos grupos confesionales no se pueden
reducir a un simple esquema de dos clases, ya que ni los protestantes
pertenecen
en su totalidad a las capas altas y medias ni tanpoco todos los católicos a
las bajas" (Peter Waldmann, Radicalismo étnico, op. cit, p. 199).
[26] Algunos grupos nacional-socialistas cometieron un grave error
ideológico
al definir el concepto de raza (superioridad racial) otorgándole un carácter
determinante a la bio-antropología. La primacía de lo físico sobre lo
cultural le quitó al nacional-socialismo la trascendencia que tuvo y tiene la
idea de "pueblo judío". Fue esa perversión ideológica lo que
evitó
que el nacional-socialismo lograra diferenciarse lo suficiente de Occidente.
Es imposible imaginar al judaísmo como raza opresora fuera del poder
material de Occidente. Adolf Hitler redujo el problema a una dialéctica
menor, equivocada y, por lo tanto, mortal para su propio pueblo. No percibió
que la contradicción principal estaba localizada entre Occidente+judíos
versus mundo germánico o raza aria+eslavos, en general. No aplicó al
Occidente los mismos conceptos que aplicó al Oriente (mundo eslavo) de
su tiempo, al que percibió gobernado por los judíos, en el mismo momento en
que Stalin estaba procediendo a la desjudización del bolchevismo. Por lo tanto
limitó fatalmente el problema judío a definiciones intrascendentes
sobre la "raza judía" como "parásito del pueblo" o
"bacteria de la humanidad".
[27] Eva Perón, Mi Mensaje, prologado por Fermín Chávez, en
septiembre de 1987, Grijalbo, Barcelona, 1996, p. 119. Sucede que en la Argentina los
humillados
(para usar un concepto del Imam Hussein Fadlallah, ideólogo del movimiento
liberador Hezbollah, genuino representante de la raza
árabe-musulmana)
son los llamados, despectivamente, "cabezas negras" o, simplemente,
"negros", por los blancos inmigrantes. Parte de esos blancos
inmigrantes
son judíos askenazis. El grito de Eva Perón tiene un carácter especialmente
revolucionario en un país donde existía un Partido Comunista integrado
por judíos
askenazis, en un 90%.
[28] Utilizamos indistintamente la palabra "aborigen", u
otras similares, no para designar una franja poblacional propiamente
indígena, que en la Argentina
es prácticamente inexistente, sino para definir al hombre de la tierra
argentina, al hispano-criollo, que fue capaz de absorber y de subsistir
luego de una importante inmigración "gringa" hasta ya bien entrado
el
siglo XX. Por lo demás no fueron las inmigraciones posteriores las que
modifican
el "perfil nacional", sino la incapacidad y/o complicidad de los
"civilizadores"
nativos para encuadrar culturalmente esa inmigración posterior,
que se consolida con la etno-revolución antiperonista de 1955. Respecto a
los "civilizadores" argentinos del Siglo XIX aún no se ha hecho
-que
yo sepa- un estudio relacional entre los orígenes de la oligarquía como
clase
social y el criptojudaísmo en el Río de la Plata. Ese estudio
debería ser encarado en base a las modernas concepciones antropológicas
que llevaron a muchos investigadores europeos, en los últimos años, a hablar de
"clases étnicas" y de "clases confesionales" para referirse
a fenómenos esencialmente nuevos como el etnonacionalismo en Irlanda del
Norte, en Quebec (Canadá) y en el País Vasco.
[29] La totalidad del racionalismo europeo del siglo XIX, y muy
especialmente
el racionalismo colonial europeo, se manifestó bajo la forma de la alternativa
excluyente "civilización versus barbarie". Son los colonizadores
europeos los que se asumen como "civilizados" en relación a
los
indígenas colonizados, o "bárbaros". Pero, a diferencia de lo que
ocurre en la Argentina,
el "civilizado" es jurídicamente extranjero respecto del "bárbaro".
Creo que sólo en la
Argentina "civilizados" y "bárbaros" no
son técnicamente extranjeros unos de otros; son los civilizados los
primeros en escribir la historia argentina. El momento extremo en la dicotomía
"civilización"
versus "barbarie", es decir, blancos versus aborígenes lo
marca
Theodor Herzl en El Estado Judío. Pero Herzl, a diferencia de los "ingenieros
sociales" del Siglo XIX argentino, se manifiesta claramente como
extranjero
respecto de los "indígenas".
[30] Waldmann, op. cit, p.15
[31] La invasión, pero sobre todo la colonización de Palestina por
judíos blancos, europeos primero y norteamericanos después, se hizo según
una metodología muy similar a la implementada en la Argentina hacia finales
del siglo XIX por el general Roca en su Campaña del Desierto contra
los indígenas, a los que exterminó. En ambos casos las poblaciones
nativas fueron casi exterminadas. El Antiguo Testamento fue asimismo
intensamente utilizado en los Estados Unidos de Norteamérica, convertiéndose
allí en cobertura ideológica de la masacre de indios por blancos que
evocaban al "Dios de Israel".
[32] Waldmann, op. cit. p.16.
[33] Es decir, que accede al poder según un proceso histórico
perfectamente conocido y totalmente "cuantificable", desde el criptojudaísmo
de la oligarquía terrateniente hasta el socialsionismo de un importante
sector de la burguesía financiera actual.
[34] En esta etapa del proceso histórico argentino es el Ejército
otra de las instituciones que finalmente se judaíza, luego de su "guerra
sucia", de su catastrófica derrota en el Atlántico Sur y, finalmente, de su
empeño por liquidar la industrialización militar. La judaización del ejército
coincide con su descerebración tecnológica y su impotencia estratégica. Yo
he escrito varios libros sobre la historia política e ideológica del ejército
en la Argentina. Entre
otros ver: Tecnología militar y estrategia nacional, ILCTRI,
Buenos Aires, 1991. Hoy el ejército llamado argentino es un hecho cultural
aberrante. El 8 de marzo de 1996, Día Internacional de la Mujer, su jefe de
Estado Mayor condecoró a la judía alemana Emily Schindler con la "Gran
Cruz al Mérito Civil", considerando tal vez que no existían mujeres
argentinas
con capacidad para merecer esa distinción. Comenzaba, simplemente,
un proceso de control judío sobre el ejército que continuaría con la
designación de un mediocre novelista judío como director del Centro
de
Estudios Estratégicos. Las derrotas militares y las cobardías estratégicas
se pagan muy caro.
[35] Norberto Ceresole, Subversión, contrasubversión y disolución
del poder, CEAM, Buenos Aires, 1996. En especial el Capítulo 8, que incluye
el "Manifiesto de los pueblos del Noroeste Argentino".
[36] Ver: Proyecciones de la población por provincia según sexo y
grupos de edad, 1990-2010, INDEC-Centro Latinoamericano de Demografía,
Buenos Aires, 1995.
[37] Existe una franja aún más excluida de argentinos que viven en
casas abandonadas, debajo de puentes o, simplemente, en las calles; y
otra un poco menos excluida, pero mucho más numerosa, que está ligeramente por
encima del nivel de subsistencia. Toda esa demografía tiene un origen y una
naturaleza étnica absolutamente definida: son los "Cabecitas
Negras" de los iluminados.
[38] La vida intelectual del país, el proceso de formación de
valores, se ha convertido, desde hace décadas, en un coto reservado de la
inteligentzia y la
Inteligencia judías. La clase media blanca
argentina, cualquiera sea su origen nacional o étnico, ha sido y
es el receptor natural de problemáticas específicamente judías, que
se manifiestan incluso en el lenguaje, los gestos y la
"manera de ser" en general. Se trata de un grupo social que no
ofrece
resistencia a la vocación de dominio de la etnia y de la cultura judía, que
se ha afianzado, en los últimos tiempos, como una minoría dotada de un verbo
poderoso, que logró apropiarse de una parte esencial de lo que debió haber
sido el "patrimonio nacional común vigorosamente construido".
[39] Norberto Ceresole, Argentina: Cultura y Nación ante el
"fin de la Historia",
en El ocaso de los poderes hegemónicos de la política mundial, ILCTRI,
Buenos Aires, 1992. En toda América Latina los "asesores militares"
(torturadores
profesionales) y policiales israelíes, técnicos experimentados en guerra
contra-insurreccional, jugaron un papel destacado en la represión "antiguerrillera",
al mismo tiempo que el Estado de Israel hacía buenos negocios con
los militares nativos que administraban el Estado.
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