viernes, 14 de febrero de 2014

Un socialismo “a la criolla”


por Jorge Abelardo Ramos

—¿Cómo ve usted un gobierno socialista en la Argentina? ¿Cuál sería el tipo de Estado vigente en ese caso, qué medidas adoptaría básicamente en los órdenes político, económico, cultural? Por lo demás, ¿es concebible el socialismo en el país?

—Nuestro país no podrá permanecer al margen del sentido profundo de la historia universal. Tampoco quiso atarse otrora a la decadencia española y luchó contra los godos hasta vencer. En las guerras de la Independencia, pretender el gobierno americano propio parecía a las potencias de la época algo tan monstruoso como hoy se les antoja a los reaccionarios la lucha por el establecimiento que tienda a echar las bases de la sociedad socialista.
Pienso que el socialismo en la Argentina, tal cual ha ocurrido en otros países, revelará las características argentinas y latinoamericanas, sus rasgos diferenciales, su tradición popular, nuestras costumbres y también nuestros defectos. Pero esto, naturalmente, no es una fatalidad. De nosotros depende que el gobierno y la sociedad se propongan desechar los errores y deformaciones burocráticas y policiales en que se degrado la Revolución Rusa, por ejemplo, lo mismo que otras revoluciones proletarias del siglo XX.
Creo que nuestro país necesita urgentemente reemplazar el viejo Estado oligárquico y semiburgués heredado, con su pesada e infecunda maquinaria administrativa Sin embargo, antes de proceder a ese reemplazo, resulta imprescindible adoptar medidas económicas revolucionarias, asignándole a esta palabra su verdadero significado pues en los últimos años hasta los reaccionarios usan la palabra “revolución”, por su resonancia prestigiosa, para ocultar sus propósitos contrarrevolucionarios.

—¿Cuáles serían esas medidas económicas?

—La primera de ellas, y que conceptúo fundamental, es la expropiación sin indemnización de todos los campos situados en la pampa húmeda, más allá de la extensión de 500 hectáreas. La nacionalización del suelo en las praderas más fértiles del mundo y su transformación en estancias ganaderas del Estado, dirigidas por agrónomos y veterinarios, tendría el propósito de generar un salto gigantesco en la productividad de la economía pecuaria, detenida en las cifras de 1910 por el parasitismo social de la clase estanciera. No persigue esta medida ningún fin de persecución política, sino multiplicar en pocos años nuestro poder proteico para pasar del inveterado y semisecular número de 40 ó 50 millones de cabezas de ganado hasta llegar a 150 ó 200 millones de vacunos. Nuestra fuente de capitalización reside allí, no sólo para alimentar al pueblo argentino, sino para aumentar sustancialmente nuestras exportaciones. La Argentina tiene un mercado como el de China, todo el medio Oriente, los países africanos liberados o en proceso de liberación, además de Europa. En todas partes tiende a crecer la demandad de alimentos y en particular de proteínas.
Un sistema de acuerdos bilaterales con esos países, para no hablar de la América latina hambrienta, con la que debemos establecer los lazos confederales más estrechos y profundos, nos permitirá quebrar toda dependencia de las potencias imperialistas.

—¿Cree usted que las nacionalizaciones en la Argentina han obtenido los beneficios que se esperaba de ellas?

—Los mismos teóricos, como Alsogaray, que declaman contra la política de nacionalizar las empresas de capital extranjero y repiten sin fatiga la tontería de que el Estado es mal administrador, afectan ignorar que en los países avanzados, como Francia, la industria más importante de ese país, la Régie Renault, es propiedad del Estado. Para los países dependientes o semicoloniales, la necesidad de investir al Estado de un gran poder se deriva justamente de su atraso, es decir, de la ausencia de un previo desarrollo capitalista de las fuerzas productivas. Para aumentar la productividad en el campo es preciso expropiar a los ganaderos, así como para aumentar la productividad en los frigoríficos extranjeros en quiebra es preciso nacionalizarlos y modernizarlos, pero sin pagar indemnización.

—¿Un gobierno socialista gobernaría mediante la dictadura?

—Mientras exista la sociedad de clases, existirá siempre, implícita o manifiesta, la dictadura de una clase social sobre las restantes. En los países ricos, explotadores de otros pueblos, como la Inglaterra victoriana, la dictadura de la burguesía y la nobleza sobre el pueblo inglés estaba disimulada y atenuada, hasta. ser en realidad una sociedad de apoyo mutuo por la explotación global de las colonias por parte del Imperio. En la Argentina, la dictadura de clase fue ejercida siempre por la oligarquía. En los momentos críticos era abierta, mediante el “fraude patriótico” del general Justo. Para mí, nuestro gob'erno obrero y popular emprenderá el camino hacia el socialismo con el apoyo activo y creador de la clase trabajadora y del pueblo y será en consecuencia el más genuino gobierno democrático que haya existido en el país. Pero mantendrá a raya a los sectores sobrevivientes de las clases parásitas, los hará trabajar y vigilará cuidadosamente sus posible actividades subversivas, ja disminución del control gubernamental del Estado socialista sobre sus enemigos internos indicará paulatinamente el triunfo de la. abundancia sobre la escasez y el avance del socialismo, que no es una fórmula milagrosa sino una ruta a seguir.

—¿El manejo de la economía será ejercida por funcionarios nombrados desde arriba, como en la Unión Soviética o Cuba?

—Prefiero no hablar de lo que se hace afuera. Creo que la mejor lección que podemos extraer de los procesos revolucionarios en otras partes del mundo es que la democracia proletaria y la gestión directa de los trabajadores y técnicos en la actividad económica no sólo son la única garantía posible para que los errores en esa esfera sean corregidos, sino también la garantía suprema del carácter democrático del régimen socialista. Estoy convencido que desde 1917, desde Lenin y Trotsky y bastante antes que Stalin estrangulase la revolución rusa, los marxistas padecíamos de lo que yo llamaría el “iluminismo tecnocrático” heredado del siglo XIX. El socialismo, según Marx, debía brotar en el momento en que las fuerzas productivas de la vieja sociedad altamente tecnificada hubiera agotado todas sus posibilidades. El proletariado heredaba así una sociedad civilizada y culta. En cambio, las revoluciones han surgido en el siglo XIX en las sociedades atrasadas y el gobierno socialista debe crear la tecnología que la burguesía nacional y la oligarquía han sido incapaces de desarrollar. En tales circunstancias, aparece el peligro de que los jóvenes revolucionarios se hagan burócratas y omniscientes y no sólo sustituyan a las clases arcaicas en el gobierno socialista y en la elegibilidad y revocapueblo en el gobierno político de la sociedad. Creo, en síntesis, en el papel decisivo del pueblo y la clase obrera en el control cotidiano del gobierno socialista y en la eligibilidad y revocabilidad de todos los dirigentes y funcionarios del nuevo Estado. Esto es más importante que la industria pesada y que las ilusiones de un socialismo faraónico. No creo en modo alguno que en un país atrasado elevado al régimen socialista la generación constructora deba dejar sus huesos en las minas, en las fábricas o en las prisiones para que dentro de cincuenta o cien años las generaciones siguientes disfruten del paraíso socialista. La democracia obrera y la gestión colectiva de los asuntos comunes, el derecho a la crítica y al pensamiento crítico son el más importante rasgo del socialismo y sin él los cohetes y las cifras no valen para nada.

—En una Argentina socialista, ¿qué papel desempeñarían las Fuerzas Armadas?

—Toda revolución, si es profunda, escinde a la sociedad y, naturalmente, a su, fuerzas armadas. Siempre ha sido así. Véase la historia de nuestras guerras civiles y los ejércitos federales de provincia enfrentados con las fuerzas porteñas, por ejemplo. Para nuestra revolución, una parte del ejército pasará a ¿a causa del pueblo que es la misma causa sanmartiniana y artiguista. Ahora vamos a expropiar las tierras a la oligarquía y a la gran burguesía. San Martin expropió cierta parte de la propiedad privada a los esclavistas, cuando libero negros para su ejército. Artigas expropió terratenientes de la Banda Oriental y Güemes parte de las riquezas de los godos salteños. Moreno se proponía expropiar a todos los terratenientes y comerciantes de Buenos Aires. ¿A qué convocar los temidos espectros rojos de Marx cuando tenemos tan lindos ejemplos en casa? Las actuales fuerzas armadas serán transformadas en ejércitos patriotas, para defender, en caso de ataque exterior, los intereses del pueblo latinoamericano, pues estarán vinculadas técnicamente a las fuerzas armadas revolucionarias de la. Patria Grande, como en los tiempos de Bolívar. Cuando no haya guerra, esas fuerzas armadas no permanecerán en el ocio, sino que trabajarán como especialistas calificados en la gran construcción de la economía socialista.

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