lunes, 28 de febrero de 2011

CONCIENCIA HISTÓRICA Y LIBERACIÓN NACIONAL

por Juan José Hernández Arregui

CAPÍTULO VI

En la Argentina del presente, el nacionalismo de derecha se ve compulsado a reconocer la presencia de las masas como actoras de la historia, y el comunismo el hecho de que las masas, antes que nada, encuadran su lucha en un marco nacional, aunque el destino del proletariado sea internacional. El resultado es el creciente ahondamiento de los problemas y el nacimiento de una izquierda nacional, cuya crítica anuncia la superación teórica tanto del internacionalismo de las izquierdas colonizadas mentalmente, como el conservatismo no menos colonial adverso a las masas del nacionalismo tradicional.
Dado el endeudamiento de la economía internacional, la Argentina semicolonia altamente desarrollada es un eslabón frágil del imperialismo, y su lucha nacional amenaza el dominio mismo de los oligopolios mundiales sobre el resto de los países latinoamericanos.
La terrible presión sobre la Argentina posterior a Perón, la resistencia de su pueblo a la recolonización, es tanto síntoma de la crisis del imperialismo como del creciente malestar revolucionario de América Latina.
La lucha antiimperialista en la Argentina, tiene una fecha de origen: 1930. El pueblo argentino sabe hoy, a diferencia de entonces, cuáles son las causas del drama nacional, ubica las potencias que han convertido a la Argentina en una patria avasallada que resiste con bombas y huelgas la penetración extranjera.
La caída de Perón fue provocada por Inglaterra, no por EE.UU., que luego de años de ofensiva debió ceder ante un gobierno de contenido nacional. En el intervalo, Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial, recuperó su antigua condición de potencia exportadora de capitales de inversión y con ello la voluntad de reconquistar su influencia en la Argentina y participar en la explotación del petróleo luego del desastre en el Medio Oriente.
A Perón se lo puede y debe juzgar en sus graves errores. Pero antes que nada se lo debe ver como el portaestandarte de un momento histórico glorioso de la liberación nacional.
¿Cuáles son las fuerzas antinacionales en la Argentina? 1º) La oligarquía terrateniente que gravita sobre el poder por vías indirectas e inseguras, como supervivencia de la Argentina agropecuaria en la industrial. Hecho que se expresa, bajo la presión de los dos imperialismos, en el carácter proyanqui pero contradictorio de una política, derivada del mayor peso de los EE.UU. y de la decadencia británica como gran potencia mundial, de la presencia interna de una burguesía comercial dependiente del comercio de importación y exportación, vale decir, del imperialismo, particularmente norteamericano, y de un sector de la burguesía industrial que también entrelaza sus intereses a las compañías petroleras, etc., de nacionalidad extranjera. 2º) Amplios sectores de la clase medio en sus estratos superiores –profesionales, intelectuales, funcionarios de corporaciones extranjeras- adicionados en formas diversas al imperialismo y mentalmente disformados por el aparato educativo de la oligarquía, en particular por la Universidad. 3º) Los restos de los partidos tradicionales, parte de la masa estudiantil, etc.

LAS IZQUIERDAS

El movimiento de masas desatado por Perón ha desbarajustado a las izquierdas. El PS asiste a resquebrajamientos, especialmente por una tradicional política de claudicaciones, ocultada durante la oposición a Perón, pero ahora debido a la presencia del proletariado como clase organizada.
El PC merece mayor atención debido al avance del comunismo a nivel mundial. La incompetencia de sus cuadros, su burocratización y su alejamiento de las masas tornan incierta su función nacional.
Tres años después de la caída de Perón, el dirigente Rodolfo Ghioldi expresa el pensamiento de su partido mediante la apoteosis de la Unión Democrática y hablaba todavía del nazifascismo de Perón.
La consecuencia de este error ha sido el desprestigio del PC y su desconexión con el movimiento de masas. De este modo, lo que en su momento pudo ser una táctica útil a Rusia, que piensa en términos nacionales de gran potencia mundial, se ha convertido en una crisis histórica de la izquierda nada fácil de superar.
El mismo Ghioldi dijo en esa ocasión refiriéndose al movimiento de masas: “No es una revolución todo lo que sea movimiento popular en la calle”. Esa revolución puede medirse por los fusilamientos que ejecutó la clase reaccionaria en 1956. Pero el dirigente comunista no habla de las ejecuciones ni de los millares de presos que atestaron las cárceles del país después de la caída de Perón. También dirá que “no hay revolución sin movimiento revolucionario de masas”.
Y al mismo tiempo oculta al 17 de octubre de 1945 para hablar de su primera etapa, el 4 de junio de 1943. Sigue perorando en 1958 sobre la Unión Democrática, que se aprestaba a “resolver por sus propias fuerzas todos los problemas que afligen a la Nación”. Y como es habitual no entiende nada. Para las masas populares, el 17 de octubre fue una etapa histórica de su emancipación como clase, una transformación del Estado mismo, que de la represión militar exigida por las clases reaccionarias pasó a la pasividad policial dispuesta por el gobierno revolucionario.
“La libertad política –escribe Lenin- no librará inmediatamente a los obreros de la
miseria, pero les dará armas para la lucha contra ella. No existe ni puede existir otro medio de luchar contra la miseria que la unidad de los obreros mismos. No hay posibilidad de unión para millones de hombres mientras no haya libertad política”.
Un comunismo así, para el imperialismo, es más barato que los aliados. Estos son los objetivos del PC mismo. Victorio Codovilla sigue defendiendo en 1960 el Frente Popular de 1935. En 1953 creía en la filantropía y acusaba al gobierno de Perón “por embarcar a los países de América Latina contra el imperialismo yanqui”.
Son tan bruscos los virajes y contradicciones de los comunistas, que hasta el afiliado más testarudo, debe pensar que ha contraído matrimonio con una descuartizada.
Se opusieron a las nacionalizaciones pero ahora aducen que esas empresas nacionalizadas “son palancas que si estuvieran en manos de un gobierno verdaderamente democrático y popular servirían para impulsar el desarrollo de la economía nacional y liberarla de la explotación imperialista”.

EL CAMIO IDEOLÓGICO DE LA IZQUIERDA

En este desposeimiento de la mentalidad de la izquierda ha punzado con éxito el control y propaganda de las ideologías mundiales. Sería grave error creer que esa mentalidad es inmodificable.
La revisión de la historia cumplida por otros grupos, el desarrollo de una izquierda nacional que concilia el marxismo con la realidad del país, y sobre todo, la trágica experiencia del retorno del liberalismo económico, inquietan a muchos espíritus que dudan de las antiguas valoraciones de izquierda a través de las cuales pervirtieron su visión de lo nacional.

ERNESTO SÁBATO

El caso de Sábato es también un síntoma del cambio que se opera en determinados sectores de la intelectualidad liberal. este escritor ha sido y sigue siendo adverso a Perón, pero ha planteado la cuestión argentina en los términos de lo nacional y lo antinacional, sobre todo, con referencia al problema de la intelectualidad y el pueblo. Y lo ha hecho como confesión y acusación.
En esta elección ha cuestionado a los próceres de la oligarquía. Ha ubicado a Sarmiento en su lugar, y distinguido el carácter literario valioso de su obra de su intención histórica apócrifa.
Lo ha hecho no como literato puro sino como escritor solidario con su pueblo. Y así, este enemigo de Perón, ha dicho: “Perón politizó profundamente la vida del país y de una manera u otra hizo recurrir a la política a los sectores más diversos de la Nación”. Estas cosas no se las perdonan ni la inteligencia liberal, ni la izquierda. Pues Sábato, enjuició también a esa izquierda sin conciencia nacional que invalidó a la propia generación de Sábato al segregarla del país.
Con compresión del problema dijo: “Se oye decir en este país, sobre todo en los llamados sectores democráticos que es malo que exista un conductor”. Y analizando este argumento expresó:
“El propio Marx ha dicho que la historia se hace en condiciones determinadas o predeterminadas ajenas a la voluntad de los seres humanos, pero la historia la hacen los hombres y naturalmente los grandes hombres. No alcanzo a comprender cómo Churchill, por el solo hecho de ser inglés, haya de ser un líder aceptable y no han de serlo otros que no gozan de tan privilegiada nacionalidad”. Por eso Sábato, a diferencia de la izquierda cipaya, aunque tarde, ha comprendido las causas del triunfo de Perón: “....las banderas nacionales habían sido abandonadas por nuestra élite, y en cambio habían sido empuñadas por las masas que tan a menudo han sido calificadas de chusma iletrada, y hasta lo que es cruelmente paradojal, por los líderes de la llamada izquierda”.
Sábato incluyéndose en ella ha condenado a esa intelectualidad distante del pueblo y de sus símbolos. “Y en 1945 volvimos a equivocarnos, nosotros, precisamente el sector más ilustrado del país. Dijimos “cabecitas negras”, hablamos de “chusma” y de “alpargatas”, olvidándonos que esos “cabecitas negras” habían construido el 90% de los ejércitos patriotas que habían llevado a cabo la liberación de América....¡Qué fácil despreciarlos era desde nuestras aulas!
Pero no hay todavía un auténtico monumento para aquellos soldados anónimos de la libertad americana, para aquellos descamisados de nuestro ejército republicano, mientras hay tantos monumentos y tantas calles para generales que no nienen el mérito de aquellos héroes anónimos”.

LA JUVENTUD UNIVERSITARIA

La crisis de la izquierda abarca a vastos sectores de la masa estudiantil. Por su composición de clase, la mayoría del estudiantado se plegó a la coalición reaccionaria que derrocó a Perón en 1955, que festejó el hecho como un triunfo de la libertad.
El idilio duró poco, y en 1957 se produjeron 92 conflictos, en 1959, 250, mientras 4.000 profesores y funcionarios eran separados sin juicio de la Universidad. Pero a la orientación del estudiantado argentino, ha seguido la toma de conciencia frete al problema nacional.
Es una actitud reaccionaria, no comprender este cambio operado en sus millares de estudiantes.
No sólo han variado, sino que hoy enjuician sus propias creencias. Hasta la Reforma Universitaria de 1918, es analizada desde otros ángulos y se empieza a entender, cómo sus principios, en realidad, fueron armas de la antinación.
Conviene por eso hacer algo de historia. En 1955 los estudiantes católicos no se declaraban reformistas “en cuanto a su ideología y principios”: “Caído el régimen de la dictadura y la corrupción, vemos con júbilo las posibilidades de libertad y democracia que se abren en el panorama nacional. Posibilidades que se tornan garantías si la revolución toma la responsabilidad de encauzar la vida nacional dentro de normas democráticas de libertad y justicia social”.
Este era el pensamiento de estudiantes católicos frente a una Universidad avasallada en su mayoría, por profesores católicos.
Este documento católico es similar a los que lanzaba la FUBA. La Liga de Estudiantes Humanista, en representación de siete facultades, adhería a FUA: “Al caducar las autoridades universitarias nombradas por el régimen anterior y efectuada la toma del gobierno de la Universidad y sus facultades por la FUBA, la Liga adhiere a sus declaraciones al respecto”.
Por la misma época –1956- la Federación Juvenil Universitaria de la Capital Federal denunciaba:
“La intervención de los EE.UU. en Nicaragua, el asesinato del patriota Sandino, los pactos militares que amenazan con la soberanía nacional”.
Ese año caían bajo los pelotones de fusilamiento, argentinos que resistían el retorno de la oligarquía.
Pero los estudiantes callaron.
Pronto la unidad estudiantil colapsaría. La Iglesia fue la primer sorprendida. La caída de Perón convirtió la vuelta de la oligarquía al poder –hecho deseado por la Iglesia- en la expulsión de profesores católicos y su substitución por la izquierda liberal. Y esta masa estudiantil utilizada como fuerza de choque contra Perón, se la convirtió en instrumento para fragmentar y debilitar al estudiantado.
En las tendencias, vistas las cosas a la distancia, se percibe la acción oculta de las fuerzas liberales o eclesiásticas que dirigieron el conflicto. En un manifiesto reformista se lee:
“No cabe duda que esta batalla heroica a favor de la Cultura y el Progreso ha enrolado a todo el estudiantado. Los estudiantes secundarios hemos levantado con orgullo y firmeza la tradición sarmentista y laicista, porque queremos estudiar más y mejor, sobre bases racionales y científicas, y salimos a la calle a defender ese legado. Sabemos a ciencia cierta que no estamos solos. Nos acompañan y nos acompañarán aún más, nuestros profesores que nos enseñaron a defender con pasión el ideal de Echeverría, Moreno y Sarmiento”.
Documento en el que es visible la mano de la oligarquía tras el lenguaje de la reforma del 18 en su mistificación liberal posterior. Sin embargo la conciencia histórica del país unida al movimiento de masas, empieza a penetrar en el estudiantado. En otro comunicado reformista se lee:
“La amenaza fundamental la constituye el problema creado artificialmente por el P.E. con el que se intenta, quizás, ocultar problemas más graves al país. La prensa no nos ayuda. Intenta crear la impresión de que existe una división en el ambiente universitario”.
En un manifiesto de estudiantes de izquierda, se toca la cuestión en forma más categórica todavía:
“Entendiendo que la enseñanza, la difusión de la cultura, es uno de los medios que utilizan las clases explotadoras para mantener su dominio, su forma de vida y pensamiento, y para formar el equipo de técnicos intelectuales e ideólogos a su servicio, es que los estudiantes debemos oponernos con todas nuestras fuerzas a estos intentos”.
La reparación del problema no es casual, sino que forma parte del proceso general de la lucha entre las clases dominantes por la posesión de los instrumentos de dominio, en este caso la enseñanza. Si la oligarquía perdió el control del Estado, hoy en manos de la burguesía nacional industrial, no por ello se resigna a perder el control de las instituciones”.
La masa estudiantil, después de la experiencia de dos años de “libertad y democracia”, no sabe que hacer con los mitos vacíos y exige desorientada participación en la lucha nacional, de vuelta ya del frenético y estúpido delirio de 1955. En este período, el estudiantado empieza a comprender en qué consiste la esencia de esa “democracia”, la verdad sobre una “intelligentzia” mártir a la que ahora conoce en las cátedras. Simultáneamente, se nota el acercamiento al obrero y una defensa implícita del peronismo.
“Es así que la política gubernamental se caracteriza por un marcado contenido antinacional y antipopular, se persiste en el criterio de desnacionalización del gobierno de ipso (es decir de las empresas nacionalizadas, JJH. Arregui); se sigue con el criterio de romper el movimiento obrero, no se toma ninguna medida para solucionar el pavoroso problema del costo de vida, se entrega la política petrolera así como la política energética a los consorcios internacionales”.
En otro documento de la FUBA se dice:
“Es así que después de haber entregado al imperialismo nuestro patrimonio energético, parte de nuestro territorio, la base de Ezeiza, el Frigorífico Nacional, de defender los intereses de aquel que ante las Naciones Unidas, de intentar destruir y oprimir violentamente el movimiento obrero, de enajenar nuestras cultura, de aplicar el plan de austeridad del FMI; el gobierno para poder asegurar el cumplimiento de tales designios asegura la paz social a punta de tanques y bayonetas.
Otro líder de la Reforma de 1918, Alfredo Palacios, declaraba que la Universidad debe formar la conciencia nacional.
El estudiantado volvía a la realidad:
“A ocho meses de la asunción al poder de un gobierno elegido por los votos prestados de la clase obrera obligada a optar por aquellos que le dieron un respiro a su apaleada lucha sindical –se lee una declaración del plenario de la FUBA realizado en 1958- se evidencia que ese apoyo no disminuyó el hecho de que el movimiento obrero atraviesa épocas poco diferentes a las peores jornadas de la reacción oligárquica, revanchista y gorila”.
Ya los estudiantes no atacan al peronismo. Es la misma FUBA que en 1955 instrumento de la oligarquía y con protección policial, ocupó las Universidades, agravió a los trabajadores con su orgullo libresco y desplazó en su furia democrática, todo lo que en la Universidad representaba un pensamiento nacional. En una de sus declaraciones dice:
“Ante el problema del Frigorífico Nacional tenderemos a la realización de un frente común obrero estudiantil, para enfrentar a la patronal y al imperialismo en la lucha conjunta por la liberación nacional”.
¡La Unidad Obrera y popular ha de obligar a retroceder a las fuerzas de la reacción! ¡Los estudiantes no saldrán a la calle para combatir al Pueblo!”
Es un estudiantado, trabajado aún por el lenguaje de la vieja izquierda, pero que comienza a pensar en términos nacionales. En otro manifiesto de la FUBA de 1959 se lee:
La clase obrera, despreciada por los estudiantes, tanto reformistas como católicos en 1945 al grito de: ‘Libros sí, alpargatas no’, ya con anterioridad y hondo sentido nacional, habían accedido al requerimiento de los estudiantes con palabras que debería avergonzarlos:
“El plenario de la CGT consideró los suceso conocidos y resolvió exigir al ministro del interior la separación de sus cargos de los jefes que ordenaron abrir fuego contra los estudiantes”.
Así recibía la clase obrera al estudiantado que tres años antes había militado junto a la oligarquía y al imperialismo.

LA UNIVERSIDAD DE LA ENTREGA

El profesor Enrique Gaviola es un claro ejemplo de la mentalidad antinacional universitaria.
Este profesor acusó de farsante en tiempo s de perón, al sabio de fama mundial Ronal Richter.
Gaviola, al servicio de EE.UU. sostenía que la URSS no tenía interés en que las universidades colonianes se perfeccionasen, en tanto los EE.UU. propician el perfeccionamiento universitario, con el fin de la formación, en los países coloniales, de equipos universitarios gobernantes cuyo genio impedirá la revolución social”. Gaviola llama “tendencia neofascista” a las fuerzas nacionales antiimperialistas. Es la inteligencia del imperialismo que busca desde la cátedra apartar a los estudiantes de la lucha nacional.
En 1946 el profesor Gaviola se volcó contra la Univertsidad de la cual era profesor. Una Universidad que abrió las puertas a todos los argentinos sin distinciones sociales. En esos días, Gaviola defendía a la escuela primaria al servicio de las valoraciones conservadoras y liberales de la oligarquía. Por eso decía: “El ambiente de nuestras escuelas primarias es, a en lo que los niños alcanza, buena”. Y piensa que la corrupción se produce en la enseñanza media y universitaria.
Es partidario, entonces, del privilegio en los estudios: “Por suerte, una parte pequeña pero creciente de los alumnos se muestra inmune al contagio. La influencia de la cuna honrada domina a la de la educación. Pero esa parte es muy pequeña aún”. Tal es el pensamiento “democrático” de este cavernícola liberal. Para Gaviola, la meta es apartar al estudiantado de la acción.

LA IZQUIERDA NACIONAL

En la Argentina, como producto de la transformación del país y de la evolución y confrontación de las ideas ha crecido una tendencia que puede calificarse genéricamente como “izquierda nacional”.
Por Izquierda Nacional, en un país dependiente, debe entenderse en sentido lato, la teoría general aplicada a un caso nacional concreto, que analiza a la luz del marxismo, en tanto método de interpretación de la realidad, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada país.
Esta tendencia, en la Argentina, fue acusada falsamente por las derechas y las izquierdas colonizadas de trotskista.
La grave lucha interna se agudizó en Rusia, con posterioridad a la muerte de Lenin en 1923 dio origen a dos tendencias, cuyas cabezas visibles fueron José Stalin y León Trotsky. En ambos bandos militaron revolucionarios de la vieja guardia, calumniados los unos y los otros, lo cual terminó proyectándose al orden internacional. Entre 1936-1938 culminó la crisis con el aniquilamiento en Rusia de la corriente trotskista.
En la Argentina, el trotskismo, en sus orígenes, se expresó como discusión del problema ruso.
En 1939 se insinúa una posición más nacional y una crítica justa a las tácticas de los frentes populares.
El trotskismo, en sus minúsculos grupos, parece condenado a oscilar entre un violento extremismo, la absorción por el movimiento nacional de masas y el socialismo pequeñoburgués, pero al mismo tiempo, en el plano ideológico por su comprensión de la cuestión nacional y el nivel teórico de sus elementos individuales, cumple una tarea crítica de positivo valor ideológico.

EL REVISIONISMO DE IZQUIERDA

Entre los representantes de la izquierda nacional que surgen a la vida política cerca de 1945 debe citarse al más influyente: Jorge Abelardo Ramos. El pensamiento histórico-político de Ramos está expuesto en su obra más elaborada Revolución y Contrarrevolución en la Argentina.
En este libro, la historia de la oligarquía desenmascarada en su esencia ensangrentada por los valores de la Bolsa portuaria, afirmada en la barbarie política de la clase dominante y orientada por el interés extranjero.
El libro está vertebrado sobre una idea fundamental: sólo los personajes de nuestra historia que se han apoyado en las masas y en su voluntad histórica de ser, han representado tendencias sociales auténticas. La aplicación metodológica de esta tesis marxista da por resultado una reconstrucción henchida de vida, donde el pasado y presente de los argentinos se ensamblan con la orgánica continuidad de los hechos colectivos de la historia nacional. Tamos sigue y analiza desde las alturas de la Argentina actual y no desde las abstracciones secas de una historia oficial fraudulenta. Por eso, la clave de Ramos está en sus propias palabras: “La historia es prisionera de la política”.

EL METODO Y LA DOCUMENTACIÓN

Ramos no maneja documentación inédita, pero si es notable su interpretación. Presenta la sucesión de hechos y personajes que en las historias oficiales aparecen determinados por azares psicológicos, sujetos al matraz invisible de los vastos y lentos procesos de la economía internacional.
En este marco, los actores adquieren vida y se esclarecen a sí mismos en sus motivaciones de clase, al encajar dentro de los fenómenos colectivos, bases de toda explicación racional de la historia –para Ramos- es el conflicto entre el interior meditetrráneo empobrecido, el litoral ganadero indeciso entre el país y Buenos Aires, y en definitiva, en permanente compromiso con la aduana de la ciudad puerto. De estos antagonismos surge al primer plano político el triunfo de la oligarquía portuaria, unitaria primero, liberal después y finalmente apartida. Todo esto sobre el trasfondo de una voluntad desdibujada e inflexible: Inglaterra.

ROSAS, MITRE, ROCA

La figura de Rosas, pivote de nuestra historia, es enfocada en sus orígenes y consecuencias históricas. Tal visión, ajena al odio liberal y a la apologética católica, devuelve sus dimensiones a esta personalidad histórica
Las páginas más brillantes del trabajo apuntan a la destrucción de un trágico mito histórico:
Mitre. Una documentación que los historiadores marxistas han rehuido u oscurecido, le permite a Ramos presentar a Mitre como la figura antinacional por excelencia, negador del federalismo, campeón del separatismo y encarnación de la política impuesta por el imperialismo, con su resultado, la conformación colonial del país. Lo mismo puede decirse del enjuiciamiento de la guerra del Paraguay, conducida por Mitre al servicio del interés británico y en beneficio del Brasil.
La tesis algo estrepitosa del autor, está en su reivindicación del Gral. Julio A. Roca, en quien ve la personificación, con relación a un período histórico complejo y mal estudiado o deformado por los intereses del presente, del federalismo popular, que en diverso sentido encarnaron Rosas y los caudillos, opuestos al poder de Buenos Aires. Roca habría sido una especie de fórmula transaccional entre el país y la ciudad puerto obligada a conceder parte de su hegemonía ante el peso político y militar de las provincias. La tesis en sí misma no es falsa. Es exagerada.
Puede aceptarse dentro de la oligarquía nacional en formación, Roca representó su tendencia más argentina.
Nuestra crítica consiste en que a raíz de la política nacional de Roca, la oligarquía portuaria derrotada política y militarmente por Roca, en realidad heredó un país más vasto. La explotación oligarco-imperialista, a raíz de la unificación del país por Roca, se hizo posible en escala nacional, pero al mismo tiempo quedaron creadas las bases de la lucha por la liberación también en escala nacional. Roca, en última instancia fue absorbido por la oligarquía y nunca dejó de ser su representante.

INDUSTRIA LIVIANA – INDUTRIA PESADA

Una de las críticas al régimen de Perón formulada por Ramos consiste en señalar que la industria pesada fue postergada en beneficio de la liviana. Esta crítica pone como ejemplo, de primera intención convincente, a Lenin, quién enfiló todo el esfuerzo nacional ruso, después de 1917, hacia la consolidación de la industria nacional pesada, a pesar de los sacrificios cruentos pero necesarios, impuestos a la población en su conjunto, y particularmente al campesinado.
Tal crítica, es también aplicable a la Argentina. De lo que se olvida es que ya en Rusia, en la época de los zares, existía una gran industria pesada. La situación no es la misma en un país colonial, donde los gobiernos de orientación nacional se ven obligados a luchar con medios legales contra la antigua clase de los grandes propietarios territoriales.
En tales países, la posibilidad de la industria pesada tiene por causas, o bien necesidades militares, o bien el desarrollo desordenado de la industria liviana, y generalmente ambas causas se complementan.
Durante el gobierno de Perón ese desarrollo, en un breve plazo de tiempo, fue tan poderoso que creó la necesidad de la industria pesada en términos perentorios. Esto explica que Perón se viese obligado a solucionar el problema energético, particularmente, el del petróleo. A demás la industria pesada estuvo en las ideas de comienzos del régimen, y por ello se construyeron las gigantescas usinas de San Nicolás, diques, altos hornos, etc.
De todos modos, queda como un alto mérito de Ramos haber formulado una interpretación histórico-política de contenido nacional, de innegables consecuencias educativas y de poderoso soplo crítico y revolucionario.

PENSAMIENTO FINAL

El dilema es de hierro. O nación o factoría. Ante la conciencia histórica de los argentinos que se levanta el mandato de nuestras glorias nacionales enlutadas por voluntad de antipatria. Y es la conciencia nacional de los argentinos, fruto de un acaecer histórico doloroso pero no gratuito, la que les anuncia a las naciones opresoras de la tierra invirtiendo el temor de Darío –poeta inmortal de nuestra América- que los hispanoamericanos no hablaremos inglés.

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