por Eva Perón
La historia de peronismo, como todo episodio histórico, tiene sus actores, tiene sus causas y tiene su escenario. Una vez conocidos estos tres capítulos, recién podemos estudiar el desarrollo de los acontecimientos y de sus efectos en la historia. Cuando yo acepté dictar este curso en esta Escuela, creí inicialmente que sólo iba a tener que relatar los acontecimientos, cosa que no me traería ningún inconveniente dado que yo los he vivido y que también los he sufrido. ¿Qué dificultad podría tener en narrarles a ustedes todas las luchas del genera Perón, si yo, directa o indirectamente las he compartido siempre? Yo me dije: éste es mi gran tema. Pero cuando tuve que sentarme a esbozar el programa, advertí que eso no era todo y me di cuenta que no se trataba solamente de relatar los episodios de la historia del peronismo, sino de hacerla comprender, de hacerla sentir y de inculcarla, como dice el general Perón. En ese momento fue cuando comprendí que el problema no era tan simple, y menos para una mujer humilde cuyo único título es nada más que su gran voluntad y su gran amor por la causa del General y de su pueblo. Por eso me han visto ustedes andar por caminos que si no son desconocidos para mí –ya he dicho en otra oportunidad que siempre me ha gustado el tema de la historia, porque he estado buscando en él una medida que no encuentro para el general Perón y nuestro pueblo-, son caminos menos conocidos o poco frecuentados para mí. En estos años de lucha no he podido alcanzar todavía a medir la importancia que tiene nuestro pueblo, nuestro movimiento y su líder en relación con los grandes acontecimientos de la historia.
No he leído la historia para explicarla, ni para dar clases o divertirme, sino para aprender en ella a querer y a sentir todavía más esta breve pero extraordinaria historia de Perón y de su pueblo. Lo que he podido aprender a través de los acontecimientos generales de la historia, es lo que he querido que también ustedes aprendan aquí. En otras palabras, no me interesa que ustedes sepan quién fue Licurgo, ni en qué año nació; me basta con que aprendan que lo mejor de él –y de todos los hombres extraordinarios de la historia-, está en la doctrina del general Perón y ha sido realizado en la breve historia del peronismo.
No me interesa tampoco que ustedes sepan mucho sobre la Revolución Francesa, o sobre las luchas entre plebeyos y patricios, o entre espartanos e ilotas; pero si me interesa que sepan que ningún movimiento de masas o de pueblos es comparable con el que realizó nuestro pueblo el 17 de Octubre de 1945.
Para eso hemos estudiado la historia universal, buscando precedentes y precursores de la historia del peronismo. Analicen un poco lo que hemos hecho hasta aquí. ¿Nos hemos limitado a describir los acontecimientos históricos? ¿Nos hemos puesto a relatar siempre vidas de grandes hombres? No; en realidad, yo he presentado a los autores del movimiento peronista, únicos y exclusivos; el general Perón y el pueblo. Ya saben también cual es la medida de nuestro pueblo, porque lo hemos comparado con otros pueblos y, sobre todo, con sus grandes manifestaciones de rebelión, con la Revolución Francesa y con la revolución rusa.
Ahora tenemos que estudiar las causas y, luego, el escenario del peronismo, para recién después hacer el relato de sus episodios fundamentales. Creo que ha llegado el momento de considerar cuáles fueron las causas del peronismo. Recuerdo que en el capítulo, por ejemplo, de la historia de la Revolución Francesa, son más las páginas que se dedican al estudio de sus causas que a los acontecimientos de la misma revolución. Todavía hay mucha gente que se dedica a escribir libros que explican por qué se produjeron la Revolución Francesa, la revolución rusa y la revolución americana. No quisiera que eso sucediera con nuestro movimiento peronista. Preferiría que se escriba más sobre lo que hemos hecho que sobre los motivos o las causas de lo que hemos realizado. Sin embargo, no puedo eludir, en ese curso, el tema mismo, y tengo que dedicar una o dos clases al estudio de las causas del peronismo.
Me he puesto a pensar, como podría hacerlo cualquiera de ustedes, sobre este tema, y creo que no es muy complicado llegar a conocer rápidamente las causas que determinaron el nacimiento del peronismo. ¿Cuándo nació el peronismo?
No nació el 4 de Junio, pero tal vez pueda decirse que en esa fecha se levantó el telón sobre el escenario. No es el episodio mismo, porque tal vez lo único peronista del 4 de Junio fue Perón y su proclama. El pueblo todavía no está allí, como estará el 17 de Octubre y el 24 de Febrero o como está ahora todos los días acompañando al general Perón y a su movimiento. El 4 de Junio dio el primer paso el general Perón para llegar a su pueblo, y aunque el ejército que lo acompañaba es parte del pueblo, no es todo el pueblo.
Para demostrar que todavía no había nacido el peronismo, piensen ustedes que el gobierno de la Revolución del 4 de Junio no era totalmente popular, y si no recuerden en el nombre de algunos ministros de entonces, y eso basta. Recuerden que el mismo coronel Perón fue inicialmente colocado en un puesto exclusivamente militar. El peronismo no nació, para mí, el 4 de Junio de 1943, pero tampoco nació el 17 de Octubre, porque el 17 de Octubre de 1945, el peronismo triunfó por primera vez. Quiere decir que para esa fecha ya había nacido.
El peronismo, a mi juicio, nació al crearse la Secretaría de Trabajo y Previsión, nació cuando el primer obrero argentino le dio la mano al coronel Perón pensando: "me gusta este coronel". El pueblo empezó a presentir que ya no era una esperanza, sino una realidad. Quiere decir que el peronismo no nació sólo con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nació cuando el primer obrero argentino, al encontrarse con el general Perón, pensó que ya tenía quien le protegiera y que ya se encontraba ante la realidad. Cuando lo ponen a Perón en posesión del cargo de Secretario de Trabajo y Previsión, a él lo aplauden muchos dirigentes gremiales.
Creo que no nos equivocamos, entonces, si decimos que el peronismo empezó a nacer cuando Perón entró a la Secretaría de Trabajo y Previsión, o sea al viejo Departamento Nacional del Trabajo. Desde ese día los obreros, o sea el pueblo, empezaron a formar una sola fuerza con Perón. El peronismo es eso. Es una fuerza integrada por Perón.
Pero volvamos al tema: ¿cuáles fueron las causas del peronismo? ¿Por qué Perón y el pueblo argentino decidieron unirse para tomar el gobierno de la Nación?
Para liberarse del imperialismo y del fraude. Porque el pueblo estaba cansado de la gente que ocupaba el gobierno y había perdido la esperanza; estaba cansado del fraude y decidió formar con el coronel Perón una sola fuerza, para lograr sus justas reivindicaciones, pero también para liberarse de la oligarquía, del imperialismo y de los monopolios internacionales, sobre la base justicialista que después creara el general Perón.
¿Por qué el gobierno estaba en tales manos? ¿Qué puntos de contacto existían entre esas fuerzas tan poderosas- oligarquía, imperialismo y monopolios internacionales- que habían vencido o engañado al pueblo argentino durante un siglo?
Es que esas tres fuerzas eran nada más que tres formas distintas del capitalismo; por eso estaban tan unidas.
Eran tres formas distintas del capitalismo, en cuyo sistema lo normal es la explotación del pueblo. Por eso estaban tan unidas y por eso tenían puntos de
contacto tan poderoso.
El peronismo, que no puede confundirse con el capitalismo, con el que no tiene ningún punto de contacto. Eso es lo que vio Perón desde el primer momento.
Toda su lucha se puede reducir a esto: en el campo social, lucha contra la explotación capitalista. No se olviden ustedes el estado en que encontró el coronel Perón al pueblo trabajador cuando entró al Viejo Departamento Nacional del Trabajo, que para suerte de todos fue barrido de la historia del país, porque no había sido más que el trampolín de intereses mezquinos del capitalismo, ya sea internacional o nacional; creando la Secretaría de Trabajo y Previsión, cuna del justicialismo. No pueden olvidarse ustedes que desde esa Secretaría, al realizar el coronel Perón la dignificación del pueblo argentino, afianzó la soberanía de la patria. No puede haber pueblo soberano si el pueblo no es digno.
Además, al crear la justicia social, el coronel Perón tuvo después que buscar el soporte para mantenerla y lograr la independencia económica. La Secretaría de Trabajo y Previsión, creación maravillosa del coronel Perón, es la cuna del justicialismo en el país. No sólo dio desde esa casa felicidad al pueblo, siendo como un rayo de luz y esperanza para todos los hogares proletarios que habían perdido la fe en sus gobernantes, en sí mismos y en los altos valores de la patria.
No sólo les dio salarios, sino que los dignificó, y la dignificación del hombre por el hombre no tiene precio. Eso es lo grande de la lucha que tuvo el Coronel en el campo social y que tal vez los argentinos no terminarán nunca de agradecérsela. Y al decir los argentinos, me refiero a los argentinos de todos los campos, sean intelectuales u obreros.
En el campo político el general Perón luchó contra las fuerzas de la oligarquía, que no tenían ningún escrúpulo en servir al capitalismo, y aquí podríamos recordar un hecho bochornoso: los vendepatrias, por combatir a un argentino, se unieron a un embajador extranjero, haciendo la vergonzosa marcha de la democracia.
No sólo sirvieron a los intereses foráneos, del capitalismo, para ser instrumento de la explotación de los obreros argentinos, sino también que, en sus mezquinos y bastardos intereses, sirvieron a potencias extranjeras y pidieron su ayuda y su intervención para desterrar de esta patria al más ilustre de los argentinos, que venía a reivindicarla política, social y económicamente, y a implantar una verdadera soberanía; no esa soberanía tanto tiempo declamada y no practicada, sino una soberanía practicada con un sentido patriótico, por un hombre que empezó a hablar, a querer y a actuar como argentino.
Por eso, el general Perón tuvo que luchar contra esa oligarquía que sirvió al capitalismo sin escrúpulos, y también contra las fuerzas internacionales del capitalismo, que querían seguir dominando el gobierno, como lo habían dominado durante un siglo, para explotar mejor al pueblo argentino. No querían resignarse a perder el beneficio de esa explotación de nuestro pueblo, para que éste continuara sirviendo sumisamente sus intereses, mientras ellos despreciaban a los argentinos y los subestimaban, porque jamás los creyeron buenos obreros ni capaces de dirigir nada; sólo los consideraban burros de carga, sin darse cuenta de que el pueblo argentino, dispuesto a engrandecer a la Patria, tiene una estatura que es imposible medir, porque es un pueblo que sabrá morir en las fronteras antes que vivir jamás de rodillas ante nadie.
Por eso, la lucha del entonces coronel Perón en el campo político fue ardua, desgraciadamente, y no quisiera detenerme en esto. Digo desgraciadamente, porque es una desgracia para nosotros que haya habido –y existan todavía- argentinos que sirvan a los imperialismos y a intereses foráneos, contra los supremos intereses de la Nación; es una desgracia que todavía haya argentinos – como los hubo- que se unieron ante las potencias que ya conocemos, porque se sentían más dignos, más "niños bien", o porque no querían seguir perdiendo las cuatro monedas con las les compraban sus conciencias.
Los peronistas y el pueblo humilde de la Patria, el pueblo trabajador y todos los que acompañamos al coronel Perón, podemos sentirnos orgullosos de nuestro egregio apellido de argentinos, porque lo llevamos con honor y lo supimos defender, en las horas inciertas, con la dignidad de buenos argentinos.
Para nosotros, los peronistas, era fácil defender nuestro digno apellido de argentinos, pero desgraciadamente en todas partes se cuecen habas y en todas partes hay traidores y vendepatrias. Nosotros vimos –y seguimos viendo anonadados- cómo es posible que ciertos individuos que se llaman argentinos, sigan siempre defendiendo lo foráneo, aun con mentiras y con intereses que ya no pueden ser ocultos a ningún argentino bien nacido.
Para nosotros fue fácil, pero imagínense ustedes ¡qué dolor habrá sentido el Coronel en su corazón de argentino, en su corazón de patriota, viendo a aquel grupo de destacados, a quienes Dios no había iluminado, para comprender que en esta Argentina de San Martín nos tocaba vivir una época sencilla, humilde, silenciosa pero heroica, en defensa de la patria, recurriendo sólo a nuestra dignidad de sentirnos orgullosos y honrados con nuestro querido patrimonio que es necesario defender en un momento caótico para la humanidad. ¡Qué horas inciertas habrá tenido el coronel Perón en esa lucha política ardua, ante la incomprensión de muchos argentinos, porque a él no le habría interesado el ataque del exterior –al contrario, lo hubiera alentado en sus sueños de patriota-, pero le dolía el ataque de los argentinos aliados a la fuerza foránea, de los que cruzaban el río para despotricar contra el país, de los que se aliaron a embajadores extranjeros, de los que defienden monopolios, como abogados, por cuatro monedas –porque los compran con chauchas-, de esos que ya conocemos, que creían que era de niños bien gustar de todo lo extrajerizante! ¡Qué dolor habrán causado al coronel Perón, pero también qué honda satisfacción habrá tenido al ver que un grupo de argentinos, y sobre todo el pueblo humilde de la patria, las fuerzas del trabajo, lo comprendían y lo seguían, lo que nos demuestra que Dios les había iluminado el alma, tal vez porque los humildes viven al aire libre, con el alma siempre abierta a las cosas extraordinarias! ¡Ellos vieron a Perón y lo siguieron son el entusiasmo y la fe con que solamente los seres superiores pueden comprender!
Siempre he dicho que el mayor enemigo del hombre de genio es el mediocre, aquellos enemigos de Perón son los mediocres. El mediocre es enemigo de toda cosa nueva y por lo tanto enemigo de toda revolución, y lo que había que hacer en el país era una revolución total, tanto en lo político, como en lo social, como en lo económico.
Además, ellos creían todo exagerado, porque eran incapaces de comprender nada de lo que se quería realizar. Es claro, ellos, incapaces de realizar nada que no sea para ellos, están en contra de aquel que quiere realizar algo para la comunidad, algo para servir a todos. Por eso hemos de seguir cuidándonos de tales enemigos que todavía están y siguen trabajando. No nos podemos confiar nosotros en el triunfo que nos ha dado Perón. Debemos seguir manteniendo la llama latente del coronel Perón y continuar nosotros iluminando los senderos de la patria con nuestra vida, con nuestro sacrificio, con nuestro reconocimiento diario al general Perón en esta cruzada patriótica que las futuras generaciones quizás comprendan más que nosotros mismos.
Y luego, además de luchar contra los malos argentinos, tenía que luchar contra los intereses que ya todos conocemos. En el campo económico, el coronel Perón tenía que luchar por la independencia económica y por la economía social. Por la independencia económica: y para eso producía una verdadera mutilación de los imperialismos dominantes, reconquistando los servicios públicos de la Nación, que eran los instrumentos con que nos dominaban. Por la economía social, poniendo el capital al servicio del pueblo, haciendo sentar por primera vez ante una mesa paritaria a patronos y obreros, para repartir equitativamente las ganancia de un capital que había explotado al pueblo y que jamás lo había recompensado con una justa retribución.
Ustedes, con alto criterio, sabrán comprender lo ardua y difícil que habrá sido la lucha del coronel Perón en estos cuatro aspectos que acabo de enunciar ligeramente.
La lucha ha sido ardua, pero venció. Venció como vencen los grandes, acompañado por el pueblo, por los hombres y mujeres de bien, por los humildes, a quienes, como ya dije, tal vez porque Dios no les dió riquezas materiales, les brindó la riqueza más grande a que podemos aspirar los hombres y mujeres de bien: la grandeza espiritual para comprender a los grandes y para comprender todo lo superior, viendo con los ojos del alma, que ven mucho más allá...
Ya ustedes habrán podido darse cuenta de eso y lo sabrán, sin necesidad de que lo expliquemos.
Perón no es anticapitalista, ni tampoco es anticomunista: Perón es justicilista.
Por eso es que los capitalistas y los comunistas se volvieron antiperonistas. Perón quiere hacer realidad su justicialismo; pero eso es combatido por los antipersonalistas del capitalismo, la oligarquía y los capitales extranjeros, y por los antiperonistas del comunismo, o sea, por los imperialismos de izquierda y de derecha. Perón está basado en su justicialismo, es decir, en la felicidad, la grandeza y la soberanía de la patria.
Sabemos, pues, que el peronismo es esencialmente distinto del capitalismo. Antes de 1943, el capitalismo no tenía más que un solo enemigo: el comunismo. El capitalismo no podía seguir dominando en el mundo y a la larga iba a ser vencido por el comunismo, porque a los pueblos no se los puede explotar indefinidamente.
Todo tiene su fin. Ante el peligro de ser vencido el capitalismo en manos del comunismo, y ante la desgracia que azotaba al mundo, de un capitalismo sin patria ni bandera y aun desnaturalizado, Perón decidió salvar a su pueblo de los dos males: el antiguo del capitalismo y el futuro del comunismo.
Por eso podemos decir que el comunismo es otra de las causas del peronismo, pues si no hubieran existido en el mundo el capitalismo y el comunismo, Perón tal vez no hubiese debido crear el justicialismo como doctrina del peronismo, y todos los países quizás hubieran vivido dentro de una grandeza espiritual, con soberanía, con independencia económica y con justicia social.
De allí que al estudiar las causas del peronismo, tengamos que analizar al capitalismo representado directamente por la oligarquía, los imperialistas y los monopolios internacionales, y al comunismo como causa indirecta, representado por los falsos dirigentes del pueblo que sólo quieren someterlo a una explotación tan inhumana como la del capitalismo.
Para comprender bien la historia del peronismo, hay que establecer bien claramente que no es el peronismo un simple movimiento político, y en este sentido es muy importante que ustedes piensen, cuando están al frente de las unidades básicas, que están representando a un movimiento de una causa superior y no a los viejos partidos de la política circunstancial, que sólo trabajaban sobre la mentira y el engaño. El Partido Peronista es un movimiento superior, y eso lo debemos grabar nosotros muy profundamente en nuestros corazones.
El peronismo ha cambiado todo el orden político, económico y social de la Nación.
Lo que antes había, no tiene nada que ver con lo que hay ahora. Esto es lo que debe entender claramente cada peronista. Lo que había antes de la reforma de Perón era un sistema capitalista de gobierno y de vida. Lo que hay ahora es un sistema distinto, que Perón llama justicialismo, pero que la historia indudablemente unirá siempre al nombre de Perón y le llamará, como le llaman los niños, los humildes y los trabajadores de la patria: peronismo.
La mayor parte de los peronistas están de acuerdo, y en eso coinciden todos los peronistas, con que el peronismo es una cosa completamente distinta del comunismo.
Pero de lo que todos no están convencidos es de que el peronismo también es absolutamente distinto del capitalismo. Esto es muy importante que lo aclaremos. El peronismo es completamente distinto del capitalismo, y no vamos a caer nunca en el error de creernos pequeños oligarcas, porque con la oligarquía nace el capitalismo.
Observen ustedes que yo no he dicho que el peronismo es anticomunista o anticapitalista. Ser "anti" es estar en posición de pelea o de lucha, y el peronismo quiere crear, trabajar, engrandecer a la patria sobre la felicidad de su pueblo.
Los que pelean son ellos; unos, porque sirven a intereses internos mezquinos y bastardos, cuando no a intereses también foráneos de imperialismos de derecha.
Nosotros no queremos destruir a nadie. El mundo está dividido en dos bandos y nosotros no queremos destruirlos a los dos, porque destruiríamos a la humanidad.
Nosotros queremos que los dos bandos se den cuenta de que ninguno de ellos tiene razón, y de que la razón es nuestra. Tenemos la solución que ellos no tienen, ¿para qué vamos a pelearnos? Ellos no tienen la solución, porque ninguno de los dos quiere dejar un poco de su egoísmo y de su ambición, y, además, porque a ninguno de los dos le interesa servir honrada y lealmente a sus pueblos y a la humanidad.
Nosotros no tenemos necesidad de pelear. Es como si estuviéramos viendo a dos hombres que se pelean por unas monedas, ¡aunque éstos se pelean por algo más! Nosotros sabiéndonos ricos (no lo seremos en dinero, pero somos ricos en felicidad, somos ricos por nuestra doctrina, por nuestra dignidad y porque tenemos la verdad; somos ricos porque hemos tenido la suerte de encontrar un conductor que nos entregue todas estas cosas, y la felicidad de que Dios nos haya iluminado para comprender a un hombre de los quilates del general Perón); sabiéndonos ricos, nos declarásemos enemigos de aquellos dos, para luego darles una parte de nuestras riquezas ¡sería una locura!
Lo que conviene aclarar bien es que el peronismo es totalmente distinto del capitalismo.
Nosotros queremos trabajar, queremos construir la felicidad de nuestro pueblo, y deseamos honradamente que todos los pueblos vivan en paz, que sean felices y que trabajen con la misma alegría con que trabajan hoy todos los argentinos, quienes, mientras el mundo se debate entre odios, dolores, persecuciones y muertes, saben que están construyendo cada día una Argentina más grande y más feliz de lo que la encontraron.
Los argentinos, en esta hora incierta de la humanidad, tenemos el privilegio de soñar en un futuro mejor; ese privilegio se lo debemos a Perón. ¿Quién en el mundo puede soñar? ¿Qué pueblo en el mundo, en este momento, puede soñar un futuro mejor? El mañana se les presenta incierto... Y aquí, los argentinos están pensando en su casita, en sus hijos, en que se van a comprar esto o aquello, en que van a ir a veranear. Es que el nuestro es un pueblo feliz. Eso sólo bastaría para que todo el bronce y el mármol del mundo no nos alcanzara a los argentinos para erigir el monumento que le debemos al general Perón.
Me he vuelto a salir del tema. Tratándose del General me entusiasmo tanto en mi extraordinario amor a su causa y a su persona, que me salgo del tema.
Hoy quiero ocuparme de probar que el peronismo es totalmente distinto del capitalismo, y perdonen que yo insista tanto en esto, porque es peligrosísimo que pueda renacer el espíritu oligarca entre nosotros; que se pueda engendrar en nosotros en pequeño y que después, en grande, renazca el capitalismo y degenerar este extraordinario movimiento que se ha amasado con el sacrificio y tal vez también –por qué no decirlo-, en la ofrenda diaria de la vida de un patriota como es el general Perón.
En las próximas clases veremos que el comunismo tampoco tiene nada que ver con el justicialismo. Para entender mejor en qué se diferencia el capitalismo del justicialismo tal vez sea conveniente conocer un poco la historia del capitalismo.
A mí no me corresponde hacer el análisis del capitalismo. Es materia de otros profesores. Tal vez ellos, con más elocuencia y eficacia que yo, lo harán, pero yo voy a abordar el tema aunque sea superficialmente, para referirme a algo que es causa de nuestro movimiento peronista, o sea el capitalismo.
El capitalismo aparece en el mundo alrededor del año 1700. Algunos lo hacen nacer después de la creación de la máquina y de la evolución industrial que la máquina produjo en el mundo. Ustedes saben que la primera máquina industrial –la de vapor-, fue lanzada al mundo prácticamente en 1705 y que mucho tiempo más tarde se construyó la primera máquina de hilar. ¿Por qué, sin embargo, decimos que en 1700 el mundo conoce lo que era el capitalismo? Porque el capitalismo significa que toda la riqueza está al servicio del individuo que la acumula, y el maquinismo, con su evolución, trajo aparejado el cercenamiento de la actividad individual y el aprovechamiento en mayor escala del capital.
El capitalismo existe cuando unos pocos individuos son los poseedores de al riqueza, y el capitalismo nace, a mi juicio, antes de 1705, en que se comienza la revolución industrial. Para demostrar que en 1700, o tal vez antes, ya había capitalismo, vamos a hablar un poco de Inglaterra, por ejemplo. En ese país unos pocos eran poseedores de la riqueza. En 1700 Inglaterra ya tenía las características de una sociedad capitalista, de una sociedad donde unos pocos ricos explotaban a muchos pobres.
¿Cómo se habrá llegado a esa situación, dirán ustedes? Por distintos caminos, en cada país se ha roto el equilibrio de la propiedad privada. La tierra dejó de ser propiedad de las corporaciones como propiedad común en las ciudades o aldeas, como sucedía en la Edad Media, pasando a ser propiedad de unos privilegiados, amigos o parientes de los reyes, comerciantes enriquecidos, etcétera.
El caso de Inglaterra es típico; allí la iglesia administraba un 30 ó 35% de las tierras laborales, por medio de comunidades y corporaciones. Cuando Enrique VIII expropió todos los bienes de la iglesia, tuvo la gran oportunidad de hacer una buena distribución de esa tierra, que no estaba en manos del pueblo ni bien distribuída. Pero no sólo no lo hizo así, sino que, poco a poco, fue entregando la tierra a unos pocos que incluso, ya poseían grandes extensiones; y las entregó gratuitamente o por sumas irrisorias. Así fue como el 50% de las tierras inglesas quedaron en manos de unos pocos poseedores, que dieron nacimiento a los lores, como se llamó desde entonces a los grandes terratenientes. Cuando apareció la industria, ¿quiénes podían comprar las máquinas a invertir capital en la construcción de fábricas, que necesitaban mucho dinero para su instalación?
Solamente los terratenientes. Así, la oligarquía de terratenientes pasó a ser una oligarquía indutrial.
Eso en Inglaterra. En otros países –y por otros procedimientos similares-, los pocos poseedores de la riqueza se hicieron industriales. Por esto digo que el capitalismo, en mi concepto, existía ya antes de la industria.
Desgraciadamente, a los pueblos se los explotó siempre por castas privilegiadas, ya sea de terratenientes, reales, de comerciantes, pero siempre se los explotó.
Un ejemplo típico de eso es el Wall Street, cuyos magnates tienen fácil acceso al gobierno y están en el gobierno mismo, no conformándose con dominarlo en su patria, sino que quieren dominar en el mundo.
Pero el problema no terminó allí. Las industrias nacionales fueron creciendo hasta un punto en que la producción debió empezar a exportarse, y hubo que asegurar mercados en el resto del mundo. Desde este momento, el poder económico del capitalismo presionó a los gobiernos para lanzarlos a la guerra imperialista o a la conquista pacífica del mundo. A los que tenían dignidad, debían dominarlos por la fuerza; a los que habían nacido para ser sirvientes, los tenían de rodillas y les resultaban más baratos. Donde los gobiernos no entregaban la riqueza nacional, promovían las guerras. Méjico, Cuba, y los boers son un ejemplo. Inglaterra, en cincuenta años, llevó más de cuarenta guerras de conquista. Donde los gobiernos se entregaban como títeres, como he dicho, entraban a sus anchas, ya que ni siquiera tenían que gastar en sueldos administrativos.
¡Vean ustedes qué baratos!
Vean ustedes cómo va entroncándose en la historia el capitalismo también con nuestra historia. Eso lo conocemos bien nosotros, porque hasta hace muy pocos años hemos vivido en las garras de ellos, que todavía ahora no pueden resignarse a haber perdido el cetro de esto, que ellos decían que era una colonia mucho más barata que otras, porque nos administrábamos solos; ¡y tenían razón!
En la República Argentina, el capitalismo entró solapadamente. No tuvo necesidad de hacer la guerra, aunque lo intentó en 1806 y 1807. En el orden internacional, el capitalismo se parece al capitalismo en el orden interno de la sociedad.
En la sociedad capitalista, hay hombres poseedores de la riqueza, o capitalistas, que ponen el dinero, y hombres desposeídos, que ponen el trabajo. Lo mismo ocurre en el orden internacional, donde hay países supercapitalistas que ponen el capital y países sometidos que ponen el trabajo.
Nuestro país nació en un mal momento desde este punto de vista. Nació en el momento de la plena juventud del capitalismo y del supercapitalismo. El supercapitalismo, bajo el pretexto de hacernos progresar, empezó a dominarnos de 1850 en adelante. Esperó a que estuviéramos en paz, porque el capital jamás se arriesga en países intranquilos. Primero nos dejaron pelear hasta que logramos nuestra independencia, y cuando estábamos completamente tranquilos entraron. Cuando llegaron a la República Argentina, se encontraron con que el gobierno estaba en manos de la oligarquía, cuyo origen es en parte oligarca de sangre, antiguas familias patricias, etc., y en parte de dinero, algunos terratenientes.
Por eso nosotros debemos cuidarnos de la baja política de círculos y sólo preocuparnos de la alta política de los intereses de la Nación y del pueblo. Por el mezquino interés de llegar, en una ambición desmedida, se hacían aliados hasta
del diablo en contra de los intereses del pueblo y de la Nación. Para ésos no habría castigo suficiente porque traicionan a lo más sagrado: la Patria.
Eran hombres que no tenía corazón; sólo querían estar en el gobierno y pasarla bien. Políticos ambiciosos, mediocres y baratos que quieren todavía llegar al poder sin importárseles cómo ni haciendo qué. Si pueden llegar engabando con piel de cordero mejor, y si llegan empujando también, porque no les interesa cómo. Solamente les interesa no tener líos, y ellos arreglarían cualquier lío internacional con tal de pasarla bien; es decir, engañando al pueblo volverían a
entregar la Nación.
Pero nosotros, los peronistas, estamos ya muy bien acostumbrados, gracias a Perón, y muy alertas; y a cualquier gobernante que quisiera obrar de esa manera, que fuera un mal peronista o un opositor, lo arrojaríamos del país de la fuerza.
Porque hay algo que no ha enseñado el General: amar a la patria y ver cuáles son los enemigos de ella. Hay algo que nos ha enseñado el General: amar a nuestro pueblo y saber cuáles son sus enemigos. Sobre todo, el General nos ha enseñado a ver cuáles pueden ser los males, y nos ha dado la solución para la felicidad de nuestro pueblo. Lo que no aceptará jamás el pueblo peronista es que alguien pueda hacer alianza con los enemigos de la Nación, ni siquiera disimuladamente, porque lo advertiríamos con los ojos del alma y con la intuición que el pueblo tiene. Y tampoco nadie podrá ya volver atrás la conquista social de que disfruta el pueblo argentino, gracias a Perón y por Perón.
Para defender la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, ya no necesitamos venir a esta escuela Peronista; eso nos lo enseñó Perón el día que apareció en la Patria; eso nos lo enseña Perón todos los días con su ejemplo, con su vida espartana y de patriótico sacrificio, que nos enorgullece a todos. Esas tres cosas nos las enseñará siempre el recuerdo ilustre del general Perón, y las futuras generaciones de argentinos, al elevar su memoria hacia Perón, sabrán que tienen que cumplir aquellos tres objetivos, haciendo cada día más feliz a la Patria, engrandeciéndola económica y políticamente, y velando por su soberanía, jamás desmentida, pues la hemos sentido siempre anidada en nuestro corazón, aunque el general Perón fue quien nos hizo poner de pie a todos los argentinos para defenderla.
Dice uno de los alumnos algo muy simple y muy sabio: Para no equivocarnos, hay que amarlo siempre a Perón. Sí, porque amando siempre a Perón el pensamiento no se detiene más que en acciones nobles, la vista no se fija más que en cosas buenas y grandes, y siguiendo su figura no se pueden realizar sino grandezas para la patria y para el pueblo.
Yo pienso, compañeros y compañeras, que las conquistas no se discuten: se defienden, como dijo el General. La justicia social, la independencia económica, la soberanía de la Patria, no deben discutirse; ha llegado el momento en que deben defenderse. ¿Cómo hay que defenderlas? Empezando por ofrecer la vida misma, si es necesario, pero no con palabras sino con la acción, siguiendo al general Perón.
Es necesario que nosotros, que tenemos el privilegio de llevar el estandarte peronista, que es justicia social, independencia económica y soberanía política; nosotros, que tenemos el privilegio de contar en nuestro partido con la figura señera del General, no podemos permitir que cuatro descastados o descastadas levanten la tribuna para difamarlo. Nosotros no podemos permitir que se toque al general Perón, porque él debe ser tan sagrado como la Patria y ha de ser tanto o más sagrado que nuestra vida. ¿De qué vale vivir la vida si no se es capaz de entregarla ante el altar de la Patria por una causa superior? Si en algún momento me pidiera el general Perón mi vida, yo se la entregaría feliz porque así habría hecho algo grande, sirviendo a la Patria y a un hombre de los quilates del general Perón. Por eso digo que, llegado el momento de la bastarda discusión callejera, no debemos aceptar jamás que se lo ataque al general Perón. Tenemos que juramentarnos en eso, y hay muchas maneras de hacer callar a los vendepatrias. Tenemos que hablar a todos los peronistas para que la obra de Perón y Perón sean inatacables. En cambio, podemos aceptar que se toque a algún funcionario, porque a lo mejor así se nos podrán abrir los horizontes y sugerírsenos ideas, pero las obras de Perón y Perón no pueden ser tocadas por quienes siguen vendiendo la Patria al diablo. Nosotros no vamos a permitir que cuatro argentinos nos amarguen el alma queriendo manchar lo que es inmaculado; la figura ya gloriosa del general Perón. Yo le voy a pedir permiso al Director de estos cursos para dictar una clase especial sobre este tema, porque debemos dar la seguridad al general Perón de que vamos a desterrar a los políticos de círculos, y si no podemos hacerlo, tenemos que ir poco a poco silenciándolos y olvidándolos, que es una manera de enterrarlos, ¡de primera, pero enterrarlos!
Por eso yo, tal vez especulando un poco, no ambiciono ni quiero tener ningún título dentro de nuestro movimiento, porque no pasarán a la historia los que tengan cargos, ya que Perón es único; pasarán a la historia los humildes que acompañaron a Perón, porque a la historia no pasarán más que Perón y el pueblo.
¡Por eso, no pudiendo ser Perón, yo quiero ser pueblo! Los políticos, los que acompañan al General en los grandes cargos –que me perdonen, yo los quiero mucho, como todos ven-, no pasarán a la historia; forman un partido político.
De nuestro movimiento no surgirá nada más que el pueblo y Perón. Yo quiero tener el honor de compartir esa gloria dentro del pueblo.
En eso, el general Perón debe tener la esperanza –porque no podemos decir, desgraciadamente, que le podamos dar ya la satisfacción de haberlo logrado totalmente- de que todos los peronistas de buena voluntad vamos a proceder así y a formar en nuestro corazón de peronistas auténticos la férrea voluntad de apartar de nuestro lado a todo aquel que haga "trenzas", que se sienta más importante de lo que es, para cumplir todos con el ya histórico lema del general Perón: "Uno para todos y todos para uno".
Vuelvo nuevamente al tema. A los otros, a los que no se encontraban del lado de la oligarquía –como Sarmiento- lo entusiasmaron con el progreso técnico.
Ya pueden ustedes ver claramente cómo el capitalismo conquistó al país y entender por qué cualquiera que quisiese gobernar libremente a la Nación debía romper el poder capitalista. Eso es lo que hizo Perón en sus tres forma:capitalismo interno, supercapitalismo y oligarquía que los servía en el gobierno del país. Son tres sistemas muy poderosos, con los que tuvo que luchar el general
Tenemos, entonces: un supracapitalismo que sacaba la riqueza argentina hacia el extranjero, un capitalismo interno que explotaba a los trabajadores directamente y una oligarquía que respetaba y ayudaba la acción de los capitalistas en nombre de la libertad. Pero una era la libertad de los ricos patrones y otra la libertad de los obreros: la de los patrones, la de enriquecerse, y la de los obreros, la de morirse de hambre. ¡Creo que hay una pequeña diferencia!
El capitalismo aseguró bien sus planes, pero no contó, tal vez, conque el hombre no podía ser explotado siempre. Un buen día se agruparon los obreros en sindicatos, y aunque fueron perseguidos, no fueron destruídos. El hambre y el dolor de sus hijos los unió para siempre. Poco a poco la reacción fue creciendo y empezó a hablarse en el mundo de la doctrina comunista. El capitalismo, sin embargo, se encerró en sus posiciones, porque es egoísta, frío y calculador, y de tan calculador el diablo perdió. En este momento lo estamos viendo claro en el mundo. Perón ha dicho muchas veces: por querer salvarlo todo, van a perder hasta la cabeza. Pero no quieren saber nada.
Ante el peligro comunista, y antes que el pueblo lo aceptase como solución desesperada, Perón tomó en sus manos la tarea inmensa de hacer en la Argentina una cosa nueva, porque Perón es de los hombres a quienes les gusta andar por los caminos nuevos, a diferencia de otros a quienes les gusta siempre caminar sobre las cosas hechas. El grupo grande se conforma con un éxito, mientras que el grupo pequeño no se conforma sino con la gloria.
Perón respira y aspira el aire del siglo que ha de cantar sus glorias y vive casi en la eternidad. De esos hombres es el general Perón. El empezó a hablar de substituir la lucha por la cooperación y los obreros lo siguen. Son más generosos y pueden comprender más porque no tienen el alma cerrada por la avaricia, mientras los capitalistas lo niegan y lo acusan de demagogo. Perón, entonces, crea en e país el gran instrumento que da la solución: la justicia social. La justicia social empieza a destruir al capitalismo. El capitalismo sólo tiene por finalidad aumentar el capital: dinero, dinero y más dinero. La justicia social exige que ese dinero sea distribuido, como decía el entonces Coronel, equitativamente; que gane el capital, pero que el capital sea útil al hombre, al obrero y a la familia.
Podrá haber fábricas e industrias, pero no explotación de los trabajadores. Es decir, nosotros no estamos contra el capital constructivo, nacional, siempre que éste también sea humanizado. El justicialismo es tan distinto del capitalismo, que tal vez yo no lo sepa explicar en términos técnicos; tal vez lo haría mejor, en ese sentido, el doctor Gómez Morales. Pero ésa es una verdad tan grande, que los que ahora atacan a Perón no son los anticapitalistas sino los mismos capitalistas.
Ellos van a tener un despertar muy violento. Nosotros, felizmente, gracias a Perón, ya hemos despertado, y estamos de pie junto al pueblo. Cuando pase esta hora de incertidumbre, el mundo entero verá que Perón tenía razón; haremos que se salve del comunismo, salvándolo a la vez de capitalismo. Ya hoy los obreros del mundo ven en el general Perón una luz, y nosotros, los argentinos y los humildes, ya hemos abrazado al General para hoy, para mañana y para siempre.
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