viernes, 17 de agosto de 2012
Manifiesto de Montecristi
por José Martí
25 de marzo de 1895
El Partido Revolucionario Cubano a Cuba La revolución de
independencia, iniciada en Yara después de la preparación gloriosa y cruenta,
ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra, en virtud del orden y
acuerdos del Partido Revolucionario en el extranjero y en la isla, y de la
ejemplar congregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y
emancipación del país, para bien de América y del mundo ; y los representantes
electos de la revolución que hoy se confirma, reconocen y acatan su deber - sin
usurpar el acento y las declaraciones sólo propias de ]a majestad de la
república constituída - de repetir ante la patria que no se ha de ensangrentar
sin razón ni sin justa esperanza de triunfo, los propósitos precisos, hijos del
juicio y ajenos de la venganza, con que se ha compuesto, y llegará a su
victoria racional la guerra inextinguible que hoy lleva a los combates, en
conmovedora y prudente democracia, los elementos todos de la sociedad de Cuba.
La guerra no es, en el concepto sereno de los que aún hoy la representan, y la
revolución pública y responsable que los eligió, el insano triunfo de un
partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de
cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado
en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable
por la victoria o el sepulcro, sin causas bastantes profundas para sobreponerse
a las cobardías humanas y sus varios disfraces, y sin determinación tan
respetable por ir firmada por la muerte que debe imponer silencio a aquellos
cubanos menos venturosos que no se sienten poseídos de igual fe en las
capacidades de su pueblo ni de valor igual con que emanciparlo de su
servidumbre.
La guerra no es la tentativa caprichosa de una independencia
más temible que útil, que solo tendrían derecho a demorar o condenar los que
mostrasen la virtud y el propósito de conducirla a otra más viable y segura, y
que no debe en verdad apetecer un pueblo que no la pueda sustentar; sino el producto
disciplinado de la reunión de hombres enteros que en el reposo de la
experiencia se han decidido a encarar otra vez los peligros que conocen, y de
la congregación cordial de los cubanos de más diverso origen, convencidos de
que en la conquista de la libertad se adquieren mejor que en el abyecto
abatimiento las virtudes necesarias para mantenerla.
La guerra no es contra el español, que, en el seguro de sus
hijos y en el acatamiento de la patria que se ganen podrá gozar respetado, y
aun amado, de la libertad, que sólo arrollará a los que le salgan,
imprevisores, al camino. Ni de desorden. ajeno a la moderación probada del
espíritu de Cuba, será cuna la guerra ; ni de la tiranía. - Los que la
fomentaron, y pueden aún llevar su voz, declaran en nombre de ella, ante la
patria, su limpieza de todo odio, su indulgencia fraternal para con los cubanos
tímidos equivocados, su radical respeto al decoro del hombre, nervio del
combate y cimiento de la república ; su certidumbre de la aptitud de la guerra
para ordenarse de modo que contenga la redención que la inspira, la relación en
que un pueblo debe vivir con los demás, y la realidad que la guerra es, - y su
terminante voluntad de respetar, y hacer que se respete al español neutral y
honrado, en la guerra, después de ella, y de ser piadosa en el arrepentimiento,
e inflexible sólo con el vicio, el crimen y la inhumanidad. En la guerra que se
ha reanudado en Cuba no ve la revolución las causas del júbilo que pudieran
embargar al heroísmo irreflexivo, sino las responsabilidades que deben
preocupar a los fundadores de pueblos.
Entre Cuba en la guerra con. la plena seguridad, inaceptable
sólo a los cubanos sedentarios y parciales, de la competencia de sus hijos para
obtener el triunfo por la energía de la revolución pensadora y magnánima, y de
la capacidad de los cubanos, cultivada en diez años primeros de fusión sublime,
y en las prácticas modernas del gobierno y el trabajo, para salvar la patria
desde su raíz de los desacomodo.; y tanteos, necesarios al principio del siglo,
sin comunicaciones y sin preparación, en las repúblicas feudales y teóricas de
Hispano-América. Punible ignorancia o alevosía fuera desconocer las causas, a
menudo gloriosas y ya generalmente redimidas, de los trastornos americanos,
venidos del error de ajustar a moldes extranjeros, de dogma incierto o mera
relación a su lugar de origen, la realidad ingenua de los países que conocían
sólo de las libertades el ansia que las conquista, y la soberanía que se gana
por pelear en ellas. La concentración de la cultura meramente literaria en las
capitales, el erróneo apego de las repúblicas a las costumbres señoriales de la
colonia ; la creación de caudillos rivales consiguiente al trato receloso e
imperfecto de comarcas apartadas; la condición rudimentaria de la única
industria, agrícola y ganadera ; y el abandono y desdén de la fecunda raza
indígena en las disputas de credo o localidad que esas causas de los trastornos
en los pueblos de América, no son, de ningún modo, los problemas de la sociedad
cubana. Cuba vuelve a la guerra con un pueblo democrático y culto, conocedor
celoso de su derecho y del ajeno; o de cultura mucho mayor, en lo más humilde
de él, que las masas llaneras o indias con que, a la voz de los héroes primados
de la emancipación, se mudaron de hatos en naciones las silenciosas colonias de
América ; y en el crucero del mundo, al servicio de la guerra, y a la fundación
de la nacionalidad le vienen a Cuba, del trabajo creador y conservador de los
pueblos más hábiles del orbe, y del propio esfuerzo en la persecución y miseria
del país, los hijos lúcidos, magnates o siervos, que de la época primera de
acomodo, ya vencida entre los componentes heterogéneos de la nación cubana,
salieron a preparar, o en la misma isla continuaron preparando, con su propio
perfeccionamiento, el de la nacionalidad a que concurren hoy con la firmeza de
sus personalidades laboriosas, y el seguro de su educación republicana. El
civismo de sus guerreros; el cultivo y benignidad de sus artesanos; el empleo
real y moderno de un número vasto de sus inteligencias y riquezas : la peculiar
moderación del campesino sazonado en el destierro y en la guerra ; el trato
íntimo y diario, y rápida e inevitable uniformación de las diversas secciones
del país ; la administración recíproca de las virtudes iguales entre los
cubanos que de las diferencias de la esclavitud pasaron a la hermandad del
sacrificio; y la benevolencia y aptitud creciente del liberto superiores a los
raros ejemplos de su desvío o encono, - -aseguran a Cuba, sin ilícita ilusión,
un porvenir en que las condiciones de asiento, y del trabajo inmediato de un
pueblo feraz en la república justa, excederán a las de disociación y
parcialidad provenientes de la pereza o arrogancia que la guerra a veces cría,
del rencor ofensivo de una minoría de amos caída de sus privilegios; de la
censurable premura con que- una minoría aún invisible de. libertos descontentos
pudiera aspirar, ron violación funesta del albedrío y naturaleza humanos, al
respeto social que sola y seguramente habrá de venirles de la igualdad probada
en las virtudes y talentos ; y de la súbita desposesión, en gran parte de los
pobladores letrados de las ciudades, de la suntuosidad o abundancia relativa
que hoy les viene de las gabelas inmorales y fáciles de la colonia, y de los
oficios que habrán de desaparecer de la libertad. - - Un pueblo libre, en el
trabajo abierto a todos, enclavado a las bocas del universo rico e industrial,
sustituirá, sin obstáculo, y con ventaja, después de una guerra inspirada en la
más pura abuegación, y manteniendo conforme a ella, a pueblo avergonzado donde
el bienestar solo se obtiene a cambio de la complicidad expresa o tácita con la
tiranía de los extranjeros menesterosos que lo desangran y corrompen. No dudan
de Cuba, ni de sus aptitudes para obtener y gobernar su independencia los que
en el heroísmo de la muerte y en el de la fundación callada de la patria ven
resplandecer de contínuo, en grandes y en pequeños, las dotes de concordia y
sensatez sólo inadvertibles para los que, fuera del alma real de su país, lo
juzgan con el arrogante concepto de sí propios, sin más poder de rebeldía y
creación que el que asoma tímidamente en la servidumbre de sus quehaceres
coloniales.
De otro temor quisiera acaso valerse hoy, so pretexto de
prudencia, la cobardía; el temor insensato, y jamás en Cuba justificado, a la
raza negra. La revolución, con su carga de mártires, y de guerreros
subordinados y generosos, desmiente indignada, como desmiente la larga prueba
de la emigración, y de la tregua en la isla, la tacha de amenaza de la raza
negra con que se quisiese inicuamente levantar por los beneficiarios del
régimen de España, el miedo a la revolución. Cubanos hay ya en Cuba de uno y
otro color, olvidados para siempre, - con la guerra emancipadora y el trabajo
donde unidos se gradúan - del odio,en que los pudo dividir la esclavitud. La
novedad y aspereza de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza
súbita del hombre ajeno en propio, son menores que la sincera estimación del
cubano blanco por el alma igual, la afanosa cultura, el fervor del hombre
libre, y el amable carácter de su compatriota negro. Y si a la raza le nacieran
demagogos inmundos, o alma.; ávidas cuya impaciencia propia azuzase la de su
color, o en quien se convirtiera en injusticia con los demás la piedad por los
suyos, - con su agradecimiento y su cordura, y su amor a la patria, con su
convicción de la necesidad de desautorizar por la prueba patente de la
inteligencia y la virtud del cubano negro la opinión que aún reine de su
incapacidad para ellas, y con la posesión de todo lo real del derecho humano, y
el consuelo y la fuerza de la estimación de cuanto en los cubanos blancos hay
de justo y generoso, la misma raza extirparía en Cuba el peligro negro, sin que
tuviese que alzarse a él una sola mano blanca. La revolución lo sabe, y lo
proclama : la emigración lo proclama también. Allí no tiene el cubano negro
escuelas de ira como no tuvo en la guerra una sola culpa de ensoberbecimiento
indebido o de insubordinación. En sus hombres anduvo segura la república a que
no atentó jamás. Sólo los que odian al negro ven en el negro odio; y los que
con semejante miedo injusto traficasen, para sujetar, con inapetecible oficio,
las manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor.
En los habitantes españoles de Cuba, en vez de la deshonrosa
ira de la primera guerra, espera hallar la revolución, que ni lisonjea ni teme,
tan afectuosa neutralidad o tan veraz ayuda, que por ellas vendrá a ser la
guerra más breve, sus desastres menores, y más fácil y amiga la paz en que han
de vivir juntos padres e hijos. Los cubanos empezamos la guerra, y los cubanos
y los españoles la terminaremos. No nos maltraten, y no se les maltratará.
Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad a la
amistad. En el pecho antillano no hay odio; y el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombres la libertad que él mismo ansía. Más que
saludarlo en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida ; y la
república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen
en ella de la libertad y bienes que han de hallar aún por largo tiempo en la
lentitud, desidia y vicios políticos de la tierra propia. Este es el corazón de
Cuba, y así será la guerra. ¿Qué enemigos españoles tendrá verdaderamente la
revolución'? ¿Será el ejército, republicano en mucha parte, que ha aprendido a
respetar nuestro valor, como nosotros respetamos el suyo, y más sienten impulso
a veces de unírsenos que de combatirnos? ¿Serán los quintos, educados ya en las
ideas de humanidad, contrarias a derramar sangre de sus semejantes en provecho
de un cetro inútil o una patria codiciosa, los quintos segados en la flor de su
juventud para venir a defender, contra un pueblo que los acogiera alegres como
ciudadanos libres, un trono mal sujeto. sobre la nación vendida por sus guías,
con la complicidad de sus privilegios y sus logros? ?Será la masa, hoy humana y
culta, de artesanos y dependientes, a quienes, so pretexto de patria, arrastró
ayer a la ferocidad y al crimen del interés de los españoles acaudalados que
hoy, con lo más de sus fortunas salvas en España, muestran menos celo que aquel
con que ensangrentaron la tierra de su riqueza cuando los sorprendió en ella la
guerra con toda su fortuna? ¿O serán los fundadores de familias y de industrias
cubanas, fatigados ya del fraude de España y de su desgobierno, y como el
cubano vejados y oprimidos, los que, ingratos e imprudentes, sin miramientos
por la paz de sus casas y la conservación de una riqueza que el régimen de
España amenaza más que la revolución, se revuelvan contra la tierra que de
tristes rústicos los ha hecho esposos felices, y dueños de una prole capaz de
morir sin odio por asegurar al paure sangriento de suelo libre al fin de la
discordia permanente entre el criollo y el peninsular; donde la honrada fortuna
puede mantenerse sin cohecho y desarrollo sin zozobra, y el hijo no vea entre
el beso de sus labios y la mano de sus padres la sombra aborrecida del opresor
? ¿Que suerte elegirán los españoles : la guerra sin tregua, confesa o
disimulada, que amenaza y perturba las relaciones siempre inquietas y violentas
del país, o la paz definitiva, que jamás se conseguirá en Cuba sino con la
independencia? ¿Enconarán y ensangrentarán los españoles arraigados en Cuba la
guerra en que pueden quedar vencidos? ¿Ni con que derecho nos odiarán los
españoles, si los cubanos no los odiamos? La revolución emplea sin miedo este
lenguaje, porque el decreto de emancipar de una vez Cuba de la ineptitud y
corrupción irremediable del gobierno de España, y abrirla franca para todos los
hombres al mundo nuevo, es tan terminante como la voluntad de mirar como a
cubanos, sin tibio corazón ni amargas memorias, a los españoles que por su
pasión de libertad ayuden a conquistarla en Cuba, y a los que con su respeto a
la guerra de hoy rescaten la sangre que en la de ayer manó a sus golpes del
pecho de sus hijos.
En las formas en que se dé la revolución, conocedora de su
desinterés, no hallará sin duda pretexto de reproche la vígilante cobardía, que
en los errores formales del país naciente, o en su poca suma visible de
república, pudiese procurar razón con que negarle la sangre que le adeuda. No
tendrá el patriotismo puro causa de temor por la dignidad y suerte futura de la
patria. - La dificultad de las guerras de independencia en América, y la de sus
primeras nacionalidades, ha estado, más que en la discordia de sus héroes y en
la emulación y recelo inherentes al hombre, en la falta oportuna de forma que a
la vez contenga el espíritu de redención que, con apoyo de ímpetus menores,
promueve y nutre la guerra, - y las prácticas necesarias a la guerra, y que
ésta debe desembarazar y sostener. En la guerra inicial se ha de hallar el país
maneras tales de gobierno que a un tiempo satisfagan la inteligencia madura y
suspicaz de sus hijos cultos, y las condiciones requeridas para la ayuda y
respeto de los demás pueblos -, y permitan, en vez de entrabar, el desarrollo
pleno y término rápido de la guerra fatalmente necesaria a la felicidad
pública. Desde sus raíces se ha de constituir la patria con formas viables, y
de si propias nacidas, de modo que un gobierno sin realidad ni sanción no la
conduzca a las parcialidades o a la tiranía. - Sin. atentar, con desordenado
concepto de su deber, al uso de las facultades íntegras de constitución, con
que se ordenen y acomoden, en su responsabilidad peculiar ante el mundo
contemporáneo, liberal e impaciente, los elementos expertos y novicios, por
igual movidos de ímpetu ejecutivo y pureza ideal, que con nobleza idéntica, y
el título inexpugnable de su sangre. se lanzan tras el alma y guía de los
primeros héroes, a abrir a la humanidad una república trabajadora; sólo es
lícito al Partido Revolucionario Cubano declarar su fe en que la revolución ha
de hallar formas que le aseguren, en la unidad y vigor indispensables a una
guerra culta, el entusiasmo de los cubanos, la confianza de los españoles y la
amistad del mundo. Conocer y íijar la realidad; componer en molde natural, la
realidad de las ideas que producen o apagan los hechos, y la de los hechos que
nacen de las ideas ; ordenar la revolución del decoro, el sacrificio y la
cultura de modo que no quede el decoro de un sólo hombre lastimado, ni el
sacrificio parezca inútil a un sólo cubano, ni la revolución inferior a la
cultura del país, no a la extranjera y desautorizada cultura que se enajena el
respeto de los hombres viriles por la ineficacia de los resultados y el
contraste lastimoso entre la poquedad real y la arrogancia de sus estériles
poseedores, sino al profundo conocimiento de la labor del hombre en rescate y
sostén de su dignidad : - ésos son los deberes, y los intentos, de la revolución.
Ella se regirá de modo que la guerra, pujante y capaz, dé pronto casa firme a
la nueva república.
La guerra sana y vigorosa desde el nacer con que hoy reanuda
Cuba, con todas las ventajas de su experiencia, y la victoria asegurada a las
determinaciones finales, el esfuerzo excelso, jamás recordado sin unión, de sus
inmarcecibles héroes, no es solo hoy el piadoso anhelo de dar vida plena al
pueblo que, bajo la inmortalidad y ocupación crecientes de un amo inepto,
desmigaja o pierde su fuerza superior en la patria sofocada o en los destierros
esparcidos. Ni es la guerra él insultante prurito de conquistar a Cuba con el
sacrificio tentador, la independencia política, que sin derecho pediría a los
cubanos su brazo si con ella no fuese la esperanza de crear una patria más a la
libertad del pensamiento, la equidad de las costumbres y la paz del trabajo. La
guerra de independencia de Cuba, nudo de haz de islas donde se ha de cruzar, en
plazo de pocos anos, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance
humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a
la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún
vacilante del mundo. Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba
un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o
indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la
confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago
libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de
caer sobre el crucero del mundo. ¡ Apenas podría creerse que con semejantes
mártires, y de tal porvenir, hubiera cubanos que atasen a Cuba a la monarquía
podrida y aldeana de España. y a su miseria inerte y viciosa!
A la revolución cumplirá mañana el deber de explicar de
nuevo al país y a las naciones las causas locales, y de idea e interés
universal, con que para el adelanto y servicio de la humanidad reanuda el
pueblo emancipador de Yara y Guáimaro una guerra digna del respeto de sus
enemigos y el apoyo de los pueblos, por el rígido concepto del derecho del
hombre, y su aborrecimiento de la venganza estéril y la devastación inútil.
Hoy,. al proclamar desde el umbral de la tierra venerada el espíritu y
doctrinas que produjeron y alientan la guerra entera y humanitaria en que se
une aún más el pueblo de Cuba, invencible e indivisible, séanos lícito invocar,
como guía y ayuda de nuestro pueblo, a!os magnánimos fundadores, cuya labor
renueva el país agradecido, y al honor, que ha de impedir a los cubanos herir,
de palabra o de obra, a los que mueren por ellos. Y al declarar así, en nombre
de la patria, y deponer ante ella y ante su libre facultad de constitución, la
obra idéntica de dos generaciones, suscriben juntos la declaración por la responsabilidad
común de su representación, y en muestra de unidad y solidez de la revolución
cubana, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, creado para ordenar y
auxiliar ]a guerra actual, y el General en Jefe electo en él por todos los
miembros activos del Ejército Libertador.
Montecristi, 25 de Marzo de 1895.
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