lunes, 11 de abril de 2011

CIPAYOS EN LAS INVASIONES INGLESAS


por José María Rosa

El plan de la invasión inglesa a Buenos Aires, coordinada con otra llevada a Venezuela, fue presentado por Francisco de Miranda al ministro inglés Pitt encomiando la existencia en Caracas y en Buenos Aires, de fuerte núcleos de partidarios de Inglaterra entre los residentes. Después de apoderarse del cabo de Buena Esperanza, el capitán de navío inglés Home Popham dispuso hacerlo con Buenos Aires: en la explicación de su conducta (sir Home Popham’s Trial Lord Melville’s evidence) hace mención de la memoria de Miranda, y de los informes de un marino norteamericano apellidado Wayne, espía británico en Buenos Aires, sobre la facilidad de la empresa por el apoyo de los habitantes.
No eran estos corresponsales de Miranda a través de Wayne ni tantos ni tan “nativos” como para asegurar el dominio británico: el cochabambino Manuel Aniceto Padilla, el porteño Saturnino Rodríguez Peña, otro porteño y alcalde de quintas llamado Francisco González, un portugués de apellido Lima, lanchero del río; el norteamericano White, comerciante y armador, cumplieron perfectamente su cometido, y los dos primeros – Padilla y Rodríguez Peña – recibirían una pensión del gobierno inglés en pago de sus servicios.
Estos fueron los agentes en Buenos Aires de S. M. británica; a lo menos quienes obraron a cara descubierta y arrastraron las consecuencias. Pero el número de “cipayos” (nativos de mentalidad inglesa) debió ser considerable en la clase elevada de Buenos Aires: al día siguiente de llegar Beresford a la Fortaleza empezarán a acudir las corporaciones – el obispo a la cabeza – para jurar al rey Jorge y prestarle su concurso. Y las familias patricias (no toda, y tal vez solamente las “recientes patricias”) emularon para, agasajar a los hijos de Albión.
El pueblo, como siempre ocurre en nuestra historia, quedó hosco y opuesto a los invasores.

Capítulo segundo de El Revisionismo Responde

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