martes, 1 de noviembre de 2011

LA TERCERA POSICIÓN

A medida que Herrera afirmaba su antimperialismo, la susten¬tación del principio de no intervención, y la autodeterminación de los pueblos; delineaba claramente la tercera posición
"El mundo no esta ni política ni ideológicamente dividido en dos polos opuestos", dijo.
Pero, vayamos por partes.

AGRESIÓN DE PEARL HARBOUR

Todo tipo de agresiones y en todo tiempo han merecido la dura condena del Partido Nacional, abanderado de las causas justas. No otra reacción podía haber tenido antela agresión del Japón a Esta¬dos Unidos. A las veinticuatro horas de producida, la bancada nacionalista del Senado presentó la siguiente moción, después unánimemente aprobada: "El Senado de la República Oriental del Uruguay, invocando principios de Justicia Internacional y de humanidad, expresa al Senado norteamericano, que condena la agresión de que ha sido objeto Estados Unidos de Norte América".
El debate realizado el 9 de diciembre, adquirió por momentos características dramáticas, por cuanto englobó toda la política internacional del Uruguay y, fundamentalmente, las repercusión del atentado de Pearl Harbour.
El Dr. Luis Alberto de Herrera pronunció un trascendental discurso, del que extractamos los siguientes párrafos, definitorios de una clara conducta internacional, de presente y de futuro:
"Primeramente, declaro —en la notoriedad de nuestros sentimientos-.de-feombres_respfitposos del derecho hasta más allá— que detestamos el atentado: repudiamos el ataque a las indepen¬dencias. Si no fuera así, no seríamos artiguistas, y no habríamos andado —cuando la Guerra Grande— resistiendo a ingleses y franceses, cuando atacaban y ofendían la integridad de nuestro territorio y de nuestros derechos fundamentales...
Todas las independencias son, no solamente inviolables, deliciosas ante el concepto sentimental, sino que merecen el más profundo respeto de los hijos de este Continente americano. Mares de sangre han derramado por el derecho sus respectivas repúblicas, sin que —la verdad sea dicha de paso— cuando nos vimos en terri¬bles apuros las patrias del Sur nadie se acordaba de echarnos un ca¬bo para ayudarnos en tal tremendas pruebas! Aunque se invoque continuamente esa solidaridad, tan a menudo escrita en el agua y tan a menudo olvidada en el campo positivo, nosotros, señor Presi¬dente, — hay que decirlo frente a la vulgaridad de esas bajas calumnias que llevan, de vez en cuando, a conducir ante los tri¬bunales, para que sean sancionados, a quienes difaman gratui¬tamente a personas que son bastante bien como nosotros, en todo concepto, no sólo en el orden de las ideas y del derecho— nosotros, señor Presidente, repudiamos el ataque a la integridad de las naciones sean cuales fueran, y para nosotros es tan repelente el so-juzgamiento de Noruega, como el de Irak, el de Bélgica ¡mártir tantas veces!, como el del Irán, etc., etc. Esta moción —ruidosa, llena de calor—, se podría haber aceptado; pero antes de decidir el punto, quiero manifestar que se habla de atropellos y de ataques "sin advertencia", a tal o cual nación.
Si señor: ello es absolutamente condenable, pero como ha dicho este brillantísimo tribuno, el senador Felipe Amorim Sán¬chez, hay que ver el conjunto, la complejidad del drama. Y para mi, señor Presidente, es tan detestable, mirando a fondo, que se ataque "sin advertencia" a un pueblo que está desprevenido, como que "sin advertencia", también —no estando en guerra— se condene al otro al hambre y a la liquidación por el despiadado bloqueo...
¡Ataques sin advertencia! Hay que tener un poco de memoria. Nosotros somos fundamental y profundamente ibéricos. Las cir¬cunstancias, la evolución del mundo, nos llevan con gran placer, a confraternizar con otras razas —el cisma entre los pueblos es odioso—; pero, señores, el corazón nuestro es español, como em¬pieza a ser muy italiano, porque muy hermanadas, esas sangres, andan por las venas de tantos de los hijos de esta tierra nuestra. Y se habla de ataques "sin advertencia" y uno se olvida la indig¬nación que llegó hasta a hacer llorar a nuestra estirpe, cuando la escuadra del Almirante Montojo fue aniquilada en las condiciones más despiadadas y a mansalva —barcos de madera que izaban el pabellón de nuestra madre patria— por una escuadra invencible, porque era inatacable. De manera, que ¡allá vayan esas cosas!...
Aquí hemos votado por unanimidad —nos corresponde a todos ese honor—, el concurso, superior a nuestras fuerzas financieras, prestado a Finlandia[1], a la que queremos ver siempre libre... Eso es indiscutible, señor Presidente; pero de ahí, a embarcarnos en una forma rápida, para ver quien es más radical en una política y carreras ya no de semanas, ni de días, sino de horas y de minutos y que —como lo ha dicho el Senador Vigliola, con ese buen juicio que tanto lo caracteriza—, no puede ser el atributo de un país organiza¬do y con la seriedad del nuestro media una enorme diferencia. En resumen, había votado, quizá nunca ha visto, un poco así —quizá me equivoque— que tenía intenciones de "arrastre" la moción presentada en primer término. Pero cuando me entero, con azoramiento, que ya no se habla de no beligerancia, de solidaridad, de neutralidad benévola, sino que al galope, a la disparada, saltan¬do por encima de los preceptos más elementales de discreción, se nos quiere llevar a la guerra yo, ¡qué esperanza! nunca me lanzaría por esa ruta. Estoy seguro que mis colegas han de reconocer que las noticias que han venido después, hacen comprometedoras ciertas manifestaciones... Pienso que la moción del señor Senador Ha do es oportuna. Y en cuanto a la guerra, señor Presidente, ¿nosotros... a la guerra? . ¿Resultaría, entonces, que se promueve la instrucción militar obligatoria para llevar, a "nuestros muchachos", a pelear en las antípodas, allá por Malaca, por Hawai? ¡Ah, no! ¡Eso jamás!... Esa sangre es muy querida y es muy nuestra, y me imagino la impresión, la reacción que va a producir en el buen sentido nacional, que no tiene partidos, en todos los hombres que piensan, que se ha¬ble señor —a las pocas horas de haber dictado un excelente decreto de no beligerancia, de neutralidad benévola— que se hable ya, en tren vertiginoso, de ir a la guerra!..."


UN RECUERDO PARA IRIGOYEN

Refirió luego, el Dr. Herrera, el recordado episodio del Presi¬dente argentino don Hipólito Irigoyen, en 1914-17, cuando le reclamaban declarar la guerra; y cerró su discurso haciendo una profesión de leal americanismo. Su frase final: "allá los amarillos contra los rubios del Norte", le costó una implacable campaña adversa, organizada y dirigida desde el exterior, con prosélitos en lo interno.
Sin embargo, fue cosa juzgada, que Herrera "vio", hace cuarenta años, cuando otros no vieron o, con anteojeras, no quisieron ver...
Prosigue: "A ese efecto, se me ocurre recordar lo que ocurrió con el gran "Presidente Irigoyen, aquel ilustre y verdadero demócrata —no como algunos de papel mojado, de por aquí, que invocan continuamente la palabra y no saben lo que dice. El presi¬dente Irigoyen era profundamente equidistante en la lucha europea, tomada en estos países con ardiente fervor. Siendo dominante en la Argentina, como era entre nosotros, el sentimiento aliado, aquel magistrado —ha quedado como una de sus tantas enseñanzas de hombre conciso y conductor— fue materialmente acosado por manifestaciones pro-guerra.
A la distancia: asombra y hace que se le admire aún más, como pudo resistir ese empuje! Manifestaciones inmensas en Buenos Aires, incendios de locales, etc. Supo resistir al delino.
Recuerdo que una vez que tuve el honor de visitarlo en la Casa de Gobierno, le dije: "Presidente: a usted le cabe el mérito inmenso de haber culminado la obra de la Independencia Argentina, que tuvo después de sua fu' dadores, su principal obrero en el brigadier genral don Juan Manuel de Rosas" Se sonrió aprobatoria y complacidamente con aquellos ojos que parpadeaban cordialidad. Le gustó la referencia y yo ahora me remito, en parte, a la contes¬tación que él diera a la gente que le reclamaba la guerra. Dijo: Perfectamente señores: ¿ustedes quieren la guerra? —¡Si si, queremos la declaración de gu- rra, luchas por la libertad, por la democracia! ¡A otros climas, a dos mil leguas! —Muy bien, señores, contestó el mandatario; yo estoy dispuesto a declarar la guerra con el consenso de la legislatura, pero les anticipo lo siguiente, que si declaramos la guerra, será de veras, no va a quedar en el papel. Yo, inmediatamente convoco a las armas y mando divisiones a formar junto con los aliados en sus filas" Observación feliz, en el fondo irónica, que llamó a buen juicio a quienes padecían una impaciencia comprensible, y nada hubo. Señor Presidente, la Argentina le debe a Irigoyen el gran bien —cuando a otros arrastraba u obligaba por tantos medios como poseen las plutocracias para ahorcar al que necesita— de haber salvado su derecho integral y decir que ella continuaba en su posición neutral, sin perjuicio de tener gran admiración su pueblo por los contendientes tales y cuales en la lucha europea! Señor Presidente: admiro al varón que prestó servicio tan grande a su país Bases solo para ponerlo en sitial prominente, en la historia de la Argentina, del Río de la Pía porque ambas márgenes confunden en mucho sus capítulos de honor, su propia historia. En el caso nuestro, presidente: ¿votar la guerra? Jamás lo haré yo, señor Presidente, quizá diga alguno, en tren de absurdo, ¿y si la colonia japonesa tan "poderosa" en el Uruguay, asa-ta, —ahora está de moda asaltar, tirar piedras— viene a incendiar esta casa donde funciona el Cuerpo Legislativo y amenaza la estabilidad de nuestras leyes... Replico que más me cui¬daría de los que no siendo japoneses, creen equivocadamente, que van a jugar con el destino de la nación!...
Para finalizar: cumplir los actos de cordialidad que correspon¬den; y nada más. Yo me siento leal americanista, pero en un concepto moderado, como cualquier hogar hospitalario que acoge a forastero, sin q .e eso quiera decir que el huésped se meta hasta ( cocina...
En cuanto a la guerra del Pacífico, decía y entiendo que no es una guerra de niños, es una guerra de colosos, festín de leo "allá ellos los amarillos contra los rubios/"...

RAZÓN DE VISIONARIO

Pasarían, ya lo dijimos, anos duros, terribles, implacables; pero, el 11 de mayo de 1955 dichos concretos le darían razón de visionario al discurso herrérista En la aludida fecha, se publicó en "El Debate":
"Transcribimos trozos del libro de Robert A. Theobald —ex jefe de la Marina de Estados Unidos, que dedicó años al estudio meticuloso de la documentación relativa a Pearl Harbour, hasta publicar un libro; "Desde el punto de vista diplomático, la estra¬tegia del presidente Roosevelt de forzar la guerra al Japón por una presión diplomática-económica continuada siempre y creciente y, al mismo tiempo, por la invitación a un ataque por sorpresa, man¬teniendo nuestra pequeña flota en Hawai, tuvo un éxito completo. Desde el punto de vista militar, nuestras pérdidas en buques y personal señala, el 7 de diciembre de 1941, como el día de trágica derrota. Uno se ve forzado a llegar a esta conclusión: que la ansie¬dad por conseguir que el Japón realizase el primer acto de guerra que no admitiese discusión, fue la causa que indujo al presidente Roosevelt y a sus consejeros civiles a menospreciar el asesoramiento militar, que habría amortiguado el golpe".
Como único comentario, acaso corresponda agregar: con cuanta intensidad se proyectan aquellas palabras del pasado sobre el presente, y cuanta potencia de visionario contenía aquel: "Allá los amarillos con los rubios del norte". Acaso más de uno deplore hoy el juego torpe hecho, a costas de la ingenua candidez".

LA VOCACIÓN INDEPENDIENTE

Un año después, al clausurar la campaña electoral, pronunció un discurso, en cuya referencia a la política internacional, reafirmó —con obstinado orgullo— la esencia ibérica y latina de su sangre.
También, para despejar toda duda, reiteró: "No habrá embate que nos arredre". Quince años después, en pleno Consejo Nacional de Gobierno y frente a Luis Batlle, repetiría: "Ni me callo ni me voy".
¡El coraje y la vocación independiente!
Siempre creyó que algún día habría justicia. En 1912 escribió: "Las nubes pasan y el azul queda"; el 27 de noviembre de 1942, con voz soberana dijo:
'...Porque somos artiguistas, no subordinamos a la convenien¬cia de terceros, sean quienes fueran, el interés fundamental del país Porque hemos nacido a este lado de los mares, sentimos a fondo el americanismo; pero entendido al modo bolivanano, o sea, sin sacri¬ficar ni un ápice nuestra filiación ibérica y latina.
Consorcio de patrias iguales, sin abdicación ante ninguna. Inquebrantables en la afirmación autonómica, tanto racial como ideológica, no habrá embate de la calumnia que nos arredre. Un día no lejano se verá más claro por todos y quizá se haga justicia a quienes tuvieron la entereza, en días difíciles de resistir el vasalla¬je. En cuanto a lo demás, las amarguras incidenta.es de esta gran jornada, ellas son el atributo obligado de las batallas del ideal. ¡A ellas estamos acostumbrados y sin ellas, sin su tragicismo, carecerían de calor y de vida las empresas denodadas!
Ecos venidos de distintos rumbos, me hacen abrigar la ilusión de que el afecto popular me acompaña".

SOBRE LA DECLARACIÓN DE GUERRA

Tanto va el cántaro al agua...
El 16 de febrero de 1945, el Poder Ejecutivo solicitó autorización al Parlamento para declarar la guerra al Eje. La diplomacia yanki obtenía un nuevo éxito: que el Uruguay, de diplomacia tradicionalmente seria y respetada, entrase en "el juego", uniéndose al coro de las republiquetas del Caribe. El mismo día, un repórter solicitó la opinión del Dr. Luis Alberto de Herrera, quien —de inmediato— señaló la conducta que, horas después, re¬frendó el Partido Nacional en ambas cámaras. Así dijo:
"Tiene usted, señor periodista, la cortesía de inquirir mi mo¬desta opinión sobre la declaración de guerra que anuncian las bocinas. Cortésmente se la doy. Lo considero un acto tan insólito como deslucido, que no puede traducir la generalidad del sen¬timiento público por su extravagancia y lamentable orgien. Acto tan insólito que hace pocas horas ni el espíritu más desorbitado se le hubiese pasado por la imaginación; deslucido, porque no es el fruto de la inspiración propia; y, más que lamentable, por ser consecuencia, para cualquier criterio independiente que rija su juicio por su propia conciencia, de la creciente voluntad de avasallamiento venida del exterior, que hoy desgraciadamente pesa sobre la América del Sur. Sólo poniéndose venda, puede no verse que es la influencia desbordada de los Estados Unidos, gravitando como una masa sobre las repúblicas de habla española, la que precipita a la actitud fulminante que se adopta, comprometiendo gravemente nuestros intereses morales de post-guerra y lesionando, cada día más, el ideal americanista que, en su forma actual, está muy lejos de la pacífica e igualitaria hermandad de naciones soñada por Bolívar.
Felizmente pertenezco a una comunidad cívica cuya tradición histórica, llevada hasta el sacrificio, es de auténtico nacionalismo dentro de la fe republicana; de resistencia orgánica a la presión extranjera. Si el drama golpeara a las puertas de nuestro hogar pa¬trio no vacilaría un segundo en alinear mi pensamiento y mi persona a la espalda del gobierno de la hora, por malo que fuese; pero como se trata de una actitud "a posteriori" y sin riesgo de que la sangre llegue al río, es posible negarle a éste —que no tiene representación real de la nación— una adhesión de otro modo impuesta. El país, con azoramiento, asiste a la aventura y com¬promisos de futuro —de toda naturaleza— a que cada día más se obliga a la república. ¡Si esto es americanismo, mejor estar libre de él, porque la experiencia es de abdicación y destaca miento!"
En un par de frases el Caudillo dijo todo, sin olvidar los de¬beres patrios con "el gobierno de la hora, por malo que fuese"; siguiendo —en esto también— la tradición histórica del Partido Nacional. En igual forma se había expresado Washington Beltrán, hablando en nombre de la colectividad, en 1917.
El Directorio, en sesión del 20 de febrero de 1945, se pronunció contra la declaración de guerra; idéntica actitud asumieron los legisladores herreristas en ambas Cámaras; haciendo honor a las tradiciones del Partido Nacional.

CONFERENCIA DE MÉXICO

Simultáneamente con la declaración de guerra, se inició en el castillo de Chapultepec, la reunión de delegaciones americanas, para tratar los problemas de la guerra y de la paz. Estados Unidos buscaba afianzar su creciente hegemonía sobre los países sureños. En auge estaban: las listas negras; lo de las "bases"; las sanciones a la Argentina; las esferas de influencia; los préstamos leoninos del Eximbank; los Comité de Emergencia; etc., etc. En una palabra: el poder abusivo de los yankis, dueños y señores de las comarcas la¬tinas, por aquello —ya vituperable— de "su panamericanismo". Y allá fueron los "agraciados" a decir amén... a Chapultepec!
"El Debate" editorializa, con la inspiración de Herrera, quien agrega sus jugosos comentarios, a la vez drásticos, sobre los resultados infelices de la conferencia.
LA FARSA DE CHAPULTEPEC
"Muchas esperanzas desvanecidas y otros tantos temores confirmados: tal el saldo que resta de la gran farsa de Chapultepec. En la lucha del Norte contra el Sur", una vez más ha resultado vencido éste ¡Aciago destino el de las repúblicas bolivianas, some¬tidas a oligarquías y diplomacias complacientes con el poderoso! La obra fundamental de la conferencia se concreta en estos instrumen tos la "Carta Económica de las Américas", la "Declaración de México", y el "Acta de Chapultepec". En la redacción de las tres han gravitado poderosamente, decisivamente, la voluntad y los designios de Estados Unidos. Un telegrama-de fecha 26 de febrero nos lo había advertido con anticipación: "A medida que avanza la conferencia, se hace más aparente que la actitud y la política de los Estados Unidos orientarán los resultados de la reunión".
Entre tanto, los representantes de I03 oficialismos, dictatoriales unos y productos de dictaduras otros, —entre ellos el del Uruguay— seguirán declamando sobre el panamericanismo y la solidaridad continental, sobre el derecho y la libertad...
La sanción favorable de la "Carta Económica", que fuera presentada por la delegación norteamericana, supone un triunfo de singular importancia para sus autores, pese a que éstos se vieron forzados a aceptar ciertas modificaciones a instancias reiteradas de algunos comisionados latinoamericanos. Pero las enmiendas intro¬ducidas no afectan lo sustancial de la iniciativa estadounidense y, por lo tanto, las severas críticas de que fue objeto se mantienen en pie. La pregonada libertad de comercio y la rebaja de tarifas sólo servirán "para proteger la organización industrial norteamericana" —como bien lo puntualizó la Cámara Nacional de la Industria de México en un comunicado recientemente difundido— y, a breve plazo, las débiles estructuras económicas de los demás países del continente sentirán los efectos perturbadores de esas medidas.
Wall Street puede estar satisfecho con el resultado obtenido. El capital anónimo internacional ya no encontrará diques que lo contengan en nuestra América, y los altos poderes financieros que gobiernan al mundo, podrán disponer libremente de ella y saciar su voracidad con los suculentos dividendos que producirá el trabajo de unas masas proletarizad s y condenan a servidumbre económica perpetua. El segundo documento sancionado es esa "Declaración de México" que tanto ha* conmovido la sensibilidad enfermiza de ciertos sectores de la opinión. Se trata de una reafirmación cam¬panuda de viejos principios que América siempre ha sustentado y que en los hechos han sido violados con frecuencia. Su valor sería puramente platónico si en uno de sus artículos no se percibiese la oscura intención con que fue redactado. Nos referimos al segundo que dice así: "Cada Estado es Ubre y soberano en su régimen in¬terior". No se hace mención aquí a la soberanía externa de las naciones, lo que evidencia el propósito de dar patente de legitimidad -a la extravagante doctrina de la soberanía limitada. Esa exclusión de un principio, cuya validez nadie se atrevía a desconocer, está destinada a ser un semillero de futuros conflictos. En tercer tér¬mino, la Conferencia de México ha dado su aprobación al "Acta de Chapultepec". Este estatuto político se estructuró sobre la base de los proyectos de Uruguay, Colombia y Brasil, y 'de las modi¬ficaciones impuestas por Mr. Tom Conally, presidente de la comisión de asuntos internacionales del Senado de Estados Unidos. Consecuente con los lineamientos tradicionales de su política inter¬nacional, la Unión no ha querido aceptar compromisos que no sean temporarios. De ahí su firme oposición a la Cláusula que establecía la obligación, con carácter definitivo, de emplear fuerzas militares
con el fin de reprimir todo acto de agresión >que se registre en el continente. Y bastó que su delegado dijera "no", para que los autores del proyecto diesen marcha atrás y aceptasen el artículo en la forma que aquel lo proponía. Pero es preciso señalar que el cambio introducido no altera en lo más mínimo el significado del Acta. Lo fundamental es que ella decreta la caducidad del clásico principio de no intervención, consagrado en la Conferencia de Montevideo de 1933 y en la de Buenos Aires de 1936, importante poco o nada que esa caducidad sólo tenga carácter temporario. El propio Mr. Connally ha dado del "Acta de Chapultepec" la de¬finición más ajustada a la reaüdad, a la realidad de los hechos y no de las palabras bonitas con que se les encubre. Dijo que el proyecto aprobado constituía una nueva "Doctrina de Monroe" Siendo así, cabe repetir la frase de un conocido comentarista de la tal doctrina: "Estamos frente a una teoría destinada pura y exclusivamente a salvaguardar la tranquilidad de los Estados Unidos". Porque en rigor lo menos que se ha mirado en México son los intereses con¬tinentales, que han sido sacrificados a las conveniencias políticas y económicas del país más poderoso. Esto y no otra cosa podía suce¬der en un clima de obsecuencia y de temor como ha sido el de la Conferencia. El temor ha hecho enmudecer a unos y la obsecuencia llevó a otros a hacer abuso de gestos y de frases que pronto el viento se llevará. Y todos, salvo raras y honrosas excepciones, se pusieron de acuerdo para eludir el planteamiento de los problemas vitales del continente. Así, por ejemplo, no se hizo alusión a la política ingerencista con su triple manifestación del "no reconocimiento", "bases" y "listas negras", ni a la política inversoista, con sus empréstitos leoninos, cuyo instrumento es el Eximbank, ni tampoco a los contratos de Préstamo y Arriendo, que nos impulsan por la pendiente del armamentismo. Todo esto fue pasad por alto, y, sin embargo los d legados de las oligarquías latinoamericanas se sienten muy felices y satisfechas.

DEFINICIÓN QUE HACE AL PROCESO

El estilo particularmente incisivo de Herrera se revela en artículos, con los que desnuda la farsa de Chapultepec. Así escribe, con el título del epígrafe:
"Lo de Chapultepec entraña una humillación más para las repúblicas del hemisferio, frente al imperialismo en marcha. Dicho con más precisión, dos humillaciones, por cuanto la primera declaración que se hiciera —creyéndose, ingenuamente, en libertad de opinar— hubo que enmendarla y esperar la llegada de Tom Cinnally, para suscribir otra, sustitütiva...
, En cierto sentido, una paparrucha más. Mire usted que salirse, como novedad, con la igualdad jurídica de las naciones!" Sin per¬juicio de atropellarlas, cuando así le conviene al fuerte. .Pero hay una parte muy grave, o sea aquella en que sé establece el derecho de intervención de los extraños en las repúblicas en conflicto.
Poner, por propia voluntad'!!) la cabeza en el tajo. ¡Dios libre a los débiles de esos "generosos" servicios!...
Legitimar lo de 1938, lo de 1865; la liga siniestra que, a pretex¬to de "libertad" al Paraguay, fue a despedazarlo, y repartírselo, como ya lo tenían acordado por secreto secretísimo!, con el Imperio a nuestro respecto... Más que dolorosa abdicación: entregarse al capricho del poderoso, atados de pies a manos. Gozozo, sin andarse por las ramas, lo declaró el tal Tom Connally: "una nueva doctrina de Monroe". Frase y aserción lapidaria e inquietante. Porque si aquella tesis pudo ser de alguna defensa en sus orígenes, en la actualidad está de sobra: es, más que un bien, un peligro.
Nadie que lo piense, ignora lo que la renovación de aquello ahora significa: apretar aún más^l collar... "Viya el patrón!", pue¬den exclamar, al despedirse, los que acaban de ceñirse, a gusto (\) la cuerda!"

DOCTRINA DE INTERVENCIÓN MULTILATERAL

En mayo de 1945 terminó la guerra. Se cerró un largo proceso desangrante; y se abrió, para el mundo, un nuevo capítulo: ganar la paz.
El Herrerismo no cedió un ápice en su lucha por la soberanía y en su enfrentamiento con el imperialismo yanki.
Hacia fines de año, ante "evidentes sugestiones" de los Esta¬dos Unidos, el Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, propuso a los países de América la que sería "tristemente célebre doctrina de la intervención multilateral", basada en "el paralelismo entre la paz y la democracia".
Herrera y sus legisladores organizaron la resistencia.
El no reconocimiento del gobierno argentino y la aplicación de sanciones; la proyectada ruptura de relaciones con España; la constitución de un ejército continental bajo el patronato yanki; el retorno al "big-stick" con Spuille Braden (embajador en la Argen¬tina); fueron hechos internacionales que signaron, en estas lati¬tudes, el año 1946.
Todos ellos contaron con la oposición combativa del Herrerismo. La opinión pública uruguaya se fue reencontrando con el viejo caudillo, apaciguados los ecos del resonar de cañones, y las urgencias, sobresaltos y temores que ellos aparejan. Se empezó a ver más claro y a medir la inmensa magnitud de quien lo enfrentó todo, aún la quiebra de popularidad —tan cara a sus anhelos— en aras de una pasión nativista, de un nacionalismo que, como nuevo Ave Fénix, emergerían ilesos de las cenizas...

VIVE LA AMERICA ESPAÑOLA

Sigamos revisando viejos papeles. El Io de febrero de 1946, "El Debate" editorializa sobre el rechazo de la "doctrina de Larre-ta", que constituyó un negro capítulo de la Cancillería:
"Clausurado en forma negativa el proceso seguido por la iniciativa de intervención multilateral, preconizada a título de paralelismo entre la paz y la democracia por la cancillería, se im¬puso el examen sereno de la conducta observada por los países de América, y las reflexiones ajustadas que emergen de dicho pronunciamiento. El cuadro que ofrece la realidad, contenida en las respuestas dadas a la cancillería novelera y entreguista, no puede ser más significativa y concluyente. De 21 países que forman el blo¬que de naciones americanas, 15, o sean: Brasil, Argentina, Chile, Ecuador Colombia, Méjico, Bolivia, Cuba, Haití, Perú, Costa Rica, Rep. Dominicana, Honduras, Paraguay y El Salvador, se han expresado en forma contraria. Cuatro países: Nicaragua, Gua¬temala, Panamá y Venezuela, han manifestado su opinión favora¬ble. Corresponde subrayar, que se trata precisamente," de país que en forma directa o indirecta, soportan ya la influencia del interven¬cionismo. Estados Unidos, que en principio expresó su "adhesión incondicional", conocido más tarde el pensamiento adverso de la mayoría de las naciones del Continente, ha entendido debía recti¬ficar esa amplitud y solicitar "un plazo de discusión y estudio". En cuanto al Uruguay, bien conocido el sentimiento colectivo, que vi¬bra y palpita condenando la malhadada ocurrencia. Si un canciller, enfermo de afán exhibicionista, se ha hecho intérprete de sugerencias extrañas, hasta llevarle a incubar una tesis claudicante del derecho soberano de las patrias, el pueblo oriental en su in¬mensa mayoría, repudió y rechazó altivamente la tentativa en¬treguista que se traía embozada. Remitirse para el caso, al histórico fallo del Senado de la República. Quince Senadores, censurando la proposición de la cancillería; dieciséis Senadores no expresaron su opinión, simplemente aplazaron su pronunciamiento para hacerlo luego de un mayor estudio por parte de la Comisión respectiva del Senado. Esta es la verdad sobre la posición exacta del Uruguay en el problema. Tenemos así, que la gran mayoría de los países del Continente, —con muy buenas palabras, con expresiones diplomá¬ticas y todo lo académicas que se quieran— han rechazado la idea de intervención o ingerencia extraña de un país de América o del conjunto, en los asuntos internos de otro Estado igualmente libre y soberano. No cabía esperarse otra cosa. Los pueblos de América, de honda raíz hispánica, surgidos de "las entrañas de la noche colonial" es una explosión de übertad; de donde nos viene como una bendición la personería autonómica que no admite tutelas ni vasallajes de ninguna índole, tenían que reaccionar —como lo han hecho— en salvaguardia de sus integrales derechos de übertad y soberanía. El principio de no intervención, instrumento jurídico, definitivamente incorporado a la legislación positiva del Derecho internacional, por las Conferencias Interamericanas de Montevideo y Buenos Aires, no podía ser vulnerado para dar paso a doctrinarismos falaces, vacuos y sin médula, llamados a engendrar la tragedia en América. Es precisamente, ese principio de no intervención, lo que "acorta las leguas del camino" hacia el entendimiento y la fra¬ternidad entre los pueblos. Sin derechos igualitarios para los Esta¬dos, sin el respeto mutuo que la convivencia entre naciones Ubres impone, no es posible cimentar, en el orden interno ni externo, la paz ni la democracia. América libre, acaba de dar una ejemplar lección, a quienes obnubilados vaya a saber por qué falsos mirajes creyeron que el enorme acervo moral del Continente, podía ser sustituido de un día para otro, por el solo hecho de que si conviniere a quien sabe que inconfesables intereses o incontenidas petulancias. Pero... "¡Vive la América Española!" Demostrarlo, una vez más. es la única virtud que, a su pesar, ha tenido la tristemente célebre doctrina entreguista".
En la edición del 19 de julio, Herrera remata:
"Con inmensa satisfacción cívica y patriótica, americanista, recibirá nuestro pueblo, por encima de bandos y pasiones, la infor¬mación auténtica de que los representantes de las repúblicas del hemisferio, reunidos en Consejo, en formidable unanimidad, han resuelto proponer a la próxima Conferencia de. las naciones del i uirunente, el rotundo rechazo de la tesis intervencionista, "entreguista", que "recaló" aquí, manchando nuestras grandes tradiciones diplomáticas que arrancan de. Artigas: ¡por- él consagradas como bendita herencia para su prole!.., Con íntimo júbilo nacional y racial aplaudimos tan resonante actitud, felices de haber sustenta do,¿.en todo tiempo, desde nuestra humildad, ,el principio sacrosanto de la inviolabilidad de las patrias!" '

EL CASO ARGENTINO

El caso argentino estaba sobre el tapete. Estados Unidos "intervino" activamente para evitar el reconocimiento del gobierno del país hermano. Su embajador en la Argentina, Mr. Spuille Braden, llevó su descaro intervencionista a límites insospechados en la tradición diplomática de los pueblos." Por supuesto que aqtuó instigado por el Departamento de Estado; por supuesto, también, que recibió la respuesta altiva y nativista del: "Perón o Braden"; con el resultado conocido y feüz para la argentinidad.
En nuestro país, la radical oposición herrerista centró en él su militancia antíntervencionista. Con el elocuente y combatido título de "La vuelta al big-stick", Herrera lapidó toda una política del garrote.
Leámosle:
"Las sucesivas y anti-diplomáticas manifestaciones de Mister Braden, con respecto a la política interior de la Argentina están tan reñidas con las elementales reglas de la mutua consideración inter¬nacional que obligan a la reflexión y, naturalmente, preocupan, como signo de una demasía en marcha. Nos retornan, en el recuerdo, a tiempos demasiado ingratos para el verdadero americanismo: evocan los días prepotentes, brutales, cuando el otro Roosevelt hacía tesis de la intervención, garrote en mano (big-stik) —a pretexto de enderezarlas— en las repúblicas del hemisferio que a su juicio la merecieran. Se estaba en las inquietudes del nuevo zarpazo: "incomodaba"... la soberanía de Colombia en el istmo y ya se andaba por "operar"... como" se operó... Para atenuar el atropello, se inventó la doctrina circunstancial que declaraba legí¬tima la tutoría policial de Estados Unidos — a título de encauzar la vida local— con las otras repúblicas. ¡Imagíneae el alcance de tamaño atentado!: ¡el lobo celoso cuidador de las ovejitas y sus corderos!...
Confirmada la teoría "evangélica" por el experimento de Nicaragua, donde por mes de diez años la marinería yanki hizo lo que quiso, aunque estorbada por el milagro redentor de Sandino. . Caída de "careta se atropello por todo. El clamor continental obligó (después de hecho lo que se quería) a moderarse a los presidentes posteriores; por lo menos en las formas. Después, el gobierno de "la buena vecindad" marcó una reacción digna; pero la nueva si¬tuación, desgraciadamente para la tranquilidad del Continente, reedita las viejas y archi conocidas prácticas- imperialistas de in¬timidación Síntoma demasiado grave el lenguaje desbordado de mister Braden, bajo todo concepto inadmisible con referencia a a Argentina, contra la cual se vuelve en gesto irritado de capataz, re¬benque en mano. Servido a esos efectos por- la nota Butler y Cía (aquí caratulada) que es un chasquido... Répüca auténtica del genuino americanismo el repudio "general que ella ha provocado empezando por la propia soberanía uruguaya' Lo que no impide, por desventura, que la tormenta codense sus sombras en el Río de la Plata, si Mister Braden no frena su política de exceso inter¬nacional!"

UNA CARTA APÓCRIFA

La tenaz defensa que el herrerismo realizó de la situación argentina, desató en lo interno una implacable y deleznable campa¬ña del oficialismo y la oligarquía. A todo se apeló, sin escrúpulos. En vísperas de las elecciones nacionales del 46, se llegó al colmo de hacer circular un libelo que incluía una carta apócrifa supuestamen¬te enviada por el entonces coronel Juan Domingo Perón al Dr. Luis Alberto de Herrera. Se trataba de una conjura internacional, tejida en Washington, y recibida acá, con "fruición".
El senador Eduardo Víctor Haedo fue encargado, por el Parti¬do, de restablecer la verdad y marcar a fuego a los autores de la ignominia. Su discurso en el Senado, fue pieza procesal. Demostró: Que el libelo titulado "Campo Minado", circulaba en la Casa Blanca de Washington, entre todos los gobiernos americanos y los periodistas del Continente. Que era agraviante para la dignidad argentina, en cuanto significaba una intromisión en los asuntos internos del país hermano. Que la "carta" enviada por Perón a Herrera era falsa y sólo producto de una intriga internacional.
Transcribimos solamente un párrafo de su discurso, harto suficiente, en su elocuencia:
"Sin el ánimo de dar explicaciones que no caben, ni nadie tendría derecho a pedírnosla, voy a examinar las principales mani¬festaciones que contiene esa carta: Una de ellas dice: "La uni¬ficación de estos países sólo podrá realizarse por la fuerza".
Se agrega enseguida:. "Por eso buscamos el control de la economía privada". El primer concepto contraría no sólo la tra¬dición del Partido Nacional, sino la tradición, felizmente, de todo nuestro pueblo. No creo que haya un solo oriental, pertenezca al Partido que pertenezca, que admita —no ya en la práctica, ni si¬quiera en la teoría— que las fronteras nacionales, delimitadas por el sacrificio común de nuestros antepasados, puedan abatirse y mucho menos bajo el imperio de la fuerza, la ambición, o el poder de cualquier pueblo o de cualquier gobernante"...
En lo internacional, el pueblo y gobierno argentinos frenaron al intruso. En lo interno, se cerró el episodio con el espaldarazo que el pueblo oriental le dio a Herrera; realizadas las elecciones nacionales de ese año, acrecentó en cien mil votos su caudal electoral; aumento extraordinario para la época.
Luis Alberto de Herrera, fue, una vez más, el candidato más votado para la presidencia de la República, sin poder alcanzarla por absurdas leyes electorales.
Pero fue una respuesta contundente a yankis y cipayos, pues gravitó primordialmente en esa excepcional votación su firme y viril posición internacional.

EL FORO DE CLEVELAND

El año 47 se inició con el Foro de Cleveland sobre asuntos internacionales. Allá fueron los cancilleres de América para contes¬tarle al "Time" sobre: "qué esperan de los Estados Unidos".
Ridicula farsa denunciada en el Senado y, en la prensa, por la pluma cáustica del Dr. Luis Alberto de Herrera. El 8 de enero, escribió:
"En la manufacturera ciudad de Cleveland se ha planteado un torneo oratorio, a iniciativa sonora de "Time", revista neoyorkina, para contestar esta pregunta: ¿Qué esperan de los Estados Unidos las naciones del mundo? Dicho con ingenuidad "cuákera", como quien nada sabe de la cosa y desea, en consecuencia, ser ilustrado al respecto. La respuesta, sin aparato y sin necesidad de llegar hasta Cleveland, la da derecha y sin cascabeles, en cualquier latitud, cualquier hombre o mujer de sentido común: "Lo que esperan de los Estados Unidos las naciones del mundo es, sencillamente, que Estados Unidos las deje... tranquilas". Porque en todas partes se ha metido, a pretexto de cuidar la ajena suerte, aunque para ello haya hecho crujir las soberanías, al extremo de poderse afirmar que nunca su imperialismo fue tan perturbador y peligroso, ni abrió tan anchas las fauces... Valido de su monstruosa potencia militar y de la "bomba atómica" que lleva, descuidadamente, junto al pañuelo, en el bolsillo de arriba, el Tío Sam se ha instalado en patrias de todos los climas, convertidas en "sobrinas" accidentales, sin que haya modo de hacerlo salir, con su abuso de poner a cuestas. Díganlo, desde luego, todos los países de Europa, liberados y los de Asia, y los de Oceanía, y emplazados, si no le marcan el paso y le enajenan voluntariamente al glotón su comercio y su autonomía económica, los de esta nuestra América, sin necesidad del osado tutor que ahora les sale al camino o, dicho con más precisión, se cruza desa¬fiante en SU camino!...
Y cuando a Cleveland y al "Time", órgano aceitado, perfecto, de su maquinaria archi "puritana", jqué se dejen de embromar!"

" EL SUPER FUERTE

En mayo de 1947, a dos años de terminada la guerra, ante el acosamiento de Estados Unidos para lubricar el plan de defensa continental, escribió Herrera:
"Por más que se tapen los ojos los que no quieren ver, el despacho telegráfico que aparte reproducimos, todo lo dice, en las líneas y las entrelineas. Plan común de acción, preparación de fuerzas, armamento unificado, envío de equipos militares a los "go¬biernos hermanos", en cuanto Estados Unidos lo entienda necesario, —a fin de... llevar a la práctica las responsabilidades asumidas en el Acta de Chapultepec!...— En plata, el imperialismo de allá arriba usando y disponiendo, como de cosa propia, de las repúblicas de aquí abajo... Y bien: apelamos y nos sometemos, por anticipado, al juicio de cualquier persona sensata, ¿es posible, es concebible, que veinte naciones independientes, libres y constitui¬das, y soberanas, puedan abdicar su voluntad —desde luego, y por esencia, intransferible— en un tercero?
¿Cabe conciliación entre semejante desmedro de la propia dignidad y decoro y el concepto fundamental e inconmovible del propio derecho? Por manera que, "delegada en el super fuerte" (!) de otra raza, de otro idioma y de otra orientación, nada queda por hacer: habrá paz o guerra en América, según lo quiera y decida Estados Unidos!!
¡Cuánta humillación y subversión, y desfibramiento moral!"

DECLARACIÓN DEL DIRECTORIO

El 10 de junio de 1947, se reunió el Directorio, emitiendo la siguiente declaración:
"Ante los problemas de política continental que se plantean en los actuales momentos, el Directorio del Partido Nacional juzga su deber fijar la posición de la colectividad y, a ese efecto, inspirándose en el mejor servicio de la Patria, DECLARA-: 1) Frente a la solici¬tud de aprobación legislativa del Acta Final de Chapultepec consi¬dera que, tratándose de las conclusiones de un Congreso en que se formulan "Recomendaciones" y "Declaraciones", sin que se haya concertado Tratado alguno, no corresponde su sanción por el Parlamento. Técnicamente y desde el punto de vista de nuestro Derecho positivo, sólo procede la sanción legislativa con respecto a acuerdos o convenciones con otros Estados, que fijen contractual-mente la conducta internacional de la República,. '2) En cuanto al fondo de las "Recomendaciones" y "Declaraciones" adoptadas por dicho Congreso, entiende que muchas de ellas son plausibles; pero se opone categóricamente a las cláusulas que, bajo diversas formas —política, económica y militar- significan supeditar la suerte de los países latinoamericanos a la decisión de los Estados Unidos de Norte América, cuya incontrastable fuerza y su política del poder, aniquilarían, en la realidad vida de los hechos, toda autonomía de . voluntad que se pretendiera, por dichos países, una vez ligados por pactos que vendrían a consagrar, sin remisión, la hegemonía de aquella potencia. 3) Abarcando la política de Estados Unidos, to¬das las cuestiones internacionales del mundo, sin ingerencia alguna délas naciones latinoamericanas, la. vinculación solidaria con dicho país en ese orden, representa poner automáticamente a cargo de éstas las consecuencias de hechos y orientaciones y, con ello, de errores posibles, decididos por un estado rector, lo que fuera de su ilogismo, lesiona esencialmente la soberanía. 4) Expresa su decidi¬da oposición a que el país se enrole en organizaciones permanentes que comprometan de tal modo la libre voluntad de la República, — supremo valor que nuestro pueblo conquistó heroicamente y por cuya integridad debemos veiar hasta el sacrificio. 5) El Directorio reafirma su voluntad irreductible de mantenerse adicto a estos conceptos, perfectamente compatibles, por otra parte, con los más puros principios de solidaridad continental tradicionalmente sustentada por América Latina, con la esencia cristiana de su civilización y las consignas esclarecidas de los Fundadores. Dr Martín R. Echegoyen — Presidente. Miembros :Dr. Luis Alberto de Herrera, Esc. Basiho Muñoz, Ing. José A Otamendi, Dr. Roberto Berro, Dr. Felipe Ferreiro, Sr. Fernando J. Carballo, Sr. Ricardo Gómez Gavazzo, Sr José M. Damboriarena, Sr. Ramón Viña, Sr. Alfredo S. Vighola, Sr. Gregorio Barañano, Sr. Eduardo Víctor Haedo, Sr. Daniel Fernández Crespo, Esc, Atilio Arrillaga Safons (A la sesión concurrieron los miembros nacionalistas de la Comisión de Asuntos internacionales de la Cámara de Representantes, Dr Francisco Gilmet y Sr. Felipe Amorín Sánchez).

LA TERCERA POSICIÓN

Los "inventos yankis", en su fase expansionista y de hegemonía las republicas sureñas conocieron—en la época— todos los matices. Así lo del' Organismo Militar Permanente", ba¬jo manuelmente— el dominio *ello y par la defensa militar del Continente (!)
¿Defendernos, después de terminada la guerra? ¿De quién?
Herrera desenmascaró la oscura intención patronal, a la vez de sellar —bajo siete llaves— una conducta independiente, autonómica y oriental.
"Ni Rusia, ni Estados Unidos; ni Wall Street, ni el Kremlin, ni Moscú, ni Washington".
Más tarde pronunció una frase, que fue santo y seña de una juventud apostólica* "Ni la sovietización de las patrias americana , ni una estrella más en la bandera de ningún imperialismo".
A la vez diseñó la tercera posición, claramente*
"El mundo no está, ni política ni ideológicamente cerrado a otras soluciones, caso necesario de tenerlas. Muchas aparecen sobre todos los horizontes, aun cuando quieran ocultarlas las maniobras belicistas de los dos colosos En el de nuestra América, se asoma una TERCERA POSICIÓN no compatible con otras que alumbra de los pueblos que sin pactos, sin "actas", sin compromisos, pueden unir sus movimientos espiri¬tuales en torno a una misma fe en el hombre, a un mismo anhelo de justicia social, a una misma esperanza de vida vivida en paz; uni¬dad moral de pueblos Ubres y soberanos que han puesto seUo personal y criollo al culto de las virtudes que en sus. tierras acu on las mismas majestuosas madres latinas de la cristian¬dad* .
Y en cuanto al Pacto Militar, escribió:
'Llevados de tiro, no! Se acaba de divulgar la noticia de que Estados Unidos ya tiene pronto su plan de defensa militar del Continente! Aún no sellada la paz y cuando todas las razones del buen juicio y de la elemental conveniencia de las patrias americanas aconsejan y manda, dedicarse con más fervor que nunca al trabajo, abrazados a la paz, — he aquí que el formidable imperialismo yanki, con su "bomba atómica en mano, comparece ante "los coloniales" diciéndoles — 'con un proyecto hecho— que es necesario, impera-ti o urgente, entrar en aprestos guerreros. ¿Puede concebirse mayor temeridad y delirio? Y así cuando ya no hay "cuco" con que impresionar a los medrosos, haciéndoles el juego a "los vivos". Porque es de suponer que a la fecha, por demasiado grotesco, ya no se alegará lo de "el peligro nazi"!. . ¿Dónde, pues, encontrar .hora motivo , pretexto, para lanzarnos al loco armamentismo y a nuevas congojas? ¡Cuánto pregonar el pacifismo hemisferial para concluir intoxicándose con desatentados belicismos' ¡Pero si las repúblicas no tienen, ni quieren pleito con ninguno! Desde hace cien años vi¬ven ellas ajenas a todo nesgo exterior. Nadie se cruza en su camino, m ellas se cruzan en el camino de nadie. ¿Contra su expresa voluntad, "llevados de tiro", con bozal, por el imperialismo yanki, se convertirán ellas en campo de manobras, por el prepotente dirigidas en su provecho?... No puede así ser! Ante tamaña enormi¬dad, se alzará en peso la conciencia cívica de la América del Sur.
Ni on Rusia, ni con Estados Unidos en su perfilado duelo: con nosotros en la paz parasidíaca de los felices destinos!"
¡INSOBORNABLE ACENTO AMERICANO!
EL DETERMINISMO HISTÓRICO

Toda la época del 39 al 47 fue dura, áspera, hirviente. Los sucesos internacionales se precipitaron a velocidad vertiginosa; América fue arrancada de sus sueños felices y se encontró —de pronto— en el vértice de la vorágine. En el extenso y documentado 'El Partido Nacional y la Política Exterior del Uruguay", de Carlos Lacalle, se estudiaron con detenimiento todos los temas que se inscribieron en la temática internacional, siendo una fuente primerísima de conocimientos.
Aquí, en la premura de lo que es apenas un breviario, es im¬posible ofrecer "todo" lo sucedido. Atrás han quedado hechos y actitudes que, en un examen más atento, merecerían destaque.
Tales como: El retiro del Uruguay de la Liga de las Naciones
(1939); la "neutralidad violada" en la batalla de Punta del Este y
posterior hundimiento del Graff Spee (1939); distintos actos de
confraternidad latinoamericana con el Dr. Luis Alberto de Herrera
(1940); actitudes parlamentarias nacionalistas sobre sucesos inter-
nacionales (del 39 al 47); la Conferencia Regional Americana
(1941); contratos armamentistas de Estados Unidos (1941); la
Conferencia de Río de Janeiro (1942); hundimiento de barcos
uruguayos (1942); gobierno de Perón en la Argentina (Sanciones,
Libro Azul, etc.) (1945/46); conferencia mundial de San Francisco
(1945); lo de la O.N.U.; etc
El período fue vasto, lleno; el Partido Nacional, como el lector lo habrá apreciado a través de este capítulo, lo vivió virilmente, de pie, como atalaya y fiel vigilante de la soberanía. No descansó, ni desmayó, en el permanente ejercicio del control nativista.
Luis Alberto de Herrera llenó la hora con su recia figura, agrandado en la adversidad y cuando más solo estuvo. Y en esto ponemos el acento, insistiendo, retornando a las líneas iniciales.
Esta soledad la registra HaedoJ"Herrera, Caudillo Oriental") con una anécdota, en la que aparece en toda su dimensión su for¬taleza cívica:
"Fueron años terribles. La validez histórica del pensamiento y de la acción americanista de Herrera, alcanzó su plenitud en aquella lucha atroz en la que se irguió solo, con fulmínea lucidez, con energía titánica, contra todo y contra todos. Los adversarios tra¬dicionales, con todo el poder del gobierno, masivamente de frente. De su lado fueron desertando uno, otro, algunos, muchos El cansancio, la desorientación llegó a abrumar a quienes nos man¬teníamos insobornablemente fieles. Ya no nos era posible andar por las calles, nos cercaba la violencia enardecida por comunistas y aliadófilos. Había que hacer algo. Fui a la Quinta: "Me parece opor¬tuno, doctor, reiterar públicamente una definición democrática que nos permita situarnos en las polémicas del parlamento y de la prensa; que aclare el clima popular". Como era su táctica, simuló que no se entendía. Insistí. Súbitamente se para y me interrumpe: "Ud. no viene solo, viene mandado por los que tienen miedo. ¡Y Ud. también tiene miedo! Nosotros no tenemos que absolver posiciones. Nunca vio Ud. en el mar cuando la borrasca parece que hace desaparecer las islas. Pasa la borrasca y las islas quedan. Bien. Nosotros somos una isla. En cuanto pase la tormenta, qué va a pasar, nos van a ver tal como éramos y tal como somos. Ellos marcharán con la resaca, nosotros quedaremos enteros. ¡No faltaba otra cosa! Quienes han vivido prendidos a la teta del estado, sacándole todo lo que han podido sirviendo como directores o a entes de todas las empresas extranjeras ¿nos van a pedir títulos d sanidad democrática? No han pasado una mala noche por su país y todos los días los han dedicado a usufructuar. Nosotros no dialogamos con la pobredumbre. Vaya y dígalo en el Senado: diga que se lo dije yo". Nunca lo vi más grande".
Corresponde señalar aquí que Herrera fue hombre de gestos definitivos y oportunos. Mientras otros se enjuagaban la boca, to¬dos los días, con la palabra democracia, haciendo gárgaras, pero sin practicarla; él la practicaba a su modo popular, sin ensayar poses ni términos académicos.
Así, —como lo subraya Haedo en la anécdota transcrita— no se sumó a ningún coro, tan en boga en la época, de los "demócratas de cartón".
Defendió a la España y a la Italia, inmortales, seculares, raíz y origen de nuestras nacionalidades; pero pudo, cuando las circuns¬tancias lo requirieron, asumir la posición debida. Cuando la Italia de Mussolini invadió a Etiopía, supo condenar:
"Merece la condenación del mundo esa conducta despiadada del invasor, que va en tren de conquista. Viola las leyes de las naciones, atenta contra sagradas conquistas de la humanidad; contraría los usos de la guerra. Ya era bastante con avasallar por la fuerza a un pueblo pacífico (Etiopía) que vive tranquilo en su pa¬tria..."
Y cuando lo invitaron a firmar un telegrama de adhesión a Francisco Franco y a la Junta de Burgos, supo rehusar.
Concluyen te. Y nada más; que bien se cuidó él, en la época, de dar explicaciones de sus actos.
Retomemos el hilo. Solo, pues; ningún otro Partido, ningún sector, ni las fuerzas vivas ni las "otras" se levantaron. Fue la suya la única voz —predicador en el desierto— que proclamó la neutrali¬dad en 1945; como antes en 1917 lo hizo la mayoría del Partido Nacional, representada en la viril paralabra del Dr. Washington Beltrán.
¡En Herrera resonaron los ecos legendarios del Partido del Brig. Gral. don Manuel Oribe! ¡Hasta él llegaron las cenizas humeantes de Paysandú y el legado de heroísmo de Leandro Gómez!
Revivió las instancias históricas, atesoró el mandato de sus mayores; fue su heredero.
Recordó que en los fogones revolucionarios, cuando le infor¬maron a Aparicio Saravia de la deserción de algún jefe, le oyó contestar: "Dejen nomás que se vaya, es la cascara, el cerno queda; y habrá un poquito más de gloria para repartir entre los que se que¬den".
Así pudo decir, con voz soberana, en el Directorio del Partido Nacional, al votar contra la declaración de guerra: "Hoy, pues, nuestra voz es, además de oriental, continental. La única que se le¬vanta, rompiendo el triste silencio... Humildes ciudadanos es, sin embargo, tan grande lo que en este momento sellamos, como americanos y criollos, que al salir de esta Sala, un cendal de gloria civil envuelve lo que acabamos de hacer y suscribir".
EL DETERMINISMO HISTÓRICO!!!


NOTAS

[1] Uruguay junto a Mexico había donado pertrechos de guerra para apoyar la causa Finlandesa en la “Guerra de Invierno”

Capitulo IV de "Antiimperialismo y los yanquis"

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