jueves, 27 de marzo de 2014

El libro Azul y Blanco de Perón


por Leonidas C. Lamborghini

Poco antes de las elecciones del 24 de febrero de 1946 tuvo circulación el llamado libro “Azul”, un libelo pergeñado por Spruille Braden con la complicidad del Partido Comunista local para dar “viento” a la Unión Democrática. Fue publicado por la Secretaría de Estado yanqui en la que, luego de sus correrías por la Argentina, Braden se desempeñaba como ayudante. Su cargo inmediato anterior había sido el de embajador de los Estados Unidos en nuestro país, algo que, precisamente, las implicaba y de un modo por demás notorio: la aventura había consistido en anudar los intereses de la oligarquía vernácula con los de la superestructura política liberal y el P.C. de don Victorio Codovilla, contra los de la clase trabajadora, cuyo candidato natural era Perón.
Los dardos tenían por centro, sustancialmente, a este último, al que se caracterizaba como “nazi”, “fascista”, “totalitario”, etc. La maniobra consistía en escindir a la clase media de la clase obrera contraponiéndola a ésta, con los conocidos slogans de “democracia” y “libertad”; de este modo la oligarquía dominante buscaba instrumentar el “colchón” de los sectores medios para neutralizar el empuje revolucionario del peronismo naciente. La patraña “democrática” no dejó de causar impacto en esas capas tradicionalmente confundidas, asimiladas al proyecto colonial, en momentos en que, por lo demás, el esquema aliadófilo funcionaba como fuerte señuelo diversionista.
Lo que se jugaba realmente era —como si ahora saltáramos de pronto al 11 de marzo de 1973 y su ballotage del 15 de abril último— la continuidad en la dependencia o el intento siempre latente de la liberación nacional. En ese entonces la antinomia Dependencia o Liberación tuvo esta otra expresión: Braden o Perón, pero quería decir exactamente lo mismo. Contra la confabulación oligárquica-imperialista las urnas, finalmente, dieron el triunfo al peronismo, que obtuvo 1.527.231 votos contra 1.207.155 de la Unión Democrática; la diferencia fue de 320.076 sufragios, lo que representaba un 11 por ciento de los votos.
El Libro “Azul” de Braden y del P.C. codovillista fue, con todo, una pieza maestra a los fines de la oligarquía nativa y el imperialismo yanqui, unidos en un mismo propósito de perpetuar el statu quo colonial. La presencia del P.C. local confería el necesario tinte “progresista” y, asimismo, ratificaba la alianza entre las dos super-potencias imperiales durante la guerra. La Unión Soviética y Estados Unidos se disponían a repartirse el mundo, tal como en seguida lo hicieron: un connubio perfecto, que tenía su réplica argentina en la alianza P.C. codovillísta-Braden.
La escasa diferencia de votos lograda por el peronismo el 24 de febrero de 1946 debe evaluarse en este contexto donde la clase media virtualmente en masa siguió los sones de flautistas como Braden, Tamborini, Santamarina y Codovilla que la conducían a su propio precipicio. Del otro lado estuvieron los obreros, los peones de campo —esos lumpen, esos descamisados según los llamaban los esclarecidos dirigentes del P.C.— que se habían pronunciado por la Patria y por su Líder. Una vez más la “alpargata” era dueña de la razón histórica frente a los letrados; una vez más la “Civilización” podía usarse como sinónimo de cipayísmo, en tanto la “Barbarie” se erigía como bastión de la resistencia frente a la descarada intervención imperialista.
La publicación del Libro “Azul” provocó la del Libro “Azul y Blanco”, eficaz refutación donde se ponía al desnudo, precisamente, dicha intervención. Desde el lado de la Revolución del 4 de junio de 1943 y lo actuado hasta ese momento, apuntaba a dejar probada de modo irrefutable la descarada intromisión yanqui y la traición de los sectores “nativos” que estuvieron a su servicio. Nuevamente se había tratado de falsificar la realidad con “mentiras a designio” tal como lo quería el gorila Sarmiento, pero sin haber contado con la lucidez y madurez de una clase trabajadora para la que había llegado su hora y que tenía plena conciencia de ello.
En el Libro “Azul y Blanco” se arrancaba la careta a la mascarada “democrática” a través de la simple enumeración de sus dirigentes más conspicuos miembros del “Círculo Braden”: como en una pantalla aparecen retratadas nítidamente en esas páginas las vinculaciones oligárquico-imperialistas de cada uno de estos personajes, pelucones de la era del fraude todos ellos.
Como es sabido, detrás de la Unión Democrática estaba el grupo monopólico de los Bemberg. En la página 33, se detallan pormenores que hacían a la amistad de este último con los Bemberg, sancionados —casualmente— durante el gobierno de la Revolución del 43, por defraudación de impuestos. Respecto de los dos candidatos de la U.D. Tamborini y Mosca —integrantes del elenco—, sus respectivos “curriculum” muestran que el primero de ellos había sido uno de los inspiradores del movimiento anti-yrígoyenista y era socio del Jockey Club, reducto de la más rancia oligarquía (donde se había consagrado como campeón de “rummy” en 1945); en cuanto al segundo, sus antecedentes “democráticos” lo señalaban derogando la Constitución provincial de Santa Fe en 1921; otra gema: diploma rechazado por el Senado de la Nación “por sus orígenes fraudulentos”. Esta era la pareja presidencial de los paladines de la democracia y la libertad que se rasgaban las vestiduras a cada rato en los altares de la U.D.
Pero ni Braden, ni los Bemberg, ni todos los representantes “nativos” de la antipatria pudieron contra la clase trabajadora argentina.
En la ya citada página 33 se dice textualmente: “Debemos comprender que la presencia del pueblo argentino en las calles de Buenos Aires ha sido una de las más graves sorpresas que conmovieron al espíritu del señor Braden. En efecto, el señor Braden, encerrado en el círculo de sus numerosos amigos vinculados con los negocios de nuestro país, no intuyó jamás tras de ellos la existencia de una masa cuyas necesidades más primordiales iban siendo resueltas por el Gobierno de la Revolución. Sólo supo de los hombres de gobierno a través de ese círculo de resentidos que se amparaban en la embajada norteamericana solicitando su apoyo, casi caritativamente, para salvar las migajas que los decretos revolucionarios restaban a sus inmensas fortunas. Para que el lector tenga una idea de quiénes frecuentaban al señor Braden, tendríamos que reproducir ‘in extenso’ la guía de sociedades anónimas que funcionan en el país y agregar a ella lo más conspicuo de nuestra oligarquía terrateniente y sus elencos políticos. Por nuestra parte, transcribiremos al azar algunos nombres y títulos para que no se nos juzgue maldicientes, recomendando al lector que repare que tales títulos nada tienen que ver, ni tienen relación alguna, con esos problemas de cultura en nombre de la cual los aludidos y el señor Braden se permiten menospreciar al pueblo trabajador, atribuyéndole ceguera de juicio y miseria espiritual.” Y a continuación se daban los nombres de algunos de esos caballeros, nómina en la que figuraban —además de los ya nombrados— Joaquín S. de Anchorena, Justíniano Allende Posse, Pablo Calatayud, Luis Colombo, Félix Alzaga Unzué, Octavio Amadeo, Julio A. Noble, Mariano Castex, Alejandro Ceballos.
Y bien, desde entonces, bastante agua ha corrido bajo los puentes. Y sangre también. Esto no hay que olvidarlo; no por revanchismo sino, estrictamente, por un deber que impone la justicia liberadora. El Libro “Azul y Blanco”, en ese sentido, patentiza reveladoramente la situación de un país colonial llegado al límite en que se juega su sumisión total o la tentativa renovada de liberarse de sus cadenas. Como puede verse, una encrucijada recurrente a lo largo de nuestra historia pero cuyas variantes, en cada estadio, señalan un avance cada vez más significativo hacia el logro del objetivo de la liberación nacional.
Para no remitirnos sino al elemento sintomático que proporciona el llamado “veredicto de las urnas”, tenemos que si el 24 de febrero de 1946 el pueblo trabajador ganó por un 11 por ciento, entre el 11 de marzo y el 15 de abril de 1973 se computa —para no tomar más que las cifras oficiales— una ventaja promedio del 55 por ciento entre las dos vueltas.
Al margen de esto, el Libro “Azul y Blanco” ofrece la posibilidad de trazar ciertas comparaciones, cotejamientos. Si para aquellos días se produjo la intervención desembozada de los Estados Unidos a través de su embajador “increíble”, en el presente no hubo necesidad de ello: la penetración imperialista actuando desde el mismo corazón del gobierno “natíve” ha buscado torcer la voluntad popular para salvaguardar, al mismo tiempo, sus intereses de casta y de clase ligados a los intereses de la metrópoli. La antinomia del 11 de marzo y del 15 de abril admitió también esta formulación: Lanusse o Perón, igual a Braden o Perón, igual a Dependencia o Liberación.
En el Libro “Azul y Blanco” se hace por demás evidente el papel que el peronismo y Perón reservan al pueblo en su conjunto y a la clase obrera en particular, erigiéndolos en los verdaderos protagonistas del proceso, en tanto el clan Braden y su Unión Democrática —como queda consignado— no contaban con esa irrupción. Por eso la sorpresa de Mr. Braden, tal como se la alude en la ya citada Introducción. Pero para Perón y el peronismo el pueblo, la clase obrera siempre contó en primer término, y la sorpresa en 1973 fue esta vez de Lanusse, quien creyó que el Gran Acuerdo Nacional podía hacerse en una especie de pulseada entre él y Perón, al margen del pueblo trabajador. Pero eso era apostar al absurdo y Lanusse perdió la apuesta, como un Braden cualquiera. No vio o no quiso ver, más bien, que para Perón se trataba de jugar en el tapete de la historia y con el pueblo interviniendo en la partida, y no en la mesa de los fulleros, con las cartas marcadas y el pueblo como invitado de piedra.
Sobre el papel del P.C. “argentino” como eje de la contrarrevolución, aliado al demoliberalismo vernáculo, su deterioro entre 1946 y 1973 se hace también patente. El P.C. del finado don Victorio Codovilla y del todavía no finado don Rodolfo Ghioldí (esto en el sentido meramente físico, por supuesto) aparecía en 1946 como la verdadera “estrella” de la entente manejada por el señor Braden. En 1973, el P.C. apenas cumple un rol de partenaire venido a menos en las filas de la alianza encabezada por los oportunistas, disfrazados de revolucionarios, Alende y Sueldo. Surge también una constante: el P.C. “native”, con uno y otro pretexto, se ubica eternamente en la vereda de enfrente de la clase trabajadora argentina, en tanto saluda alborozado procesos similares en oíros países de Iberoamérica, los cuales admiten como antecedente la experiencia del peronismo en el Poder. Y esto otro: en tanto los P.C. de esos países velan ya en 1946 la lucha antiimperialista que libraba el pueblo argentino desde el peronismo (P.C. brasileño de Prestes, P.C. venezolano de Juan Bautista Fuenmayor, P.C. chileno), el P.C. local se aliaba, precisamente, con el agente imperialista. Y esto ha vuelto a repetirse, porque los que el 11 de marzo de 1973 dividieron el campo político desoyendo el llamado de Perón a la unidad de las fuerzas de la civilidad, le hicieron el juego a Lanusse, es decir a la Dependencia. Después, y es el caso del P.C, no valen los remilgos acomodaticios de las segundas vueltas. El caso es que “de salida” estuvieron otra vez con el enemigo.
El Libro “Azul” de Braden y sus aliados locales —aunque con resultado distinto— tuvo su equivalente en 1973: fueron las solicitadas aparecidas profusamente en diarios y revistas, bajo los rótulos de “Nadie hizo más que Perón” y “Perón te ama” (o algo por el estilo). A la luz de los cómputos de marzo y abril, muchos pensaron que esas ridículas diatribas no hicieron otra cosa que aportar votos al triunfo popular en las urnas. Y no se equivocaron. Tanto, que don Leónidas Barletta exponía días después en “Propósitos” la teoría de que esas solicitadas eran la prueba más irrefutables del “contubernio” Lanusse-Perón. Pero, grotescos aparte, hay otra explicación que, acaso, resulta más aceptable: por una parte, debe considerarse que la reacción, por su misma naturaleza específica, tiende siempre a repetir los mismos gestos, las mismas actitudes, ajena al marco histórico vigente; por la otra, la situación de la clase media con respecto a 1973 es ahora distinta y distinta también —en términos globales— su posición frente al peronismo. Si bien puede apreciarse que en algún caso hubo polarización con signo gorila, el test eleccionario reciente reveía que las distancias se han acortado.
De todas maneras la clase trabajadora, la juventud, afirman su dinámica como una respuesta que hacen rotundamente suya y que va más allá del “veredicto de las urnas” —sin dejar de tenerlo en cuenta— hacia la conquista del Poder total.

Un capítulo del LIBRO AZUL Y BLANCO de Perón (Respuesta al LIBRO AZUL del Departamento de Estado de los Estados Unidos):

“Braden y la conducta del Partido Comunista”


Una de las más graves desviaciones que ha significado la intromisión del señor Spruille Braden en la Argentina, la pone en evidencia la conducta del Partido Comunista. Del estudio de las actividades de esa agrupación política surgen dos conclusiones: i?) El Partido Comunista, que se había caracterizado por su acción contra el imperialismo capitalista y en especial forma contra el yanqui se ha convertido ahora en su mejor intérprete y está decididamente entregado al plan de sometimiento nacional, de entrega total de la economía argentina y de pauperización moral, económica y política de los obreros y campesinos del país, que está cumpliendo el señor Spruille Braden en el Continente y de manera especial en la Argentina. 2º) El Partido Comunista de la Argentina disiente fundamentalmente con los partidos comunistas de otras naciones del hemisferio, contrastando su acción con la doctrina y con la conducta que sustentan los partidos comunistas de Brasil, Venezuela y otras naciones continentales.
Evidentemente si el Partido Comunista de la Argentina sustituyó su posición contra el imperialismo yanqui con una amplia solidaridad con los intereses, las tácticas y la política de amplia penetración que practica ese imperialismo a través de la actividad del señor Spruille Braden, es por alguna razón de indudable importancia. Es evidente, también, que si el Partido Comunista de la Argentina realiza una acción distinta y contraria a la que sobre el mismo problema tienen otros partidos comunistas de América, entre ellos el del Brasil, que es el más importante, mejor organizado y de mayor expansión, debe atribuirse el desacuerdo y la desinteligencia advertidos a alguna circunstancia realmente seria. Demostraremos, a continuación, con documentos y hechos ilevantables, en qué elementos reposan las desviaciones experimentadas por el Partido Comunista de la Argentina, en qué momento se producen y cómo su actual conducta revela la participación de Spruille Braden en la política interna de nuestro país.
Vamos a prescindir de viejos recuerdos para demostrar que el Partido Comunista de la Argentina trató de dirigir la lucha antiimperialista, y se opuso hasta hace poco a toda política de absorción económica para cuyo triunfo es previa y necesaria la dominación política y la pérdida, parcial o total, de la soberanía nacional. La fundación de la Liga Antiimperialista, producida a raíz de una escisión de la “Unión Latinoamericana” presidida por el doctor Alfredo L. Palacios, cuando éste se resistía a convertir a esa institución en un movimiento de masas en el cual participaran activamente los obreros, los campesinos, los empleados y la clase media —la pequeña y la media burguesía—, contó con el auspicio del Partido Comunista. Como éste no pudo controlar a la Liga, después de tres años de inútil presión, intentó conquistarla a balazos, aplicando su estilizada táctica de provocación y de intimidación permanentes y penetrando, merced a la violencia, en la asamblea que se efectuaba en la calle México 2070. Después logró apoderarse de la Liga Antiimperialista y a través de ella, el Partido Comunista denunció que la Revolución del 6 de setiembre, en el cual actuaban como figuras preponderantes numerosos políticos que hoy se mueven de acuerdo con los comunistas argentinos y bajo la fiscalización de las mismas instrucciones emitidas por el señor Braden, era un movimiento preparado, organizado y dirigido por el imperialismo yanqui y por la “Standard Oil Co.”. Desde entonces la Liga Antiimperialista se desenvolvió dentro y bajo las directivas emanadas del C. C. del Partido Comunista de la Argentina, hasta que hace tres años desapareció y no se tienen noticias de ella.
No exhumemos, sin embargo, antecedentes lejanos. Vamos a consignar la posición adversa del Partido Comunista contra el imperialismo norteamericano, expuesta ruidosamente en los últimos años y en forma especial en 1941, cuando Hitler y la Alemania nazi habían adquirido un mayor poder. En el diario “La Hora”, órgano del Partido Comunista, se publicó el 22 de mayo de ese año un documento sensacional que revelaba la “política cínica, hipócrita, brutal de Estados Unidos”, para utilizar las palabras con que Rodolfo Ghioldi definía entonces a la República del Norte, confundiendo en una misma calificación al imperialismo yanqui, al pueblo norteamericano y al gobierno de Roosevelt. Dedicaba el Partido Comunista esta publicación del diario “La Hora”, “a los seudo-cabildantes que realizaban —entonces se efectuaba el “Cabildo Abierto” organizado por Julio A. Noble, Nicolás Repetto, Américo Ghioldi, Coraminas Segura, González Iramain, Carlos Cisneros y otros—, una gran farsa para reclamar la entrada de la Argentina en la guerra”. La dedicaban, también, “a los obreros socialistas honestos que están engañados por jefes que saben perfectamente que la política norteamericana no es democrática, ni liberal, ni de fraternidad americana, sino imperialista y que sin embargo, se postran a sus pies, con servilismo innominable”. La dedicaban, igualmente, “a aquellos, pocos por cierto, que han acogido la idea de la subprensa” (se referían a los diarios “Crítica”, “La Nación” y otros), de crear ‘El Día Americano’ para subrayar la sumisión a Estados Unidos”. La dedicaban, asimismo, “a los elementos sinceros que puedan militar en ‘Afirmación Argentina’, engañados por jefes vendidos al imperialismo nazi, imperialismo que usa la misma astucia, cinismo, brutalidad, corrupción que el yanqui, que el inglés o que cualquier imperialismo que exista sobre la tierra”. En una edición posterior del diario “La Hora”, el Partido Comunista, bajo el título “Admirable Lección de Hipocresía”, decía a los obreros estas palabras: “Las potencias extranjeras, cuando están desarrollando sus siniestros planes de dominación de la economía nacional, siempre lo hacen entonando himnos hipócritas a la soberanía argentina. Y los ‘patriotas cien por ciento’, que desde adentro proyectan y sancionan leyes contrarias al interés nacional, cuando proceden por indicación o bajo la extorsión del capital extranjero, lo hacen siempre considerando que obran soberanamente. En la actualidad, Estados Unidos presiona diplomática, comercial y militarmente; halaga, promete, compra, amenaza a las Naciones sudamericanas para que entren en su órbita con el cuento oriental de la ‘coordinación de tal defensa continental’. Cuando un gobierno resiste se recurre a mil procedimientos visibles e invisibles para obligarlo a ‘jugar a la pelota’, según la manera ‘realista’ de expresión de Mr. Mangan. Y cuando eí gobierno cede y entra en la órbita yanqui, lo hace considerando que obra como nación soberana. Así salva sus prestigios en el interior y así le conviene mejor al imperialismo yanqui”.
En el diario “La Hora” del viernes 23 de mayo de 1941, el Partido Comunista de la Argentina equipara el diario “El Pampero” con los diarios que defienden al imperialismo yanqui (se refiere a “La Prensa”, a “La Nación”, a “El Mundo”, a “Crítica”, a “Noticias Gráficas” y a otros muchos, excluido el diario “La Razón” que todavía interpreta en el país los intereses del nazismo y de Hitler). En la primera página afirma, en efecto: “Porque hay que decirlo con toda claridad: en nuestro país, por ejemplo, ‘El Pampero’ no es el único diario pagado con dinero extranjero; existen otros que, como ‘El Pampero’, defienden la causa de la traición nacional pagados con oro de potencias extranjeras, aunque hipócritamente se cubran con la máscara democrática”. En otra oportunidad, también en el diario “La Hora”, sostiene el Partido Comunista, refiriéndose entonces al “Cabildo Abierto”: “Los inspiradores del ‘Cabildeo’ dirán que esa es la opinión personal de un periodista —alude a las denuncias formuladas por Mangan en la revista aristocrática “Fortune” de Nueva York—, o la opinión de un grupo de millonarios que sueñan con la ‘vieja diplomacia del dólar’. Dirán, mentirosos y farsantes que esa no es la política actual de la Casa Blanca, de Roosevelt, de Cordell Hull. A estos vendepatria, a estos quintacolumnistas, para confundirlos les reproduciremos unas interesantes declaraciones de Cordell Hull…”. El diario “La Hora” publica también, el 23 de mayo, esta interesante manifestación: “¿Sería lógico, para enfrentar el peligro que viene de Estados Unidos, entregarnos en brazos de Alemania? Sería una traición. Pues es igualmente una traición querer prevenir el peligro nazi entregándonos al imperialismo yanqui o inglés”.
En el periódico “Orientación”, órgano oficial del Partido Comunista, el señor Rodolfo Ghioldi, el jueves 17 de abril de 1941 publica un extenso artículo para denunciar los planes que el señor Spruille Braden está desarrollando en América. Asevera el jefe del Partido Comunista en la Argentina que “en los planes norteamericanos, América latina no saldría de su actual degradación económica, continuaría siendo el abastecedor de materias primas y alimenticias. Con esta diferencia, sin embargo: que pasaría a ser exclusivamente fiscalizada por el imperialismo yanqui. El plan económico panamericano no es otra cosa que el espacio vital exigido por los Estados Unidos. No se trata ya de coparticipación en la explotación colonial, sino del monopolio norteamericano sobre América latina”. Añade el señor Rodolfo Ghioldi poco después: “Alentada por la experiencia de sus conquistas en ocasión de la primera guerra imperialista, la clase capitalista de los Estados Unidos aspira ahora a ganancias mayores. Su apetito ha crecido fantásticamente. Desea la hegemonía mundial, como lo dice Wilkie, y necesita la dirección monopolista sobre América latina”. Concluye el dirigente del Partido Comunista de la Argentina con estas palabras: “Nadie deja de ver, en la guerra desatada por el imperialismo —se refiere a la que ha terminado en 1945—, la salida revolucionaria. Nunca como hoy el fantasma de la revolución atormenta a los dirigentes del capitalismo mundial. La combinación de las insurrecciones proletarias en los países avanzados con los levantamientos nacionales antiimperialistas en los países coloniales y semicoloniales, presentase como uno de los más probables caminos. Precisamente por ello, los socialistas argentinos, que siempre negaron la existencia del imperialismo, surgen ahora como sus abanderados, los socialistas chilenos como sus instrumentos y el aprismo como su puntal. Hay que frenar y evitar los movimientos antiimperialistas de masas, y ello puede obtenerse únicamente al precio de pasar franca y directamente al campo del imperialismo yanqui. Cuando las cuestiones de la liberación nacional se colocan agudamente y con carácter de inminencia, hay que despojarse hasta de la hipocresía antiimperialista y exhibirse como heraldos del imperialismo norteamericano. Ese camino, es el mismo recorrido por el señor Haya de la Torre desde su consigna ‘contra el imperialismo yanqui’ a su ‘slogan’ actual: ‘Por la alianza con los Estados Unidos’. Las posiciones activas contra el movimiento de liberación nacional conducen inevitablemente, como ocurre en Argentina y Chile, a la alianza con la oligarquía”.
Muchas son, desde luego, las pruebas semejantes a las expresadas que se podrían acumular para demostrar que el Partido Comunista de la Argentina sostenía, con la virulencia con que acostumbra subrayar su posición, entre otras las siguientes premisas:
lº) Que Estados Unidos representa, mientras favorezca con la protección oficial el desarrollo de los monopolios financieros, de sus trusts y de sus grupos económicos, al imperialismo capitalista.
2º) Que esperaba obtener, de la guerra, el control de la economía mundial.
3º) Que amparaba su política de expansión imperialista en el aprovechamiento cada vez mayor de la materia prima de los países coloniales y semicoloniales, impidiendo que se transformaran en industriales y tratando de mantenerlos dentro de una economía agraria y primitiva.
4º) Que para obtener la materia prima a menor costo necesitaba que el proletariado de los países coloniales y semicoloniales cobrara salarios cada vez más inferiores y soportara condiciones de trabajo que no influyeran en un mayor costo de la producción.
5º) Que siendo la guerra de tipo imperialista, todo país que aspirara a mejorar su suerte y que pudiera, como el nuestro, permanecer al margen del conflicto bélico, debía mantener irreductiblemente la neutralidad.
6º) Que la propaganda de la prensa, practicada venal o desinteresadamente, es tan abominable cuando se practica en favor del nazismo como cuando se realiza en favor del imperialismo yanqui.
7º) Que debía activarse para realizar, en los países coloniales y semicoloniales, la revolución de liberación nacional una vez que terminara la guerra.
8º) Que para frenar los movimientos de masas que persigan la liberación nacional, el imperialismo recurre preferentemente a los partidos tradicionales de izquierda de cada país.
9º) Que cuanto más cerca se colocan los países de la liberación nacional, más abierta y crudamente ciertos partidos tradicionales de izquierda se colocan a su servicio y se convierten con mayor franqueza en los sostenedores del imperialismo yanqui.
10) Que toda posición activa contra los movimientos de liberación nacional adoptada por los partidos tradicionales de izquierda, los conduce a la alianza con las oligarquías locales, en las cuales se sustenta el imperialismo yanqui para tu desarrollo y predominio.
El esquema que describimos, en consecuencia, demuestra, con las propias argumentaciones expuestas por el Partido Comunista de la Argentina, que esta agrupación política, como el socialismo y la Unión Cívica Radical (Mesa Directiva), están sirviendo al imperialismo yanqui. Demuestra, también, que el imperialismo yanqui, según la previsión del Partido Comunista de la Argentina, se sirve en nuestro país de los partidos tradicionales de izquierda. Demuestra, finalmente, que el Partido Comunista de la Argentina, en su trayectoria desde el antiimperialismo al imperialismo, se ha colocado al frente del movimiento de sumisión, al grado de que además de servirlo, propicia, como ha quedado demostrado por las declaraciones que formulara y en especial forma por la conferencia que en el último Congreso del Partido pronunciaron Victorio Codovilla, Arnedo Alvarez y Rodolfo Ghioldi, una alianza con la oligarquía específicamente representada por el Partido Conservador. La consigna comunista de “Unidad Nacional”, en cuyo seno las fuerzas oligárquicas puedan actuar con los demás partidos, y la relación existente entre el Partido Comunista de la Argentina y los conservadores más recalcitrantes, no ocultan a la opinión pública la inmensidad de la alianza y según las propias palabras del señor Ghioldi, cuando acusaba en 1941 a Haya de la Torre señalando que “las posiciones activas contra el movimiento de liberación nacional conducen inevitablemente a la Alianza con la oligarquía” (Orientación, abril 17 de 1941), confirman la doble traición del Partido Comunista de la Argentina: contra la liberación nacional y por la entrega al imperialismo, y contra las masas trabajadoras y por la alianza incondicional con la oligarquía. También evidencia la situación actual, siguiendo siempre las palabras del señor Ghioldi, que la capitulación de los partidos tradicionales de izquierda y de masas y su decidida conversión hasta constituirse en instrumentos del imperialismo yanqui, se ha operado tal como lo había previsto y que en la misma forma APRA en el Perú, los partidos Radical (Mesa Directiva), Socialista, Demócrata Progresista, Comunista y Concentración Obrera, están sirviendo plenamente y a satisfacción los designios imperialistas. Entre ellos, por otra parte, existían rencores y repulsas tales y tan grandes eran las diferencias dialécticas y tácticas que los separaban, documentadas todas a través de treinta años de mutua acusación y de impugnaciones recíprocas, que no había posibilidad alguna de que se unieran alguna vez, como no fuera gracias a la imposición dictada por un amo común. El imperialismo, pues, al colocarlos a su servicio, ha realizado en la Argentina, con la cooperación de todos los partidos tradicionales, el milagro del “Frente Nacional”. Comunistas, socialistas, conservadores, radicales (mesa directiva), antipersonalistas, concentraciones, demócratas progresistas y otros grupos electorales menores, trabajan juntos detrás del mismo mostrador y sirven al mismo patrón.

La explicación de la desviación comunista

¿Qué razones, sin embargo, han inducido al Partido Comunista de la Argentina a entregarse al imperialismo yanqui; a bregar por el sometimiento de las masas trabajadoras, poniéndolas a merced de los grandes monopolios y del régimen de explotación local; a luchar, inclusive, contra el aumento de los salarios, renegando de aquel principio de que “una mala posición táctica entraña asimismo desviaciones teóricas” expuesto por el mismo señor Rodolfo Ghioldi (La Internacional, septiembre 27 de 1924)?
He aquí, la explicación. Ninguna revelación más importante podría formularse en estos momentos. Si se reconstruyen y articulan denuncias serias, cuya verificación se está activando, llégase fácilmente a la conclusión de que el Partido Comunista ha pactado con el imperialismo yanqui por intervención del señor Braden, ante quien el señor Gustavo Duran, su agregado civil en la Embajada de Estados Unidos y secretario privado antes, durante y después de esa época, ha intercedido más de una vez. La participación del señor Duran en la alianza entre el Partido Comunista de la Argentina y el imperialismo yanqui no puede ser objeto de grandes dudas, sobre todo si se recuerda que, por una parte, el señor Duran se vinculó al señor Codovilla durante la guerra española, cuando ambos eran oficiales de enlace entre unidades sovietizadas del ejército republicano y la Embajada de la URSS, y por la otra, es la persona de confianza del señor Braden. Lo cierto es que el Partido Comunista habiendo abandonado sus viejas ideas y participando en la lucha en condiciones contrarias al pueblo argentino, de abandonar su actual posición se pondrá en evidencia, una vez más, a través de sus hondas y graves contradicciones. Y lo cierto es también que el Partido Comunista de la República Argentina, arrasado por el nuevo movimiento de liberación nacional y de justicia social que encarna en las masas que confiaron a la Revolución su destino, ha pactado con los más grandes y encarnizados enemigos de la Nación y de su pueblo para tratar de impedir que se cumplan los postulados del 4 de Junio.

Orientación y táctica distintas de otros partidos comunistas

Se explica, por lo expuesto, que los Partidos Comunistas de América disientan con la conducta del Partido Comunista de la Argentina. No han intervenido en pactos como el denunciado, no hubiesen intervenido en ellos, sin duda, más respetuosos de la doctrina propiciada y menos dispuestos a claudicar ante el imperialismo yanqui contra el cual están luchando. En Brasil, en Venezuela, en Cuba y en otras naciones hondamente sacudidas por la tensión imperialista de los consorcios y los monopolios norteamericanos, Partidos Comunistas expresan su repudio a la política de Braden. A las reiteradas manifestaciones del señor Prestes, que denuncia, entre otras cosas, la preocupación que suscita la acción del imperialismo yanqui al promover una guerra entre Argentina y Brasil con posibilidades de extensión en el resto del hemisferio meridional, deben unirse las afirmaciones del señor Juan Bautista Fuenmayor, ya citado secretario general del Partido Comunista de Venezuela, quien dijo en Caracas, al inaugurar el 27 de enero último la convención partidaria, estas palabras: “El imperialismo norteamericano tiene choques en toda América latina con el imperialismo británico, especialmente en la Argentina, lo cual constituye la verdadera razón de la política antiperonista de Spruille Braden”. Estas declaraciones demuestran que para justificarse en su política de claudicación absoluta ante el imperialismo yanqui, el Partido Comunista de la Argentina pretende denunciar al coronel Perón como representante del imperialismo británico. El pueblo argentino sabe que se trata de otro infundio. A falta de mejores razones que expliquen su sometimiento, el Partido Comunista de la Argentina transmite, al extranjero y a América, absurdas patrañas. Pero no interesan las patrañas que no interpretan la verdad y a las cuales la verdad destruye totalmente. Lo útil y lo definitivo es que con el pacto celebrado con el señor Braden, el Partido Comunista de la Argentina demuestra a los Partidos Comunistas del continente que está luchando en el mismo frente del imperialismo yanqui, para sostenerlo, para facilitarle su expansión y para asegurar la dominación sin condiciones de las masas laboriosas de América.
Finalmente, unas palabras más sobre este interesante y triste capítulo. Spruille Braden, por los elementos que se han consignado y por la copiosa información que al respecto le han proporcionado sus propios organismos, entre ellos la “Asociación de Difusión Interamericana” instalada en la avenida Roque Sáenz Peña 567, sabe perfectamente que el Partido Comunista de la Argentina bregó por la neutralidad, que acusó de “vendepatrias” y de “quintacolumnistas” a los que pretendían la ruptura de relaciones con la Alemania nazi, que llamó subprensa a la que defendía y tramitaba la ruptura de relaciones y denunció el origen venal de las campañas que en tal sentido realizaban con insistencia sospechosa. Ni aun los auténticos espías del Eje, dijeron tanto como los miembros del Partido Comunista de la Argentina en favor de Alemania y para alentar a los argentinos que no ocultaban su interés en que el país permaneciera neutral, “al margen del conflicto bélico”, como dijo el ex canciller José María Cantilo, gran amigo e intérprete del señor Spruille Braden, al saludar el 20 de enero de 1940 a su colega del Brasil, doctor Osvaldo Aranha.

viernes, 21 de marzo de 2014

DECRETO SOBRE LOS BIENES NACIONALIZADOS


El C. General Emiliano Zapata, Jefe supremo de la revolución, a los habitantes de la República hago saber:

Considerando. Que los bienes pertenecientes a los enemigos de la causa que se defiende, o sean los bienes conocidos con el nombre de nacionalizados, son de la propiedad de la nación, y el gobierno es el único a quien corresponde su administración y conservación.
Considerando. Que dichos bienes han sido destinados para el fomento de la agricultura de la República, por medio de la ayuda pecuniaria prestada a los pequeños agricultores y para pago de pensiones a viudas y huérfanos de los que sucumban o hayan sucumbido en la presente lucha.
Considerando. Que ha sido mal comprendido el objeto a que se destinan los bienes nacionalizados, pues individuos del orden militar o civil se posesionaron de casas, para habitarlas, o de molinos o fábricas para explotarlas, con lo cual se produjo el desorden consiguiente, al grado de que algunos revolucionarios, con detrimento de los buenos principios, se consideran dueños de los bienes de los enemigos de la causa, a tItulo de botín o de conquista.
Considerando. Que los bienes nacionalizados deben producir rentas al erario nacional, y, por lo mismo, los revolucionarios o particulares tienen la obligación de pagar el precio del arrendamiento por las casas o bienes de la nación que ocupan.
Considerando. Que el Ejército libertador carece por el momento de fondos para el pago de haberes, y con el objeto de que disminuyan los gastos que los pueblos hacen para sostener las fuerzas, en lo sucesivo la Caja Rural de Préstamos proporcionará en calidad de empréstito, mientras dure este estado de cosas, las cantidades necesarias para atender a las tropas.
Considerando. Que conviene a todo trance asegurar la administración, conservación y explotación de los bienes dichos, por la autoridad competente, he tenido a bien decretar lo siguiente:
1° Se prohibe a los revolucionarios o pacificos que se posesionen de bienes nacionalizados o nacionales, sin solicitarlo antes de la Caja Rural de Préstamos y obtener el permiso de la misma.
2° Los que pretendan habitar casas o explotar bienes pertenecientes a la nación, deberán hacer sus contratos en las oficinas de la Caja Rural de Préstamos, para que ésta les fije las rentas mensuales que deben pagar.
3° Los jefes con mando de tropa, que tengan que permanecer en las poblaciones por orden superior, solicitarán de la autoridad civil de la localidad, lugares para acuartelarse.
4° Las autoridades civiles proporcionarán cuarteles (si los hay del gobierno) o casas nacionalizadas que se adapten para cuartel, dando aviso a las oficinas de la Caja Rural de Préstamos, para que ésta acuerde las rentas que deba pagar el gobierno por los locales que se dediquen a cuarteles.
5° No podrán considerarse como cuarteles las casas nacionalizadas que alojen solamente a un jefe o jefes, a sus familias o a unos cuantos soldados, pues solamente se consideran como cuarteles los edificios que alojen cuando menos a diez hombres en las poblaciones de dos mil habitantes, a veinte en las poblaciones de menos de cinco mil habitantes, a cincuenta hombres en las de menos de diez mil almas y a cien hombres en las poblaciones de diez mil hombres o más.
6° Los individuos que, en contravención a los anteriores preceptos y sin cumplir los requisitos que en ellos se marcan, se apoderen de alguna finca o propiedad nacional o nacionalizada, serán castigados con cualquiera de las siguientes penas a juicio del Cuartel General o del tribunal que deba juzgarlos: amonestación pública o privada, destitución, multa de cien a mil pesos o arresto de uno a once meses, según la mayor o menor gravedad del caso.
7° Los jefes militares harán conocer el presente decreto a los oficiales y tropa que de ellos dependan.
8° La Caja Rural de Préstamos dedicará los productos de los bienes nacionalizados al pago de las pensiones de las viudas y huérfanos de las víctimas de la revolución, de toda preferencia, y el sobrante será destinado al fomento de la agricultura de la República, conforme a las bases de la misma Caja Rural.
9° El presente decreto surtirá sus efectos desde luego.

ARTÍCULO TRANSITORIO

Mientras tanto el gobierno está en condiciones de proporcionar los dineros necesarios para atender a los gastos de la guerra, la Caja Rural de Préstamos, podrá hacer empréstitos al Cuartel General de la revolución en las cantidades que ésta necesite para hacer frente a las atenciones de la campaña.
Por tanto mando se publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Cuartel General en Tlaltizapán, Morelos.
30 de enero de 1917.
El General en Jefe,
Emiliano Zapata

sábado, 15 de marzo de 2014

NACIONALISMO Y DEMOCRACIA


por Manuel Ugarte

"Si el nacionalismo es revolucionario, la revolución puede ser nacionalista sin comprometer ni disminuir la solidaridad mundial. Paralelamente al problema de la injusticia exterior, debemos enfocar el problema de la injusticia interior. . .".
(De El dolor de escribir, 1932).

lunes, 10 de marzo de 2014

América en la conciencia europea


21. América como creación utópica de Europa

Ya hemos dicho que América es una creación europea. América surge como realidad dentro de la vida cultural europea en una de las grandes crisis que sufre esta cultura. El descubrimiento del Continente Americano se origina en la ineludible necesidad que siente el europeo de un mundo nuevo. El azar no cuenta para nada en esta aventura. Europa necesita de América, por esto la descubre. Colón no se ha tropezado con ella debido a un azar, la encuentra porque buscaba una tierra donde podrían ser realizados todos los sueños y esperanzas del hombre del cual era él mismo un prototipo.
Antes de su descubrimiento América existía ya, aunque su existencia jamás antes había preocupado al europeo. Estaba aquí, en este mismo lugar geográfico en que fue descubierta. Pero antes no se le había ocurrido al europeo buscar tierras distintas a las suyas. Nunca antes había sentido el afán de desparramarse por tierras desconocidas. Antes de este momento histórico el europeo había mostrado un gran respeto por lo desconocido. Le bastaba su fe, por la fe le era todo conocido, no tenía necesidad de comprobar nada. Sin embargo, en un momento que se semeja mucho al nuestro, dicha fe no le bastó ya. Un buen día se encontró flotando en el vacío. Falto de fe todo su mundo se derrumbaba, entraba en crisis. El ideal situado en lo alto se desvanecía, se alejaba tanto que se hacía inalcanzable. Era menester buscar nuevos ideales, nuevas creencias, rehacer el mundo. Pero también era menester buscar nuevos lugares donde colocarlos (1). Ya no podían ser colocados en el cielo. Gracias a la nueva física el cielo dejaba de alojar ideales para convertirse en algo frío e ilimitado; en un infinito muerto, mecánico. Ahora tendrían que situarse los ideales en otro lugar. Y este otro lugar no iba a ser más que la tierra, el mundo.
Así, en tierras antes desconocidas, en tierras por las cuales el hombre occidental no había antes sentido interés, se colocaron los nuevos ideales. Todo lo que el europeo necesitaba, todo lo que anhelaba, todo aquello de que carecía, fue colocado en esas tierras desconocidas. El europeo se lanzó a la búsqueda de estas tierras de promisión. Viajeros y navegantes daban fe de su existencia. Y es que éstos, como europeos, no veían ahora sino aquello que querían ver (2).
El Continente Americano fue la tierra que mejor se prestó a servir de alojamiento de los ideales del europeo. América surgió como la gran utopía. América era la tierra nueva anhelada por el europeo cansado de su historia. En América el europeo podía volver a hacer su historia, borrar todo su pasado, empezar de nuevo. Europa necesitaba desembarazarse de su historia para hacer una nueva. Era menester hacer una historia bien planeada, bien medida y calculada, en la que nada faltase ni sobrase. Era necesario un mundo nuevo sin liga alguna con el pasado.
En América podría realizar el hombre aquello que anhelaba cuando hablaba por boca de Descartes diciendo que no sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar toda una cultura, cambiándola desde sus cimientos. En verdad, tal cosa no era sensata, sin embargo, todo hombre la anhelaba; se quería reformar todo, transformarlo hasta sus cimientos. Había que derribar todo lo existente y empezar de nuevo. Pero tal cosa sería insensata si se proponía abiertamente. Había que buscar un subterfugio. Éste lo fue América. América se presentó como tabla salvadora. En ella se podía construir, aunque fuese idealmente, todo aquello que se quisiese. Tal acto no era insensato. América se presentaba como tierra nueva, esto es, sin historia, sin pasado.
La imaginación del europeo colocó en estas tierras ciudades fantásticas, diseñadas conforme al ideal de un solo ingeniero. Legislaciones, Estados, costumbres y religiones ideales fueron colocados en este Continente; todo a la medida de sus no menos fantásticos moradores. América no era otra cosa que el ideal de Europa. En ella se veía lo que el europeo quería que fuese Europa. Fue el modelo conforme al cual había que rehacer al mundo occidental.
América surgió así, como la suma de todas las perfecciones, como tierra de promisión. Sin embargo, tales perfecciones le eran ajenas, no eran sino lo que el europeo había imaginado en ella. La realidad americana era muy otra. El europeo, atraído a estas tierras por la leyenda, pronto se estrelló contra una realidad que le era difícil comprender. De aquí surgió la decepción, y con la decepción la inadaptación del hombre que se formó en estas tierras. Sin embargo, para Europa esta América siguió siendo tierra de promisión, tierra nueva. La fantasía europea siguió bordando fantasías sobre América. Ésta fue la más perfecta creación utópica de Europa.

22. Una aventura de la conciencia europea

Descartes al preguntarse sobre las causas de la desigualdad que reinaba en todos los campos de la cultura exclamaba: "¡Cuán difícil es hacer cumplidamente las cosas cuando se trabaja sobre lo hecho por otros!". En lo hecho por otros se encontraba el origen de todas las desigualdades: políticas, sociales, religiosas, morales y de opinión cultural. Desigualdades que habían dado origen a sangrientas y largas guerras, apoyadas por la historia, la tradición y las costumbres.
Frente a estas desigualdades la conciencia haría patente la accidentalidad de las mismas, accidentalidad que los hombres habían convertido en algo permanente. Pero había algo permanente y natural al hombre: "la razón o buen sentido". Ésta era "naturalmente igual en todos los hombres", decía el propio Descartes. La desigualdad tenía su origen en algo remoto, pero accidental. En algo que le había sucedido al hombre debido a una serie de diversas circunstancias. A estas circunstancias se referirán todos los filósofos modernos, desde Descartes a Juan Jacobo Rousseau.
Decía Descartes: la desigualdad, "la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas". Esto es, la desigualdad tiene su origen en el hecho de que los individuos toman diversos caminos orientados por una serie de prejuicios: educación, costumbres, etcétera, de donde nace también ese considerar las cosas desde puntos de vista diferentes; tan diferentes como los prejuicios impuestos. A estos prejuicios impuestos se refería el filósofo francés cuando decía: "pensaba yo que, como hemos sido todos nosotros niños antes de ser hombres y hemos tenido que dejarnos regir durante mucho tiempo por nuestros apetitos y nuestros preceptores que muchas veces eran contrarios unos a otros, ni unos ni otros nos aconsejaban siempre acaso lo mejor, es casi imposible que sean nuestros juicios tan puros y tan sólidos como lo fueran si, desde el momento de nacer, tuviéramos el uso pleno de nuestra razón y no hubiéramos sido nunca dirigidos más que por ésta". Los apetitos y "los otros", como preceptores, son así, la causa de las desigualdades humanas. Cicerón había llamado a lo hecho por los otros, a la historia, "maestra de la vida", pues bien, era esta manera, una de las principales causas de los males que tenía su origen en la desigualdad.
¿Cómo acabar con las desigualdades y, con ello, con todas las miserias que provocan? Rompiendo con el pasado y la sociedad, rompiendo con lo hecho por otros, o, aceptándolo sólo provisionalmente, a reserva de hacer algo nuevo. Pero esta vez algo creado por la razón, que une al igualar. Descartes expresa esta aventura que se halla patente en la convivencia del hombre europeo de esa época. Ya otros hombres se habían lanzado a los mares y a continentes desconocidos para hacer realidad este Nuevo Mundo, Descartes tratará de realizarlo en su propia conciencia. Va a ofrecer las bases de esta nueva aventura. Una aventura a la cual podrán o no concurrir todos los espíritus. Una aventura personal, nacida de la propia convicción que no imita a otros ni invita a ser imitada. Aventura en la propia soledad de la conciencia. Descartes previene diciendo: "Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno que me pertenece a mí solo. Si, habiéndome gustado bastante mi obra os enseño aquí el modelo, no significa esto que quiera yo aconsejar a nadie que me imite. Los que hayan recibido de Dios mejores y más abundantes mercedes, tendrán, sin duda, más levantados propósitos; pero mucho me temo que este mío no sea ya demasiado audaz para algunas personas. Ya la mera resolución de deshacerse de todas las opiniones recibidas anteriormente no es un ejemplo que todos deben seguir". En el llamamiento de Descartes existe el mismo espíritu de aventura que apenas ayer había hecho posible el descubrimiento de América. Colón, Cortés y todos los grandes capitanes del descubrimiento y la conquista había hecho invitaciones semejantes. En sus expediciones sólo podían tomar parte los voluntarios, aquellos individuos cuya imaginación desbordada se sentía insatisfecha con su propia realidad. Individuos que anhelaban un mundo nuevo creado por cada uno de ellos de acuerdo con su imaginación y su fantasía.
El espíritu de aventura caracterizará las diversas formas de expresión del hombre moderno. Formas que a su vez harán patente las diversas e individuales actitudes del hombre europeo que habrán de dar origen a las no menos diversas nacionalidades de este Continente. Espíritu de aventura es espíritu de evasión. El nuevo hombre hastiado de un mundo que no ha podido hacer, que encuentra hecho, busca la forma de eludirlo para crear otro. Abandona la seguridad que ofrece lo conocido y se lanza a la aventura del inseguro desconocido. España lanza a sus hijos a la aventura mística y a la aventura del descubrimiento y conquista de un nuevo Continente. Inglaterra a esa aventura que ha hecho posible el mundo capitalista. Y Francia, siempre precavida, a la aventura de la conciencia que ahora recordamos encarnada en Descartes. Aventuras, todas ellas, en las cuales sólo cuenta la voluntad de los individuos. Empresas personales en las que se juega todo para ganarlo todo. Aventureros que queman sus naves para encontrar a Dios, un Imperio, un gran mercado o la más segura de las certezas. En estas aventuras no hay intermediarios y todos los medios son válidos. No hay póliza contra riesgos y el que a ellas se lanza se juega el alma, la fortuna o la seguridad del conocimiento.
Y lo primero que se juega, a lo primero que se renuncia es al pasado. Éste se presenta al hombre como lo que es, sin más, sin posibilidad de ser otra cosa; esa otra cosa que él quiere ser. El pasado se presenta como el ser que ha consumido todas sus posibilidades. Es lo realizado, lo que no permite posibilidad alguna de realización. El hombre europeo se encuentra con un mundo hecho, un mundo en el que siguen mandando los muertos. Éstos imponen sus leyes y conductas. Ellos son la fuente de todas las desigualdades. La situación del hombre que se encontraba dentro de ellas como un condenado.
"Esas viejas ciudades —agregaba el filósofo francés—, que no fueron al principio sino aldeas, y que, con el transcurso del tiempo han llegado a ser grandes urbes, están, por lo común, muy mal trazadas y acompasadas, si las comparamos con esas otras plazas regulares que un ingeniero diseña, según su fantasía, en una llanura". De eso se trataba, de construir un nuevo mundo de acuerdo con la fantasía, diseñado en una llanura sin obstáculos, es decir, sin historia, sin tradición, sin comunidad, sin compromisos con los otros. Este mundo sólo podía estar en el futuro. En éste el hombre podía ser aquello que no había podido ser. El futuro es el campo de la fantasía, la imaginación, lo que aún no es y, por lo mismo, puede ser en infinitas posibilidades. Para hacer posible este mundo de la conciencia rompe Descartes con la realidad mediante la famosa duda metódica. Y una vez que ha roto con toda la realidad que le circunda, una vez que ha roto con los compromisos que ella le imponía, reinicia su construcción. Empieza todo como si nada estuviese hecho, como si todo tuviese que ser sacado nuevamente de la nada, de esa nada, precisamente, que se llama el futuro. La imaginación del hombre toma aquí el papel del Creador e inicia la más audaz de las aventuras de la humanidad.

23. América como tierra de evasión

El hombre moderno, del cual es Descartes una de sus expresiones, verá en América el campo ideal para situar sus fantasías. La realidad europea, por insuficiente, empuja a este hombre al descubrimiento de una tierra que, por desconocida llena su imaginación y fantasía. América es una tierra que nada tiene que ver con la historia, la tradición y el pasado europeos, ese pasado del cual trata el nuevo hombre evadirse. Por irreal, América posee todas las posibilidades. En esta tierra también hay hombres, pero hombres de una naturaleza muy especial. No poseen historia, no tienen compromisos que asumir. El pasado, es decir, el pasado de Europa, nada tiene que ver con este hombre y, la historia de éste nada dice al europeo, no le comprometen. El Continente Americano y sus hombres son vistos como blanda materia, la materia de todas las fantasías. El hombre de América es "el buen salvaje", el hombre natural, el hombre bueno por naturaleza. Esto es, la nada por excelencia para la historia. Sólo la historia podía extraviar al hombre. La historia había extraviado al europeo. Mirando en esta forma al americano el europeo se proyectaba a sí mismo, reflejaba su imaginación, su fantasía.
Ésta es la actitud que ha hecho posible el descubrimiento de América. Ésta surge en medio de una de las más grandes crisis que ha sufrido la llamada cultura occidental. Crisis que provocará la caída de las viejas formas de la cultura cristiana y el asentamiento cultural de lo que se ha llamado la modernidad. El descubrimiento de América es el fruto de la nueva conciencia. En ella se proyectarán los ideales del Nuevo Mundo, de ese mundo que aspira a imponer en Europa el hombre que ha surgido a partir del Renacimiento. El nuevo europeo que había perdido la fe en el Viejo Mundo cristiano busca un lugar donde colocar sus nuevos ideales una vez que ya no existía un cielo donde colocarlos. Aquí estaba el mundo que quería realizar a reserva de cambiar el Viejo Mundo que acepta sólo a título de provisional.
El paso de la Edad Media a la Edad Moderna será uno de los pasos más difíciles de la historia de la cultura occidental. Los viejos poderes medievales se resistían a dejar el campo a los nuevos puntos de vista del hombre que había surgido como reacción contra ellos. Se entabla entonces la lucha entre estos poderes y las fuerzas de la modernidad que han surgido en la historia. La Iglesia y el Feudalismo se niegan a dar paso a las nuevas formas sociales. En esta lucha aparecen las nuevas monarquías que acaban con el Feudalismo dando lugar a las nacionalidades modernas. Surge también el movimiento de Reforma frente al imperialismo de la Curia Romana. A la guerra contra los señores feudales siguió la guerra de religiones. La violencia y el crimen se adueñaron de Europa, esa violencia de que fuera testigo el propio Descartes. A la intransigencia se contestó con la intransigencia, a la violencia con la violencia, al fanatismo con el fanatismo. Los monarcas vencían a los viejos autócratas feudales para convertirse en autócratas nacionales. Los reformistas que reclamaban la libertad en materia religiosa se convirtieron en feroces perseguidores de quienes no seguían sus creencias. Si Roma quemaba a un Giordano Bruno, Calvino en Ginebra hacía quemar a un Miguel Servet. Descartes sabía también de esto y se cuidaba mucho de caer en manos de uno o de otro de los fanatismos que se disputaban el mundo moderno.
Esta realidad había hecho sentir en el hombre europeo la necesidad de establecer un mundo nuevo. Un mundo en el que deberían ser eliminados todos los antagonismos, limadas todas las desigualdades de criterio. Para ello era menester desembarazarse del pasado, de ese pasado que dividía y originaba todas las violencias. Era necesario empezar otra historia, una historia sin contratiempos, sin obstáculos. Una historia limpia de compromisos. Una historia planeada y calculada desde el principio, en la cual cupiesen los sueños de todos los individuos, sus fantasías y proyectos. Sin embargo, este ideal no podía ser declarado abiertamente. Los viejos poderes tenían aún suficiente fuerza para estrangular cualquier proyecto que los amenazase directamente o al menos para dilatarlo. Por esto Descartes, consciente de lo peligrosa que es su filosofía para el Viejo Mundo, dice: "no sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar un Estado, cambiándolo todo, desde los cimientos, y derribándolo para enderezarlo". "Esos grandes cuerpos políticos —agrega—, es muy difícil levantarlos, una vez que han sido derribados, o aun sostenerlos en pie cuando se tambalean, y sus caídas son necesariamente duras". No, a este mundo habría que derribarlo de retache. Antes había que imaginar un mundo donde todos los sueños del nuevo hombre pudiesen ser realizados y, después, atacar la propia realidad. Así, lo que el europeo no podía realizar mediatamente en Europa, lo realizaría con la imaginación en América.
América se presentó así como el Nuevo Mundo por excelencia. El Nuevo Mundo al que aspiró el hombre renacentista, el hombre que quería volver a nacer como historia. En América situará el europeo todas sus utopías, los mundos que imaginaba crear, los mundos que anhelaba construir. América era la nueva tierra de promisión. Tierra de promesas, de posibilidades. La perfección de que se le rodeó fue el reverso de la realidad que se quería destruir. En su perfección ideal se hacía patente la crítica a insuficiencia expresada por la realidad europea. Las cualidades de que se dotaba a la América eran defectos que se señalaban en Europa. La imaginación del nuevo hombre dibujó en América la imagen de lo que quería fuese el futuro de Europa. América era el ideal a realizar por Europa, el modelo conforme al cual debería rehacerse. En otras palabras, América no vino a ser otra cosa que otra Europa. Esto es, su futuro, una nada como realidad. En América pudieron evadirse los inconformes con la realidad europea. Evasión real, pero aun dentro de esta realidad, evasión imaginaria. Se hizo de América una Nueva Europa.
América vino así a ser la piedra de toque de la justificación de una serie de ideas nuevas con las cuales el hombre moderno se enfrentaba a su pasado. Todo lo que el hombre había hecho hasta ayer adquiría un carácter accidental. Había hecho eso, pero podía haber hecho otra cosa. Por esta razón el pasado, lo hecho, no podía imponerse al nuevo hombre. La aceptación de este pasado, su vigencia, dependía del hombre que vivía. Los muertos dependían de los vivos y no al revés. De aquí la relatividad de costumbres, religión, política, sociedades, etcétera. De esta relatividad daba buena cuenta el mundo descubierto. "Bueno es saber —decía Descartes—, que de las costumbres de otros pueblos, para juzgar las del propio con mejor acierto, y no creer que todo lo que sea contrario a nuestras modas es ridículo y opuesto a la razón, como suelen hacer los que no han visto nada". "Es cierto —agregaba— que, mientras me limitaba a considerar las costumbres de los otros hombres, apenas hallaba cosa segura y firme, y advertía casi tanta diversidad como antes en las opiniones de los filósofos. De suerte que el mayor provecho que obtenía, era que, viendo cosas que, a pesar de parecernos muy extravagantes y ridículas no dejan de ser admitidas comúnmente y aprobadas por otros grandes pueblos, aprendía a no creer con demasiada firmeza en lo que sólo el ejemplo y la costumbre me había persuadido". En estas mismas ideas había abundado Montaigne haciendo concreta referencia a la diversidad de costumbres entre los "caníbales" de América y los cultivados europeos que se despedazaban para imponer sus opiniones. Todo ese mundo que parecía seguro y firme no era, en realidad, sino algo relativo y, por ser relativo, posible de cambio. "No todos los que piensan de modo contrario al nuestro son por ello bárbaros y salvajes —repetía Descartes—, sino que muchos hacen tanto o más uso que nosotros de la razón". Todo era un problema de educación, de formación. La diversidad de ideas y actitudes provenía de ese haber tenido diversos maestros en la vida. "Un mismo hombre, con su mismo ingenio —sigue diciendo—, si se ha creado desde niño entre franceses o alemanes, llegará a ser muy diferente de lo que sería si hubiese vivido siempre entre chinos o caníbales". De ahí la relatividad de las opiniones y la inutilidad de todas esas discusiones y matanzas a las que se había entregado Europa. Lo más firme, lo más seguro, estaba en la razón, esto es, en lo que hace de un hombre un hombre. Todo lo demás, por relativo y accidental, dependía de la elección del hombre, de su libertad. Era en nombre de esta libertad que se ponía entre paréntesis la vigencia del mundo dado. Al nuevo hombre le tocaba negar o refrendar su vigencia. Aceptarlo o negarlo.
Consciente de esta su máxima posibilidad, la de su libertad de elección, el hombre moderno aceptaría el mundo dado con el carácter de provisional, a reserva de cambiarlo parte por parte, de acuerdo con sus posibilidades materiales. Aun esta aceptación provisional iba a tomar un signo distinto. Se le aceptaba racionalmente. Como algo necesario para no permanecer "irresoluto" había dicho Descartes. Pero la vigencia de esta provisionalidad dependía ahora del individuo. Para su vigencia no contaba más el pasado. La Iglesia, el Estado, que hasta ayer se apoyaban en todo un pasado religioso y místico, dependían ahora de una voluntad individual que, convertida en voluntad general, podía poner fin a su poder cuando así lo decidiese.
La conciencia de su libertad llevaría al individuo, en una primera etapa, a la pura evasión de su realidad. La evasión que realiza Marco Polo que viaja por ver, por conocer otros pueblos y otras costumbres. La evasión que estimula a los voluntarios que siguen a Colón y la de los que seguirán a los grandes capitanes de la Conquista de América. Puro afán de ver y entregarse a un mundo desconocido, mundo de maravillas. Ese mundo que ya se dibujaba en los libros de Caballería en donde se inspirarían los futuros aventureros del descubrimiento y la conquista. Otros serán los afanes que lleven a los pasajeros del "Mayflower" a la nueva tierra. Éstos también se evaden de la realidad europea para construir en América una Nueva Europa. Una Europa también de acuerdo con sus sueños y fantasías. Una Europa planificada, realizada conforme a los lineamientos de la razón. Esa misma razón conforme a la cual Descartes trata, en la propia Europa, de rehacer la conciencia del hombre occidental.

24. "Utopía", ejemplo de Europa

En América se reflejarán los proyectos que en su afán de nueva libertad imagina el europeo. Los críticos de la Vieja Europa sitúan en América el tipo de vida que anhelan para una Europa Nueva. No basta evadirse, es menester, además, reconstruir ese mundo con el cual se sienten insatisfechos. Se debe establecer un nuevo orden; pero ya no el orden de la autoridad que se apoya en la tradición, el tiempo o la historia, sino un orden que tenga como base la propia libertad del hombre. Una libertad, que a sí misma ha de decir limitarse dando así origen a un nuevo tipo de sociedad. Libertad que se autolimita y que es fuente de ese "Contrato Social" de que hablará más tarde Juan Jacobo Rousseau. Idea que ya se anuncia en Descartes cuando dice: Imaginaba que esos pueblos que han ido civilizándose obligados por las circunstancias no pueden ser tan perfectos como los que "desde que se juntaron, han venido observando las constituciones de algún prudente legislador".
Leyes, costumbres y formas de política que tienen su origen en una planificación racional y no en el amontonamiento circunstancial. Orden racional aceptado libremente por la mayoría. Orden por el cual ha de pugnar, siglos más tarde la Revolución Francesa. Tal era el ideal de "nuevo orden" perseguido por los peregrinos del "Mayflower" y los que les siguieron en América. Un orden que pondría fin a las sangrientas disputas que sobre opiniones de todos los tipos se planteaban en Europa. Antes de que estas expediciones se realizasen los utopistas del Renacimiento hablaban ya de este ideal y lo situaban en esas tierras desconocidas recién descubiertas. Para estos utopistas lo fantástico, lo maravilloso, no se encontraba ya en el posible encuentro de monstruos mitológicos, sino en el encuentro de sociedades bien gobernadas, sin violencias, por la pura voluntad de los gobernados.
Dice Tomás Moro en su Utopía: "Después de una expedición de muchos días encontraron fortalezas, ciudades y repúblicas admirablemente gobernadas". A estos imaginarios expedicionarios no les sorprende ya, como pudo sorprender a conquistadores hispanos, el encontrar monstruos. "Tales monstruos —dice Moro— no tienen novedad alguna `ya que los Escilas, los rapaces Celenos, los Lestrigones devoradores de pueblos y otros terribles y semejantes portentos, casi en ningún sitio dejan de encontrarse, mientras no es tan fácil hallar ciudadanos gobernados recta y sabiamente'". En estas ciudades podría encontrarse los modelos para corregir los errores de otras ciudades, naciones y pueblos. Esto es, de esa Europa que merecía ser reformada. La Europa a la cual se refiere Moro concretamente comparándola con esa serie de ciudades ideales que se encuentran en ese nuevo mundo hasta ayer desconocido. "Utopía" es bien diferente de Europa. "Es un país que se administra con tan pocas y eficaces leyes, que aunque se premie la virtud, por estar niveladas las riquezas, todo existe en abundancia para todos". Aquí todos conocen las leyes, porque son pocas y fáciles de interpretar. Porque tienen la "claridad y distinción" de que hablaría Descartes. Y Campanella, otro de los utopistas, ha dicho: "Las leyes de la Ciudad del Sol son pocas, breves y claras".
Respecto a la misma formación de las ciudades de "Utopía", Moro las describe de acuerdo con ideal de ciudad bien construida de que más tarde hablaría Descartes y al cual nos hemos referido antes. Todas son ciudades planificadas, hechas de acuerdo con un plan, de acuerdo con la fantasía de un solo arquitecto. "Conocer una de sus ciudades es conocerlas todas, dice Moro; hasta tal punto son semejantes entre sí, en cuanto la naturaleza del lugar lo permite". La planificación de las ciudades es semejante a la planificación de las costumbres, religión, leyes, etcétera; por esto son perfectas. Todas están hechas de acuerdo con un plan, no interviene en ellas el azar. Una solamente, una sola razón las ha hecho, por esto no hay la imperfección de lo que se va acumulando.
En la "Utopía" se hace transparente el mismo ideal de Descartes: la negación de la historia, la negación de lo que sólo puede considerarse como un accidente. Aquí todo ha sido construido de acuerdo con un plan racional. De ahí su perfección y sencillez. Nada ha sido olvidado, ni el trazo de las ciudades, ni las leyes, ni las costumbres. Todo es aquí uniforme, tan uniforme como lo es la razón o buen sentido de los hombres. De ahí viene la uniformidad y, con ella, el acuerdo de todos los que forman estas sociedades. Cada cosa está en su lugar, de acuerdo con este plan. Por esto "Utopía" es una ciudad maravillosa, sencilla, firme. La claridad y distinción le caracteriza.
Utopía es tanto más sencilla por cuanto está más cerca de lo natural al hombre. Allí no rige más tradición que la de la mente que la planificó. No hay historia, porque la historia es la fuente de todas las complicaciones y desdichas. Los hombres de "Utopía" son felices porque son naturales. En todos sus actos es su razón la que legisla. La razón es, para Moro, el instrumento de la naturaleza que apetece lo que conviene al hombre y desecha lo que le daña. "Afirman los utópicos —dice Moro— que la naturaleza misma nos prescribe una vida agradable, es decir, el placer como meta de todas nuestras acciones, y definen la virtud como la vida ordenada de acuerdo con los dictados de la naturaleza". "Llaman placer a todo movimiento corporal o anímico con el cual, obedeciendo a la naturaleza, se experimente un deleite; en ese concepto incluyen, y no sin motivo, los apetitos naturales. Los sentidos y razón aspiran, en efecto, a lo naturalmente agradable y a lo que se consigue sin detrimento ajeno ni ocasionar la pérdida de otro placer mejor ni acarrean molestia alguna". Todo lo contrario de los europeos que buscan placeres contrarios a la naturaleza por lo cual no pueden alcanzar la felicidad: el hacer de la ropa un distintivo o el acumular riqueza no causa más que infelicidad.
Frente a la intransigencia religiosa, "Utopía" es también un ejemplo para Europa. Aquí se encuentran juntas diversas religiones aunque la mayor parte de los habitantes de Utopía crean en un solo Dios, eterno, inmenso e inexplicable. El planificador de Utopía ha decretado "que cada ciudadano puede seguir la religión que desee e, incluso, hacer prosélitos; pero procediendo con moderación, dulzura y razones, sin destruir brutalmente las demás creencias ni recurrir a la fuerza ni a las injurias". Él mismo, "juzgó tiránico y absurdo exigir a la fuerza y con amenazas que todos aceptasen una religión tenida por verdadera, aun cuando una lo sea en efecto y falsas las restantes". Aquí sólo ha sido detenido un cristiano que se puso a predicar públicamente sobre su religión condenando a las otras sin distinción y amenazando con el fuego eterno a los que no la siguiesen. Este cristiano, dice Moro, fue aprendido y desterrado, no por ultraje a la religión, sino por alboroto público. Porque una de las leyes de la ciudad establece que nadie puede ser molestado por sus creencias.
En esta forma "Utopía", ese país situado en las tierras hasta ayer no conocidas, sirve al europeo para criticar una realidad con la cual no está ya de acuerdo. Sobre el ruinoso edificio de un mundo que se desmorona, agrietado con sus múltiples contradicciones, se quiere levantar un mundo nuevo. La crítica se hace cada vez más atrevida. Pronto este ideal de reconstrucción dejará de dar rodeos para encararse directamente con su realidad. Descartes realiza este primer y más poderoso esfuerzo de reconstrucción. También, como los utopistas, se evade de su realidad negándola; pero, a diferencia de ellos, ha encontrado en esta evasión el método más seguro para reconquistar su realidad, transformándola una vez que ha sido apresada. Descartes aspira también a rehacer su realidad. Al igual que los críticos anteriores pone en evidencia la imperfección del mundo con el cual se ha encontrado; pero hace también patente la accidentalidad de estas imperfecciones. Lo perfecto, lo firme y lo seguro está en el mismo hombre. La crítica debe hacerse a este hombre. Él es el que tiene que ser puesto en crisis. Pero esta crisis debe ser obra del hombre mismo. Del hombre como individuo único y libre. La reconstrucción del mundo debe empezar en el hombre. Antes de cambiar el Estado, la religión y las costumbres debe encontrarse la base sobre la cual ha de ser realizado este cambio. Y ésta es una obra personal. Tan personal como lo es el método que Descartes muestra a sus contemporáneos, sin pretender por esto, que sea necesariamente adoptado por ellos. Es ésta una aventura en la que sólo voluntarios pueden tomar parte. Para cambiar el aspecto de una ciudad no es necesario que se obligue a todos los habitantes a realizar esta transformación, basta con que algunos de éstos manden "echar abajo sus casas para reedificarlas" y, si luego son imitados por la mayoría, la ciudad podrá ser plenamente transformada. "Mis designios —agrega Descartes— no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno que me pertenece a mí solo. Si habiéndome gustado bastante mi obra, os enseño aquí el modelo, no significa esto que quiera yo aconsejar a nadie que me imite".

25. América y la aventura moral de Europa

Ésta es, pues, la mentalidad del hombre europeo que había de hacer posible la realización de un nuevo método como el de Renato Descartes, así como el descubrimiento, la Conquista y colonización de América. Una y la misma es la conciencia de este hombre respecto al Nuevo Mundo y el sistema filosófico que se inicia con el antiguo escolar de la Fléche. Tanto América como el sistema cartesiano son una creación de la conciencia europea. Creación de un hombre que en alguna forma trataba de escapar a las responsabilidades, cada vez más apretadas, que le imponía el Viejo Mundo.
Un nuevo humanismo se hace patente lo mismo en la filosofía cartesiana como en el hombre que se ha lanzado al descubrimiento y Conquista de América. Este humanismo se apoya en el individuo, es el eje en torno al cual construirá un nuevo mundo. El individuo es el único y seguro responsable del mundo que va a formarse. De aquí ese carácter de aventura que le señalábamos. La responsabilidad ha dejado de ser social, no corresponde a la comunidad, convirtiéndose en moral. Ese tipo de moral propio del hombre moderno: moral autónoma en oposición a una moral heterónoma cuyos mandatos y obligaciones quedan fuera del individuo. El nuevo hombre no responde ya ante poderes tradicionales o divinos, sino ante sí mismo. El nuevo tipo de sociedad se apoya en esta moral, su fuente es la voluntad autónoma del individuo. Las limitaciones a que éste se somete tienen su fuente en esta voluntad. No hay ya fuerza exterior que le constriña e imponga sus leyes. La voluntad del individuo se limita a sí misma.
Aventura moral. Por vez primera el hombre abandona toda justificación externa a sus actos y asume la responsabilidad de los mismos. Pero, como toda aventura, su resultado será imprevisible. La misma voluntad que libremente había creado este mundo podía también destruirlo. El sentido de responsabilidad podía cambiarse libremente en irresponsabilidad. El nuevo hombre, abandonado a sus propias fuerzas, podía, si así lo quisiese, falsificar ese mundo de autenticidad que se perfilaba. Las obligaciones morales que había adquirido podrían ser fácilmente transformadas en derechos. Fácil sería crear, así, un mundo de justificaciones trascendentales, apoyadas en una idea abstracta del hombre, las cuales, por haberse originado en el propio individuo, no vendrían a ser otra cosa que refinadas formas de la hipocresía.
Parece ser que ahora nos encontramos al final de esta aventura en la que tanto ha significado América. Un severo análisis de esta aventura podría mostrarnos sus fallas y sus errores. Pero éstos no podrán hacerse patentes sino ante una conciencia que tenga ya otro sentido de lo existente. Para la aventura, dentro de su más justo sentido, no hay fallas ni errores porque no hay meta definida. Cualquiera que sea el lugar a donde se llegue, éste será la meta natural a toda aventura. Por esta razón no tiene sentido hablar de éxito o fracaso sino simple y puramente del fin de la aventura. Ya decía Descartes: "Mi segunda máxima fue la de ser en mis acciones lo más firme y resuelto que pudiera y seguir constante en las más dudosas opiniones, una vez determinado a ellas, como si fueran segurísimas, imitando en esto a los caminantes que, extraviados en algún bosque, no deben andar errantes dando vueltas... sino caminar siempre hacia un sitio fijo... aun cuando en un principio haya sido el azar el que les haya determinado a elegir un rumbo; pues de este modo si no llegan precisamente a donde quieren ir, por lo menos acabarán por llegar a alguna parte..."
En esta aventura América será sólo el estímulo de Europa. Su ser cambiará de acuerdo con las ideas o ideales del hombre del Viejo Continente. "Es un país —dirá Hegel— de nostalgia para los que están hastiados del museo histórico de la Vieja Europa". Unas veces servirá para mostrar lo que debe ser Europa, otras para destacar lo positivo de la misma. Europa la idealizará unas veces y la condenará otras. Como ideal representará la suma de todas las perfecciones, como realidad la suma de todos los defectos. Unos verán en ella el ideal de la nueva humanidad, otros la infrahumanidad. Para unos será la meta de todo progreso, para otros el mundo que se encuentra fuera de todo progreso. El racionalista europeo de los siglos XVII y XVIII le negará dimensión histórica para dibujar en ella el tipo de hombre que quiere crear; el historicista del siglo XIX la condenará a la nada que es el futuro, por carecer de esta historia. En cada uno de los casos Europa no hará sino justificarse a sí misma. Frente a estas proyecciones propias de la cultura europea América irá tomando conciencia de su propia realidad en una larga y penosa marcha.

Notas
1. Véase Alfonso Reyes, Ultima Tule, México: Imprenta de la Universidad Nacional de México, 1942.
2. Marco Polo, El Millón.


capitulo cuatro de AMÉRICA COMO CONCIENCIA

martes, 4 de marzo de 2014

La Argentina utilizada como moneda británica para obtener el Tratado de creación de la Comunidad Económica Europea de acuerdo a los objetivos ingleses.


por Julio González

I) El 15 de Febrero de 1990 se firmó en MADRID el ACUERDO ANGLO ARGENTINO que fue el TRATADO DE PAZ por la Guerra de Malvinas.
Por ese Acuerdo la Argentina quedó sometida a Gran Bretaña en lo siguiente:
Art. 5° Las tres Fuerzas Armadas Argentinas condicionadas y subordinadas a Gran Bretaña (Véase “Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas” de Julio González -págs. 6 a 71-).
Art. 12: Todo el patrimonio del Estado Nacional Argentino (empresas del Estado, Organismos del Estado -como puertos, aeropuertos, vialidad nacional, etc.-) se entregaría a empresas británicas que lo pagarían con los títulos fraguados de la Deuda Externa que se emitieron desde el 24 de Marzo de 1976 en adelante. La Deuda Externa del “Proceso” fue fraguada para servir de pago a la entrega de todo el patrimonio argentino. VALOR del patrimonio entregado: un billón de dólares (U$S 1.000.000.000.000,00) PRECIO pagado en TITULOS DE LA DEUDA EXTERNA (sin ningún valor) 4% ó 2%.
LOS BIENES ARGENTINOS ENTREGADOS A GRAN BRETAñA tiene un TRATADO DE GARANTIA DE INVERSIÓN establecido por el TRATADO DE LONDRES del 11-XII-1990 aprobado por ley 24.184. (Ver “Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas” de Julio González -págs. 73 y 74 y páginas 81 a 163).
Art. 16: Las Relaciones Exteriores de la Argentina, para la INTEGRACIÓN DE AMERICA LATINA y para la COMUNIDAD ECONOMICA EUROPEA, serán siempre consultadas con Gran Bretaña.(Ver “Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas” de Julio González -págs. 74 y 75 y páginas 245 a 246).

II) Utilizando el art. 16 del ACUERDO ANGLO ARGENTINO DE MADRID DE 15 de Febrero de 1990, Gran Bretaña interviene en la creación del MERCOSUR donde Brasil es la potencia industrial, tecnológica y científica y ARGENTINA el país proveedor de materias primas a precios cada vez más baratos. BRASIL ha de ser la potencia rectora de América del Sur y ARGENTINA el país más pobre. Además BRASIL tiene moneda propia de devalúa y revalúa conforme a sus necesidades económicas y Argentina no tiene moneda propia. El peso está subordinado al dólar norteamericano (por eso ARGENTINA ES EL UNICO PAIS CON CONVERTIBILIDAD EN EL MUNDO). Para peor como el peso está sobrevaluado en el uno a uno, (cuando un dólar debía costar 3 o 4 pesos) se estudia la posterior DEVALUACIÓN DEL PESO CON RELACION AL DÓLAR y luego una DOLARIZACIÓN.
Síntesis: DEVALUACION Y POSTERIOR DOLARIZACIÓN harán de pago imposible las deudas privadas en dólares. Entonces; con la Ley de REFORMA DEL ESTADO (23.696) Gran Bretaña se apoderó de todo el patrimonio del Estado y con las leyes futuras de DEVALUACION Y DOLARIZACIÓN se han de apoderar de todas las propiedades endeudadas en dólares.

III) Francia y Alemania proyectaron la unidad europea con la creación de la COMUNIDAD ECONOMICA EUROPEA (CEE). El programa elaborado por el presidente del Banco Central de Alemania era este:
UNA MARCHA ECONOMICA AL ESTE (hacia los ex países socialistas y hacia el Ex – UNION SOVIETICA) realizando una estructura INDUSTRIAL TECNOLÓGICA Y CIENTÍFICA en estos países que permitiese un inmediato alto nivel de vida para sus pueblos después de setenta años de comunismo.
PERO GRAN BRETAñA (que controla el MERCOSUR por el Tratado Anglo Argentino del 15-2-90) exigió para entrar a la CEE lo siguiente:
-          Reemplazar el proyecto de marcha industrial hacia el Este proyectada por Alemania y Francia, y
-          Volcar todas sus inversiones de la COMUNIDAD ECONOMICA EUROPEA hacia el Atlántico con estos fines:
a)       sacar materias primas de América del Sur para Europa.
b)       realizar empréstitos a Sur América en DOLARES.

NOTA: La moneda de la CEE iba a ser el EURO, pero Gran Bretaña se reservó el derecho de seguir utilizando el dólar. Por eso el EURO que se cotizaba hace un año por arriba del dólar, ahora tiene este valor: UN EURO igual U$S 0,70.

La Argentina vino a ser de esta manera, moneda que usó Gran Bretaña para cambiar el destino de Europa y dominarla.