viernes, 13 de enero de 2012

La unidad de la Izquierda.


por Salvador Allende

04 12 1956

Nosotros creemos que ha llegado la hora de que los partidos auténticamente populares creen una conciencia cívica capaz de brindarle a Chile una salida política, una alternativa distinta, una solución nueva, y esta salida política la estamos labrando lealmente en el Frente de Acción Popular; la estamos trabajando, los partidos que lo integran, a sabiendas de que hemos cometido errores, como errores cometieron Sus Señorías, antes y después. Estamos en el Frente de Acción Popular -lo decimos fuerte y rotundamente- trabajando con el Partido Comunista de Chile. Y yo, señores Senadores, que soy hombre leal a mis ideas, que soy leal a mis compromisos, rectifico al Honorable señor Moore: yo no vi jamás, durante la época en que fui Ministro de don Pedro Aguirre Cerda, lo que Su Señoría ha calificado como una actitud de subversión del Partido Comunista.
En esa época, el Partido Comunista estaba en la ley; no tenía Ministros ni funcionarios; recorría las calles y plazas de Chile dentro de nuestros marcos legales; era un partido fuerte, desde el punto de vista numérico. No lo vi nunca atentar ni conspirar en contra del Presidente que él había contribuido a elegir. Y yo -perdóneseme el "yo"-, fui Ministro durante tres años, e invoco el testimonio de los Senadores radicales. Fui también testigo de la resistencia que tuvo el segundo Presidente radical, señor Juan Antonio Ríos, que fue elegido por la Alianza
Democrática, apoyado por un sector del Partido Liberal, el que tuvo más responsabilidad y comprendió que no podía apoyar con los conservadores, el otro sector mayoritario, al señor Carlos Ibáñez, en esa época líder de la Derecha. Pues bien, el señor Juan Antonio Ríos no pidió ni aceptó la colaboración del Partido Comunista, pero lo respetó, porque dentro del marco constitucional y legal tenía derecho a su vida propia.
No concibo que algún señor Senador pueda sostener con razones valederas y exactas, que haya habido alguna tentativa del Partido Comunista destinada a subvertir el orden público durante ese Gobierno e, inclusive, durante el Gobierno del señor González Videla. Digo esto, porque los comunistas no son políticos improvisados. Tienen un método para medir los fenómenos sociales. Saben lo que es la ubicación geográfica y económica. Se dan cuenta de qué somos nosotros, dónde estamos situados, y comprenden, sin que se los diga nadie, que habría de ser torpe, ingenuo y poco realista para pretender en Chile en esta época y en esta hora, que hubiera un gobierno comunista.
¿Creen los señores Senadores -y perdónenme, pues tengo el mayor respeto por la personalidad de Elías Lafertte- que podía durar en Chile un Gobierno formado por los señores Lafferte, Galo González, y Carlos Contreras, frente a la realidad que es este país, frente a lo que lo circunda y a la tremenda influencia de Estados Unidos, que, ojalá, no se hiciera sentir como en Guatemala, porque bastaría sólo con la presión económica para que cualquier Gobierno se derrumbara? Si mañana Chile, con legítimo derecho eligiera un gobernante comunista, tengo la certeza absoluta de que la presión internacional sería de tal magnitud que la voluntad soberana del país se vería doblegada. Los comunistas lo saben; son lo suficientemente fríos, en el sentido justo de la apreciación política, para comprender que existe esta limitación, esta realidad. Saben que hay una realidad social, económica, geográfica, en un país pequeño como el nuestro, sometido a la tremenda y violenta fuerza de la presión internacional, que se ejerce en lo económico y en lo político.
Estamos con los comunistas, pero ¿hemos hipotecado nuestra independencia?
¿Estamos nosotros obligados a suscribir lo que hace el Partido Comunista de la Unión Soviética? ¿Estamos obligados a rendir tributo y homenaje a las opiniones del señor Khruschev? No, señores Senadores.
En estos bancos -y también en los del Partido Socialista Popular- muchas veces y antes que ustedes -y quizás con más derecho, porque la lucha ha sido mucho más fuerte en las bases-hemos discrepado con el Partido Comunista. He discrepado con ellos siendo Senador, aquí mismo, en estos asientos, cuando pertenecía al Senado el venerable anciano, Presidente del Partido Comunista de Chile, cuya pobreza custodia su honradez, Elías Laffertte. Y digo esto, porque nada me impide reconocer su calidad moral e intelectual, como su limpia trayectoria al servicio de sus ideales y, al mismo tiempo, criticar algunos aspectos de la orientación política de su partido.
Porque he creído sinceramente que los comunistas chilenos acatan los compromisos contraídos con nosotros -y lo he probado a lo largo de algunos años que tengo de contacto con ellos-, sigo lealmente trabajando sobre la base de esos compromisos neta y claramente establecidos. Jamás nosotros aceptaríamos la presencia del Partido Comunista si ello significara, de parte nuestra, hipotecar nuestro derecho a criticar, a analizar, a desmenuzar la política internacional de la Unión Soviética. Si los comunistas chilenos están de acuerdo con algunos puntos de esa política, o no lo están, es problema de ellos; pero nunca ese problema se ha proyectado en nuestras relaciones y jamás han puesto como condición para mantener ese entendimiento el que nosotros opinemos de esta y otra manera en el aspecto internacional o nacional.
Y pruebas al canto: pocos discursos más duros; cuyo contenido integral no comparto, pero cuya posición es de lealtad a sus propias convicciones, que el pronunciado en este recinto por el Honorable Senador señor Ampuero, como complemento del que hice para fijar nuestro pensamiento frente a los acontecimientos en Hungría y en Suez. Sin embargo, estamos en el FRAP, porque ni los socialistas populares, ni los democráticos, ni el Partido del Trabajo, ni los comunistas, ni nosotros, hemos hipotecado nuestra independencia, ni hemos claudicado de nuestros principios, ni hemos hecho tabla rasa de nuestras convicciones.
Honorables Senadores liberales, mi partido está con el Partido Comunista, porque siempre sostendrá que las ideas, los principios y las doctrinas no se arrancan del corazón de los hombres y de las multitudes, ni con leyes represivas, ni con la cárcel, ni con el destierro, ni con la persecución. Reclamamos para los comunistas el mismo derecho a la vida cívica que para ustedes y para nosotros. Si dentro de este respeto ellos son capaces, por su ejecutoria, por su esfuerzo y su trabajo, de ser más grandes que nosotros, la responsabilidad es nuestra. Hay muchos países de Europa en donde el comunismo tiene vida legal y, sin embargo, los socialistas son mayoría, y los partidos de ideas liberales también tienen una representación considerable. En igual forma, nosotros queremos que en nuestro país haya respeto para todas las convicciones.

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