martes, 6 de diciembre de 2011

¿AZUL O CELESTE?


por José María Rosa

Es vieja la discusión sobre el exacto matiz del azul de nuestra bandera. Sucesivamente ha sido azul-celeste, azul-turquí, nuevamente azul-celeste y ahora predomina el celeste diluido. Tampoco es clara la prueba documental, pues azul, celeste y azul-celeste son usados como sinónimos por Belgrano, el Primer Triunvirato, la Asamblea del XIII y el Congreso de Tucumán. Ateniéndonos al pie de la letra, el Congreso sancionó la ley de banderas el 25 de enero de 1818 estableciendo que “los dos colores” blanco y azul en el modo y la forma hasta ahora acostumbrados”, formarían la insignia nacional.
El color azul, no el celeste, es el usado en heráldica; es el color del espectro solar, mientras el celeste es un sernicolor. El azul admite distintas gradaciones que van del azul oscuro o “azul del mar” también llamado turquí, al azul claro o “azul del cielo”, que no debe confundirse con el celeste diluido que, vuelvo a decir; no es un color sino un semicolor, un tono.
La bandera, creada en Rosario el 27 de febrero de 1812 por Belgrano inspirada en la escarapela azul-celeste del Triunvirato.
Debió ser del color que señala la heráldica. Ni azul-turquí, ni celeste claro: “azul-celeste”, que es el que conocemos generalmente por azul.
De ambos colores de nuestra bandera,, el principal o “jefe” es el blanco, situado en el centro del pabellón, y junto al asta en la bandera de los Andes de San Martín. El blanco o argentino simboliza en heráldica la “plata”, y era lógico que distinguiera a los “argentinos”. Cintas blancas, exclusivamente blancas como hoy se ha probado, distinguieron a los patriotas el 22 de mayo: algunos dicen que en señal de paz, pero creo que fue por su condición de nativos que usaron el color argentino. El azul llegaría después, lucido en la solapa junto al blanco por los integrantes del cuerpo de Patricios; como los de otros regimientos emplearon encarnado y blanco, o los tres colores y hasta un ramito de olivo en el sombrero. Algunos suponen que el azul-celeste de los patricios fue tomado de la Orden de Carlos III, otros, de la inmaculada Concepción. Presumo que ambos colores (el blanco y el azul) fueron sacados del escudo de la ciudad de Buenos Aires, cuyos colores eran precisamente blanco y azul.

Origen del celeste y blanco

La bandera blanca y azul, establecida definitivamente en 1818 en sus tres franjas horizontales, flameó desde entonces en el Fuerte de Buenos Aires, y combatió en la primera guerra contra Brasil.
Artigas había erigido en 1813 otra bandera de tres franjas horizontales azules y blanca, pero le añadió en diagonal un trozo punzó en señal de federalismo. Esta bandera fue adoptada, también por Entre Ríos y Corrientes. No obstante ser la triunfadora en la jornada de Cepeda el 1º de febrero de 1820, no desplazó a la blanca y azul; pero desde entonces el color punzó o colorado sería usado como escarapela o divisa partidaria por los federales, mientras los unitarios emplearon una divisa de color celeste: “celeste diluido”, no azul-celeste como la escarapela nacional.
Al preparar Lavalle en Martín García el ejército llamado “Libertador”, recibió como obsequio una bandera celeste y blanca, ‘ que usó en sus campañas y cayó en Famaillá en poder de sus vencedores. Era un distintivo partidario y no una bandera nacional, como lo dice Miguel Otero en sus Memorias: “ni siquiera enarbolaron (los libertadores) el pabellón nacional azul y blanco, sino el estandarte de la rebelión y la anarquía celeste y blanco para que fuese más ominosa su invasión en alianza con el enemigo” (ed. 1946, pág. 165).
Como el color de la bandera nacional se diluyera por la intemperie semejándose al celeste del enemigo, Rosas o sus partidarios, sin modificar la ley, empezaron después de 1840 a cargar las tintas del azul haciéndolo de color más subido hasta exagerar en azul-turquí o aún en un tono casi negro. Blanca y azul-turquí fue la bandera de la Vuelta de Obligado en 1845, que recibió en 1849 el homenaje de los cañones ingleses por el tratado Southern y en 1850 el desagravio triunfal de la escuadra francesa.
(Entre paréntesis: la bandera que flameó en el Fuerte durante la época de Rosas habrá exagerado el tono de su azul, pero no tuvo el aditamento de gorros frigios colorados como suponen algunos después de ver el pabellón de un barco mercante que existe en el Museo Histórico de Buenos Aires.)
Producida la caída de Rosas el tono de la bandera volvió al azul “del cielo”, aunque muchos regimientos variaban la gradación del color: más oscuro en los estandartes de la Confederación, más claros en los de Buenos Aires; pero siempre azul y no celeste.
Blancas y azules fueron las banderas argentinas en la guerra del Paraguay, como puede verse en los museos de Buenos Aires y Montevideo.
Fue Sarmiento el introductor del celeste unitario en vez del azul de la bandera nacional. En su Oración a la Bandera de 1870, después de denigrar a la “blanca y negra” de la Vuelta de Obligado caída gloriosamente en lucha contra fuerzas superiores, dice aquello que bien pudo ahorrarse: “la bandera blanca y celeste ¡Dios sea loado! no fue atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra”. A la bandera de Sarmiento, “los vencedores de la tierra” no la ataron jamás a su carro triunfal, porque se ató sola. Tampoco la reconocerían por vencedora con el saludo de 21 cañonazos sin contestación.
Mitre, no obstante no haberla usado durante su presidencia, se agregó entusiasmado a los partidarios del color celeste. En 1878 se publicaban las Memorias del general Espejo donde el viejo compañero de San Martín recordaba como fue originariamente azul el color de la bandera de los Andes conservada desteñida en Mendoza. Mitre lo atribuyó a una disminuida memoria del veterano y trajo en apoyo del celeste dos pruebas que creyeron decisivas: una nota de Belgrano comunicando al Triunvirato la erección de una bandera “blanca y celeste de los colores de la escarapela”, en febrero de 1812 junto al Paraná, y un óleo de San Martín confeccionado en Bruselas en 1828 en el cual el Libertador aparece envuelto en una bandera celeste y blanca. Objetó ambas pruebas Mariano Pelliza, pues Belgrano – decía – en su nota empleaba celeste como sinónimo de azul-celeste pues así era la escarapela sancionada por el Triunvirato; y azul-celeste no era el semicolor diluido de los unitarios que Sarmiento y Mitre pretendían imponer. En cuanto al óleo de San Martín, bien podía haberse perjudicado por el transcurso del tiempo o ser la fantasía de un artista. Finalmente sostuvo Pelliza que el término “azul”, empleado en definitiva, por el Congreso de 1818 y el Director Pueyredón, no admitía tergiversaciones. Su opinión pareció definitiva.
Desde entonces se ha usado indistintamente el azul y el celeste. En 1908, a pedido de la Comisión del Centenario y ante la anarquía existente se estableció el color azul de la ley 1818 para la confección de banderas. Sin embargo, siguió empleándose el celeste y alguno vez se lo tuvo – invocándose a Sarmiento y a Mitre más que a Belgrano y a Pueyrredón – por el color nacional.


Capitulo cuarto de El Revisionismo Responde

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