martes, 30 de marzo de 2010

PEL DESPOJO DE LOS PUEBLOS DÉBILES


por Pedro Henríque Ureña


Revista Universal, siguiendo el programa de absoluta independencia de criterio que se ha impuesto, de presentar al público en todos sus aspectos —y desde puntos de vista diversos y aún contrarios— las cuestiones de vital importancia que atañen a la gran familia panamericana, publica en este número tres interesantísimos artículos, que se refieren esencialmente al mismo asunto: Las relaciones políticas y diplomáticas entre los Estados Unidos y los países hispanoamericanos.

El primero de estos artículos—La Cuestión de México—escrito por el Presidente Wilson para el Ladies Home Journal, es una exposición comprensiva del problema mexicano y de la política de que teóricamente se ha hecho campeón el actual mandatario americano.

En evidente contraste con este artículo, el Sr. E. P. Garduño aborda en el que aparece en esta página, el grave y no hien conocido caso de Santo Domingo o, en donde la injustificada ¡intervención de los Estados Unidos se presenta como una flagrante y elocuente contradicción de los principios expuestos por el Presidente Wilson.

El tercer artículo, escrito por el inteligente corresponsal del New York Evening Post —David Lawrence— analiza, en fin, la política latinoamericana de los Estados Unidos, desde el punto de vista del Partido Republicano. [Nota del periódico].

En medio del más extraño silencio de la prensa universal, se ha llevado a cabo, durante los últimos meses, la intervención de los Estados Unidos en la República Dominicana. La invasión raya punto menos que en conquista.

Se comprende el silencio de Europa, preocupada por sus problemas propios; pero no el silencio de la prensa latinoamericana en su mayor parte. Es verdad que el gobierno de los Estados Unidos, con singular maña y artería (en que no se han omitido procedimientos como la retención de co­rrespondencia privada), oculta al público los pormenores de lo que ocurre; pero un hecho, central, ostensible, no pudo ocultarse: el territorio de una nación independiente de la América española se halla ocupado, sin motivo suficiente de carácter internacional, por fuerzas de los Estados Unidos.

La noticia de este hecho debió bastar para que la prensa de la América latina se diera cuenta de la gravedad del caso. Más aún: no sólo de la prensa; también, de los gobiernos de nuestra América debió partir la protesta.

¿Cómo se explica que la traída y llevada alianza del A. B. C. se mos­trara tan solícita con relación a México, y ahora, con relación a Santo Domingo, tan indiferente? No parecen equivocarse, a la verdad, las sospechas, hijas de la vox populi, de que la solicitud en favor de México nació de la esperanza de alcanzar brillo y lucimiento en asunto que atañe a uno de los más importantes países de la América española. En cambio, salvar a la República Dominicana de la invasión yanqui no conlleva gran notoriedad ni aplausos ruidosos, aunque sí la aprobación de los hombres de bien. Luego, las relaciones comerciales, la necesidad de no maltratar el terreno propicio para la cosecha de empréstitos... ¡Triste revelación del espíritu egoísta que impera en la familia de pueblos latinoamericanos! Los Estados Unidos vienen procediendo, en este caso de la República Dominicana, con el más eficaz sigilo. Todo les favorece, y su gobierno lo sabe. A la prensa sólo se le dan noticias breves y tardías, preparadas ad-hoc en el Departamento de Estado; todo en ellas aparece a la medida del gusto oficial. Sólo un periódico, el New York Herald, tiene corresponsal propio en Santo Domingo; y este corresponsal resulta aún más devoto del abuso que los autores mismos: según él, no sólo es bendición celeste la intervención norteamericana, sino que el pueblo de Santo Domingo así la estima. Mal conoce a los pueblos latinoamericanos quien cree semejante absurdo. Finalmente, unos cuantos dominicanos han escrito cartas a los diarios de Nueva York esforzándose por llamar la atención sobre el problema: las cartas se han publicado, es cierto (en The Tribune y en The Globe, por ejemplo), pero los redactores de la sección editorial no han concedido importancia al asunto. Extraña conspiración de engaño, indiferencia y silencio.

En mayo del año actual, siendo Presidente de la República Domini­cana el honesto don Juan Isidro Jiménez, surgió una disensión en el seno de su gobierno; y el Secretario de la Guerra, principal autor de fe disensión, se apoderó de la ciudad capital. El Presidente se hallaba residiendo en las afueras, y allí permaneció, preparándose a recobrar la ciudad. De­sembarcaron entonces fuerzas de marina de los Estados Unidos, y el Ministro Russell ofreció al Presidente Jiménez la ayuda militar necesaria para la reconquista de la plaza. Más que ofrecer la ayuda, la imponía. El Presidente, con dignidad, se negó a aceptarla, y declaró que renunciaría su cargo antes que volver a la capital mediante el apoyo de las armas ex­tranjeras. Así lo hizo al fin.

El Ministro Russell y el Almirante Caperton, en seguida, exigieron al rebelde Secretario de Guerra la entrega de la capital y el desarme de sus tropas; obtuvieron lo primero, pero no lo segundo. El ex Secretario se marchó al interior del país con buena parte de las fuerzas que estaban a sus órdenes.

Según la actual Constitución de la República Dominicana, al sobre­venir la renuncia de un presidente, el Congreso debe proceder, sin demora, a nombrar uno provisional que convoque a nuevas elecciones. El Congreso Dominicano comenzó a deliberar sobre la elección del gobernante interino, y llegó a escoger como candidato al venerable ciudadano Federico Henríquez y Carvajal, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, y hombre no afiliado en partido político alguno. Súbitamente, el Ministro Russell pidió se suspendiera la elección, porque "el país no estaba en paz". Las tropas dominicanas de la capital se habían ido con el ex Secretario rebelde; el Congreso no contaba con otras fuerzas, vaciló, y cedió.

Días después, generosamente, el Sr. Henríquez y Carvajal renunció a su candidatura; y el Congreso, considerándose tal vez libre de la presión extranjera, procedió a nuevas deliberaciones. Otro candidato distinguido surgió entonces, Jacinto R. de Castro, abogado joven y brillante, miembro del Partido popularmente llamado horacista. No sabemos qué ocurrió en­tonces: la elección también se suspendió.

Transcurrió un mes más en situación anómala: el poder ejecutivo que­daba en manos de cuatro Secretarios del ex Presidente Jiménez; la presión de los Estados Unidos crecía; se desembarcaron fuerzas norteamericanas en todos los puertos, provocándose luchas sangrientas en que murieron no pocos hombres de ambas naciones: y para coronar la obra de intervención, el Ministro Russell decidió apoderarse de la recaudación de rentas inter­nas, poniendo así a la disposición de los Estados Unidos todas las entradas del pequeño país, pues las aduanas están sometidas a vigilancia yanqui desde el Tratado de 1907.

A fines del mes de julio expiraba el período legislativo del Congreso Dominicano; y los representantes del pueblo se resolvieron a cerrar sus labores con la elección del presidente provisional. Resultó electo un candidato inesperado: el doctor Francisco Henríquez y Carvajal, hermano del candidato anterior. El doctor Henríquez, que había sido la figura central en el primer gobierno de Jiménez, de 1899 a 1902, se hallaba ahora retirado de las actividades políticas y residía en Cuba. De allí se embarcó inmedia­tamente para su país, y le recibieron con aclamación todos los partidos.

Todo volvió al curso legal. El nuevo presidente cuenta con la aprobación de todos, y su gabinete está formado por hombres reconocidamente aptos, sin exclusión de partidos. Entre tanto, las fuerzas con que se había retirado de la capital el Secretario rebelde, dos meses antes, se habían desorganizado; no hay revolución alguna en pie, ni perspectiva de posibles disturbios.

Pero el gobierno de los Estados Unidos presentó al provisional de Santo Domingo una formidable lista de exigencias, que fueron negadas. Ante esta negativa, hija de la dignidad de aquel pueblo pequeño y pobre, el Presidente Wilson ha decidido no reconocer el nuevo gobierno, electo según las fórmulas constitucionales y formado por hombres respetables; y por último, ha dispuesto que los fondos recaudados de las aduanas y de las rentas internas queden en poder de funcionarios norteamericanos, en vez de entregarse a sus legítimos dueños. Pero el gobierno del doctor Henríquez sigue en pie, dando el singular ejemplo de servir a su país sin remuneración presente y tal vez sin esperanza de remuneración futura.

¿Qué pretextos alegan los Estados Unidos para justificar su arbitraria intervención en los asuntos internos de la República Dominicana?

El pretexto inicial fue la necesidad de pagar a los acreedores extran­jeros con puntualidad y exactitud. Según el deplorable Tratado o Convención de 1907 entre los Estados Unidos y la República Dominicana, ésta se comprometía a nombrar funcionarios especiales que dirigieran la recau­dación de las rentas aduanales: estos funcionarios serían norteamericanos (mejor pagados, por cierto, que otros semejantes en este país) y estarían apoyados por el gobierno de Washington. Su función consiste en recoger los fondos, separar de ellos la cantidad fija que se destina al pago de la deuda exterior, y entregar al gobierno dominicano lo demás.

En otra cláusula del Tratado, la República Dominicana se obliga a no contraer nuevas deudas sino en especiales condiciones. There is the rub.

Desde 1907 hasta el año actual, en tiempos de paz completa o en tiempos anormales, las deudas de la República Dominicana se han pagado con invariable exactitud. Ni acreedores europeos ni norteamericanos tienen motivo alguno de queja. Por lo demás, las revoluciones dominicanas se distinguen por su excesiva benignidad: no hay saqueos y las vidas y haciendas de los extranjeros se respetan religiosamente. Acúdase al Departamento de Estado en Washington en solicitud de datos, y se verá que las quejas de ciudadanos americanos por pérdidas sufridas en Santo Domingo, son verdaderas rarezas.

No hay, pues, motivos para nuevas ingerencias yanquis en asuntos dominicanos; pero el Presidente Wilson, o algún consejero, echaron mano de la infortunada cláusula relativa a la adquisición de nuevas deudas para estirarla y retorcerla. Cuando los gobiernos dominicanos gobiernan mal, o cuando estallan revoluciones —piensa el Departamento de Estado—, se contraen deudas aun cuando no sea sino por irregularidades de pago. Y para evitar que se contraigan deudas, aun por omisión, el gobierno de Washington, como parte en el Tratado de 1907, tiene derecho... a todo: a impedir las revoluciones, a suprimir el ejército, a manejar las rentas internas, a manejar los ferrocarriles, los telégrafos, y teléfonos, las comunicaciones radiográficas y quién sabe cuántas cosas más.

Bien claro se ve cuan infundadas son tales pretensiones. Porque el Tratado de 1907 es un instrumento internacional, y las deudas a que se refiere son deudas extranjeras; al paso que las nuevas deudas que el Presidente Wilson pretende evitar son deudas interiores, a ciudadanos dominicanos; son asunto interno, nacional, en que nadie tiene por qué inmiscuirse.

Este es, sin embargo, el pretexto que alega el gobierno de Wilson para su arbitraria conducta de Santo Domingo.


E. P. Garduño.


Publicado en la Revista Universal de México, octubre de 1916 y en El Tiempo de Santo Domingo, 16 de noviembre de 1916.

lunes, 29 de marzo de 2010

Los medios de comunicación


por Raúl Scalabrini Ortiz


En un país empobrecido, los grandes diarios son órganos de dominio colonialista. El periodismo es quizás la mas eficaz de las armas modernas que las naciones eventualmente poderosas han utilizado para dominar pacíficamente hasta la intimidad del cuerpo nacional y sofocar casi en germen los balbuceos de todo conato de oposición. Su acción es casi in denunciable porque fundamentalmente opera, no a través de sus opiniones sino mediante el diestro empleo de la información que por su misma índole no puede proporcionar una visión integral y so1o transfiere aquella parte de la realidad que conviene a los intereses que representa. En su extraordinariamente documentado libro América conquers Britain (América conquista Inglaterra), Ludwell Benny nos relata la lucha silenciosa, públicamente disimulada, invisible para los pueblos, pero no por eso menos encarnizada y decidida, en que se trenzaron EE. UU. y Gran Bretaña durante el decenio 1920-1930 para conquistar mercados, el uno; y para evitar ser desplazada la otra.

Uno de los capítulos del libro esta dedicado a detallar aspectos desconocidos y a veces de carácter reservado de los procedimientos puestos en juego para lograr el predominio de; la información periodística en China. La técnica utilizada no se caracteriza por su corrección y quizás tampoco por su moralidad, pero no, eran esos valores el objetivo por los cuales pugnaban ni los británicos; ni los norteamericanos. La documentación de Ludwell Denny, es aparentemente imparcial y muy completa pues tenia todos los documentos a mano, en su carácter de Jefe de prensa del Departamento de Estado.

El pueblo chino no tuvo nunca conocimiento de esa lucha que se desarrollaba para decidir quien iba a ser el informante. Las acciones rivales aparecen como actos individuales, independientes los unos de los otros. La voluntad y la inteligencia central, que los dirigen en ambos bandos permanecen absoluta y totalmente ignorados por el pueblo chino.

Los grandes diarios cambian de propietario sin que la operación trascienda al público. Se establecen agencias informativas que compiten y desalojan con la modicidad y amplitud de sus servicios a las agencias locales y a las establecidas con anterioridad. Los directores y redactores de los periódicos influyentes y a veces de segundo orden son sobornados con tan hábil y distinguida urbanidad que el soborno aparece como un mezquino honorario de actividades profesionales. Hasta las transmisiones cablegrafías son monopolizadas. Cuando eso ocurre, el rival instala poderosas estaciones radiotelegráficas desde las cuales propala noticias que pueden ser reproducidas gratuitamente. A primera vista, sorprende la tenacidad y la amplitud de los medios puestos en juego para obtener el predominio en la información periodística china. Pero a poco de pensarlo se comprende que esa información es el único lazo que une el cuerpo nacional chino con el resto del mundo, es el equivalente nacional de sus ojos, de sus oídos, de su tacto.

El pueblo chino se enterara de los hechos mundiales que a las agencias les interese difundir. Esos conocimientos serán sus puntos de referencia para medirse a si mismo, para fundamentar sus pretensiones o para consolarse de sus desventuras. Si el pueblo chino cree que el resto del mundo come tan poco como el, nadie se quejara, si cree que el resto del mundo paga por el petróleo el mismo precio que el paga, no protestara. Si cree que para su arroz no se obtiene mas precio que el que el logra, no discutirá. Si cree que para progresar necesita recibir al capital extranjero, nadie podrá validamente oponerse a que recurra.

En una palabra, desposeído de sus medios colectivos de información, el pueblo chino queda a merced de sus infamantes extranjeros que poco a poco, insensiblemente, influirán hasta en sus sentimientos nacionales, en la jerarquía de sus apreciaciones y en la calidad e intensidad de sus gustos y apetencias.

sábado, 27 de marzo de 2010

Discurso Ante la Sociedad Patriótica


por Simon Bolívar

No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, y para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una declaración, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse en calma! Trescientos años de calma, ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana; vacilar es perdernos.

Propongo que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimientos.

viernes, 26 de marzo de 2010

LA IDEA DE ESPAÑA EN AMÉRICA

por Rufino Blanco Fombona


EL EXCELENTE poeta y mal político D. Leopoldo Lugones dirige a D. Nicolás Urgoiti una carta que tiene el mérito de la sinceridad. En ella se declara nuestro poeta por Yanquilandia contra España y, naturalmente, contra América.
No sé cómo ni por qué esa carta ha podido causar extrañeza en Madrid... O mejor, sí sé.
Extraña, por el desconocimiento que existe aquí, en la mayoría, de la opinión americana con respecto a Europa en general, a España en particular y a los Estados Unidos. No parece adecuado al esclarecimiento de estas cuestiones la táctica de la censura dictatorial que nos amordaza: el impedir que en España se divulgue lo que pueda herir el orgullo, más alto que Osa y que Pelión, de los Estados Unidos. Hasta se da un caso curiosísimo: cosas que se publican en los Estados Unidos, contra los Estados Unidos, no podemos, bajo la dictadura de Primo de Rivera, más papista que el Papa, reproducirlas ni comentarlas en España.
¿Interesa en España conocer lo que se piensa en América de los Estados Unidos y de España misma? Es decir, ¿tiene España una política internacional americana? ¿Le conviene tenerla? pues si le conviene tenerla o ya la tiene debe poner oído a la opinión; y para poner oído a la opinión le conviene dejarla manifestarse, en semejantes cuestiones, con absoluta libertad.
* * *
En América hubo siempre en cada república, desde los días de la Independencia, grupos más o menos conexos y vigorosos de gente afecta a España, guardadores de sus tradiciones, ensalzadores de sus ideales. Hubo grupos que le fueron adversos y buscaron norte en otras culturas y renovación para sus ideas en otras ideologías.
Los partidarios de España en América, fueron hasta el presente los amigos de la fuerza, los tradicionalistas, los católicos, los académicos. En una palabra: los conservadores. Los admiradores de los Estados Unidos, los liberales.
Pero ahora resulta este fenómeno: los conservadores se inclinan hacia Yanquilandia, convertida de república libérrima en nación imperialista, en imperio esclavócrata. Los partidarios de España, en América, van siendo los hombres de espíritu abierto y liberal.
¿Por qué? No porque los hombres de espíritu liberal en América se hayan vuelto lechuzas de El Escorial; sino porque han descubierto una España civil, una España democrática, una España científica, una España de intelectualidad moza, una España evolucionada, una España socialista, una España sin grandes ejércitos, sin grandes escuadras. En suma, una España a la cual podemos no temer... ni material, ni ideológicamente.
El golpe de Estado de 1923, la subsiguiente dictadura, la creciente influencia del clero, las restricciones a la libertad de enseñanza y el predominio de la Corona sobre las formas legales de una democracia, han producido enorme desilusión. La desilusión se acentúa cuando se advierte que España la España dominante, a semejanza de los Borbones, no aprende nada ni con el tiempo ni con el infortunio. Persiste en ser un Estado retardatario, opuesto a todo lo que implique libertad y represente porvenir.
Antes del retroceso de 1923 los espíritus generosos principiaban a creer de veras en la democracia española.
Entretanto, los amigos de la cachiporra, los que están al sol que más calienta, los conservadores, tornaban y siguen tornando los ojos a pueblos más fuertes, más prestigiosos, más ricos, y si no más brutos, más brutales. Han encontrado la concreción de su ideal en los Estados Unidos.
¿Se extrañará ahora que Lugones sea partidario de los yanquis y abominador de España? También es partidario de la espada asesina para dirigir las sociedades y apologista esforzado de la dictadura. Con su antigua costumbre de poner su retórica rimbombante al servicio de las ideas ajenas porque en su cerebro no ha nacido jamás una idea propia, Lugones acaba de proclamar en Lima, las ideas de D. Laureano Vallenilla Lanz, campeón del gomezalato, propugnador en Caracas del “Gendarme necesario” y de la política del mandador.
Y en su carta al Sr. Urgoiti no dijo apenas el Sr. Lugones lo que piensa de España. En Lima fue más explícito.
“A mí me parece también excelente –afirmó– la vinculación con España; mas no le veo realización política esperable, por cuanto aquella nación no es potencia autónoma...”
* * *
Los implantadores de la censura sacan buena, desgraciadamente, la opinión de Lugones respecto a mediatización de España. Una prensa en que no se puede hablar del fascismo, porque se queja la Embajada de Italia, ni de religión, porque se queja el Nuncio, ni de imperialismo yanqui, porque se queja el embajador de los Estados Unidos, ni siquiera de tiranuelos americanos, porque se queja la Legación de Venezuela, ¿no parece una prensa mediatizada?, ¿no parece la prensa de un país intervenido, sin propia autonomía?
¿Se pensaba en España que todos éramos ibericanizantes, panhispanistas, partidarios de una estrecha amistad con la nación española? Tal vez. Por eso no se toman en cuenta las aisladas voces que profieren respecto a España palabras de amor, dentro de la verdad, y hablan este lenguaje nuevo en América o para América. Nuevo en absoluto. Porque aun los antiguos amigos de España en nuestro mundo de Ultramar lo eran y tenían razónestelar, platónicamente... no para vinculaciones de carácter político. España fue una amenaza para América mientras en América poseyó colonias. Aquello, por fortuna, pasó.
Pero si hay quienes sueñan con un acercamiento político a España y aun con oponer Madrid a Washington, hasta donde sea posible, que Madrid se conserve de pies. Que no pueda repetirse, como dice Lugones, que “España no es una potencia autónoma”. Que se nos permita en la prensa libre discusión de candentes cuestiones. Que se pueda opinar sobre cualquier potencia, por fuerte y rica que sea, con absoluta libertad. De lo contrario, tendremos que rendirnos a la evidencia y renunciar a quimeras[1].

Notas

1. La censura contestó con su hecho brutal: se negó a la publicación de este artículo. Véase la carta del director de La Voz. [El contenido de la misma se encuentra ubicado al pie de la página siguiente. N. del E.]
El director de LA VOZ.
Sr. D. Rufino Blanco-Fombona
Mi querido amigo:
Tengo el sentimiento de devolverle su último artículo, porque la censura lo ha tachado completamente, como ya suponía.
Le ruego con todo encarecimiento que no se obstine más contra lo inevitable y que no me envíe cosas en las que directa o indirectamente se aluda a los Estados Unidos, pues es lamentable que con tanta frecuencia pierda usted su trabajo y yo mi composición.
Sabe que le quiere su buen amigo, q.e.s.m., E. Fajardo.
5 de mayo, 1925.

jueves, 25 de marzo de 2010

Rechazo de los diputados


por José Artigas

"Señores Presidente y Vocales de la Junta gubernativa de la provincia del Paraguay."

"Llegada a su término la moderación, compromete ya el honor de esta Provincia, su seguridad y su libertad. Las medidas deben ser acomodables a lo crítico de las circunstancias y extensivas ya a la consolidación."

"Buenos Aires, constante siempre con sus proyectos de hollar la dignidad de los pueblos, ha avanzado sus pasos y los ha marcado con el escándalo."

"Nuestro rol de diputados me avisa con fecha 18 del pasado la necesidad de garantir nuestra seguridad ulterior. Que el gobierno de Buenos Aires levanta tropas, con el fin de situarlas sobre el Uruguay y Paraná para destruir nuestras combinaciones y fijar para siempre nuestra humillación. Cuenta con más de tres mil fusiles para la empresa y se halla tanto más decidido a realizarla cuanto observa los motivos para temer el influjo de estas dos provincias sobre las decisiones de los otros pueblos. Yo tengo datos para no dudar de la verdad de estos anuncios. La alarma de Entre Ríos -en sus efectos- reafirma el concepto y la conducta escandalosa que se ha tenido con nuestros diputados, convence hasta la evidencia. La incorporación les ha sido negada, dejándose descubrir el plan en la impostura que sirve de garantía el decreto inserto en el Redactor del 12. Las circunstancias que envuelve el presente período, parecen destinadas a contener toda resolución que no consulte las miras generales que se propone la América; pero la alternativa -es demasiado imponente y es necesario deslindar la materia y concluir- que los enemigos de la libertad se han multiplicado."

"Yo no he podido contenerme. Todas mis medidas no podrían lisonjearme en los resultados -si la prontitud no entrase en el cálculo. La justicia está de acuerdo con la necesidad, bajo la que he formalizado una comisión que he fiado al diputado Dámaso Antonio Larrañaga."


"Campo delante de Montevideo, 3 de julio de 1813"

miércoles, 24 de marzo de 2010

EL TEMOR A LA VERDAD


por Carlos Mugica


Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de la verdad, y a la lucha con todas nuestras fuerzas contra la injusticia, aunque esto traiga, como consecuencia, la cárcel, las torturas, el secuestro y eventualmente la muerte. Frente a esta dura exigencia que existe desde los comienzos de la vida de la Iglesia, la vigorosa palabra de Cristo es nuestro constante aliento: "No teman a los que pueden matar el cuerpo. Teman, más bien, al que puede matar el cuerpo y el alma, y arrojarlos en la gehena (Mateo 10,28). Temamos a esta nueva gehenna que es esta sociedad de consumo; aunque sea de consumo para unos pocos y de hambre para muchos. Esta sociedad para cerrarnos, indiferentes a la terrible violencia que ella encierra. Temamos a esta sociedad que mientras sumerge al pueblo en el hambre y la opresión, propone a una minoría elegida el hedonismo y el erotismo como claves de la felicidad, olvidando una vez más a Jesucristo, quien nos advierte: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Vivimos en un evidente estado de violencia institucionalizada, solamente no perceptible para algún funcionario con mentalidad proscriptiva, e insensible al dolor del pueblo argentino.

¿No es violencia institucionalizada, acaso, la que sufre el obrero que apenas reúne 40.000 pesos mensuales, al tener que pagar el precio de la leche, la carne o el azúcar? ¡No es violencia institucionalizada el aumento cada vez más alarmante de mortalidad infantil, demostrada en las últimas estadísticas oficiales? Este aumento se explica, entre otras razones, porque muchos trabajadores están imposibilitados de pagar los medicamentos indispensables para la vida de sus hijos. Si alguien duda de esta afirmación, que baje a una de las numerosas Villas Miseria, higiénicamente bautizadas Villas de Emergencia, que representan el subconsciente de Buenos Aires. Ellas son la más contundente expresión de la violencia institucionalizada que padece el pueblo, al tener conciencia de que ahí, en la ciudad, hay más de cien mil departamentos vacíos.

La Comisión Permanente del Episcopado Argentino señaló ya el año pasado, la situación dramática de la clase obrera argentina; la creciente proletarización de la clase media; la claudicación de gran parte de los hombres de la Justicia, que hacen caso omiso a las fundadas denuncias de torturas y atropellos que sufren los argentinos. Monseñor Zaspe, arzobispo de Santa Fe, conocido por su serena prudencia en su reciente pastoral Conciencia política y Evangelio caracteriza así la situación que vivimos: “Los resultados de seis años de Revolución Argentina son completamente negativos”. Refiriéndose a los Gobiernos que se han ido sucediendo, califica como hechos muy graves la suspensión de das garantías a constitucionales, el estado de sitio, la extensión de la legislación represiva y la pena de muerte. Y añade "Sin embargo no hubo transformación revolucionaria. Solamente cambios en la conducción, realización de infraestructura, promoción del juego, innumerables planes económicos con los resultados conocidos, carestía de la vida, cierre de fuentes de trabajo inflación, fuga de divisas y capitales, éxodo rural, tambaleo del orden económico Los recientes acontecimientos de Mendoza, San Juan y Tucumán ensombrecen aún más el panorama.

Ahora bien, seamos honestos, ¿esto configura o no un estado de violencia institucionalizada? ¿Cómo no explicarse, entonces es, que surja como consecuencia inevitable, la respuesta violenta que puede llevarnos, si las causas que la engendran no son removidas a un baño de sangre entre argentinos? Algo que, ciertamente, el pueblo no quiere. Hace poco, la Comisión Episcopal Argentina, en ocasión del secuestro del doctor Sallustro, ha reflexionado sobre la realidad argentina, y la necesidad de "una justa convivencia nacional". Señaló que, "cómo pastores, nos pedimos a nosotros mismos entrar, profundamente, en las causas que están generando des encuentros y odios". Es necesario que también nosotros lo hagamos. Ante todo, los hombres que hoy tienen el poder. No será calificando de asesinos a los que responden con violencia a la violencia del régimen, como lograremos la verdaderas paz, como lo señala permanentemente Pablo VI, ésta es fruto de la Justicia.

Si el Gobierno elimina la legislación represiva, y convoca sí inmediato a las paritarias, como lo establece la Ley, entonces si los argentinos comenzarán a creer en una sincera actitud de conciliación nacional. Es necesaria la honestidad de los medios de difusión, castrados por la autocensura, que casi obsesivamente se han ocupado del secuestro del doctor Sallustro, y poca o ninguna atención han otorgado al secuestro de un obrero peronista Eduardo Monti, llevado de comisaría en comisaría, sometido a salvajes torturas que le provocaron la muerte, al llegar a la cárcel de Olmos. Y que recién ahora comienzan a hablar de la situación de Norma Morello, maestra normal detenida por orden del II Cuerpo de Ejército, terriblemente torturada por haber sido fiel a su conducta de militante cristiana, y haber asumido las exigencias del Evangelio.

Nosotros, los hombres de iglesia que hemos contraído la enorme responsabilidad de ser los portavoces del mensaje de Cristo hasta las últimas consecuencias, debemos ser fieles al llamado del Señor y del magisterio: hoy más que nunca nos exigen asumir la defensa de todos los seres humanos pisoteados en su dignidad; pero, sobre todo, como lo recalca el Documento de Justicia del sínodo de Obispos, de los más pobres y oprimidos. Se trata, una vez más, de ser la voz de los que no tienen voz. La verdad os hará libres (Juan 8, 32).

lunes, 22 de marzo de 2010

Expropiación de las compañías petroleras


por Lazaro Cardenas

A la nación:

La actitud asumida por las compañías petroleras negándose a obedecer el mandato de la Justicia Nacional que por conducto de la Suprema Corte las condenó en todas sus partes a pagar a sus obreros el monto de la demanda económica que las propias empresas llevaron a los tribunales judiciales por inconformidad con las resoluciones de los Tribunales del Trabajo, impone al Ejecutivo de la Unión el deber de buscar en los recursos de nuestra legislación un medio eficaz que evite definitivamente, para el presente y para el futuro, el que los fallos de la justicia se nulifiquen o pretendan nulificarse por la sola voluntad de las partes o de alguna de ellas mediante una simple declaratoria de insolvencia como se pretende hacerlo en el presente caso, no haciendo más que incidir con ello en la tesis misma de la cuestión que ha sido fallada. Hay que considerar que un acto semejante destruiría las normas sociales que regulan el equilibrio de todos los habitantes de una nación, así como el de sus actividades propias, y establecería las bases de procedimientos posteriores a que apelarían las industrias de cualquier índole establecidas en México y que se vieran en conflictos con sus trabajadores o con la sociedad en que actúan; si pudieran maniobrar impunemente para no cumplir con sus obligaciones ni reparar los daños que ocacionaran con sus procedimientos y con su obstinación.
Por otra parte, las compañías petroleras, no obstante la actitud de serenidad del Gobierno y las consideraciones que les ha venido guardando, se han obstinado en hacer, fuera y dentro del país, una campaña sorda y hábil que el Ejecutivo Federal hizo conocer hace dos meses a uno de los gerentes de las propias compañías, y que ese no negó, y que han dado el resultado que las mismas compañías buscaron: lesionar seriamente los intereses económicos de la nación, pretendiendo por este medio hacer nulas las determinaciones legales dictadas por las autoridades mexicanas.
Ya en estas condiciones no será suficiente, en el presente caso, conseguir los procedimientos de ejecución de sentencia que señalan nuestras leyes para someter a la obediencia a las compañías petroleras, pues la substracción de fondos verificada por ellas con antelación al fallo del Alto Tribunal que las juzgó, impide que el procedimiento sea viable y eficaz; y por otra parte, el embargo sobre la producción o el de las propias instalaciones y aun el de los fondos petroleros implicarían minuciosas diligencias que alargarían una situación que por decoro debe resolverse desde luego, e implicarían también, la necesidad de solucionar los obstáculos que pondrían las mismas empresas, seguramente, para la marcha normal de la producción para la colocación inmediata de ésta y para poder coexistir la parte afectada con la que indudablemente quedaría libre y en las propias manos de las empresas.
Y en esta situación de suyo delicada, el Poder Público se vería asediado por los intereses sociales de la nación que sería la más afectada, pues una producción insuficiente de combustible para las diversas actividades del país, entre las cuales se encuentran algunas tan importantes como las de transporte, o una producción nula o simplemente encarecida por las dificultades, tendría que ocasionar, en breve tiempo, una situación de crisis incompatible no sólo con nuestro progreso, sino con la paz misma de la nación; paralizaría la vida bancaria; la vida comercial en muchísimos de sus principales aspectos; las obras públicas que son de interés general se harían poco menos que imposibles y la existencia del propio Gobierno se pondría en grave peligro, pues perdido el poder económico por parte del Estado, se perdería asimismo el poder político produciéndose el caos.
Es evidente que el problema que las compañías petroleras plantean al Poder Ejecutivo de la nación con su negativa a cumplir la sentencia que les impuso el más Alto Tribunal Judicial, no es un simple caso de ejecución de sentencia, sino una situación definitiva que debe resolverse con urgencia. Es el interés social de la clase laborante en todas la industrias del país la que lo exige. Es el interés público de los mexicanos y aun de los extranjeros que viven en la República y que necesitan de la paz y de la dinámica de los combustibles para el trabajo. Es la misma soberanía de la nación, que quedaría expuesta a simples maniobras del capital extranjero, que olvidando que previamente se ha constituido en empresas mexicanas, bajo leyes mexicanas, pretende eludir los mandatos y las obligaciones que les imponen autoridades del propio país.
Se trata de un caso evidente y claro que obliga al Gobierno a aplicar la Ley de Expropiación en vigor, no sólo para someter a las empresas petroleras a la obediencia y a la sumisión, sino porque habiendo quedado roto los contratos de trabajo entre las compañías y sus trabajadores, por haberlo así resuelto las autoridades del trabajo, de no ocupar el Gobierno las instituciones de las compañías, vendría la paralización inmediata de la industria petrolera, ocasionando esto males incalculables al resto de la industria y a la economía general del país.
En tal virtud se ha expedido el decreto que corresponde y se han mandado ejecutar sus conclusiones, dando cuenta en este manifiesto al pueblo de mi país, de las razones que se han tenido para proceder así y demandar de la nación entera el apoyo moral y material necesarios para afrontar las consecuencias de una determinación que no hubiéramos deseado ni buscado por nuestro propio criterio.
La historia del conflicto del trabajo que culminará con este acto de emancipación económica, es la siguiente:
El año de 1934 en relación con la huelga planteada por los diversos sindicatos de trabajadores al servicio de la compañía de petróleo El Águila, S.A., el Ejecutivo de mi cargo aceptó intervenir con el carácter de arbitro a fin de procurar un advenimiento conciliatorio entre las partes.
En junio de 1934 se pronunció el laudo relativo y en octubre del mismo año, una sentencia aclaratoria fijando el procedimiento adecuado para revisar aquellas resoluciones que no hubiesen obtenido oportunamente la debida conformidad.
A finales de 1935 y principios de 1936 el C. [ciudadano] Jefe del Departamento del Trabajo, por delegación que le conferí, dictó diversos laudos sobre nivelación, uniformidad de salarios y casos de contratación, tomando como base el principio constitucional de la igualdad de salarios ante igualdad de trabajo.
Con objeto de hacer desaparecer algunas anomalías, citó el propio Departamento, a una conferencia, a los representantes de las diversas agrupaciones sindicales, y en ellas se llegó a un acuerdo sobre numerosos casos que se hallaban pendientes y reservándose otros por estar sujetos a investigaciones y análisis posteriores encomendados a comisiones integradas por representantes de trabajadores y patrones.
El Sindicato de Trabajadores Petroleros convocó entonces a una asamblea extraordinaria en la que se fijaron los términos de un contrato colectivo que fue rechazado por las compañías petroleras una vez que les fue propuesto.
En atención a los deseos de las empresas y con el fin de evitar que la huelga estallara, se dieron instrucciones al Jefe del Departamento del Trabajo, para que, con la aquiescencia de las partes, procuraran la celebración de una convención obrero patronal encargada de fijar de común acuerdo los términos del contrato colectivo y mediante un convenio que se firmó el 27 de noviembre de 1936. En tal convención, las empresas presentaron sus contraposiciones y en vista de la lentitud de los trabajos, se acordó modificar el estudio dividiendo las cláusulas en económicas, sociales y administrativas para iniciar desde luego el examen de las primeras.
Las contingencias de la discusión revelaron las dificultades existentes para lograr un acuerdo entre los trabajadores y las empresas cuyos puntos de vista se alejaban considerablemente, juzgando las compañías que las proposiciones de los obreros eran exageradas y señalando a su vez los trabajadores la falta de comprensión de las necesidades sociales y la intransigencia de las compañías por lo que la huelga estalló, en mayo de 1937.
Las compañías ofrecieron, entonces y en respuesta a mis exhortaciones, aumentar los salarios y mejorar ciertas prestaciones y el Sindicato de Trabajadores, a su vez, resolvió plantear ante la Junta de Conciliación el conflicto económico y levantó la huelga el 9 de junio.
En virtud de lo anterior, la Junta de Conciliación y Arbitraje tomó conocimiento de ello y de acuerdo con las disposiciones legales relativas fue designada con el fin indicado, por el Presidente de la Junta, una comisión de peritos constituida por personas de alta calidad moral y preparación adecuada.
La comisión rindió su dictamen encontrando que las empresas podían pagar por las prestaciones que en el mismo se señalan, la cantidad de $26 332 756,00 contra la oferta que hicieron las 17 compañías petroleras durante la huelga de mayo de 1937. Los peritos declararon, de manera especial, que las prestaciones consideradas en el dictamen quedarían satisfechas totalmente con la suma propuesta, pero las empresas argumentaron que la cantidad señalada era excesiva y podría significar una erogación mucho mayor que conceptuaron en un monto de $41 000 000,00. Ante tales aspectos de la cuestión el Ejecutivo de mi cargo auspició la posibilidad de que el sindicato de trabajadores de la industria petrolera y las empresas debidamente representadas para tratar sobre el conflicto, llegaran a un arreglo, lo que no fue posible obtener en vista de la actitud negativa de las compañías.
Sin embargo de ello, deseando el Poder Público una vez más lograr un convenio extrajudicial entre las partes en conflicto, ordenó a las autoridades del trabajo que hicieran saber a las compañías petroleras su disposición de intervenir para que los sindicatos de trabajadores aceptaran las aclaraciones que habían de hacerse en algunos puntos oscuros del laudo, y que más tarde podrían prestarse a interpretaciones indebidas y asegurándoles que las prestaciones señaladas no rebasarían de manera alguna los $26 332 756,00 no habiéndose logrado a pesar de la intervención directa del Ejecutivo el resultado que se perseguía.
En todas y cada una de estas diversas gestiones del Ejecutivo para llegar a una final conclusión del asunto dentro de términos conciliatorios y que abarcan períodos anteriores y posteriores al juicio de amparo que produjo este estado de cosas, quedó establecida la intransigencia de las compañías demandadas.
Es por tanto preconcebida su actitud y bien meditada su resolución para que la dignidad del Gobierno pudiera encontrar medios menos definitivos, y actitudes menos severas que lo llevaran a la resolución del caso sin tener que apelar a la aplicación de la Ley de Expropiación.
Para mayor justificación del acto que se anuncia, hagamos breve historia del proceso creador de las compañías petroleras en México y de los elementos con que se han desarrollado sus actividades.
Se ha dicho hasta el cansancio que la industria petrolera ha traído al país cuantiosos capitales para su fomento y desarrollo.
Esta afirmación es exagerada. Las compañías petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios para su desarrollo y expansión; de franquicias aduanales; de exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de privilegio, unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho público, significan casi la totalidad del verdadero capital de que se habla.
Riqueza potencial de la nación; trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos; privilegios económicos y tolerancia gubernamental, son los factores del auge de la industria del petróleo en México.
Examinemos la obra social de las empresas: ¿En cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, una escuela o un centro social, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo, o una planta de luz, aunque fuera a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones?
¿En cuál centro de actividad petrolífera, en cambio, no existe una policía privada destinada a salvaguardar intereses particulares, egoístas y algunas veces ilegales? De estas agrupaciones, autorizadas o no por el Gobierno, hay muchas historias de atropellos, de abusos y de asesinatos siempre en beneficio de la empresas.
¿Quién no sabe o no conoce la diferencia irritante que norma la construcción de los campamentos de las compañías? Confort para el personal extranjero; mediocridad, miseria e insalubridad para los nacionales. Refrigeración y protección contra insectos para los primeros; indiferencia y abandono, médico y medicinas siempre regateadas para los segundos; salarios inferiores y trabajos rudos y agotantes para los nuestros. Abuso de una tolerancia que se creó al amparo de la ignorancia, de la prevaricación y de la debilidad de los dirigentes del país, es cierto, pero cuya urdimbre pusieron en juego los inversionistas que no supieron encontrar suficientes recursos morales que dar en pago de la riqueza que han venido disfrutando.
Otra contingencia, forzosa del arraigo de la industria petrolera, fuertemente caracterizada por sus tendencias antisociales, y más dañosa que todas las enumeradas anteriormente, ha sido la persistente, aunque indebida intervención de las empresas en la política nacional.
Nadie discute ya si fue cierto o no que fueran sostenidas fuertes facciones de rebeldes por las empresas petroleras en la Huasteca Veracruzana y en el Istmo de Tehuantepec, durante los años 1917 a 1920 contra el Gobierno constituido. Nadie ignora tampoco cómo en distintas épocas a las que señalamos y aún contemporáneas, las compañías petroleras han alentado casi sin disimulos, ambiciones de descontentos contra el régimen del país, cada vez que ven afectados sus negocios, ya con la fijación de impuestos o con la rectificación de privilegios que disfrutan o con el retiro de tolerancias acostumbradas. Han tenido dinero para armas y municiones para la rebelión. Dinero para la prensa antipatriótica que las defiende. Dinero para enriquecer a sus incondicionales defensores. Pero para el progreso del país, para encontrar el equilibrio mediante una justa compensación del trabajo, para el fomento de la higiene en donde ellas mismas operan, o para salvar de la destrucción las cuantiosas riquezas que significan los gases naturales que están unidos con el petróleo en la naturaleza, no hay dinero, ni posibilidades económicas, ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias. Tampoco lo hay para reconocer una responsabilidad que una sentencia les define, pues juzgan que su poder económico y su orgullo les escuda contra la dignidad y la soberanía de una nación que les ha entregado con largueza sus cuantiosos recursos naturales y que no puede obtener, mediante medidas legales, la satisfacción de las más rudimentarias obligaciones.
Es por lo tanto ineludible, como lógica consecuencia de este breve análisis, dictar una medida definitiva y legal para acabar con este estado de cosas permanente en el que el país se debate sintiendo frenado su progreso industrial por quienes tienen en sus manos el poder de todos los obstáculos y la fuerza dinámica de toda actividad, usando de ella no con miras altas y nobles, sino abusando frecuentemente de ese poderío económico hasta el grado de poner en riesgo la vida misma de la nación, que busca elevar a su pueblo mediante sus propias leyes aprovechando sus propios recursos y dirigiendo libremente sus destinos.
Planteada así la única solución que tiene este problema, pido a la nación entera un respaldo moral y material suficiente para llevar a cabo una resolución tan justificada, tan trascendente y tan indispensable.
El Gobierno ha tomado ya las medidas convenientes para que no disminuyan las actividades constructivas que se realizan en toda la República y para ello, pido al pueblo, confianza plena y respaldo absoluto en las disposiciones que el propio Gobierno tuviere que dictar.
Sin embargo, si fuere necesario, haremos el sacrificio de todas las actividades constructivas en las que la nación ha entrado durante este período de Gobierno para afrontar los compromisos económicos que la aplicación de la Ley de Expropiación sobre intereses tan vastos nos demanda y aunque el subsuelo mismo de la Patria nos dará cuantiosos recursos económicos para saldar el compromiso de indemnización que hemos contraído, debemos aceptar que nuestra economía individual sufra también los indispensables reajustes, llegándose, si el Banco de México lo juzga necesario, hasta la modificación del tipo actual de cambio de nuestra moneda, para que el país entero cuente con numerario y elementos que consoliden este acto de esencial y profunda liberación económica de México.
Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo y que cada uno de los ciudadanos, ya en sus trabajos agrícolas, industriales, comerciales, de transporte, etc., desarrollen a partir de este momento una mayor actividad para crear nuevos recursos que vengan a revelar cómo el espíritu de nuestro pueblo, es capaz de salvar la economía del país por el propio esfuerzo de sus ciudadanos.
Y como pudiera ser que los intereses que se debaten en forma acalorada en el ambiente internacional, pudieran tener de este acto de exclusiva soberanía y dignidad nacional que consumamos, una desviación de materia primas, primordiales para la lucha en que están empeñadas las más poderosas naciones, queremos decir que nuestra explotación petrolífera no se apartará un sólo ápice de la solidaridad moral que nuestro país mantiene con las naciones de tendencia democrática y a quienes deseamos asegurar que la expropiación decretada sólo se dirige a eliminar obstáculos de grupos que no sienten la necesidad evolucionista de los pueblos, ni les dolería ser ellos mismos quienes entregaran el petróleo mexicano al mejor postor, sin tomar en cuenta las consecuencias que tienen que reportar las masa populares y las naciones en conflicto.
El Presidente de la República, Lázaro Cárdenas. Palacio Nacional, a 18 de marzo de 1938.

Mensaje histórico dirigido a la nación el 18 de marzo de 1938.

sábado, 20 de marzo de 2010

La Democracia y la Política


por Jorge Eliécer Gaitán


La política puede estudiarse y analizarse desde dos puntos de vista. O desde aquel empírico material, pragmático, actuante, inmediato, o desde un plano de estudio más denso y profundo; desde un plano que no mira ya al comité electoral que hace las elecciones y dispensa los favores del voto; que no mira al héroe de provincia o de vereda como el sujeto que cada año se presenta a salvar la república. La política por este aspecto puede ser y es un fenómeno más apasionante, más trascendental.

La política en tal sentido es un fenómeno sociológico que sobrepasa hechos concretos de la actualidad inmediata.

Las gentes suelen olvidarse de que los fenómenos sociales obedecen a leyes, que se sujetan a normas, siguen senderos que van estableciendo un proceso histórico. Una cosa es la política con que se entusiasma quien se refiere a cálculos de resultado inmediato, quien la hace con referencia a la próxima jornada electoral, la que tiene por objetivo llegar al poder, la que se hace para mandar, para triunfar. Esa política es la empírica, la que se toma como instrumento, la que es actuación. Pero hay otra que no controlan, ni podrán controlar, afortunadamente, los políticos. Ese es el fenómeno político que obedece a un proceso histórico o ideológico y que no cae bajo la simple jurisdicción de los que manejan la política. Por qué, podemos preguntarnos, un hecho que está destinado a desenvolverse al través de múltiples mutaciones hasta alcanzar una entidad de fenómeno sociológico, nace en un determinado momento? Por qué la orientación teocrática que un día tuvo la sociedad, más tarde la anticlerical y por qué, refiriendo al interrogante, el tema de la propiedad, la conciencia que un día fue individualista, más tarde se convirtió en socialista? Por qué un día nace un grupo de individuos, lanza una idea redentora, la sostiene, ésta va expandiéndose, se abre camino y llega a acrecentarse hasta que llega a arrojar la voluntad de las multitudes? He aquí la política como proceso histórico, como fenómeno sociológico, muy distinta de la política como práctica, como necesita del momento. Es decir, que puede darse el caso de que se registre una desarmonía, un desequilibrio, una carencia de euritmia entre el fenómeno político, entre la política como acto, la política como necesidad, la política como recurso guerrillero de las circunstancias.

[...]

Y en la revolución francesa, revolución que buscó el dominio de la política individualista a base del imperio de la libertad, es cierto que no se le apellidó comunista, pero fue otra la palabra con la que las fuerzas de la reacción trataban de colocar un dique endeble al empuje arrollador de ese movimiento que en su tiempo aspiraba a realizar un mejoramiento en favor del pueblo. De manera que nada tiene hoy que extrañarle a la gente, porque nada tiene de original en su mezquina perfidia, la táctica que esas mismas fuerzas de regresión emplean como valla para atajar el proceso que viene siguiendo este despertar. Este crear una nueva sensibilidad social en beneficio del pueblo.

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No se triunfa, en el plano de los sistemas, del servicio a las doctrinas, ejerciendo la coacción económica contra el pensamiento de la clase sin haberes. Hay otra cosa más fecunda, otra manera más grande, otros medios más nobles, otros caminos más puros de trabajar por el triunfo de los ideales que no sirven para alcanzar batallas de eficacia transitoria, pero que se dirigen a procurar la sanidad colectiva en beneficio futuro de la nacionalidad.

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Y tened en cuenta que la conciencia nacional, ésta que estamos creando, a la cual estamos elevando en su nivel de cultura, despertando en su ambición, dándole conciencia de sus derechos y de sus posibilidades, no se fiará ya más de las palabras en respaldo de la realidad, de las palabras áureas y sonoras que esconden tras de su brillo muchas veces la carrona y la pequeñez; palabras que son mentira; palabras que son farsa, porque bajo su significado oportunista, el ideal se ha muerto, y sólo se encuentra el contenido de un interés personal o lo mezquino del propósito.

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Eso que se llama partido político, o secta religiosa, o cualquiera otra de las entidades políticas, que igual se nutren de la idea como del temperamento, o del instinto, necesitan por lo menos un coeficiente medio de auritmia y armonía si quieren conservarse. Pueden tener realidades intrínsecas fecundas, pero dentro de la armonía es imposible perpetuarse a través del tiempo y apenas si viven transitoriamente. Pensar que este problema de la unidad efectiva y la disparidad ideológica que caracteriza a los miembros de un mismo partido en Colombia no ofrece peligros porque ello no les cohibe para concurrir unidos a la faena electoral es un grave error, un menoscabo histórico de su fuerza creadora.

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Yo oí una magnifica exposición de Darío Echandia. Y le oí decir: “ Hay algo que nos define, algo que nos da carácter: somos demócratas”. Pero en el mundo moderno, la democracia no es resolver un problema sino plantearlo. Democracia! Pero cuál?. La multitud ama la democracia. Todos la amamos en este país. Pero cuál es la que deseamos ver realizada? La teocrácia, la de ayer, que no tenía consagración en el ágora pública sino en los palacios destinados al culto de Dios!.

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Y todos nosotros nos jactamos de profesar y servir la democracia. Pero se trata ahora de saber cuál es el contenido de esa democracia. Se trata de la democracia económica, de la democracia de contenido y no de forma, de la democracia como triunfo de las normas que rediman a la mayoría y no de la democracia en traje de luces de la revolución francesa que divorciaba el hecho político del hecho económico.

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La gente que tiene determinadas ideas es este país suele pensar ingenuamente que sin el imperio de esas ideas la humanidad se desquicia

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Hoy existe en el plano de la política el concepto de derechas y el concepto de izquierdas. Conceptos que se entienden en su contenido como dos fuerzas que se encuentran, que se atacan. Las derechas siguen siendo hoy como ayer y como antes, las fuerzas de reacción, las fuerzas conservadoras, las fuerzas de estrato, que se oponen al avance de la revolución... No nos importe que así nos llamen izquierdistas, ya que no hay sino una verdad cierta y rotunda: y es que hoy, como siempre, nada podrá evitar la derrota de las fuerzas conservadoras de todos los partidos ni la victoria de las fuerzas revolucionarias.

viernes, 19 de marzo de 2010

¿Por qué fracasó F.O.R.J.A.?


por Enrique Rivera

¿Por qué razón FORJA, que permanecía en la posición democrática y nacionalista del viejo yrigoyenismo, heroicamente, durante la década infame, no tuvo viabilidad? Una razón (…) es la actitud organizativa de Frondizi y sus amigos que contribuyó a aislarla. Pero hay una explicación más profunda y es que desde la primera guerra y particularmente desde el año 1930, la burguesía mundial en su conjunto se había tornado reaccionaria. Quedaba así cerrado el ciclo del liberalismo democrático y nacionalista, que se expresó todavía en el viejo Yrigoyen. En el terreno de la democracia burguesa, la única posición cómoda que podía sustentarse era la de Frondizi y otros, que prestaban a la oligarquía y al imperialismo el color democrático y hasta la quejumbre ‘nacional’ que les hacía falta para arrastrar al pueblo argentino a la carnicería imperialista, política que ensayaron a través de la presidencia de Ortiz.
En nuestra época, en los países coloniales y semicoloniales, el motor de la revolución no es el desarrollo de la burguesía industrial, sino la imposibilidad de seguir viviendo bajo el dominio del imperialismo en crisis, que para salvarse acogota a sus esclavos coloniales. Se originan así grandes movimientos populares nacionalistas. Pero la década infame dejó a nuestras masas populares sin posibilidad de expresión política y, al producirse una solución militar al problema, los elementos burgueses, que tuvieron el control del proceso, tomaron las garantías para que la lucha nacional no se desarrollase con la correspondiente ideología revolucionaria. Así resultó que el ‘nacionalismo clerical’, al que FORJA caracterizaba con toda precisión en su verdadero carácter, representó la ideología concreta de un proceso que, sin embargo, era económica y socialmente revolucionario. De este modo, Perón se apoyaba en el proletariado, pero a la vez tranquilizaba a la burguesía, que mantenía el control a través del nacionalismo clerical y a ella se lo dejó cuando vio que para continuar en el poder, había que profundizar el proceso y prescindir de las formas ideológicas reaccionarias. FORJA no podía tener viabilidad, porque se hubiera necesitado para ello una burguesía democrática y nacional que no existe. Esto a la vez nos permite explicarnos por qué cuando dominan la oligarquía y el imperialismo implantan un régimen superestructural “democrático, liberal, izquierdista, etc.” Sencillamente, como el proceso económico y social es reaccionario, no necesitan tomar sus garantías en la esfera ideológica. Ahora, todos estos elementos demoliberales, que sólo pueden brillar en el candelero cuando dominan la oligarquía y el imperialismo, vale decir, cuando el proceso estructural es reaccionario, al triunfar el movimiento nacional en la única manera en que según hemos visto pudo darse, y que ellos mismos provocaron, aparecieron frente a las formas y representantes ideológicos reaccionarios, como si fuesen elementos progresivos. Pero “frente” al movimiento nacional, FORJA, en cambio que estaba con el contenido de éste, se disolvió. Más que disolverse, quedó al margen, luego de haber desempeñado su papel, para retornar algunos de sus hombres en las postrimerías del régimen. Es notable constatar que, cuando para ir adelante, la revolución nacional y popular necesitaba su propia ideología progresiva, dándole mayor papel al proletariado en la conducción del proceso, los nacionalistas clericales y los demoliberales se unieron para dar el golpe contrarrevolucionario, un setiembre de 1930 con una mayor amplitud histórica.
Rey dice que cierto “negativismo esencial” limitaba las perspectivas de FORJA, debido tal vez a que este movimiento fue producto no de una época de ascenso, sino de retroceso. En realidad, era precisamente esta última circunstancia la que permitía a un grupo de jóvenes radicales dar una expresión programática clara, popular y democrática al movimiento nacional.
El movimiento nacional encabezado por la burguesía, cuando está en el llano, en la oposición, puede permitirse y se permite en efecto, expresiones ideológicas democráticas, populares, que dejan espacio inclusive a un ala izquierda que refleja o procura reflejar los intereses del proletariado y sueña que el triunfo del movimiento nacional, encarnado por el líder de turno, le traerá un predominio político cada vez mayor. Así se presenta, bajo esta faz progresista, avanzada y conmovedora, la burguesía cuando la oligarquía y el imperialismo tienen el comando. Pero, en cuanto comienza a ascender al poder, o cuando se trata siquiera de alguna posibilidad electoral más o menos seria, se alía con la reacción para darle el golpe a los pequeños burgueses que creen en la burguesía democrática y nacional y al ala izquierda. Por ejemplo, el mismo Frondizi, ante la Pastoral del Obispado, en vísperas de las elecciones del 28 de julio, se nos aparece de repente como partidario de la enseñanza libre, enemigo del divorcio y buen padre de familia, que educó a su hija en un colegio religioso. ¡Qué disgusto para el ala izquierda de la UCR Intransigente! El único consuelo que Frondizi le dejó fue que, entre tantos santos de la iglesia, unos más, otros menos reaccionarios, era Francisco de Asís, aquel al que por sus antecedentes estaba más próximo. Ahí fue a parar el izquierdismo del cuco de la oligarquía y el imperialismo. Pero el ala izquierda, como antes laboristas y otros, dicen: No reduzcamos las posibilidades del triunfo discutiendo antes de las elecciones; no nos coloquemos fuera del movimiento; después veremos. “Después”, en cuanto la burguesía adquiere elementos de poder, no discute; los aplasta con su fuerza material, la misma que le dio el proceso revolucionario cuando, en el caso más desdichado, no los utiliza a ellos mismos para volverlos contra el mismo sector progresivo que encarnaron. Frente a este mecanismo, previsto teóricamente en 1945, y confirmado reiteradamente, no existe otra garantía que la independencia “política” del proletariado en el seno del movimiento nacional. Y decimos proletariado, porque la pequeña burguesía democrática no tiene salida. Como no la tuvo FORJA. A lo sumo, proporcionará excelentes críticos de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que debía ser y no es, etc. etc.